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Los Antiguos Mensajes Del Profeta Isaías En Verdades Contemporáneas: Sesenta Y Nueve Meditaciones Matutinas
Los Antiguos Mensajes Del Profeta Isaías En Verdades Contemporáneas: Sesenta Y Nueve Meditaciones Matutinas
Los Antiguos Mensajes Del Profeta Isaías En Verdades Contemporáneas: Sesenta Y Nueve Meditaciones Matutinas
Libro electrónico265 páginas7 horas

Los Antiguos Mensajes Del Profeta Isaías En Verdades Contemporáneas: Sesenta Y Nueve Meditaciones Matutinas

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El autor comenta que la mañana comenzó a leer el libro de Isaías en su tiempo devocional con Dios fue algo diferente que las anteriores. En esa ocasión, por alguna razón tomó un cuaderno y un lapicero aparte de su Biblia que estaba usando para sus devocionales.

Los pasajes llamativos a su interés personal los fue subrayando como lo acostumbraba a hacer. Pero, ahora tomó nota de aquello que Dios le estaba hablando. Y fue así como nacieron estos cuatro libros sobre los mensajes del profeta Isaías.

Algunos de ustedes ya conocen al Autor de este libro, anteriormente a publicado el libro titulado: Halloween a la luz de la Biblia, y ahora se ha lanzado al proyecto de cuatro novelescos libros sobre los mensajes del profeta Isaías. Son libros en los que narra sus experiencias personales en su andar ministerial, educacional y profesorado.

Este primer libro, abarca desde una dedicatoria hasta el capitulo veinte con su respectiva conclusión. Deseamos que así como han sido de bendición para el autor estos devocionales, lo sean también para cada lector.

-Farid Sánchez

IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento9 nov 2011
ISBN9781463311414
Los Antiguos Mensajes Del Profeta Isaías En Verdades Contemporáneas: Sesenta Y Nueve Meditaciones Matutinas
Autor

Eleazar Barajas

El Reverendo Eleazar Barajas es pastor en: Ministerios Huntington Beach California, USA eleazarbarajas@hotmail.com

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    Muy reflexivo, con imágenes de la vida cotidiana que permiten entender mejor cada capítulo

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Los Antiguos Mensajes Del Profeta Isaías En Verdades Contemporáneas - Eleazar Barajas

Contents

DEDICATORIA

Introducción

Venid Ahora

Venid Y Caminemos A La Luz Del Señor

La Degradación

¡Qué Tremendo Cambio!

Consecuencias de No Producir

El Fruto Correcto

Sí y Amén

Más Que Una Señal

Una Realidad de

La Vida Eterna

¡Qué Sinvergüenza!

Apoyados en El Santo de Israel

Cambio Radical

Alabemos Al Señor

Nadie

Queda Sin Recompensa

Desde La Raíz

Su Última Oportunidad

Vanagloria Contradictoria

Fruto Inservible

Sobre Advertencia

No Hay Engaño

Bibliografía

DEDICATORIA

Dedico con profundo respeto y sinceridad esta serie de cuatro libros a dos hombres que me brindaron su amistad y apoyo en el ministerio pastoral y educativo en México y en Estados Unidos. Al Pastor que puede hacer de estos escuetos bosquejos presentados en estos libros, profundos y conmovedores mensajes:

Rev. Yamile Fernández

Pastor del Centro Familiar Cristiano Buenas Nuevas

en Santa Ana, California.

Y a un buen amigo en el ministerio pastoral que desde hace más de treinta años, en lo que a mí se refiere, le ha hecho y le sigue haciendo honor a su apellido. Me refiero al:

Rev. Héctor Hugo Leal

Pastor de la Iglesia Bautista Vida

Santa Ana, California.

Introducción

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Para Anna Quindlen, los libros son puertas a otros mundos¹. Mundos por los cuales comenzó a viajar desde niña. Al ver los trenes partir, Anna quería irse con ellos.

A los trece años de edad, sus padres la llevaron a cierto Aeropuerto aéreo y al ver los tableros de los destinos de los vuelos de los aviones venía a su mente, a su ser, la sensación de estar en otra parte.

"Pero los trenes partían y los aviones despegan sin mi – comenta Anna -, así que empecé a viajar por el mundo a través de los libros. Conocí la Inglaterra victoriana en las páginas de Middlemarchy La Princesita, y el San Petersburgo anterior a la caída de los Zares en las de Ana Kerina. Estuve en Tara, en Manderleyy en ThomfieldHall, esas mansiones señoriales de los altos techos y grandes damas, cuando leí Lo que el viento se llevó, Rebeca y Jane Eyre.

Mi casa estaba en un barrio apacible a las afueras de Filadelfia, pero yo en realidad vivía en otro sitio; en los libros.

En casa había un sillón grande y mullido, de brazos curvos, se encontraba en la sala de estar, cerca de la chimenea, y tenía delante un taburete cuadrado y aun lado una mesa cilíndrica. En mis recuerdos me veo recostada en el sillón, leyendo, con las piernas colgando de uno de los brazos.²

−¡Qué hermoso día! – dice mi madre, como hace siempre, lo mismo en otoño que en primavera, y hasta cuando nieva -. Tus amigos están afuera.

Y era cierto: siempre estaban allí. A veces me dejaba convencer y salía con ellos al campo y a pasear al río, atraída por el encanto de vivir una infancia normal. Me acuerdo, como si fuese ayer, de que nos metíamos al río a buscar cangrejos debajo de las piedras, y colocábamos monedas en los rieles del tranvía para correr a recogerlas, aplastadas, una vez que el carro había pasado.

Con todo, siempre había una parte de mi, la mejor, que se quedaba en casa, metida en algún libro que había dejado abierto boca abajo sobre la mesa para saber donde iba leyendo. Sus personajes me estaban esperando a que regresara y los volviera a la vida. Para mí, allí se encontraban las personas reales, los árboles que se mecen al viento, las aguas mansas y oscuras. A través de los libros viajaba yo no solamente a otros mundos, sino al mío propio. En ellos aprendí quien era y quien quería ser, a que podía aspirar y que podía atreverme a soñar.

En los días que han transcurrido desde aquellos días de lectura en mi sillón, he aprendido que no soy la única aficionada a los libros, aunque en aquel entonces me sentía como si no hubiera otra niña que prefiera leer un libro antes de salir a patinar o a jugar con otros niños. Al llegar a la edad adulto comprendí que el mundo puede ser tan hostil, o por lo menos tan ciego a los placeres de la lectura como lo eran mis amigas cuando llamaban a la puerta de la casa y me exigían que dejara el libro; ese tonto libro, lo llamaban.

. . . Cuando en mi juventud pensaba levantar el vuelo, lo que en realidad quería era remontarme en espíritu. Los libros son el avión, el tren y el camino. Son el destino y el viaje. Son el hogar".³

La conductora de Televisión estadounidense, Oprah Winfrey, dice: Los libros fueron mi pase personal a la libertad. Aprendí a leer a los tres años, y pronto descubrí que había un gran mundo por conquistar más allá de nuestra granja en Mississippi.

Algo similar a estas dos mujeres me sucedió cuando comencé por primera vez, hace algunos años, la lectura del emocionante libro de Isaías, y ahora que he repetido dicha lectura, sus mensajes son más claros en mi mente; especialmente cuando los he trasladado desde los años setecientos antes de Cristo a mi tiempo.

Sí, ¡Claro que sí! Durante esas mañanas silenciosas mientras una parte de mi familia dormía tranquilamente y la otra regresaba de sus trabajos, en ese tiempo, me levantaba lo más rápido posible, preparaba mis maletas: es decir, mi Biblia, mi cuaderno, mi lapicero y mi café. Y, entonces, viajaba; una y otra vez, en espíritu al Oriente, al lejano pero al mismo tiempo cercano mundo del profeta Isaías. Y luego, como si tuviese un avión especialmente disponible para mi cada mañana, regresaba a mi continente y a mis tiempos.

Todos esos viajes los realice desde mi escritorio y desde la mesa del comedor de mi apartamento. ¡Maravilloso! ¿Verdad que sí? Eran viajes en mi tiempo devocional. ¿Llegará un día en que alguno –aunque sea uno – de esos viajes espirituales se materialicen? ¡Yo espero que sí! Y, espero que sea muy pronto, antes del pronto retorno de Jesucristo por sus amados y amadas; por su iglesia, porque después, ¡ya no me será posible!

Fueron, pues, viajes tan interesantes que mi mano derecha tomó el lapicero de tinta roja y comenzó – mañana tras mañana – a hacer notas en la Biblia que estaba usando en esas quietas mañanas. Después, esas notas pasaron a las hojas de papel tratando de atraer aquel mundo, aquellas culturas y aquellos países del tiempo de Isaías al mío, y luego actualizarlos; es decir, verlos desde mi propio mundo, desde mi propia perspectiva.

Una a una de las porciones de los capítulos del libro de Isaías fueron siendo escudriñados por mis pequeños ojos y por mi raquítica mente, de tal manera que, bajo la dirección e iluminación del Espíritu Santo, fueron saliendo las lecciones devocionales que alimentaban todo mi ser. Era tan rica la alimentación que recibía que no quería que la mañana terminase e interrumpiese mis idas y venidas espirituales a la Tierra Santa y a mi continente.

Fue así que, cuando llegué a la lectura del capítulo sesenta y seis del emocionante libro de Isaías, me trasladé hasta el mundo del futuro. Me di cuenta que aunque vivimos en un mundo de suficiente tecnología, de un avance científico y de grandes descubrimientos, el mundo espiritual de hoy día no es diferente al del tiempo de Isaías. ¡Ni lo será en los días venideros! A menos que suceda un milagro. El mundo espiritual sigue con sus aberraciones, sus aventuras carnales e intereses personales antes de pensar y actuar de acuerdo al consejo divino.

Es pues el mundo en que vivimos una copia casi exacta de las gentes y los tiempos del profeta Isaías. Hoy, por ejemplo, al igual que en los años setecientos antes de Cristo, la brujería y las practicas de la oscuridad están tan arraigada en las mentes y corazones de los seres humanos contemporáneos, tal y como lo estaban en los tiempos de Isaías.

Te invito, pues a que me sigas en estos viajes y tú serás el testigo acular de ese mundo espiritual del pasado y lo podrás comparar con el presente. ¡Sígueme a la Tierra Santa! En especial a su capital: a la ciudad que tanto aman los judíos, Jerusalén. Luego, si hay tiempo, visitaremos los lugares vecinos a la capital.

Sin embargo, antes de que me acompañes en estos viajes, me permito hacerte una aclaración: toma en cuenta que este trabajo de cuatro libros es el producto de un tiempo devocional. Por consiguiente, si tú estás pensando que este es un comentario o una interpretación de la profecía de Isaías, por favor, cambia tu mentalidad o deja de leer este Devocionario, porque, (1).- No es un comentario sobre Isaías. (2).- No es una interpretación teológica o literaria ni aun histórica del Libro de Isaías. (3).- Tampoco son, necesariamente, mensajes sacados del libro de Isaías. ¡Estos cuatro libros son Devocionales!

Pero, si tú quieres hacer varios viajes en el espíritu al Oriente y estar en el tiempo de Isaías y compararlo con nuestro tiempo de una manera devocional, espero ayudarte con las palabras escritas en estos libros. Sí, espero ayudarte a recorrer el mundo del profeta Isaías y comparar sus mensajes y actitud de la gente de ese tiempo y de la de hoy día.

Dos últimas aclaraciones, antes de entrar en el avión espiritual que nos llevará a Palestina y a sus países vecinos, toma en cuenta que, primero: aunque en este escrito haga uso del género masculino, no lo hago con la intensión de dejar el femenino fuera de este viaje, sino que lo hago solamente para que el arte literario no pierda su ritmo con pausas como; "compañero (a), amigo (a), hermano (a), y similares. Ustedes, mujeres, por supuesto que también están incluidas en este viaje espiritual; ¡sean bienvenidas a este viaje turístico y devocional!

En segundo lugar, las citas bíblicas, en su mayoría fueron copiadas de la Santa Biblia: La Biblia de las Américas con referencias y notas.⁵ Las que fueron copiadas de otras biblias recibirán su nota correspondiente.

Y, por supuesto, un profundo agradecimiento a Farid Sánchez quien hizo la portada de este primer libro de Isaías. A Héctor Díaz que sin un mayor interés más que el de ayudarme en la publicación de este libro, se tomó el tiempo para hacer los dibujos, y al hermano René Osorio, quien amablemente le hizo una corrección al manuscrito: ¡Gracias, hermanos, por su ayuda!

Habiendo quedado claro, al menos así lo espero, del contenido de este Devocionario, ahora sí, amigo o amiga de lectura, te invito a que subamos las escalinatas del avión espiritual. Te invito a que tomes asiento y te prepares para que, inmediatamente cuando lleguemos al Aeropuerto de Jerusalén en Israel, me ayudes a reconocer al que será nuestro guía en este largo pero emocionante Tiempo Devocional.

Eleazar Barajas

La Habra, California.

Venid Ahora

¡BIENVENIDOS, amigos, y amigas! ¡Bienvenidos compa-

ñeros y hermanos en Cristo Jesús! Sean todos bienvenidos a este tiempo devocional con el Profeta Isaías. Será un hermoso tiempo en la Palestina del tiempo del profeta Isaías. Así que, les invito a que tomemos el avión espiritual y volemos hasta la tierra que vio nacer, crecer y ministrar al gran profeta Isaías. ¿Abordamos el avión? ¡Claro que sí! Aquí estamos saliendo desde los Ángeles California con destino a la Tierra Prometida por Dios; a la nación de Israel. ¡Nos espera una gran aventura en esa famosa tierra!(Deuteronomio 11:8-12).

¿Lo escuchaste? El Comandante del avión ha anunciado que nos acercamos a la ciudad de Jerusalén. Gracias a Dios, ¡ya era tiempo! El viaje ha sido muy largo. ¡Pero valdrá la pena!

¡Aquí estamos! ¡Hemos llegado con gran emoción! Así que, comencemos a conocer la Palestina antigua desde su ciudad capital; Jerusalén. Es aquí en donde nos encontraremos con el profeta Isaías, el cual, nos ayudará a conocer la ciudad, su gente y también, con toda seguridad, nos llevará a otras ciudades vecinas. El será nuestro guía durante estas horas matutinas de lectura, pero además, le escucharemos cada uno de los mensajes que Dios le de mientras estamos con él en este lugar tan histórico y conmovedor por ser la cuna del Cristianismo.

¡Allí está! ¡Sí, allí está el profeta! Ese, mi amigo, mi amiga, ese que está allí parado bajo los marcos de una de las puertas de entrada a la antigua ciudad de David, con túnica de color azul oscuro y su larga capa de color negro. Sí, ese que está allí predicando. ! Ése mismo es el profeta Isaías!¿Qué estará diciendo? Pues acerquémonos para escuchar mejor lo que dice en este primer mensaje que tenemos la oportunidad de oír.

¡Santo cielo!!Está hablando de la rebelión del pueblo de Dios! ¿Pues que habrá pasado? ¡Nada más y nada menos que la nación ha pecado! Y ahora el profeta además de hacerles ver su pecado y su rebelión, al mismo tiempo les hace una invitación al arrepentimiento; a un volver a estar con Dios; a que se limpien de todos sus pecados. Que quiten la maldad de las obras que están haciendo delante de su Dios. Les invita pues para que vean si eso es razonable delante de un Dios Santo y misericordioso. Les invita a una obediencia; a un cambio de actitud. Les está diciendo que vengan ahora y arreglen cuentas con Dios. Su mensaje comienza con dos preguntas. Escúchalo tú mismo, estas son sus palabras:

¿Dónde mas seréis castigados? ¿Continuaréis en rebelión?

Toda cabeza está enferma, y todo corazón desfallecido.

De la planta del pie a la cabeza no hay en él nada sano, sino golpes, verdugones y heridas recientes; no han sido curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite.

. . . Lavaos, limpiaos, quitad la maldad de vuestras obras de delante de mis ojos; cesad de hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad la justicia, reprended al opresor, defended al huérfano, abogad por la viuda.

Venid ahora, y razonemos - dice el SEÑOR - aunque vuestros pecados Sean como la grana como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, como blanca lana quedarán.

Si queréis y obedecéis, comeréis lo mejor de la tierra; pero si rehusáis y os rebeláis, por la espada seréis devorados.

Ciertamente la boca del SEÑOR ha hablado.

Isaías 1:5-6; 16, 20.

Estas palabras del profeta me recuerdan que, hace algunos años, haciendo un paréntesis en la enseñanza bíblica, dejé el Centro Educativo Indígena en la ciudad de Córdoba, Veracruz, México, en el cual ministraba como profesor y misionero de la Unión de Iglesias Bautistas Berea, para iniciar la Iglesia Bautista Peniel, en la ciudad de Tuxtepec, Oaxaca, México.

Cuando mi esposa, mi hijo René y yo iniciamos la iglesia en esa ciudad, la comenzamos en el pasillo de la casa de la familia Escudero. Cada domingo por la mañana y por la tarde celebrábamos nuestras reuniones con una asistencia de un promedio de ocho personas en cada reunión. El miércoles también teníamos un estudio bíblico a las siete de la noche.Entre los asistentes irregulares a los cultos estaba el jefe de la casa; el señor Concepción Escudero, a quien por sobrenombre o apodo le decíamos Don Concho.

Pues bien, Don Concho tuvo la bendición de tener el nacimiento de una iglesia cristiana en su propia casa, de leer la Palabra de Dios en una Biblia que le regalamos, así mismo tuvo la bendición de que toda su familia, menos su madre, fuese cristiana.

Don Concho era un hombre bendecido, tanto en su familia como en su trabajo, el cual le proporcionaba buenas ganancias; era comerciante. Originario del Estado de Guerrero, México, lugar en el cual había tenido algunos problemas con las autoridades locales a causa de supuestos crímenes. Cuando Don Concho se trasladó a la ciudad de Tuxtepec, su esposa e hijos comenzaron a asistir a la Iglesia Presbiteriana en donde Jesucristo cambió sus vidas.

Sin embargo, Don Concho no había hecho caso del mensaje de salvación. Y, ahora, a pesar de que de vez en cuando escuchaba mis mensajes y participaba en algunos estudios bíblicos en su propia casa, seguía haciendo algunas cosas indebidas delante de la familia, como el de emborracharse, fumar y maldecir. Las otras cosas las hacia a escondidas de la familia y de la futura iglesia.

Cuando me tocó manejar para él en algunos de sus viajes comerciales a la Región de Uxpanapa, en los estados de Oaxaca y Veracruz,⁶ le presenté el mensaje de salvación, le abrí la Biblia o el Nuevo Testamento y le leí algunos pasajes bíblicos. Me escuchaba con mucha atención pero, Don Concho, como haciendo honor a su apodo, se "enconchó" y no dejó que mis palabras ni la Palabra de Dios penetraran en su personalidad.

Don Concho despreció el amor y la protección salvífica de Dios. Tal parece que quería ser castigado una y otra vez. Su cabeza estaba enferma a causa del pecado que lo tenía atado. El temor lo embargaba a todos lados. Por ejemplo, uno de esos días en que entramos a un restaurante a la hora de la comida, nos sentamos junto a una mesa que estaba en una esquina del edificio. Yo me senté dando la espalda hacia la entrada del inmueble. De inmediato Don Concho me dijo: Nunca des la espalda. Puede venir tu enemigo y agarrarte desprevenido.

En otra ocasión, eran las 3:40 de la madrugada cuando regresábamos de la Región de Uxpanapa. Traíamos tres toneladas de maíz para venderlas en Tuxtepec. En la carretera Tuxtepec-Matías Romero nos paró la Policía Judicial pensando que traíamos mariguana. Nos revisaron de pies a cabeza y nos desnudaron en plena carretera. La camioneta también fue revisada minuciosamente. Cuando se marchó la Policía nos vestimos y subimos a la camioneta para reanudar nuestro viaje. Ya en cabina Don Concho me dijo: Qué bueno que no encontraron a mi compañera, al tiempo que me mostraba una pistola calibre 22. Cuando le pregunté porque la cargaba consigo, con toda calma me respondió diciéndome: Uno nunca sabe cuando se enfrentará con su enemigo.

¡Don Concho, vivía atemorizado! Pero aun más, mientras Dios le decía por medio de su familia, mis predicaciones y consejos, más lo que leía en la Biblia que se lavara y limpiara, que se apartara de la maldad; que cesara de hacer el mal, Don Concho, más se endurecía. Comenzó a perder clientela y algunas propiedades. Por ejemplo, en menos de seis meses, uno de sus socios le quitó legalmente una tienda de abarrotes en la Laguna, Uxpanapa, Veracruz. Otro más, le quitó a la brava una bodega en el Poblado Número 12 de la misma región.

Mientras todo eso sucedía, Don Concho, seguía endureciéndose más y más. Dios, por su parte, le decía que aprendiera a hacer el bien y que buscara la justicia.Dios una y otra vez le llamó para que razonara con él y viera como lo estaba tratando su pecado.

Otro ejemplo es cuando en su ruta comercial se metió otro comerciante. Sólo fue un día pero, le quitó gran parte de su clientela. De sus dos camionetas de redilas, con capacidad para tres toneladas cada una, una se la quitó un amigo, también de una manera legal. Al final, como él no sabía manejar la única camioneta que le quedaba, pagaba para que alguien la manejara y, aun el chofer, en poco tiempo lo abandonó. Esa fue la razón por la que conocí el otro lado de Don Concho; manejé para él por algún tiempo.

En fin, las dos últimas llamadas de Dios a Don Concho fueron: la primera cuando comenzó a manejar su propia camioneta. En uno de sus viajes en el cual llevaba huevos, verduras, maíz y arroz, en camino hacia la costa oaxaqueña, buscando nuevas rutas comerciales, llegó a una de las curvas de la Ventosa en Salina Cruz, Oaxaca, México, y allí, el fuerte aíre lo volcó. Don Concho quedó atrapado en la cabina de la camioneta la cual se encontraba en el fondo del barranco. Estaba muy lastimado pero con vida. La gente que vive en las cercanías donde fue el accidente cargó con todo lo que pudo de la mercancía y, al final, cuando la camioneta ya estaba completamente vacía, los enfermeros de la Cruz Roja Mexicana sacaron a Don Concho de su trampa mortal.

Y, la segunda llamada fue cuando perdió la última tienda de abarrotes que le quedaba en la región de Uxpanapa y, en ese mismo tiempo, casi pierde la casa en la ciudad de Tuxtepec.

¡Increíble! Pero cierto. Hasta 1997, Don Concho no había querido ser lavado ni limpiado con la sangre preciosa de Cristo Jesús. No había hecho caso del llamado de Dios; no quiso obedecer los mandatos de

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