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Muévase a más: Las sorpesas ilimitadas de un Dios fiel
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Muévase a más: Las sorpesas ilimitadas de un Dios fiel
Libro electrónico217 páginas3 horas

Muévase a más: Las sorpesas ilimitadas de un Dios fiel

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Información de este libro electrónico

En el mundo actual la gente está cansada y llena de temores, viven temporadas difíciles en sus vidas. La firme seguridad de que Dios nos ha llamado para una vida abundante nos da la fortaleza, el aliento y la perspectiva necesarios para los tiempos difíciles. Y de la misma manera, esa seguridad nos infunde humildad con cada bendición que recibimos.

La gente está cansada, viven temporadas difíciles en sus vidas. Tal vez están batallando con un cónyuge que ha roto las promesas y les ha traicionado, viven bajo un presupuesto muy ajustado o están criando a sus hijos en un hogar sin uno de los padres. Otros están cuidando a un padre enfermo o angustiados ante la pérdida de uno de ellos.

Este libro exhorta a los lectores a recordar que hay algo más, que Dios nos ha prometido y planeado una vida más abundante que la que vivimos en estos momentos. Su «más» es infinito; no tiene límite. Su Palabra promete que podemos aprender a vivir en su plenitud. Relatando su historia personal en cuanto a experimentar ese «más», el autor comparte con los lectores que ellos también han sido escogidos por Dios; destinados a vivir en Su plenitud.

El autor analiza también ciertos impedimentos específicos que nos impiden llevar una vida abundante, como el temor, las múltiples ocupaciones, las heridas que nos hacemos a nosotros mismos y el egoísmo. Cuando llenamos nuestra vida con lo que nosotros queremos, no le abrimos espacio a ese «más» de Dios, el cual exige también menos de nosotros mismos. Desafiando la mentalidad estadounidense de que «más» se refiere al dinero y a las riquezas, el autor aclara que no se trata de una recompensa («Si yo hago esto, consigo aquello»). Sino que nos da aliento con la verdad bíblica de que Dios, desde el principio, ha planeado que vivamos en su «más», la vida abundante que nace al dar un paso tras otro en obediencia y fidelidad.

Cuando aprendas a vivir en el «más» de Dios, sabrás:

• Experimentar la plenitud de Dios

• Caminar paso a paso, dedicado completamente al presente

• Adquirir fortaleza y gozo en medio de las pruebas

• Descubrir orden en el caos

• Encontrar descanso en medio de las ocupaciones

 

Today people are weary and fearful, living in uncertain and difficult seasons of life. Maybe they’re struggling with a spouse’s broken promises and betrayal, living paycheck-to-paycheck or raising children in a single-parent home. Some are caring for a sick parent or grieving over the loss of one. This book encourages readers that there is something more, and that God has promised and planned a richer, more abundant life than the one they’re living now. His “more” is infinite with no ceiling. His Word promise that we can learn to live in his fullness.

Sharing his own life story of experiencing “more,” De Jesús tells readers that they, too, have been marked by God, destined to live in His fullness. Confidently knowing that God has marked us for abundant life gives us the strength, encouragement, and perspective to go through difficult times. In the same way, that confidence instills humility with each blessing.

 

IdiomaEspañol
EditorialZondervan
Fecha de lanzamiento24 abr 2018
ISBN9780829767773
Autor

Choco De Jesús

Choco De Jesús is senior pastor of New Life Covenant Church, one of the fastest growing churches in Chicago. A graduate of Trinity University and North Park Theological Seminary, De Jesús is sought after as a motivational speaker throughout the nation and abroad. In 2013, De Jesús was named one of TIME Magazine’s 100 Most Influential People in the World. He is an Executive Presbyter with the Assemblies of God Church. De Jesús lives in the Humboldt Park community of Chicago, with his wife, Elizabeth; they have three adult children.  

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    Muévase a más - Choco De Jesús

    PRÓLOGO

    Nunca es suficiente.

    Ese es el mensaje que cada vez con más frecuencia oigo decir a la gente, a cristianos y a no cristianos por igual. No tengo tiempo suficiente. No tengo dinero suficiente. No tengo energías suficientes para hacer todo. No tengo suficiente gozo. No tengo suficiente paz. No tienen suficiente esperanza para creer que experimentarán lo que más anhelan.

    A pesar de tener más posesiones y avances tecnológicos que ninguna otra cultura en la historia, hemos caído en una mentalidad de escasez, un término que los psicólogos usan para las personas que han sufrido una privación extrema y por consiguiente suponen que lo suficiente nunca es suficiente. Por lo general, este término se aplicaba a individuos que crecían en la pobreza extrema, a supervivientes de guerra u otras condiciones catastróficas que hacían que la supervivencia básica fuera una lucha diaria. Solo en la actualidad, tener una mentalidad de escasez se ha convertido en una configuración emocional por defecto.

    Pero esa es la experiencia opuesta a lo que se supone que debería ser la vida cristiana. Jesús dijo: Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia (Juan 10.10). Repetidas veces en la Biblia vemos el mismo mensaje: Dios puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir, por el poder que obra eficazmente en nosotros (Efesios 3.20). Se nos ha dicho: Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá (Mateo 7.7).

    Por lo tanto, es obvio que existe un problema, una desconexión en algún lugar. Debido a que Dios ha prometido a sus seguidores un sentimiento de plenitud y abundancia, una satisfacción y contentamiento, ese más de la vida que siempre hemos conocido tiene que ser parte de la razón por la que estamos aquí en esta tierra. Sin embargo, muchos de nosotros no lo estamos experimentando.

    Por esta razón, estoy muy contento de que mi amigo y pastor Choco De Jesús haya tratado este problema en un estudio poderoso, exhaustivo y verdaderamente inspirador de lo que significa vivir en la plenitud que Dios nos promete. No conozco a nadie mejor calificado que el pastor Choco para guiarnos en una exploración de lo que significa moverse hacia el más de la vida. Él es uno de los seguidores de Jesús más gozosos, pacíficos e intensamente apasionados que conozco. Vive claramente en esa plenitud, esa vida abundante que Jesús dijo que vino a dar.

    Choco conoce muy bien lo que es el más. No se trata de posesiones o de una felicidad constante, ni del tamaño de la cuenta bancaria. Pura y simplemente se trata de conocer a Dios y de confiar en Él como su fuente para todo. Se trata de acercarse más a Él y de moverse hacia Él más; más para disfrutar, más para compartir, más para invertir en lo que más importa.

    Por lo tanto, si está agotado por no tener nunca suficiente, si no tiene energía y se pregunta por qué la vida parece tan dura, entonces este libro es para usted. Prepárese para encontrarse con el Dios vivo y el poder, el propósito y la provisión del Espíritu Santo. ¡Prepárese para moverse hacia el más!

    —MARK BATTERSON

    Introducción

    MÁS DE LO QUE EL OJO ALCANZA A VER

    Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente ha imaginado lo que Dios tiene preparado para quienes lo aman.

    —1 CORINTIOS 2.9, NTV

    Menos es el nuevo más.

    Suena a locura, lo sé, pero permítame explicarme. Sigo encontrándome con oradores, libros, blogs y conferencias enfocados en ayudar a la gente a tener menos: menos cosas acumuladas en los hogares, menos actividades y responsabilidades que llenan sus agendas y distracciones limitadas de los medios de información, recursos en línea y redes sociales. Nos hemos agobiado tanto al tenerlo todo, que ahora necesitamos ayuda para perderlo todo a medida que excavamos y nos encontramos de nuevo a nosotros mismos. Como destacó el escritor Kyle Chayka en un artículo reciente de la revista New York Times: La gente que lo tiene todo, ahora parece preferir no tener nada en absoluto.¹ Esta es la consecuencia de demasiada autoindulgencia, el consumismo del consumidor y una actitud de nunca es suficiente hacia las posesiones materiales.

    La ironía para mí – alguien que creció siendo un niño pobre puertorriqueño en uno de los barrios más violentos de Chicago, es la motivación que va detrás del interés de menos es más: es el mismo deseo interno que todos tenemos de algo más en nuestra vida. Así que ¡querer menos realmente tiene que ver con anhelar más! Nuestra cultura ha despertado nuevamente al hecho de que acumular cosas materiales no es la respuesta. No solo nos estamos dando cuenta de que tener demasiado obstaculiza nuestra vida; también estamos reconociendo una ausencia de gozo, paz y satisfacción.

    Intentamos entrar en contacto con un anhelo espiritual, un vacío dentro de nosotros que solo Dios puede llenar. No tiene nada de malo —y si es correcto— que nos deshagamos de cosas que no necesitamos en nuestra vida. Pero también tenemos que reconocer ese anhelo de más que arde en nuestro interior. Tener más cosas no lo llenará. Tener menos cosas tampoco lo llenará.

    Solo Dios puede darnos el más que anhelamos.

    Nunca es suficiente

    Durante mi infancia, nunca había suficiente.

    No había comida suficiente en casa, no había tiempo suficiente para la escuela y el trabajo, no había dinero suficiente en el bolso de mi madre. Mi madre usaba el humor para ocultar nuestra falta de dinero. Yo

    le pedía dinero y ella me respondía con un: Sí claro, déjame ir a traerlo al árbol de dinero que tenemos en el patio de atrás. O yo le preguntaba: ¿Por qué tenemos que vivir de la asistencia social? y ella me respondía: Porque nuestro árbol de dinero todavía no ha crecido lo suficiente. Nos reíamos y eso nos ayudaba a olvidarnos de nuestras preocupaciones.

    Al criarme en Humboldt Park, un barrio de Chicago notoriamente violento, rápidamente aprendí a no desear mucho, no esperar mucho, ni soñar con mucho. Así era la vida. Mi papá había abandonado a nuestra

    familia, dejando a mi mamá con seis niños a los que debía criar. Ella hacía todo lo que podía, pero éramos como muchas otras familias puertorriqueñas en ese entonces: con pocos recursos y muchos problemas. Problemas como pandillas, drogas y brutalidad policial. Problemas que seguían como un ciclo también en cada nueva generación.

    Yo veía a mis hermanos metidos en las pandillas y me preguntaba por qué no podían ver lo que estaban haciendo. Veía a amigos, vecinos y familiares luchando con adicciones, abuso doméstico y violencia en las pandillas. A la edad de doce años, yo estaba parado en la esquina de un pequeño supermercado, paralizado por la airada turba que llegaba y saqueaba en las calles cercanas a donde yo estaba. Y en todo eso, yo seguía pensando que tenía que haber algo mejor. Tenía que haber más.

    A los catorce años, supe que había encontrado algo. Me inscribí en un programa de trabajos de verano y me asignaron un lugar de la comunidad que resultó ser una iglesia. Mi familia practicaba un catolicismo cultural, así que yo tenía cierta conciencia de Dios, Jesús y la Biblia. Pero las personas, especialmente los otros niños como yo, que conocí en esta iglesia eran distintos a todos los que había conocido en mi corta vida.

    Eran de los mismos vecindarios maltratados y hogares con un solo padre como el mío, pero tenían algo más. Había una sinceridad, un gozo auténtico, una forma de ser pacífica que me resultaban totalmente ajenos. No tenían esa ira, desconfianza y escepticismo que se habían vuelto epidémicos y yo no era capaz de entenderlo. Cuando un grupo de adolescentes preguntaron si podían orar conmigo y después me rodearon en círculo, ¡yo me dispuse a pelear!

    Sin embargo, no estaban ahí para hacerme daño y simplemente querían compartir el amor de Jesús, el cual parecía ser la fuente del más en sus vidas. Sabía que quería lo que ellos tenían, así que oré y rendí mi corazón a Dios. De inmediato sentí el Espíritu de Dios de una forma que solo se puede describir como sobrenatural y realmente transformadora. No mucho después de este encuentro con Cristo, acompañé a mis nuevos hermanos y hermanas cristianas a una conferencia, un evento que me prometieron que añadiría combustible al fuego de mi fe. La conferencia anunciaba predicadores extraordinarios, maestros de la Biblia y oradores. Tras el servicio principal, yo estaba llorando, conmovido por el Espíritu de Dios en mi interior y sentí el impulso de caminar hasta el altar donde otros orarían por mí.

    Al arrodillarme en esos escalones alfombrados, yo, un niño de catorce años que se estaba convirtiendo en un hombrecito, algo increíble sucedió. Una señora mayor vino directamente hacia mí, sonriendo. Puso sus manos en mi hombro y comenzó a orar. Me dijo que Dios me había ungido para cosas asombrosas, para hacer avanzar Su reino. Dijo: Dios tiene un mensaje para ti: Yo te he llamado a ser un gran líder. Permanece en mi camino. Bendeciré a los que te bendigan, y maldeciré a los que te maldigan. En ese entonces, sinceramente no tenía ni idea de lo que ella estaba diciendo, pero agradecí el trato tan amable que tuvo conmigo.

    Unos veinte minutos después, mientras salía del hotel donde se estaba realizando la conferencia, algo realmente extraño —extraordinario, raro— ocurrió. Acababa de subirme al elevador cuando un empresario muy bien vestido apareció por las puertas cuando se estaban cerrando. Se sonrió conmigo y aunque no tenía miedo de él, algo en él hizo que el vello de mi nuca se erizara.

    ¿No lo sabes?, dijo él todavía sonriendo. Te he llamado para que seas un gran líder. Permanece en mi camino. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan.

    Vaya, pensé, debe ser algún familiar de la señora que oró por mí. Quizá este hombre era su esposo.

    ¿Quién sabría que un viaje en elevador podría parecer tan tardado? —pero este es el punto clave de esto, un mensaje casi idéntico a lo que la señora había orado, menos de una hora antes.

    Cuando el elevador se detuvo, ¡ding!, yo en voz muy baja dije un rápido gracias y me alejé corriendo antes de que ese hombre comenzara a asustarme de veras. No pude saber lo que era en ese entonces, pero algo acababa de ocurrir en ese elevador, algo sobrenatural que me afectaría por el resto de mi vida.

    Descubrir más

    He pensado en ese momento crucial muchas veces, durante los treinta años que han transcurrido desde que eso sucedió. No solo me recuerda el amor y el poder de Dios en mi vida, sino que cuando ocurren ciertas cosas, pienso: ¡Ajá! Esto debe ser lo que querría decir esa palabra profética que me dieron hace tantos años. Como líder voluntario de jóvenes de la misma iglesia donde invité a Jesús a entrar en mi vida, pensé que había descubierto más de Dios. Después, cuando me ascendieron a líder regional de jóvenes en nuestra denominación, me di cuenta de que debía haberme equivocado: esto era el más.

    Unos pocos años después me acordé del hombre del elevador cuando me convertí en pastor (a pesar de que eso era lo que yo menos quería —detalles de esto, más adelante). Seguro, pastorear una iglesia en Humboldt Park, el vecindario infestado de pandillas donde había crecido, era el más que me habían anunciado. Pero entonces nuestra iglesia comenzó a crecer, con nuevos ministerios que surgían durante el camino y después con nuevas sedes que brotaban en otras partes en la gran área de Chicago. Después, el Señor verdaderamente hizo un milagro y nos dio una propiedad para que construyésemos nuestra iglesia principal situada justo en medio de Humboldt Park. Seguidamente, me di cuenta de que había aparecido en la portada de la revista TIME —yo, Choco del vecindario—. Seguro que eso era el más, ¿verdad?

    Cada vez que me encontraba en una nueva posición de influencia o etapa de ascenso, siempre suponía que eso era finalmente la promesa. Pero al acercarme a lo que Dios me dio y seguir su dirección, siempre me encontraba dando otro salto de fe, otro paso gigantesco hacia algo con lo que nunca había soñado, y mucho menos intentado, por mí mismo.

    Al ir de puerta en puerta, paso a paso, he descubierto que Dios siempre tiene más. No solo nunca llegamos donde pensamos que estaremos, sino que nunca llegamos a la cima en esta vida. Puede que nos sintamos estancados en una meseta, pero no es porque Dios no tenga más para nosotros. ¡Siempre hay más! Jesús nos dijo: Yo he venido para que todos ustedes tengan vida, y para que la vivan plenamente (Juan 10.10, tla). Esta vida plena, abundante y satisfactoria no tiene que ver con la riqueza y las posesiones materiales. No se trata de fama y poder político o personalidad famosa. ¡El más de Dios es mucho mejor! Es infinito, no hay un techo para lo que Dios puede hacer cuando usted se lo permite.

    Quizá está pensando: "Eso está bien para usted, pastor Choco. Estoy contento de que usted tuviera una experiencia poderosa e impresionante, que revela el más de Dios para su vida. Pero a mí nunca me ha ocurrido nada parecido a eso. Yo quiero más de Dios, más de mi vida, pero no estoy seguro de cómo experimentarlo".

    Mi amigo, el más de Dios no está limitado a mí, o a los pastores, o ¡a los puertorriqueños de Chicago! El más abundante que Jesús vino a traer es para todos nosotros. Como los ángeles dijeron a los pastores en el nacimiento de Cristo: "No tengan miedo —dijo—. Les traigo buenas noticias que darán gran alegría a toda la gente. . . El Salvador —sí, el Mesías, el Señor— ha nacido. . ." (Lucas 2.10-11, NTV, énfasis añadido). Dios amó tanto al mundo (Juan 3.16), no solo a unos pocos aquí y allá, que sacrificó a su Hijo unigénito. Esta es la esencia del evangelio, las buenas nuevas de que Jesús nos salva del pecado y de la muerte y en su lugar nos da gracia y vida.

    No se conforme con menos de lo mejor de Dios para su vida. Él tiene algo más esperando por usted. Dios ha prometido y planificado una vida más abundante y más gratificante que la vida que usted está viviendo ahora. Si está dispuesto a seguirle fielmente, obedecerle con amor y rendirse a Él regularmente, se sorprenderá. Quizá no tenga una experiencia en un elevador como la que yo tuve, pero Dios le revelará —y continuará revelándole— lo que tiene preparado para usted. No importa dónde esté en su viaje de fe, Dios quiere llevarle más alto, extenderle más lejos y mantenerle más cerca. Su más no tiene ni fronteras ni límites. Su Palabra nos promete a usted —y a mí y a todo el mundo— que podemos aprender a vivir en su plenitud.

    ¿Está listo para más?

    Entonces pase a la siguiente la página.

    Capítulo 1

    MARCADO POR DIOS PARA MÁS

    Dios nos ama a cada uno de nosotros como si no hubiera nadie más.

    —SAN AGUSTÍN

    Nadie se sorprende más que yo, al ver dónde estoy ahora mismo.

    Recuerdo a mi madre enviándome a la tienda de la esquina cuando era un niño, probablemente de unos once o doce años. Aunque estaba dispuesto a ir y quería ayudar, no me gustaba para nada ir. Teníamos poco dinero, así que a menudo ella me daba estampillas de comida, para que las usara para los artículos de su lista. Metidos en el fondo de mi bolsillo, esos pequeños cupones me hacían sentir vergüenza. Sentía que llevaba un secreto oscuro. No me avergonzaba de ser pobre —esa solo era la forma de vida—, para nosotros y para muchos otros en esa época. Me daba vergüenza porque tener que usar esos cupones de comida era como rendirme, depender del gobierno, resignarme a ser una víctima de las circunstancias.

    Así que cuando mi madre me enviaba a comprar con esos cupones rosas, verdes y azules que me recordaban a los billetes del Monopolio, actuaba como si fuera un espía en una misión secreta. Vivíamos en Humboldt Park, en la parte noroeste de Chicago y aunque no quería estar en ciertas calles cuando oscurecía, ir a la tienda a plena luz del día era relativamente seguro. Caminaba normalmente por las dos cuadras que había desde nuestro apartamento, pero en cuanto doblaba la esquina y veía la tienda, me escondía en el callejón más cercano. Observaba desde allí la entrada de la tienda de Sam para ver cuántas personas entraban y salían y lo más importante, si reconocía a alguna de ellas. Cuando el camino estaba despejado, iba corriendo hacia ella, entrando rápidamente por la puerta mientras sonaba

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