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Si tu supieras mi dolor
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Libro electrónico59 páginas38 minutos

Si tu supieras mi dolor

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Villahermosa, 1922. Entre tormentas e inundaciones, nace una niña con ojos verdes. La espera de un varón de parte de la familia, el paludismo que ataca la región y los conflictos religiosos, crean un ambiente adverso para su futuro, sin embargo la turbulencia esperada se desvanece cuando el padre la mira y dice: Es un sol... se llamara Luciana.

A pesar de las turbulencias en su vida, su rasgo principal será buscar el sentido de la felicidad.

IdiomaEspañol
EditorialGRP
Fecha de lanzamiento1 may 2016
ISBN9786078466054
Si tu supieras mi dolor

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    Si tu supieras mi dolor - Patricia Muldoon Bablot

    © Patricia Muldoon

    © Grupo Rodrigo Porrúa Ediciones, S.A. de C.V.

    Rio Tiber No. 99, interior 103, Col. Cuauhtémoc

    C.P. 06500, Del. Cuauhtémoc

    México, Distrito Federal

    (55) 6638 6857

    5293 0170

    direccion@rodrigoporrua.com

    1a. Edición, mayo 2016

    ISBN: 978-607-84660-5-4

    Impreso en México - Printed in Mexico

    Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio

    sin autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales

    Características tipográficas y de edición

    Todos los derechos conforme a la ley

    Responsable de la edición: Rodrigo Porrúa del Villar

    Corrección ortotipográfica y de estilo: Graciela de la Luz Frisbie y Rodríguez /

    Rodolfo Perea Monroy

    Diseño de portada: Gonzalo Gabriel Muñoz Morales

    Diseño editorial: Grupo Rodrigo Porrúa

    Y si nada nos libra de la muerte,

    al menos que el amor nos salve de la vida.

    Pablo Neruda

    I

    1

    Villahermosa, 1922. Bardas marcadas por el lodo de las inundaciones, árboles caídos y postes de luz quebrados en las esquinas.

    Doce horas de labor. Con fuertes dolores de cintura, Benigna pasa de un cuarto a otro arqueando la espalda. Quisiera meterse en la tina de agua caliente, aliviarse. De su cuerpo emana un líquido tibio. Llegó la hora.

    Las gruesas manos de Lucha, la partera, separan delicadamente las rodillas flexionadas de Benigna que se retuerce sobre la cama. Luego le acerca a la nariz un paño remojado en alcanfor.

    —¡Otro pujido y ya!

    Agarrándose de los barrotes de latón, Benigna hace el último esfuerzo y surgen cabeza, torso y piernas.

    Lucha voltea a la criatura y le planta una nalgada que incita el enérgico berrido. Envuelta en manta de cielo, la pone en los brazos de la nana Micaela que está de pie junto a la cabecera.

    Benigna siente la frescura de las hierbas que Lucha frota en su piel sudorosa y oye entre sueños una letanía.

    Viento de tormenta,

    limpia las huellas

    de su cálida cueva.

    Luna de plata,

    ilumina la senda

    que hoy trazas.

    Todo el cuarto huele a hierba santa, romero y mejorana.

    —¡Es niña! —anuncia Micaela—. Igualita a su papá.

    Benigna la recibe atrayéndola a su pezón. Los pequeños labios, bien delineados, sorben el calostro con avidez.

    Mientras tanto, el doctor Antonino Fay, padre de la criatura, da pasos largos por el corredor que otra vez la inundación ha llenado de lodo. Acostumbrado a responder a sus pacientes, ese día tan especial se vio en la necesidad de remitirlos con otros médicos de la comarca.

    Murmurando un arrullo, Micaela deposita sábanas sucias, trapos húmedos y el camisón deshilado de Benigna en un chiquigüite. Se pone la carga al hombro y trabajosamente empuja la puerta. ¿De dónde sacamos fuerzas las mujeres?

    En la cama, Benigna sonríe y acaricia la cabecita de su hija.

    —Ay, Micaela. Me dolerá ver la cara de Antonino... Su linaje se acaba.

    —¡Válgame la Virgen pura! La hembras servimos p’a lo que nos pongan enfrente. Ahorita mismo voy por su marido, aunque ya oigo las botas del gobernador y de Rufino, su guarura, que entran a la casa.

    Avanzando por el zaguán, Garrido Canaval se pavonea con sus medallas

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