Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Un hombre tranquilo, una trepidnte trama que denuncia e maltrato a la mujer.
Un hombre tranquilo, una trepidnte trama que denuncia e maltrato a la mujer.
Un hombre tranquilo, una trepidnte trama que denuncia e maltrato a la mujer.
Libro electrónico184 páginas2 horas

Un hombre tranquilo, una trepidnte trama que denuncia e maltrato a la mujer.

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

"Un hombre tranquilo" es la segunda novela publicada de Miguel Ángel Rodríguez Chuliá, lo consolida como un escritor de acción y un nombre a tener en cuenta en el panorama actual de la novela policíaca española. Con un ritmo trepidante, frases enlazadas unas con otras, pocas pausas y sin dejar apenas descansar al lector, Rodríguez Chuliá presenta a una serie de personajes muy bien definidos que encarnan arquetipos clásicos de la novela detectivesca " (todoliteratura.es)

Sutileza

Pocas veces se encuentra uno en una novela negra con un sicario calmado, puntilloso y metódico hasta la saciedad, capaz de analizar cualquier escenario y cualquier situación sin alterarse, y al mismo tiempo con el temple suficiente como para cumplir con su trabajo en cuanto todas las circunstancias estén a su favor, algo que por otra parte él mismo se encargará de controlar (punica.es)

Interesante historia con un argumento entrelazado e inteligente en el que el lector sabrá, desde el primer momento, quién es el asesino, pero no la víctima, conociendo explícitamente los protocolos de actuación de los servicios de inteligencia de nuestro país. Una vez haya pasado la última página, aquel que se haya inmiscuido en ellas no volverá a dar su número de DNI en la fila del supermercado si se le ha olvidado la tarjeta de socio, no aceptará una sonrisa como muestra de amistad y rechazará un apretón de manos como símbolo del son de paz. Quizás, detrás de esos gestos inocuos, se oculte la oscuridad de un hombre tranquilo (cartagenaactualidad.com)

Tras el éxito de La filosofía del agua, Miguel Ángel Rodríguez Chulia nos presenta una novela negra, pero sin perder el estilo que le caracteriza, capítulos cortos, fácil lenguaje y transmitir al lector la involucración que necesita para hacerse parte de la historia. También unas tramas perfectamente ordenadas ya que cada capítulo está entrelazando una historia distinta. Damos un salto, de un tema trascendental como son las emociones con la novela La filosofía del agua, a un tema de pasiones, crímenes e investigaciones. (alquiblaweb.com)

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento11 oct 2018
ISBN9780463085660
Un hombre tranquilo, una trepidnte trama que denuncia e maltrato a la mujer.
Autor

Miguel Ángel Rodríguez Chuliá

Miguel Ángel Rodríguez Chuliá Catarroja, Valencia, España, diciembre de 1967 Premios: -Tercer premio en el concurso de relatos Lauri Volpi 2.106 con el relato “Cuarenta y cinco minutos -Seleccionado a concurso y publicado digitalmente en el semanario “Las nueve musas”, de Oviedo 2017 con el relato negro “Los buenos hijos” -Premio el día contra la violencia a la mujer 2.107 y publicado por la editorial Tierra por “Las flores de Dana” -Tercer premio y publicado en el concurso literario 2018 de la revista “Las nueve musas” de Oviedo por “Las flores de Dana” -Relato premiado en la antología “Relatos sanadores” por el relato “Una historia Íbera” -Elegido promesa negra en las jornadas Cartagena negra 2018 por la novela “Un hombre tranquilo.” - Jurado en el concurso de relatos de Moralzalzal, Madrid 2018. Obra publicada -“La Filosofía del Agua” en junio de 2.107 editorial Gotas de Luz, de Murcia. - Antología de relatos “Relatos sanadores” 2.107, editorial Gotas de Luz. - “Un hombre tranquilo” 2.017 Tierra Trivium editorial, de Madrid. -“La guerra, según el cabo Aurelio Martínez” 2.108 Destellos editorial (en proceso de edición) PROYECCIÓN AUDIOVISUAL Actualmente se encuentra en proceso de producción un corto basado en el relato “Las flores de Dana” por parte de la productora independiente Creepy Pictures Show. Teaser promocional: https://www.youtube.com/watch?v=2L1ZIMJqlSI Reseñas en prensa escrita: http://www.levante-emv.com/horta/2018/01/06/llegar-lector-desnudandome-quiero-sienta/1662886.html http://www.nouhorta.eu/index.php/val/secciones/entrevistas/item/22236-miguel-angel-rodriguez-chulia-autor-de-la-filosofia-del-agua-escribir-es-en-definitiva-desnudarse-frente-al-lector http://www.nouhorta.eu/index.php/val/seccions/lecturas/item/22539-la-filosofia-del-agua-de-miguel-angel-rodriguez-chulia PRESENCIA EN MEDIOS Entrevista de radio en Mediteradio https://www.youtube.com/watch?v=1lWUaU64nEU Reseñas en medios especializados: https://www.alquiblaweb.com/2017/08/04/resena-de-la-novela-la-filosofia-del-agua-de-miguel-angel-rodriguez-chulia/ https://www.alquiblaweb.com/2017/09/13/resena-la-filosofia-del-agua-miguel-angel-rodriguez-chulia/ http://www.todoliteratura.es/articulo/criticas/resena-hombre-tranquilo-miguel-angel-rodriguez-chulia/20171001112300035483.html http://topcultural.es/2017/09/11/resena-filosofia-agua-miguel-angel-rodriguez-chulia/ https://tierraeditorial.com/miguel-rodriguez-chulia/ http://www.elperiodic.com/burjassot/noticias/513468_tertulias-269-presentan-burjassot-libro-filosofia-agua.html https://www.sierranortedigital.com/630148820/El-Adulto-Pierde-La-Capacidad-De-Sorprenderse.Por-Jimena-Tierra.html http://www.burjassot.org/el-libro-de-miguel-angel-rodriguez-la-filosofia-del-agua-solidario-con-afem/ https://leonliterario.es/e/3018/presentacion-del-libro-la-filosofia-del-agua http://www.leoncultural.com/evento/la-filosofia-del-agua-miguel-angel-rodriguez-chulia-presentacion-la-biblioteca-publica-leon/ https://punica.es/un-hombre-tranquilo-resena/ CALLE SAN ANTONIO 61-1 CATARROJA- ESPAÑA CATARROJA, VALENCIA 46470 Spain rodriguezchulia@gmail.com

Relacionado con Un hombre tranquilo, una trepidnte trama que denuncia e maltrato a la mujer.

Libros electrónicos relacionados

Thrillers para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para Un hombre tranquilo, una trepidnte trama que denuncia e maltrato a la mujer.

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Un hombre tranquilo, una trepidnte trama que denuncia e maltrato a la mujer. - Miguel Ángel Rodríguez Chuliá

    Un Hombre Tranquilo

    Miguel Ángel Rodríguez Chuliá

    "Estos son malos tiempos.

    Los hijos han dejado de obedecer a sus padres

    y todo el mundo escribe libros."

    Marco Tulio Cicerón

    (106 AC—43 AC)

    PROLOGO

    Alicia despertó e intentó convencerse a sí misma que lo de estar sola en la cama sólo era porque su marido estaba de servicio. Pero ella sabía que no era así, su instinto policial le decía que la confesión de la noche anterior era cierta y que él no mentía cuando le dijo que abandonaba la casa, expresión que copió su mente al dedillo de algún reality de éxito, porque la quería un montón, era la madre de su hijo y por eso no quería seguir engañándola ni un minuto más. Que había una tercera persona, una persona que le llenaba y se iba a vivir con ella. Todo había terminado.

    Todavía estaba esperando a que su cerebro pudiera resetearse con eficiencia y distinguiera qué parte era pesadilla y qué parte realidad. La sensación era como una de esas pesadillas que la hacían a veces despertar aterrorizada o llorando, o como uno de esos sueños húmedos que hacían que ella también despertara húmeda.

    Si finalmente, cuando desapareciera el atontamiento existencial que le proporcionó el Valium 10 que tomó la noche anterior, trasegado con un vaquerito de whisky, se confirmaban sus peores pesadillas, despertaría al pequeño y se iría a casa de sus padres una temporada hasta poder vender el piso.

    La magia de la incertidumbre se rompió cuando Alicia hizo la croqueta en la cama y comprobó que la mesita de noche de él estaba vacía.

    DOS AÑOS DESPUÉS

    1

    En Heathrow no hay nada tan común ni poco original que alguien que viaja sólo.

    En la fila de facturación de equipajes, unas cien personas para canjear su billete por la tarjeta de embarque, esperando aburridos con su equipaje embalado en ese plástico que dispensan las máquinas en todos los aeropuertos y que, realmente, no sirve para que no te revienten la maleta ni para nada.

    En medio de la fila, un tipo solo, con una chaqueta de cuero marrón y una bolsa de mano, mirando de vez en cuando furtivamente a los policías que vigilaban por rutina a los viajeros. Uno de los policías dirigía a un perrillo adicto a la coca y al hachís que esperaba satisfacer su necesidad de ponerse ciego olisqueando las maletas de todos los viajeros que estaban en la fila, porque así lo habían entrenado a base de convertirlo en un yonqui, intentando descubrir a alguien que pudiera ser un colega más que le invitara a algo.

    Niños aburridos en la cola, alborotando, llorando después de una hora o más de espera; parejas de recién casados o de amantes ilusionados con su viaje a Valencia con escala en Madrid. Y un grupo de jóvenes con gorritos de paja con cintas rojas y, en ellas, con letras blancas en mayúsculas: IBIZA; turismo de baja estofa, embelesado por la falsa promesa de sexo gratis en playas cuasi tropicales y, eso sí, unos días de borrachera segura al punto de un coma etílico sin que te moleste la policía.

    Condiciones necesarias ambas para que un país viva, en parte, de jóvenes que sueñen con el sexo a cambio de nada, y que todos paguen cuando se den cuenta de que hay que utilizar el plan B y no les quede otra que pagar por sexo; o el C, y puedan beber hasta casi matarse sin que encuentren a alguien que se lo impida. Los planes B son importantes, siempre hay que tener al menos uno.

    Hay que estudiar siempre los itinerarios de tus compañeros de viaje, nunca se sabe con quién va uno a viajar. Este era el vuelo perfecto.

    El pastor protestante de la parroquia cercana al aeropuerto tenía la cristiana costumbre de visitar todos los días la fila de facturación y, después, la de embarque, intentando aliviar el miedo al desastre aéreo que muchos pasajeros sentían, un temor común, no solo en Heathrow, sino en todos los aeropuertos del mundo. Miedo no confesado, pero presente en todos los que saben que el avión es uno de los medios de transporte más seguros que existen, por no decir el que más, salvo cuando se precipita al suelo a una velocidad de espanto y que, cuando eso sucede, nadie se salva al desintegrarse el cacharro contra el suelo a 800 kilómetros por hora; bueno, sí, en Perdidos se salvan casi todos, en islas desiertas, solo habitadas por tías sobrevivientes casi en pelotas y con la manicura francesa perfecta y la depilación brasileña que imagina el espectador que deben llevar.

    Cuando alguien vuela, sabe que no será nunca un protagonista de Perdidos si el bicho se cae.

    El pastor se acercó a un hombre regordete, desaliñado y sudoroso, que parecía estar dudando entre formar parte de la cola de facturación o marcharse de allí, y se interesó por su lugar de procedencia, los motivos de su viaje y si era la primera vez que volaba.

    El hombre no lo miró directamente a los ojos, simplemente espetó una sencilla frase en un inglés casi sin acento, mirando a un lado y a otro de la fila de facturación y, con una sinceridad calculada, afirmó:

    —Padre, me da miedo volar.

    —No tienes de qué preocuparte hijo, todos los días salen de este aeropuerto cientos de miles de personas hacia todos los destinos del mundo. La capilla está cerca del aeropuerto porque mucha gente que viaja va hasta allí para rezar. Tienes tiempo de sobra. ¿Has rezado ya?

    —No. Solo me apetecía hablar con alguien.

    —Yo también estoy aquí para eso.

    Estuvieron hablando una media hora, y el pastor pudo saber que el hombre estaba allí por viaje de negocios, que era español y volvía a Madrid, aunque no era madrileño y no era la primera vez que volaba, aunque le seguía dando miedo volar.

    El anónimo viajero le pidió al pastor que le acompañara, al menos, hasta que facturara su equipaje y, después de unos segundos de duda por la posibilidad de descuidar más ovejas, el pastor accedió y los dos se dirigieron, hablando de cosas ya intrascendentes, hacia la fila de facturación. No hay ninguna duda, los ángeles existen, y el pastor era uno de ellos.

    Cuando llegaron, los policías y el perrillo miraron a la extraña pareja que se colocó al final de la fila y reconocieron al pastor saludándole con un gesto discreto con la cabeza, fijando su atención en el tipo de la cazadora de cuero marrón.

    ¿Documentación?

    El tipo, que estaba casi ya llegando al puesto de facturación, sacó temblando su documentación y su billete, los policías le dijeron que dejara la bolsa de mano en el suelo.

    Todo estaba en regla hasta para el perrillo, sin embargo los policías le invitaron a acompañarles a una estancia más discreta para inspeccionar la bolsa de mano. El hombre, a voces, se negó aduciendo que no procedía tal registro, que todo estaba en regla, pero los policías le apartaron de la fila y esta vez no hubo invitación, se lo llevaron casi en volandas. El espectáculo continuó y todos siguieron facturando.

    El pastor acompañó al viajero para que se sintiera seguro hasta que facturó su maleta, único equipaje, aparte de una bolsa de mano. El hombre, de forma tranquila y emotiva, abrazó al pastor y le dio las gracias por haberle reconfortado.

    Justo cuando el equipaje estaba en la cinta y pasaba por debajo de la máquina de rayos, el pastor saludó de manera cordial a la funcionaria encargada de visionar el contenido de los equipajes, y aquella le correspondió con algún comentario amable que el hombre no entendió al cien por cien mientras la bolsa de mano de él volaba hacia el otro lado, y una vez pasada la máquina de rayos X, se dirigió a la sala de VIP, y esperó.

    Aquel santo varón había cumplido a la perfección su involuntaria misión: la funcionaria no había mirado la imagen de su equipaje de mano ni de su maleta. El pastor y él ya eran coleguitas y la funcionaria conocía al pastor, todos los días estaba allí. Para un pastor protestante es importante apartar al lobo de su rebaño, y había sido toda una suerte que, en el intento de hacerlo, hubiera hecho entrar al lobo en él. La funcionaria, que lo conocía perfectamente, hizo su trabajo a medias: los amigos de mis amigos son mis amigos. Y el hombre facturó su equipaje sin mayor atención de la funcionaria que un asentimiento rápido con la cabeza mientras esta saludaba al pastor.

    A los veinte minutos, por el megáfono, una señorita sobreactuó declamando, con voz sugerente y entrecortada, las puertas de embarque y el horario estimado de partida, con un tono que se asemejaba más a una mujer mientras se masturbaba a punto de alcanzar un orgasmo, que el tono de alguien que debe informar a los pasajeros de la puerta de embarque correcta y la hora estimada de salida.

    Pensó que en todos los aeropuertos del mundo pasaba lo mismo, no era nada difícil imaginarse a aquella anónima chica sentada, con las bragas bajadas masturbándose, pero no sin decir, antes del clímax, en cuatro o cinco idiomas:

    Pasajeros del vuelo 123 a Madrid, diríjanse a la puerta de embarque 5, la salida está programada en diez minutos. Toda una habilidad.

    El hombre de la cazadora de cuero salió del aeropuerto, había perdido el vuelo como estaba previsto que sucediera, miró a un lado y a otro, pero no vio a nadie, pensó que una vez más le habían engañado, la vida de un roba gallinas como él no era nada fácil, podía ser el chungo de su barrio, pero aquella gente educada y tranquila que le había contratado en el Seven Sisters de Londres, mientras alternaba con sus colegas en un Pub, le ponía los pelos de punta, estaba convencido de que no cobraría nada por aquella pantomima, aunque bien pensado sólo era una mañana perdida, no había corrido ningún riesgo como le aseguraron, aunque estaba seguro de que alguien que no debía pasar los filtros de seguridad aquella mañana, había embarcado en ese avión gracias a su escenita con la policía y, desde luego, no iba a hacer ni un solo intento para buscar a aquella gente si no le pagaban. Decidió esperar cinco minutos más a ver si había suerte, cuando desde atrás una voz femenina le ordenó, en un inglés con un acento inidenficable y casi perfecto:

    —Enciende un cigarrillo, da dos caladas y apágalo en la papelera que está detrás de ti. Allí verás una bolsa de Camel para liar, aparentemente vacía, cógela. Dentro está lo pactado.

    El hombre de la cazadora de cuero marrón intentó darse la vuelta para ver a su interlocutora, pero desistió cuando aquella le dio un gran consejo:

    —No lo hagas chico. No es necesario.

    Después de pagar lo convenido a aquel roba gallinas, Marta entró al aeropuerto, terminal salida, y esperó. Solo faltaban dos horas para que saliera el siguiente vuelo hacia Madrid.

    2

    — ¿Atocha, por favor?

    El taxista, le preguntó al hombre si tenía algún itinerario preferido.

    —No conozco Madrid. La vía más rápida, estoy cansado. Se puso los cascos de su smart phone y eligió una lista de reproducción, ojeó un plano turístico de la ciudad mientras subrayaba con un bolígrafo de publicidad y, después de Bells of hell y de un par de temas de Gun’s and roses, el taxista paró. El hombre había evitado la conversación vacía de los taxistas: fútbol, mujeres, política... y preguntas personales que no estaba dispuesto a contestar ni a inventar una respuesta.

    Pagó la carrera y entró en Atocha, se relajó unos minutos admirando el fabuloso jardín tropical que está dentro de la estación, y recordó el olor a agua empantanada y turbia en la que pescaba de niño en su tierra, a 38 grados de temperatura y el 70% de humedad en verano, llena de cañas, manglares, repleta de vida invisible, salvo por los peces, que se arremolinaban en torno al cebo de harina, disputándose, sin saberlo, el primer puesto para morir. Recordó también el brillante rojo del corcho que flotaba bamboleándose a la deriva, hasta quedar de lado cuando conseguía, si se desplazaba demasiado, tensar el hilo; y la aparente fragilidad de las libélulas, cuando en verano sobrevolaban como helicópteros un paisaje que, a vista de pájaro, bien podría haber sido Vietnam, tapizado de campos de arroz y de acequias.

    Si el corcho se ponía recto o se hundía, era señal de picada y anuncio de que algo moriría pronto; y recordó también la satisfacción personal de la primera pieza cobrada en su vida y el orgullo con que lleva a casa un niño de 10 años un animal sacado de su medio violentamente para que muera de una forma horrible: por asfixia, para acabar después en la basura. Se quedó mirando a aquel agonizante ser, dentro de una botella de agua vacía, cortada por la mitad, boqueando como si pudiera extraer el oxigeno del aire, convulsionado y dando coletazos en el interior de la botella que sería su improvisada tumba, y recordó también que cuando su madre le pregunto por qué no había llenado la botella con agua él con la sincera inocencia del niño que en aquellos años era, sólo le respondió:

    ―Es que nunca he visto como se muere algo, mamá.

    Es lo que hay. Le pareció un lugar ideal para descansar unos minutos. Después, se dirigió a una dispensadora de billetes automática y compró un billete abierto hacia ningún lugar, pagando en metálico.

    Salió de la estación con su maleta, con paso tranquilo, y anduvo unas cuantas manzanas hacia Chueca. Un buen paseo.

    —Buenas tardes, dijo el hombre.

    —Buenas tardes —contestó el recepcionista de la pensión, con una actitud anodina, mientras observaba al hombre por encima de las gafas: un pantalón de vestir, una cazadora blanca de entretiempo encima de una camisa a cuadros, unas gafas de pasta y una calva inconformista, que se dejaba crecer el pelo de los lados de la cabeza, para no parecer calvo del todo, y bastantes kilos de más.

    —Reservé por internet una habitación para dos días.

    —Claro, ¿me deja su DNI? Son las normas.

    —Sí, aquí está.

    La verdad es que el artesano que lo había hecho había realizado un gran trabajo, parecía auténtico, o a lo mejor lo era, salvo la foto.

    —¿Pagará con tarjeta? —le preguntó el recepcionista más preocupado de acabar con el trámite que en comprobar la documentación.

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1