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El libro de las mujeres
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Libro electrónico193 páginas3 horas

El libro de las mujeres

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El libro de las mujeres recopila experiencias de violencia de género de chicas anónimas que se pusieron en contacto con la autora a través de Twitter y decidieron contar su historia. Hay relatos de abusos, agresiones sexuales, violaciones, humillación a la mujer por el hecho de serlo, por parte de novios, desconocidos, conocidos, amigos, familiares...etc., de la víctima protagonista de cada experiencia. Se cree en la veracidad de las víctimas y en lo difícil que supuso para ellas contar relatos tan duros.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento10 feb 2018
ISBN9788417029753
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    El libro de las mujeres - Sabela Fiuza Dosil

    Primera edición: enero de 2018

    © Grupo Editorial Insólitas

    © Sabela Fiuza Dosil

    ISBN: 978-84-17029-74-6

    ISBN Digital: 978-84-17029-75-3

    Difundia Ediciones

    Monte Esquinza, 37

    28010 Madrid

    info@difundiaediciones.com

    www.difundiaediciones.com

    IMPRESO EN ESPAÑA - UNIÓN EUROPEA

    Qué típico eso de «esa puta iba provocando con esa ropa, toda borracha, merece lo que se la hayan follado como la perra que es». Qué típico eso de enseñar a las mujeres a cuidarse de no ser violadas, de tener cuidado por las noches, de no ir solas, de no beber mucho, de ir con ropa que no provoque a los hombres. Qué típico eso de leer en un periódico o ver en la televisión «muere mujer a manos de su pareja» en vez de poner lo que verdaderamente es, un asesinato. Qué típico eso de que las mujeres no podamos denunciar por miedo a que se burlen los propios policías.

    Por vergüenza a lo que pueda pensar nuestra familia, de que piensen lo que no es, que nos hemos acostado con un tío porque «somos unas inconscientes, y luego pasa lo que pasa». Que típico eso de que una mujer denuncie haber sido violada por cinco hombres y luego ellos digan que quería, y solo le hicieron caso. Qué típico eso de pensar que siendo mujeres ya tenemos unas obligaciones innatas, genéticas, como limpiar la mierda que van dejando los demás. Qué típico eso de hacer bromas a mujeres por la calle, o chistes machistas por redes sociales, y cuando alguien se queja, soltar un «eh, relaja, que es una broma, puta loca».

    Qué típico eso de llamarnos histéricas, locas, feminazis por denunciar lo que sufrimos, por alzar nuestra voz, por rebelarnos. Qué típico.

    Por lo que describo, parece que hablamos de una realidad paralela, algo que no pasa en nuestra presuntamente idílica sociedad. Pero no es así. Sigue habiendo violencia machista por parte de hombres y mujeres en pleno S. XXI. Sigue habiendo maltratos, violaciones, asesinatos. Siguen habiendo personajes, por no denominarlo de otra forma, que bromean con las violaciones PIDIÉNDOLAS («alguien me hace una violacioncita?») y muchas mujeres que ríen con el tema respondiendo cosas como «yo quiero, viólame». Sigue habiendo manoseos, insultos, vejaciones, amenazas. Sigue habiendo machismo. ¿Y qué hace nuestro querido gobierno? Recortar en ayuda a la violencia de género, pero luego nuestro muy amado presidente dice que está con las mujeres y que las apoya.

    La desgracia es que esto no solo ocurre en España, ni mucho menos; ocurre en todo el mundo, y cada salvajada es peor que la anterior.

    Lucia, la argentina drogada, violada, empalada y asesinada en Mar de Plata.

    Belén, embarazada a los 11 años por su padrastro en chile.

    La joven brasileña violada por 33 hombres, uno de ellos su novio.

    Una quinceañera peruana violada por 4 hombres (dos mayores de edad) y asesinada por infección tras meterle una botella de cerveza que le desgarró el ano.

    Yuliana Samboni, de siete años, violada y estrangulada en Colombia.

    Niña de 10 años violada por su padre, hermano y primo en Venezuela.

    Policía drogada y extorsionada a mantener relaciones sexuales mientras es grabada en Ecuador.

    Karla (pseudónimo), obligada a prostituirse a más de 43 mil hombres, en México.

    Joven violada por 8 reos en una visita a la cárcel de Colon, Panamá.

    Rosita Salvatierra, de cuatro años, violada y asesinada por asfixia, en Paraguay.

    Victoria Martens, violada y asesinada por varios hombres, por orden de la madre, en Estados Unidos.

    Una niña de 14 años violada por 6 hombres, en Inglaterra.

    Megan Stephens, joven británica víctima de trata durante seis años, que llegó a ser violada por 110 hombres en 22 horas.

    Podría continuar así páginas y páginas, pero solo valdría para revolver mi estómago más de lo que ya lo está haciendo. Y cuando pensamos que esta barbaridad puede acabar, o por lo menos, reducirse, sube a la presidencia del país más importante del mundo un hombre (si es que se le puede llamar así, ya que solo es una abominación), que entre otras perlas sostiene «Me atraen las mujeres bonitas automáticamente. Las comienzo a besar, es como un imán, no puedo ni esperar (...). Y cuando eres una celebridad te dejan hacer lo que quieras, puedes hacer lo que quieras (...). Agarrarlas por el coño. Puedes hacer de todo». Esto es lo que vota la mayoría de personas del país líder mundial para que los gobierne, un hombre que permite, que apoya, que usa la violación porque «puedes hacer lo que quieras» cuando tienes una posición privilegiada. Los estadounidenses han permitido con su voto o abstención, que las cosas se sigan desarrollando de la misma manera. Que siga habiendo maltrato, violación, humillación, muerte, hacia la mujer. Que no haya cambio. Que no haya igualdad.

    Y por eso seguimos aquí; soportando los insultos y burlas por lo que hacemos. Escuchando la ya aburrida frase de «las verdaderas feministas eran las de antes, ahora estáis todas locas», como si «las de antes» fueran mujeres pacíficas, que usaran la palabra, y no estuvieran, como nosotras, hartas del trato recibido. Aquí seguimos, tomando como nuestra la definición de «feminazi» e intentando darle la vuelta.

    Este libro intenta abrir los ojos en cuanto a la cantidad de mujeres que sufrimos esta violencia, el número de jóvenes y mayores que no han puesto una denuncia porque «no merecía la pena». Este libro intenta crear un cambio, superar una situación, frenar una lacra que nos está destrozando. Este libro quiere abrir los ojos, culpar y castigar a los violadores y no a las violadas, a los maltratadores y no a las maltratadas, a los acosadores y no a las acosadas.

    GRACIAS de corazón a todas las chicas que se decidieron a confiar en mí y a contarme su experiencia. Gracias por ser valientes, por ser fuertes, por ser luchadoras. Gracias por no rendiros y a atreveros a denunciar lo que habéis o estáis pasando. Gracias desde lo más profundo de mi corazón. Recordad, no estáis solas. Ya no. Y las que lo han pasado, lo pasan o lo pasarán, no tenéis que pasar por esto sin ayuda. Rebelaos, estamos con vosotras.

    «El primer intento de violación cuando yo tenía cinco años: Yo acababa de entrar a un colegio nuevo, entré en 1 de primaria, y mi cumpleaños al ser el 26 de Diciembre, era la pequeña de la clase por lo que al grupito de los guays supongo que les parecí un objetivo fácil. En la primera semana ya me habían pegado e insultado en varias ocasiones por según ellos ser «muy inocente».

    A los pocos meses (eran mediados de noviembre) ya no había excusa, les divertía y punto. Yo había faltado el primer lunes de esa semana así que cuando llegué el martes me cogieron entre cinco de ellos, me arrastraron al baño de chicos, me metieron en unos de los cubículos junto a ellos y aprovecharon que yo estaba llorando por los nervios para empezar a meter todas sus manos debajo de mi ropa, y uno de ellos dijo «ahora será peor por no haber venido ayer».

    Así pasó un rato, se ponían cada vez más agresivos y me insultaban y pegaban, hasta que no sé de dónde pero saqué fuerzas y con todo el uniforme medio quitado, llorando y desorientada corrí hacia un monitor que había en el patio. No sólo no me creyó diciendo que esos chicos nunca harían algo así, sino que aparecieron los chicos, me llamaron «puta» delante del monitor y no hizo nada, se rio y dijo en voz baja «qué cosas se inventan algunas niñas para llamar la atención» y se fueron».

    ***

    «Cuando tenía 13 años empecé a salir con un chico tres años mayor que yo, en un principio todo parecía normal pero cuando llevábamos 8 meses me llevo a casa de su abuela en la cual no vivía nadie para ver una película, yo ni siquiera sospeche porque no era la primera vez que veíamos una película a solas. A mitad de la película de levantó y cerró la casa con llave, no le di importancia ya que hacía poco había habido un robo en la casa de en frente.

    Pero cuando llegó apago la tele y dijo que hasta que no hiciésemos nada no salía de esa habitación (sacó los condones) yo le dije que dejase de bromear y que me abriese la puerta que no estaba cómoda pero me dijo que hablaba en serio que si le quería de verdad tendría que dejarle ser el primero, estuve negándome una hora de reloj hasta que vi que no me quedaba otra salida porque no iba a dejar que me fuese, accedí y después me puse a llorar en su salón, él llegó y me dijo que no era para tanto que le dejase de tonterías, me marché de allí y no se lo conté a nadie pero tres meses después de evitarle y ponerle excusas le deje.»

    Solo quiero que estos tipos de violencia entre parejas dejen de ser vistas como algo normal.

    Estamos en una sociedad donde la culpa es de la mujer en estos casos. Solo hay que ver el caso de los violadores de los sanfermines que dicen que la chica miente y que lo hizo con los cinco porque quiso, el asco y rabia que me dio escucharlo no fue poca».

    ***

    «Esto pasó hace un par de años. Yo tenía 14 y conocí a un chico por Twitter, era bastante majo y se ofreció a enseñarme a tocar la guitarra; cuando quedé con él, me cayó mal desde el primer momento, pero no iba a decirle que se fuera, fuimos a mi casa y no me enseñó nada con la guitarra, estuvo tocando un buen rato él y luego me dijo que si íbamos a echar un trago. Sin más, yo dije que vale, fuimos al Día y compramos una botella de vodka, bueno, compré yo, porque él no tenía dinero. Fuimos a un parque donde no pasa mucha gente, estuvimos hablando y bebiendo...

    Me acuerdo de tenerle encima, y ni siquiera sabía cómo había comenzado la situación, le dije que se quitara, no lo hizo, me dio la vuelta e intentó hacerme sexo anal, le dije que no otra vez, sinceramente, no estaba en condiciones de nada, estaba híper pedo y apenas podía moverme, me coloqué como pude de frente a él, le di puñetazos para que se quitara, pero no lo hizo, al final le di una patada y me levanté, estaba medio desnuda, él me gritaba pero no sabía qué me decía, e insistió en acompañarme a casa. No sé ni cómo llegué. Vale que estuviera en una condición etílica, pero eso no le da derecho a nadie. A nadie. Al día siguiente a parte de dolerme todo y de sentirme sucia, el hijo de puta me robó 20€».

    ***

    «Mi madre estudió derecho y ha ejercido de funcionaria en distintas áreas del ayuntamiento de mi ciudad desde el año 2000-2001 o así. Precisamente empezó en igualdad y trataba con víctimas de violencia de género todos los días. Mi padre también era licenciado en derecho, pero él trabajaba en un juzgado de instrucción, tomando declaración a muchísimas otras víctimas de violencia de género. En mi casa hay mil libros sobre igualdad, violencia de género, machismo en general, el feminismo y sus dos primeras olas... De todo, vamos. Por esto mismo la gente se extraña cuando le digo que de pequeña viví un infierno con mi madre.

    Si es verdad que mi género es no binario y nunca he sentido la necesidad de definirlo, con mi madre es distinto. Desde bien pequeña me agredía tanto física como verbalmente por no ser lo suficientemente femenina (todo esto a espaldas de mi padre). Como era pequeña y oía a mis compañeros decir que a ellos también les pegaban de vez en cuando, pensé que era normal pero echando la vista atrás me doy cuenta de que sus agresiones eran SOLO y EXCLUSIVAMENTE por mi feminidad.

    Siempre tuve sobresalientes, nunca se me ocurrió hacer ninguna trastada (básicamente porque era una cagada y, encima, muy tímida). En cambio mi madre me solía hacer y decir de todo. A esto se le añade el hecho de que mi hermana mayor es muy femenina (de la manera tradicional, tú sabes) y todo lo suyo era rosa con muñequitas y tal. Recuerdo que una de las broncas que tuve fue porque quería una pajita (cañita, o como la llames) azul. Mi madre flipó en colores. Se puso a gritarme como una loca que si era la peor hija que existía y no sé qué y que por qué no podía ser una niña normal. Total, que acabé llorando y mi hermana optó por darme una roja y me dijo que era «el color de las reinas» o algo así porque sabía que odiaba las princesas Disney con toda mi alma (solo me gustaba Ariel aunque al crecer se me ha ido quitando el trauma).

    Otra, y una de las mejores, fue cuando apenas tenía dos años (vamos, que no era consciente). En esta estaba mi padre presente, encima. Mi madre ADORABA vestirme con falda y leotardos y eso en la zona en la que vivo pues... se lleva mal... demasiado calor. Ella decidió que, en pleno agosto, la ropa idónea para ir a la entrevista con la directora del colegio católico al que me quería meter eran los putos leotardos con la falda. En la entrevista, la educadora dijo que me dejaran a ver qué hacía por el despacho mientras les entrevistaba. Total, que acabé desnudándome yo solita en frente de ellos. De nuevo, mi madre flipó. Desde entonces y hasta que tuve unos once años, no me dejó quitarme los leotardos excepto que fueran ocasiones MUY casuales. Y cuando digo MUY es MUY.

    Esto no solo me ha pasado con ropa y tal, sino que también, de pequeña, pedí los guantes de Hulk con sonido por Navidad (porque molaban cantidad, eso no me lo puede negar nadie). Coincidió que mis tíos lejanos estaban ahí y me enseñaron el típico catálogo de juguetes y yo, como cualquier niña normal, les dije que eso, que quería los dichosos guantes. Ellos me los regalaron y tal y yo estaba encantada, totalmente «in love». ¿Qué hizo mi madre? Me puso un límite de tiempo para jugar con ellos.

    Mi padre se enteraba de la mitad, porque tenía turnos de guardia muy largos, pero lo pasé fatal.

    Es más, tampoco quería que escuchara metal ni rock (que era lo que escuchaba mi padre) por el mismo rollo de que es para niños. Mi padre me lo tenía que poner a escondidas. A veces las personas no son lo que parecen».

    ***

    «Hace dos años, empecé a salir con un chico que conocí ese mismo año, me lo presentaron unos amigos e hicimos buenas migas. Era el típico chico tímido al que le costaba mucho coger confianza, pero conmigo la consiguió y me pidió salir. Los primeros meses eran normales digamos, muy amoroso y todo lo demás, pero empezó a volverse muy celoso, muy posesivo y obsesivo con todo lo que hacía, con quien quedaba.

    Empezó a maltratarme muchísimo psicológicamente, diciéndome que yo era la que la hacía sufrir cuando no le contestaba a los cinco minutos, cuando no quedábamos porque iba a ver a mis amigas. Empecé a alejarme mucho de ellas, y el aún quería más, y para hacerme sufrir me llamaba y me decía que lo teníamos que dejar sin motivo alguno, y yo, sola por su culpa, no veía nada más que a él en mi vida. Luego volvía y me decía que me daba otra oportunidad.

    Hasta que un día, hablando normal, le dije que me iba con mis primos y me agarró del brazo, tan fuerte que me hizo varios moratones que tenía que cubrir para que nadie los viera porque yo pensaba que todo esto lo hacía sin querer, que no sería capaz de hacerme daño, y me levanto la mano y me dio. Me fui de su casa llorando, y no hacía más que pedirme perdón, que había perdido los nervios, que no lo hizo aposta. Le perdone, porque pensaba que era culpa mía, como todo. Hasta que me di cuenta gracias a un amigo que eso no era normal ni mucho menos. También me hacía chantaje, sobre todo emocional, al decirme que si le dejaba se cortaba las venas. Era algo horrible y yo no sabía qué hacer. Al final me decidí, conseguí dejarle. Por desgracia, está por segundo año seguido en mi clase y aún le tengo algo de miedo

    Sin embargo, esto nadie lo cree, porque piensan que él es bueno y yo fui la que le hice daño…»

    ***

    «Tenía 13 años. Había salido de casa a por una amiga, habíamos quedado con mi grupo de amigos para ir a mi casa, y como ellos ya estaban dentro, yo salí a buscar a la

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