El labrador
Por Valeria Rossi
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El cachorro puede describirse con tres palabras: tierno, suave, simpático. Gracias a su buen carácter, se convertirá en el mejor amigo de los niños.
En las páginas de este manual aprenderá todo lo referente a la adquisición y cuidados del labrador, desde la elección del cachorro (sexo, pedigrí, edad) hasta la educación y posterior adiestramiento.
Además, gracias a las detalladas indicaciones de nuestros especialistas, podrá saber todo lo necesario acerca de la alimentación, la salud y la higiene.
Un libro guía con muchas ilustraciones que se anticipa a todas las preguntas y que ofrece las mejores respuestas.
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El labrador - Valeria Rossi
Bibliografía
INTRODUCCIÓN
El origen del labrador tiene muchos puntos en común con el del perro de Terranova, hasta el punto que resulta bastante difícil separar las dos formas originarias.
El marinero Aaron Thomas, el 25 de mayo de 1794, escribía en su diario de a bordo estas palabras: «En estas tierras hay unos perros de pelo raso y tupido, de color oscuro, que ayudan a recuperar las merluzas que se escapan de las redes de los pescadores. Son perros que no dudan en tirarse al agua para atrapar las presas que han saltado de las barcas. Al finalizar el trabajo son izados a bordo con la ayuda de cuerdas gruesas».
El señor Thomas se encontraba entonces en la isla de Terranova y los perros de los que habla recibían el nombre de perros de Saint John. El coronel Peter Hawker, en un texto en el que se describe los perros de Terranova (considerados ancestros de los terranova actuales), se refiere al perro de St. John como una variante más pequeña, «excelente para cualquier tipo de caza. Normalmente tienen el manto negro y no es más grande que un pointer. Es rapidísimo en la carrera y nadando: tiene buenas patas, pelo corto y no lleva la cola tan enrollada como la del terranova».
En otros textos del siglo XIX se usan indistintamente los términos terranova y labrador para denominar los perros de las costas canadienses. Esto motivó que algunos estudiosos creyeran que el labrador se había originado a través de cruces casuales entre los perros usados en los pesqueros que faenaban entre la isla de Terranova e Inglaterra. Sin embargo, la criadora Mary Roslin-Williams no está de acuerdo con esta teoría y sostiene que sólo con cruces fortuitos no se hubieran podido seleccionar algunos caracteres (como el color negro puro y la aptitud para el cobro). Según ella el perro de St. John se derivaría de un perro de trabajo utilizado por los granjeros de las regiones costeras del norte de Portugal: el cão de castro laboreiro, que todavía existe actualmente y que se asemeja bastante al labrador (en realidad parece un primo «feo»).
Existe la posibilidad de que los pescadores de Terranova hubieran transformado el nombre original laboreiro (quizás a causa de la dificultad para pronunciarlo), sustituyéndolo por el nombre de la cercana provincia, Terranova, que les resultaba mucho más familiar.
El caso es que nada se sabe con total certeza sobre los orígenes de la raza. En cambio, sí se conoce perfectamente la historia más reciente, que se ha desarrollado totalmente en Inglaterra.
El primer criador de labrador fue Lord Malmesbury, seguido de Lady Howe, con el afijo Banchory, y de Mrs. Broadley con el afijo Sandylands, el más famoso de toda la historia de la raza. Un criador de excepción fue el rey Jorge, que en 1938 presentó en el Cruft’s un labrador nacido con el afijo real Sandringham. La familia real inglesa cría todavía hoy perros de raza labrador, aunque produce más ejemplares de trabajo que de ring.
El pilar de la raza fue Buccleuch Avon, nacido en 1885: su cabeza perfecta, la expresión extraordinaria, el manto doble y la característica cola «de nutria» le permitirían hacer un buen papel incluso en un ring de nuestros días.
El Kennel Club inglés reconoció oficialmente la raza en 1904, y el club especializado fue fundado en el año 1916.
Inicialmente los labradores eran completamente negros, y se prescindía de los amarillos porque se consideraban defectuosos. Años después, Mrs. Wormald, titular del afijo Knaight empezó a ir contra corriente criando perros amarillos espléndidos y presentándolos en las exposiciones. Al final, sus animales tuvieron tanto éxito que el color fue admitido por el estándar y en 1925 se fundó un club exclusivo para el labrador amarillo.
La primera campeona marrón (chocolate) fue Cookridge Tango, criada por Mrs. Pauling.
Actualmente el labrador es uno de los perros que está más de moda, el que gusta a todos y el que todos desean. Su carácter dulce y su desmedido amor por los seres humanos lo convierten en un compañero ideal. Pero no olvidemos que él nació cazador, que todavía se siente como tal y que por tanto necesita dos cosas fundamentales.
En primer lugar, el cobro: para sentirse realizado, para ser feliz, el labrador debe ser útil. Esto significa que desea que se le encargue una función concreta. Puesto que el labrador es un retriever (es decir, un perro de cobro) hasta la médula, su función principal es precisamente cobrar, traer. Sin embargo, no hace falta que seamos cazadores; el labrador también es feliz trayéndonos las pantuflas o el periódico. En cambio, necesita absolutamente ser dirigido por un buen líder que le explique de forma clara y simple cuáles son sus funciones. Dicho de otro modo, el labrador necesita ser educado y adiestrado.
Posee una segunda necesidad vital: el agua. Al labrador le encanta, y siempre está deseoso de tirarse al agua y nadar. También es verdad que «ojos que no ven...», de manera que puede vivir tranquilamente lejos de ríos y lagos. Pero si queremos verle feliz, y no sólo tranquilo, le tendremos que dar la posibilidad de andar y a ser posible de traer algo del agua (por ejemplo un palo): le cambiará la expresión, moverá la cola a mil por hora, y le temblará todo el cuerpo de puro entusiasmo. Viéndole nadar no nos quedará ninguna duda de que el agua es lo que más le gusta.
DESCUBRIR Y CONOCER AL PERRO
EL CACHORRO
Cuando es pequeño, el labrador es la viva expresión del concepto «cachorro». No en vano se ha utilizado a menudo en publicidad para representar ternura, suavidad y simpatía.
Una camada de labradores cautiva a cualquiera, especialmente cuando los cachorros se amontonan alrededor del visitante y le mordisquean la mano para arrastrarlo en un paseo triunfal.
Enamorarse de estos cachorros es fácil pero, cuidado, no cedamos al primer impulso y nos llevemos a casa un cachorro sólo porque era «tan mono que no pude resistir».
No olvidemos que un cachorro no es ningún juguete, sino un ser vivo y sensible. Además, un cachorro de labrador es un animal exigente en cuanto a tiempo, atenciones y trabajo, hecho que notaremos especialmente cuando tengamos que llevarle en brazos (más adelante veremos que esta raza no debe realizar esfuerzos hasta los cinco o seis meses).
El labrador es realmente un perro para todos, muy bueno y cariñoso, pero cualquier persona no puede ser un buen amo para él. Antes de comprar uno haremos una serie de reflexiones: se trata de un perro de gran tamaño, que necesita movimiento, que requiere obligatoriamente la compañía humana y que no puede quedarse en el jardín durante muchas horas al día, porque lo pasa mal.
Recordemos, por otro lado, que es un retriever, es decir, un perro que ama el trabajo y que debe ser siempre adiestrado. Sólo después de habernos planteado el caso con total seriedad y responsabilidad podemos iniciar la aventura de convertirnos en dueños de un labrador. Y si nos vemos obligados a reconocer que representa un trabajo excesivo para nosotros, renunciaremos. Es mucho mejor una familia sin perro que una familia con un perro infeliz.
Dónde comprarlo
Hemos dicho anteriormente que el labrador es un perro muy en boga, razón por la cual deberemos proceder con prudencia porque esto constituye un factor de riesgo. Las razas de moda son víctimas de la acción de improvisadores y de auténticos estafadores que hacen todo lo posible por obtener gran cantidad de cachorros que les procuren un buen beneficio. Ningún criador que se precie produce cachorros «en cadena», porque en cinofilia la cantidad va siempre en detrimento de la calidad.
Los «productores de cachorros» (que no son criadores aunque pretendan utilizar este término) son perniciosos para cualquier raza, pero en mayor medida en el caso del labrador, ya que se trata de un perro de desarrollo muy rápido (y muy intenso) que requiere muchos cuidados y atenciones durante los primeros meses de vida. Para que el pequeño labrador tenga un crecimiento sano y correcto se necesita tiempo y dinero. Ni que decir tiene que ningún especulador quiere gastar un duro de más para criar cachorros que quiere convertir cuanto antes en billetes de banco. El resultado es que los cachorros producidos con objetivos exclusivamente comerciales presentan serias carencias estructurales (debidas frecuentemente a una mala alimentación), enclenques y que enferman con facilidad, incluso cuando son adultos, justamente al contrario que un labrador auténtico, que una vez completado el desarrollo es un perro «a prueba de bomba», muy rústico y robusto.
Pagar algo menos por un cachorro puede representar toda una vida de problemas y, para colmo, puede comportar importantes gastos en veterinario. Por consiguiente, no deberemos comprar el perro en el lugar «más cómodo», sino en el lugar «más adecuado». Y para ello las opciones posibles son tres.
El criadero
El criadero ideal ha de estar reconocido por la RSCFRCE (Real Sociedad Central de Fomento de las Razas Caninas en España) y especializado en esta raza o en otra más; los criaderos que trabajan con muchas razas no ofrecen las mismas garantías, pese a que tengan afijo propio.
Cuidado con los criaderos no reconocidos: a veces están a la espera de recibir el afijo, pero a veces son la pantalla utilizada por importadores sin escrúpulos o por productores «en serie». Preguntemos al criador los resultados de sus perros en belleza y en trabajo; si es un criador «de verdad» con toda seguridad llevará sus perros a las exposiciones o los presentará a pruebas de trabajo. Si no es así, ¡mejor desaparecer a tiempo!
El particular
Si estamos seguros de que se trata de una persona entendida, puede ser una buena solución y además puede resultar algo más barata.
Criar bien una camada de labrador es difícil, y a veces no bastan el amor y buena voluntad. Por tanto, antes de comprar el cachorro es conveniente informarse sobre las personas que se han encargado de la alimentación, destete, vacunas, etc. Si todo se ha llevado a cabo correctamente, adelante; si tenemos la impresión de que se ha improvisado demasiado, es preferible renunciar, porque podría ocurrir que nos encontráramos con todo tipo de problemas.
La tienda de animales
Hay comercios muy profesionales, que actúan como intermediarios entre el comprador y el criaderos o particulares de confianza. Lamentablemente están también los especuladores, a los que sólo interesa comprar barato para vender caro. Exijamos siempre que nos den a conocer la procedencia del cachorro, y desconfiemos de las importaciones (Inglaterra, patria de la raza, no exporta perros) y sobre todo de los «pedigríes internacionales». En muchos casos detrás de este término no hay más que un pedazo de papel sin ningún valor, porque está expedido por asociaciones que no están reconocidas por la FCI (Federación Cinológica Internacional) y por consiguiente tampoco lo están por la RSCFRCE. Dicho de otro modo, se trata de un pedigrí falso. Si el cachorro ha nacido en el país y está debidamente inscrito en el Libro de Orígenes debemos asegurarnos de que el animal no haya vivido en el escaparate en malas condiciones higiénicas, porque un buen cachorro puede dejar de serlo por haber sido tratado como una mercancía. Desgraciadamente todas estas precauciones son necesarias porque los comerciantes sin escrúpulos son difíciles de reconocer, y manchan la reputación de los auténticos profesionales, que ofrecen cachorros sanos y típicos a un precio justo.
¿Con o sin pedigrí?
El pedigrí no identifica el «buen» perro, sino el perro de pura raza. Un labrador sin documentación, aunque parezca espléndido, no puede considerarse como tal. Esto significa que no podrá participar en ningún certamen cinófilo oficial (no sólo en exposiciones, sino también en pruebas de trabajo). Además, el perro sin pedigrí tendrá dificultades para encontrar una pareja para la reproducción, porque los propietarios de perros de raza pura nunca permiten que se apareen con ejemplares sin pedigrí, porque los cachorros tampoco podrían tenerlo (contrariamente a lo que algunos creen, no basta que uno de los progenitores lo tenga) y perderían el valor comercial.
Quien elige un labrador busca un perro cariñoso, obediente, fiable con los niños. Pero por desgracia, no se puede estar seguro de encontrar estas características en un ejemplar sin pedigrí, que no habrá sido objeto de un proceso de selección orientado a mantener y mejorar sus cualidades. Un labrador sin pedigrí podría tener el aspecto de un labrador purísimo y ser, en cambio, el resultado de un cruce entre un retriever y quién sabe si un perro mordedor. En tal caso, cuando creciera el cachorro podría tener ciertas cualidades, pero no precisamente la de ser fiable para niños y ancianos.
Otra circunstancia muy distinta es que un criadero ofrezca ceder sin pedigrí un cachorro con problemas que lo excluyen de las exposiciones (por ejemplo una dentadura no conforme al estándar). En tal caso tendremos un labrador que podrá ser un buen compañero pese a no participar en concursos.
¿Y si lo queremos un poco más mayor?
El cachorro no es la