Dios está más cerca de lo que crees: Si Dios está siempre con nosotros, por qué es tan difícil encontrarlo
Por John Ortberg
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John Ortberg
John Ortberg is teaching pastor of Menlo Church and author of many books, including God Is Closer Than You Think.
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Dios está más cerca de lo que crees - John Ortberg
La misión de EDITORIAL VIDA es proporcionar
los recursos necesarios a fin de alcanzar a las personas
para Jesucristo y ayudarlas a crecer en su fe.
VIDA
DIOS ESTÁ MÁS CERCA DE LO QUE CREES
Edición en español publicada por Editorial Vida — 2007
© 2007 EDITORIAL VIDA
Miami, Florida
Originally published in the U.S.A. under the title:
God Is Closer Than You Think
Copyright © 2005 por John Ortberg
All rights reserved under International and Pan-American Copyright Conventions. By payment of the required fees, you have been granted the non-exclusive, non-transferable right to access and read the text of this e-book on-screen. No part of this text may be reproduced, transmitted, down-loaded, decompiled, reverse engineered, or stored in or introduced into any information storage and retrieval system, in any form or by any means, whether electronic or mechanical, now known or hereinafter invented, without the express written permission of Zondervan.
ePub Edition August 2009 ISBN: 978-0-829-78152-6
Traducción: Dr. Miguel Mesías
Edición: Rojas & Rojas Editores, Inc.
Diseño de cubierta: Cathy Spee
Reservados todos los derechos. A menos que se indique lo contrario,
el texto bíblico se tomó de la Santa Biblia Nueva Versión Internacional.
© 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional.
ISBN-13: 978-0-8297-4700-1
Categoría: Vida cristiana / Crecimiento espiritual
07 08 09 10 4 10 9 8 7 6 5 4 3 2 1
A Laura, Mallory y Johnny;
para Winston, y Milo, y Spotty y Jo-Jo;
por el hombre de la calefacción y Ralph el Árbol y Fred el Pan;
por el relato del granero y Bugs Meany y Norman Bates
y Portillos, y todas las veces en que salvé la vida del presidente;
por el regalo que liga mi aniversario y el
Día de Acción de Gracias y el Día de la Marmota;
por carreras de rosquillas de dulce y días de a dólar
y lugares claros entre los matorrales . . .
y a Nancy
CONTENIDO
Cover Page
Title Page
Copyright Page
Reconocimientos
1. El gran deseo de Dios
2. ¿Dónde está Waldo?
3. La vida con Dios
4. El momento más grande de tu vida
5. Una mente maravillosa
6. Waldo menor
7. Sendas espirituales
8. «Como desees»
9. Cuando Dios parece ausente
10. El seto
Versiones bíblicas
Fuentes
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RECONOCIMIENTOS
Mientras escribía este libro me mudé del medio oeste de la nación a California para unirme al personal de ministros de la Iglesia Presbiteriana Menlo Park. Estoy muy agradecido a las personas de la IPMP por darme el tiempo para escribir y permitirme ser parte de una comunidad tan cariñosa. John Munford me dio un lugar para escribir yme dio una vista a lo que el novelista Wallace Stegner llamó «el último ocaso del continente »; cualquier falta de inspiración se debe a mí y no a la vista. Rudy Barnes se asoció con extraordinaria energía para hacer posible este proyecto y tanto más en el ministerio.
Peets Coffee mantuvo las neuronas que tengo en modo de disparo.
Este es el quinto libro que he escrito con Zondervan, y estoy agradecido por el sentido de colaboración que se ha ido profundizando con cada uno. Jack Kuhatschek ofreció incontables horas de conversación y pensamiento. John Topliff y Greg Stielstra combinan la sabiduría y creatividad con ingenio y energía. Jim Ruark pulió la prosa. Scott Bolinder y Stan Gundry y el resto del equipo han creado algo como un hogar para escribir por lo cual estoy profundamente agradecido.
Tanto Liz Heaney como Evelyn Bence ofrecieron muchas sugerencias útiles.
Como siempre, el pensamiento y trabajo de Dallas Willard nunca estuvo muy lejos mientras escribía.
Pero mi colaboradora favorita en este proyecto fue Mallory Ortberg. Ella editó todo el manuscrito en uno de los primeros borradores, hizo demasiadas contribuciones como para contarlas, y escribió material que me dejó sin resuello. Algún día, si tengo suerte, a lo mejor ella me permite editar algo de su material.
CAPÍTULO 1
EL GRAN DESEO DE DIOS
Por sobre los márgenes de la vida viene un susurro, un tenue llamado, una premonición de vida más rica. . . .
Tomás Kelly
En nuestro primer año de casados, Nancy y yo pasamos dos meses viajando por Europa. Vivimos con un presupuesto de 13,50 dólares al día para comida, alojamiento y diversión. Nos desayunamos todos los días con pan y queso. Nos alojamos en lugares comparados con los cuales, el Hotel Bates en la película Psyco sería una maravilla. La diversión en ese presupuesto consistía en comprar la revista Time una vez a la semana y partirla por la mitad para ambos poder leer al mismo tiempo.
En Italia nos hicimos derrochadores, y tiramos por la borda el presupuesto de todo un día en una sola comida, y gastamos dinero que no podíamos gastar mirando los tesoros del arte occidental. El punto cumbre del día llegó después de estar en fila por horas en el Vaticano para ver la brillante pintura de Miguel Ángel Bounaroti de Dios y Adán en la bóveda de la capilla sixtina. Su obra maestra es una de dos obras de arte que sirven como piedras de toque para este libro. (Me guardo la siguiente para el próximo capítulo). Si miras con cuidado esa pintura, notarás que la figura de Dios se extiende hacia el hombre con gran vigor. Él retuerce su cuerpo para acercarse lo más posible al hombre. Su cabeza se dirige hacia el hombre, y su mirada está fija en él. El brazo de Dios se extiende, con su dedo índice extendido derecho hacia delante; cada músculo está tenso.
Antes de Miguel Ángel, dicen los entendidos en arte, las pinturas regulares de la creación mostraban a Dios de pie en el suelo, en efecto ayudando a Adán a levantarse. No aquí. Este es Dios precipitándose hacia Adán en una nube, uno de los «carros del cielo», impulsado por los ángeles. (En nuestro día no parecen aerobizados lo suficiente como para moverse con gran velocidad, pero en los días de Miguel Ángel los ángeles sugerían poder y ligereza). Es como si incluso en medio del esplendor de toda la creación, todo el ser de Dios estuviera envuelto en su deseo impaciente de cerrar la brecha entre sí mismo y este hombre. No puede esperar. Su mano llega a estar a un pelo de distancia de la mano del hombre.
A la pintura por tradición se le llama La creación de Adán, pero algunos eruditos dicen que se le debería llamar La dotación de Adán. A Adán ya le ha sido dada vida física: sus ojos están abiertos, y está consciente. Lo que sucede es que se le está ofreciendo vida con Dios. «Todo el potencial del hombre, físico y espiritual, está contenido en este momento eterno», escribe un crítico de arte.
Al parecer uno de los mensajes que Miguel Ángel quería presentar es la implacable determinación de Dios para alcanzar y estar con la persona que ha creado. Dios está tan cerca cómo puede estarlo. Pero habiendo llegado así de cerca, permite apenas un pequeño espacio, de modo que Adán pueda escoger. Él espera que Adán haga su movida.
Adán es más difícil de interpretar. Su brazo está medio extendido hacia Dios, pero su cuerpo se reclina en una pose holgazana, reclinado hacia atrás como si no tuviera el menor interés en hacer la conexión. Tal vez da por sentado que Dios, habiendo llegado hasta ese punto, cerrará la brecha. Tal vez le es indiferente la posibilidad de tocar a su Creador. Tal vez le falta la fuerza. Todo lo que tendría que hacer es levantar un dedo.
El fresco le llevó a Miguel Ángel cuatro años de intenso trabajo. Las demandas físicas de estar parado en un andamio pintando por encima de su cabeza era una tortura. («Tengo mi barba dirigida hacia el techo, mi cabeza inclinada hacia atrás de mis hombros, con mi pecho arqueado como una arpa; mi pincel chorrea en mi cara yme hace parecer un pavimento decorado. . . . Estoy torcido y estirado como un arco sirio»). Debido a que estaba obligado a mirar hacia arriba por horas mientras pintaba, con el tiempo sólo podía leer una carta si la sostenía con el brazo estirado por encima de su cabeza. Una noche, agotado por su trabajo, sólo con sus dudas, desalentado por un proyecto que era demasiado para él, escribió en su diario una sola frase: «Yo no soy pintor».
Sin embargo, por casi medio milenio esta pintura ha hablado del gran deseo de Dios de estar con los seres humanos que él ha hecho a su propia imagen. Tal vez Miguel Ángel no estaba solo en su trabajo después de todo. Tal vez el Dios que estaba tan cerca de Adán estaba también cerca de Miguel Ángel; trabajando en su mente, y en su ojo y en sus pinceles.
EL «EN TODAS PARTES» DE DIOS
Este cuadro nos recuerda: Dios está más cerca de lo que pensamos. Nunca está más lejos de una oración. Todo lo que requiere es el más mínimo esfuerzo, alzar un dedo. Todo momento —este mismo momento, mientras lees estas palabras— es el «momento eterno» de dotación divina, de vida con Dios.
«El mundo entero es del Padre celestial», dice un viejo himno. «El pájaro, la luz, la flor proclaman su bondad». Las Sagradas Escrituras están llenas de lo que pudiéramos llamar el en todas partes del hablar de Dios. «Los cielos cuentan la gloria deDios . . . Un día comparte al otro la noticia».
Él habla mediante zarzas que arden y burros que relinchan; envía mensajes mediante tormentas y arco iris y terremotos y sueños; susurra en un suave murmullo. Él habla (en las palabras de Garrison Keillor) en «cosas ordinarias como cocinar y charlar, mediante cuentos, hacer el amor, pescar, cuidar de animales, maíz dulce y flores, mediante deportes, música y libros, criar hijos: todos los lugares en donde la salsa empapa y la gracia resplandece».
EL GRAN DESEO DE DIOS
La historia de la Biblia no es sobre todo el deseo de los seres humanos de estar con Dios; es el deseo de Dios de estar con los seres humanos.
Un día estaba sentado en un avión junto a un hombre de negocios. El salvapantallas de su computadora era el retrato de un niñito rubio dando lo que parecía ser su primer paso vacilante. «¿Es su hijo?» pregunté. Gran equivocación.
Sí, era el hijo del hombre, su hijo único. Digamos que se llamaba Adán. El retrato que estaba en la computadora se tomó tres meses antes, cuando Adán tenía once meses. El hombre me habló del primer paso que dio su hijo, y de su primera palabra con un sentido de asombro, como si Adán hubiera inventado el movimiento y el habla. Había un retrato más reciente de Adán en el ordenador de mano del hombre. El hombre me lo mostró. El mismo retrato se podía ver con más claridad en la computadora. Me lo enseñó. Tenía toda una hilera de retratos de Adán haciendo cosas que casi todos los niños hacen, y me los mostró uno por uno; con comentario. Yo y mis compañeros de asientos recibimos un curso superior de adanología.
«No puedo esperar llegar a casa para verlo», dijo el hombre. «Mientras tanto, puedo mirar estos retratos cien veces al día. Nunca me cansan». (Ya habían llegado a ser bastantes cansonas para todos los demás en nuestra sección del avión).
¿Por qué se preocupaba el hombre tanto por Adán? ¿Se debía a que los logros del niño eran tan impresionantes? No. Millones de niños aprenden a hacer lo mismo todos los días. Mis propios hijos (yo quise decirle) habían hecho las mismas cosas a una edad más temprana y con destreza superior.
El hombre se preocupaba por Adán porque lo veía a través de los ojos de un padre. Todo lo que Adán hacía estaba revestido de asombro. No importaba que los demás niños también lo hicieran.
«Se ve que usted echa de menos a su hijo», le dije. «¿Hace cuánto tiempo salió de su casa?» «Ayer».
Un día lejos de su hijo era demasiado. Así que estaba volando raudo por los cielos, montado en un carro por las nubes, implacablemente decidido a estar en casa con su hijo. No quería solo amar a su hijo a la distancia. Quería estar con él.
Entonces me vino la idea de golpe. Yo soy el hijo en el salvapantallas de Dios. Lo mismo eres tú. Los detalles más diminutos de nuestras vidas nunca lo cansan. Dios mismo está lleno de asombro con nuestros pasos vacilantes y palabras a tropezones; no debido a que lo hagamos mejor que cualquier otro, sino porque él los ve con los ojos de un padre amante. Dios muestra nuestros retratos a los ángeles incluso hasta que los ángeles empiezan a cansarse un poco de verlos. El relato de la Biblia es primero que nada el relato de Dios, la historia de un Padre que vuela por las nubes para estar en casa contigo. Un día lejos es demasiado.
LA PROMESA PRIMARIA: YO ESTARÉ CONTIGO
La promesa central de la Biblia no es «yo te perdonaré», aunque por supuesto esa promesa está allí. No es la promesa de vida después de la muerte, aunque también se nos ofrece eso. La promesa más frecuente en la Biblia es «Yo estaré contigo».
Antes de que Adán y Eva pecaran o necesitaran perdón, les fue prometida la presencia de Dios. Él andaba con ellos al aire del día.
La promesa vino a Enoc, que «anduvo con Dios». Le fue hecha a Noé, Abraham y Sara, a Jacob, a José, a Moisés, a David, a Amós, a María, a Pablo y a otros que serían demasiados para mencionar. Es la razón para ser valiente: «¡No tengas miedo . . .! Porque el SEÑOR tu Dios te acompañará dondequiera que vayas». Los mantuvo avanzando en la oscuridad: «Aun si voy por valles tenebrosos, no temo peligro alguno porque tú estás a mi lado».
Dios le dio a Israel el tabernáculo y el arca del pacto, y el maná, y el templo, y una columna de nube y otra de fuego, como muchas etiquetas adhesivas que decían: «No te olvides. Yo estoy contigo».
La promesa central
de la Biblia no es
«yo te perdonaré».
La promesa más frecuente
en la Biblia es
«Yo estaré contigo».
Cuando Dios mismo vino a la tierra, su nombre redentor fue Emanuel: Dios con nosotros. Cuando Jesús se fue, su promesa fue enviar al Espíritu Santo para estar «con ustedes siempre, hasta el fin del mundo».
Al final del tiempo, cuando el pecado sea un recuerdo distante y derrotado, y el perdón tan obsoleto como látigos de arriero, se cantará: «¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios».
«La unidad de la Biblia se descubre en el desarrollo de la vida con Dios como una realidad en la tierra, centrada en la persona de Jesús», escriben Dallas Willard y Richard Foster. Dios está decidido de que debes ser en todo respeto su amigo, su compañero, su lugar de morada.
«PUEDO SENTIRLO CAMINANDO POR ALLÍ . . .»
«Busca un lugar en tu corazón», dijo un antiguo sabio llamado Teófano el recluso, «y habla allí con el Señor. Es el recibidor del Señor». Algunos parecen hallar este salón con facilidad. Unos amigos nuestros tienen una hija que dijo cuando tenía cinco años, «Sé que Jesús vive enmi corazón, porque cuando pongo mi mano encima puedo sentirlo caminando por allí».
Sofia Cavalletti es una investigadora que fue pionera en el estudio de la espiritualidad de niños pequeños. Halla que los niños a menudo tienen una percepción asombrosa que sobrepasa con mucho lo que ya se les ha enseñado. Una niña de tres años, que se crió en una familia atea sin ningún contacto con la iglesia y ninguna Biblia en casa, le preguntó a su papá: «¿De dónde vino el mundo?». Él le contestó en términos estrictamente naturalistas y científicos. Luego añadió: «Hay algunos que dicen que todo esto viene de un ser poderoso, y le llaman Dios».
Al oír esto, la niñita empezó a danzar por el cuarto con alegría: «Sabía que lo que me decías no era cierto; ¡es él, es él!»
A la escritora Anne Lamott su papá la crió para que fuera una devota atea. Ella y sus hermanas habían convenido a un contrato a ese efecto cuando tenían dos o tres años. Pero Anne empezó a retroceder a la fe a edad temprana. «Incluso cuando niña sabía que cuando yo decía hola, alguien oía».
Algunos parecen tener una clase de radar interno para detectar la presencia de Dios. Así como ciertos músicos tienen una entonación perfecta, estas personas tienen un oído para discernir la voz de Dios. Parecen estar tan conscientes de Dios como lo están de la gravedad. Decirles cómo buscar a Dios sería como decirle a un pez cómo buscar agua; ¿en dónde más podrían vivir?
Pero yo soy Adán. Pienso que mi vida gira en torno a la presencia de Dios. Sé que el valor, la dirección y la esperanza residen en él. Pero estoy consciente de la brecha; aunque esta tenga apenas el grosor de un pelo. Y en medio de toda mi ambigüedad—mi debilidad y ocasional indiferencia espiritual—anhelo el toque que cerrará la brecha.
Dallas Willard (que perdió a su madre cuando pequeño) escribe de un niñito cuya mamá había muerto. Se sentía especialmente triste y solo por las noches. Iba al cuarto de su padre y le preguntaba si podía dormir con él. Incluso así