Los Cuatro Jinetes Del Apocalipsis: Cuál Es El Verdadero Origen Del Mal Y Del Sufrimiento Y Cómo Podemos Lograr Un Mundo Mejor
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Estos Cuatro jinetes han sido creados por el hombre, y han evolucionado a travs de civilizaciones y culturas, provocando sufrimiento y dolor por todo el mundo.
Ángel M. Llerandi
Ángel M. Llerandi nació Madrid, España, en 1970. Estudió Administración Empresarial y Mercadotecnia en España y en los Estados Unidos, a donde se trasladó en 1993. Ha vivido en la ciudad de Miami desde entonces, trabajando para diferentes empresas multinacionales en los campos de Marketing, Ventas y Gerencia General. Hasta el momento, ha viajado por 55 países y 168 ciudades, especialmente en América, Europa y Asia. Son los viajes, junto con la lectura, el cine y la música sus grandes aficiones. Los Cuatro Jinetes de Apocalipsis es su primer ensayo.
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Los Cuatro Jinetes Del Apocalipsis - Ángel M. Llerandi
Copyright © 2013 por Ángel M. Llerandi.
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Fecha de revisión: 04/09/2013
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ÍNDICE
Introducción
I El Ego
II El Miedo
III La Ignorancia
IV El Poder
PARTE II
La Antítesis de los Jinetes
I La Cooperación
II El Equilibrio y el Camino
III La Conciencia y la Consciencia de la Conexión
IV El Altruismo y la Empatía
Para mi madre Pilar, por tantos años de sacrificio y tanto amor incondicional.
Dijeron que antiguamente/ se fue la verdad al cielo; / tal la pusieron los hombres/ que desde entonces no ha vuelto.
- Lope de Vega
Hay una chispa en nuestro interior que es necesario avivar,
para poder iluminarnos y así encontrar la Verdad.
La Verdad nos llevará entonces a la Luz Original.
La Verdad está tapada con paredes de mentira pintadas de Verdad.
Ángel M. Llerandi
INTRODUCCIÓN
Nuestro mundo y nuestra especie están entrando, mejor dicho, ya han entrado, en una nueva y decisiva etapa en su historia y su evolución. Es posible que los próximos cincuenta años sean los más importantes y decisivos de nuestra historia, y son muchas las razones que me llevan a afirmarlo y las iremos desarrollando a lo largo del libro. Por mencionar algunas, citaré un salto evolutivo en nuestra forma de pensamiento, la revolución científica y tecnológica, cambios políticos y económicos dramáticos, el cambio climático, evoluciones religiosas y filosóficas.
Quizá ciertos cambios rápidos en mi percepción del mundo me están llevando a empezar a atar algunos cabos sobre nuestra existencia. Labor ésta que, desde que era un niño, me ha traído de cabeza. Tal como me dijo una amiga recientemente, en mi alma ha existido siempre una enorme e incesante necesidad de búsqueda, entre otras cosas, de respuestas espirituales y existenciales concretas, aunque parecieran imposibles de encontrar.
Ciertas experiencias personales de diferente índole, muchos viajes a las espaldas, así como muchas lecturas que no por casualidad han ido cayendo en mis manos (pues es para mí está claro que la casualidad no existe), junto con mi ansia por comprender, han empezado a dar forma a ciertas reflexiones básicas que quisiera compartir con vosotros.
El objetivo de este escrito es arrojar ciertas ideas que quizá nos puedan ayudar a dar un poco más de sentido a nuestras vidas y entender, si es posible, algo mejor el mundo que nos rodea y, lo más importante, dar pasos entre todos para sembrar un cambio definitivo. Si esto pareciera muy ambicioso o incluso pretencioso, quizá es porque hemos perdido mucha fe en nuestras posibilidades y sobre todo en la de muchos de nuestros políticos y líderes. Sin embargo, estoy convencido de que cada vez lo veremos más claro y lo sentiremos más patente en nuestro interior y posteriormente reflejado en nuestras vidas.
Es evidente, quizá hoy más que nunca, que la conjunción de, por una parte, la necesidad del ser humano de descubrir una explicación a su existencia, de encontrar una anestesia para su dolor y sus miedos, y de dar un sentido a la vida, lo cual es en sí positivo, unido al anhelo innato de poder y riqueza, ha sido lo que ha generado prácticamente la totalidad de los males que nos han acaecido desde el principio de los tiempos. Religión y política, política y religión, al servicio de unos pocos para manipular a los más, a los muchos, a las masas, a todos.
Desde que en las primeras tribus humanas, que se desarrollaron en el continente africano y en el Medio Oriente, un espabilado jefe de tribu le dio el primer garrotazo al líder de la tribu de al lado y quedó como líder ahora de dos tribus en vez de una, descubrió el poder y se proclamó rey;
desde que ese mismo individuo compró los favores del brujo, chamán, adivino, y lo llamó sacerdote
y entre los dos y otros allegados crearon leyes y normas de conducta y aprendieron a usar el miedo como su gran arma, comenzó, casi antes de empezar la historia, el desastre.
En todas las civilizaciones, el rey se apoyaba siempre en una nobleza guerrera y en un grupo sacerdotal para manejar a su pueblo. La fuerza, el miedo, la superstición y las religiones más adelante eran y siguen siendo las armas más poderosas para controlar al pueblo. Posteriormente, a la fuerza militar y sacerdotal, se unió la élite económica que completó la ecuación de poder.
Con un dios, o dioses inaccesibles, que controlaban las cosechas, las tormentas, las enfermedades y el destino de los pueblos y con un grupo de elegidos que se nombraban reyes y sacerdotes por la gracia y el poder otorgado por estos dioses, teníamos la receta para lo que vino inmediatamente después. Ya sólo era cuestión de crear un ejército más fuerte que el del rey vecino para poder invadirlo y anexionarse sus tierras y riquezas.
Y así, con más o menos complejidad, con un rey o con otro, con una religión o con otra, se fueron formando tribus, pueblos, identidades, culturas, siempre con el único objetivo de crear una identidad de grupo diferenciada y de tratar de dominarse unas a otras.
Es especialmente triste el desarrollo de la cultura judeocristiana, o sea, la nuestra. Desde la interpretación literal del Antiguo Testamento para justificar la existencia de un pueblo elegido por dios, por tanto diferente y superior al resto, hasta la llegada del Kristós, Jesús, amenaza para políticos y sacerdotes, desafiante de las formas y las tradiciones, de la opresión y la ignorancia, de la injusticia y la violencia para imponerse unos sobre otros. Se encontró Jesús precisamente en el medio de la opresión política y militar por excelencia, Roma, y al otro lado, la religión, como motor de su propio pueblo, manipulado hasta la estupidez por formas y reglas, por sacerdotes y reyezuelos. Sin duda, cambió la historia para siempre, pero su mensaje no tardó mucho en ser manipulado hasta la saciedad, y con facilidad, pues nunca dejó nada escrito y su mensaje ha pasado por tantas manos y tantos intereses que es probablemente ya irreconocible.
Las principales religiones y las que más han influido el mundo en que vivimos, han sido siempre excusas para cometer todo tipo de injusticias y atrocidades, para iniciar guerras, invasiones y colonizaciones, cuando el objetivo real era el poder y el control de gentes y recursos, igualito que ahora. Desde las cruzadas, las invasiones árabes, las guerras por la reforma de la iglesia, las conquistas y evangelización del Nuevo Mundo, hasta la última invasión de Irak, tuvieron como telón de fondo la religión y como razón real el poder y la riqueza.
Bien, después de tantas guerras, injusticias y muerte, seguimos en un mundo en que el poder domina a una masa de esclavos, porque sigue habiendo esclavos, modernos eso sí, esclavos del consumismo, del dinero, del poder, del miedo, etc. Este poder contrata a los políticos para gestionar el dominio, a los sacerdotes para seguir manipulando y asustando al pueblo con el pecado y el castigo, y al ejército y la policía para protegerse y asegurarse el dominio si alguien se sale del rebaño y pretende oponerse, y todo ello financiado con el dinero de los impuestos de los esclavos. No está mal pensado y ha funcionado por una tira de años.
El sometimiento de los más débiles a través de la fuerza y la religión, dadas las ciertas libertades sociales logradas recientemente, necesitaba un componente nuevo y sofisticado, sutil, que manipulara y engañara pero que el pueblo no lo sintiera. Todo lo contrario, que además lo disfrutara. Surgieron así los medios de comunicación. Ahora ya la manipulación era absoluta.
I
EL EGO
Y algo siempre era esencial, manejar el ego de las personas y ampliarlo al ego de los países, de las culturas, de las religiones. Yo soy mejor que tú. Y llegó la bipolarización de la sociedad: capitalista o comunista (o socialista democrático después de la caída del Muro de Berlín), católico o musulmán, de derechas o de izquierdas, religioso o ateo, conservador o liberal. No vale estar en el medio, no eres nadie, o todo o nada, o de un lado o del otro.
Faltaban dos ingredientes más para que el desastre fuera casi absoluto: la subyugación de la mujer y la del medio ambiente. La importancia de estos dos puntos es fundamental a la hora de entender por qué este mundo está tan desbalanceado, descompensado y tan repleto de desgracias.
No es casualidad que todas las religiones teístas, especialmente la judía y la musulmana, -y la cristiana en menor medida (aunque dependiendo de los países y las épocas históricas)- hayan, como mínimo, relegado a la mujer a un papel secundario, sometiéndola por la fuerza o a través de reglas y formas supuestamente impuestas por un dios, hasta llegar en muchos casos a la total anulación de su papel en la sociedad. La inteligencia, sensibilidad y capacidad de manipulación y control natural de la mujer sobre el hombre fue muy bien entendido desde el principio por éste que vio rápidamente la necesidad de someterla y controlarla, limitando su papel al de la procreación y el cuidado de la familia.
Era fundamental limitar el acceso de la mujer al poder político y religioso, a la educación y a la cultura y, por supuesto, al poder militar. Era una amenaza demostrada que había que suprimir, y era la primera clara división que había que implementar. Su mayor sensibilidad, intuición, fortaleza y, en muchos casos, inteligencia, la convertía en una amenaza para el poder político y religioso, así como para el poder de la fuerza, que tan bien se nos da a los hombres y que ha sido durante toda nuestra historia el mejor aliado del poder político, del poder religioso y, por ende, del poder económico. Según la mujer vaya teniendo acceso a puestos de responsabilidad, nuestra sociedad será (salvo en excepciones que confirmen la regla) cada vez más justa, equilibrada y, en definitiva, más humana.
Finalmente, el sometimiento y explotación masivo y sin escrúpulos de los recursos naturales, la extinción de miles de especies animales, la degradación del ecosistema y la interrupción total del balance natural, han ido alejando cada vez más al ser humano de su Fuente, de su Origen y, al fin y a la postre, de su conexión con la Naturaleza y por tanto de la Luz, de la Fuente Creadora original.
Nuestra historia ha estado basada por tanto en el sometimiento y destrucción, en muchos casos, del prójimo, del próximo, del hermano, del sexo complementario, de las especies animales y vegetales, alterando, sin comprenderlo, el equilibrio natural. Es decir nos hemos dedicado desde que el mundo es mundo a destruirnos a nosotros mismos, pensando que dominábamos a otros, para obtener mayor beneficio. Al otro hombre, de otro país, de otra cultura, al otro sexo, a otras especies… Siempre a otros.
Los mismos que con más fuerza predicaron y predican, con una mano, sobre un dios, sobre la necesidad de vencer el mal, sobre la libertad y la justicia, son aquellos que con la otra mano mandan a matar (porque tienen quien lo haga por ellos), a invadir, violan los derechos fundamentales, trafican con armas y se enriquecen con la muerte de los débiles y los dominados (las mayores potencias económicas son los mayores fabricantes y vendedores de armas del mundo). La sombra siempre se hace pasar por el bien y acusa a la luz y la verdadera libertad de ser maligna.
Lo más sagrado de nuestro mundo ha sido lo primero que hemos violado, destruido, debilitado y maltratado. Pero siempre era otro al que se destruía o sometía o maltrataba para lograr un bien superior.
… Todos nos hemos lavado las manos pues son otros los que lo hacen. Y he ahí el gran error.
La energía que forma nuestro mundo, tanto la que podemos percibir como la que no, no sabe de otros ni de ajenos. Es una sola. No tiene tú ni yo, ni mejor ni peor, ni nosotros ni aquellos, sólo tiene distintos estados de vibración o velocidad, que dan lugar a sólidos, líquidos, formas más simples o más complejas, espacios aparentes o vacíos aparentes. Pero siempre y en todas partes hay energía, luz, proyección.
Si tiramos un objeto pesado al mar crea olas, si agitamos algo en el aire provoca viento y, ya sabéis, causa y efecto. Nada ni nadie está libre de ello. Cualquier acción física, pensamiento, deseo, etc., tiene una consecuencia de algún tipo. La razón por la que al ser humano le ha costado tanto entender esto, es porque la consecuencia no viene inmediatamente después de la acción. Es el tiempo que transcurre entre una y otra lo que hace que no podamos ver, en muchos casos, la relación entre ellas. Si dentro de cinco años hay una sobrepoblación de medusas en el Mediterráneo, quizá a las personas no especializadas no se les ocurrirá relacionarla con el derrame de petróleo que hubo en el año 2010 en el Golfo de México o con el calentamiento global de las aguas y la sobreexplotación de especies como el atún, por inventar un ejemplo posible. Lamentablemente nuestro conocimiento del ecosistema es aún muy limitado. Y ni hablemos del conocimiento de las leyes naturales que gobiernan nuestras acciones y pensamientos. Una mala acción contra otro ser tendrá consecuencias futuras que nunca seremos capaces de relacionar.
Al igual que tras la creación del universo físico, del llamado Big Bang, las galaxias se han ido separando cada vez más unas de otras, los seres humanos nos hemos ido separando espiritualmente cada vez más del origen y, al mismo tiempo, los unos de los otros.
Es el anteriormente mencionado ego, el que nos separa a unos de los otros y a todos del origen creador, dándonos una identidad falsa, separada, que rechaza a los otros seres, los aleja