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El Ultimo Invierno
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Libro electrónico325 páginas4 horas

El Ultimo Invierno

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Cuando el afligido alcohólico, Harry Jobson, comenzó a tomar su última cerveza, esperaba terminar su noche boca abajo sobre su vomito como siempre lo hace – pero eso era antes que la tormenta de nieve y el horror comenzaran. Ahora se encuentra atrapado en su cantina local con un pintoresco grupo de extraños. Las últimas noticias mostraban que estaba nevando en todos los países del mundo. Pero eso es imposible...¿Cierto?

La verdad es demasiado espantosa para admitirla, pero cuando el cuerpo destrozado de un muchacho entra volando por la ventana de la cantina, Harry se ve obligado a recuperar la sobriedad y hacerse cargo. Algo siniestro estaba asechando afuera en la nieve, y aquellos dentro esconden terribles secretos.


La novela debut de Iain Rob Writh es una pieza maestra de miedo y suspenso, que asegura complacer a todos los fanaticos del horror. Si amas los oscuros y misteriosos cuentos de Stephen King o el terror claustrofobico de Biran Keene, te encantará El Ultmo Invierno.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento30 ene 2018
ISBN9781507195680
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    El Ultimo Invierno - Iain Rob Wright

    Resumen

    Cuando el afligido alcohólico, Harry Jobson, comenzó a tomar su última cerveza, esperaba terminar su noche boca abajo sobre su vomito como siempre lo hace – pero eso era antes que la tormenta de nieve y el horror comenzaran. Ahora se encuentra atrapado en su cantina local con un pintoresco grupo de extraños. Las últimas noticias mostraban que estaba nevando en todos los países del mundo y eso los tenia preocupados a todos.

    La verdad es demasiado espantosa para admitirla, pero cuando el cuerpo destrozado de un muchacho entra volando por la ventana de la cantina, Harry se ve obligado a recuperar la sobriedad y hacerse cargo. Algo siniestro estaba asechando afuera en la nieve. Algo que quería entrar.

    Nadie jamás voltearía a ver a Harry durante los tiempos de crisis, pero cuando todo comienza a deteriorarse se ve obligado a tomar control de su pasado y ser el hombre que estaba destinado a ser. De su cuenta corre el encontrar respuestas. Respuestas a terribles preguntas como por que el chico tenía la palabra PECADOR tallada en su pecho.

    No todos están destinados a sobrevivir la noche – y aquellos que lleguen a hacerlo desearan no haberlo hecho cuando secretos increíbles son revelados

    La novela debut de Iain Rob Wright es una lección magistral de suspenso y seguramente complacerá a todos los amantes del horror.

    ––––––––

    Dedicado a mí esposa

    por todo lo que ha padecido.

    He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana:

    soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad

    tuvieron ella y sus hijas;

    y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso.

    Y se llenaron de soberbia e hicieron abominación delante de mí,

    y cuando lo vi, las quité.

    Ezequiel 16:49-50

    ––––––––

    La primera nevada no es solo un evento,

    es un evento mágico

    —J.B. Priestley

    ––––––––

    Lo que El realmente odia es la mierda que se hace

    en su nombre. Guerras, Fanatismo, Televangelismo

    —Rufus, Dogma; Producciones View Askew, 1999

    Capítulo 1

    Harry dio un sorbo a su última cerveza mientras más cortes informativos aparecían en el polvoriento televisor de la cantina. Una reportera, envuelta en una bulbosa chaqueta para esquiar color rosa y cubierta de nieve, comenzó su reporte. Buenas noches, dijo, con su voz tiritando. Soy Jane Hamilton para Noticias RU-Midland. Como pueden claramente ver, los cincuenta centímetros de nieve que la Gran Bretaña ha presenciado en las ultimas cuarenta y ocho horas ha dejado a las vías de comunicación de la nación en caos.

    La cámara hizo un paneo para observar la carretera desierta. Una furgoneta Transit color azul cielo volteada y abandonada al centro; su misteriosa carga estaba esparcida; parcialmente enterrada bajo la nieve.

    La reportera exhaló, provocando un vaho en el aire, y luego continuó. "Los caminos principales están cerrados y los servicios ferroviarios están cancelados hasta nuevo aviso. Las escuelas y muchos negocios están temporalmente suspendidos, mientras los hospitales y otros servicios vitales están haciendo lo posible por mantenerse abiertos. El número de víctimas fatales ha llegado a veintisiete y se teme siga incrementándose. Los servicios de emergencia han dispuesto una línea de asistencia para poder ayudar a los más necesitados, y para ofrecer recomendaciones de como poder sobrevivir de la mejor manera a las temperaturas gélidas actuales. Ese número está mostrándose al pie de la pantalla en este momento.

    Harry sacudió su cabeza. Nunca ha sido alguien que se preocupe por el mal clima. El frio había llegado repentinamente y se iría de igual manera.

    Es aún más preocupante, continuó la reportera, el hecho de que actualmente está nevando sobre numerosas áreas a través del mundo. Un mapa multicolor de la Tierra se mostró sobrepuesto en la esquina superior derecha de la pantalla y después lentamente se cambió a blanco, representando las recientes nevadas. Desde áridos desiertos hasta áreas de densa selva, todos han sido afectados por repentinos descensos de temperatura sin precedentes. Nunca antes en los registros históricos se ha conocido de un sistema de clima frio de tan largo alcance. Algunos líderes religiosos están llamando a esto-

    ¡Tonterías! El Viejo Graham, el más viejo de los clientes regulares de La Trompeta y residente del departamento de una recamara que estaba sobre la cantina, lanzó las manos al aire con desagrado. Un poco de nieve y el país se destroza. Es un desastre.

    Harry levantó su cabeza lejos de su cerveza a medio terminar y miró al Viejo Graham. El quejoso jubilado estaba apuntando a la pantalla de la televisión.

    Harry se encogió de hombros. No hay necesidad de angustiarse por ello.

    El Viejo Graham se molestó y puso una mala cara sin dientes. "Tu generación no puede afrontar nada a menos que haya un video en Your Tube o My Face que te diga cómo hacerlo."

    Harry observó la televisión. Tenía escenas de una intensa nevada. Las Pirámides de Giza, cubiertas de hielo como los Montes Himalaya; los canales de Venecia congelados como vistosas pistas de hielo; y el Big Ben saliendo sobre un Westminster cubierto de nieve como si fuera una estalagmita.

    La televisión comenzó a parpadear por la interferencia.

    Harry volvió su mirada al Viejo Graham. Estoy de acuerdo que es mucho alboroto por nada. La gente disfruta del pánico de vez en cuando. No hay necesidad de dejar que te moleste.

    El hombre viejo gruñó de nuevo, dando un sonido húmedo y jadeante. ¿Tú crees que Canadá, Noruega, Suiza están entrando en pánico por la nieve? ¡Esto es una onda cálida para un maldito Esquimal! Toda esta bazofia del cambio climático y el agujero en la capa de ozono que tanto insisten es solo para asustarnos, óyelo bien, muchacho.

    Harry pensó acerca de ello. De acuerdo con las noticias, era categóricamente denegado que el cambio climático fuera la causa tal clima sin precedentes. Diferentes meteorólogos y analistas sostenían que la nieva era causada por algo más.

    Harry dio otro gran trago a su refrescante lager y mantuvo su atención en la parpadeante pantalla de televisión. El Viejo Graham seguía vociferándole. Eventualmente la mirada persistente del jubilado fastidió a Harry hasta hacerlo hablar de nuevo. Apuesto a que a esta hora la siguiente semana todo volverá a la normalidad, ¿uh, Graham?

    Puedes apostar tus bolas que así será. Se deslizó sobre la barra hacia Harry, sus rodillas artríticas tronaban con cada paso. ¡He sobrevivido tiempos peores que este, muchacho!

    ¿En verdad?

    Claro, dijo. Estuve casado. Con eso, el Viejo Graham parecía aullar a carcajadas, hasta que sus desgastadas cuerdas vocales cedieron quejosas y le causaron que tosiera flemas verde-amarillas sobre la barra. Sera mejor que saque la porquería de mi pecho, muchacho, fueron sus palabras de despedida antes de dirigirse a los sanitarios de la cantina.

    Harry sacudió su cabeza y volteó su cara al lado opuesto de la barra. Steph, la única camarera de la cantina, le estaba sonriendo mientras apretaba una caja de cartón de frituras Malta y Sal contra su pecho. Colocó a la caja bajo la barra y sacó un viejo trapo del cinturón de sus pantalones. Limpió el área donde el Viejo Graham había tosido. ¿Te está molestando otra vez, Harry?

    Harry pasó una mano por su cabello, pasando sus dedos por los nudos y tratando de quitarse lo desaliñado. Suspiró. No hay problema con Graham. Solo que ya bebió mucho.

    Steph resopló. Y lo dices tú. ¿A qué hora llegaste hoy?

    Mediodía.

    Exacto, y ahora son... Observó su reloj. Las nueve de la noche.

    Harry se sonrojó. Por lo menos yo tengo la decencia de desmayarme cuando estoy ebrio, en lugar de hablar con la gente hasta desesperarla como el Viejo Graham.

    Steph rodó sus ojos y sonrió burlona. Estoy de acuerdo, pero te quiero recordar que dejaste una mancha de vomito en mis botas altas el Domingo. Tuve que tirarlas.

    Harry se quedó observando el silbante liquido en su vaso y, por una fracción de segundo, se sintió lo suficientemente avergonzado que pensó en no tomárselo y mejor irse a casa. En lugar de eso, se terminó lo que quedaba, con todo y sedimentos. Ha de haber sido algo patético de ver, admitió.

    Steph se encogió de hombros. Tú no eres patético, Harry. Solo un poco trágico. Las cosas se arreglaran para ti un día, pero tienes que empezar a cuidarte. Sé que la vida ha sido bastante mierda contigo, pero apenas cumpliste cuarenta hace un par de meses, ¿verdad? Hay demasiado tiempo para volver a ponerte de pie y comenzar una nueva vida. Se detuvo y volteó a ver la gran ventana de vidrio que se había a un lado de la taberna. Siempre y cuando esta miserable nieve no nos congele hasta la muerte primero, estarás bien. Solo necesitas recobrarte.

    ¿En verdad lo crees? le preguntó con un suspiro.

    Más te vale creer que así será, compañero, porque no pienso aguantar de nuevo que me vomites. ¡No importa que tan guapo seas!

    Ambos rieron un poco y Harry sintió como su humor se relajaba un poco. No muy seguido escuchaba tales cosas de una joven mujer. No cuando el espejo le mostraba a un hombre que se veía más cerca de los cincuenta que de su edad real. El luto había si duro con su rostro.

    Harry empujó su vaso vacío hacia Steph y ella lo rellenó diligentemente. El derrame del vaso se deslizo sobre el tatuaje negro de Foo Fighters en su muñeca e hizo su brillar su pálida piel. Harry estaba avergonzado de sentir que sus entrañas se conmovían al mirarla.

    La esposa de Harry, Julie, hacía tiempo que había muerto, pero él nunca dejo de considerarse un esposo. Ni una vez olvido sus votos de amarla por siempre.

    Harry se alejó de la barra, y de Steph. El relleno andrajoso del banco que había ocupado las últimas horas le habían adormecido su parte trasera y anhelaba el alivio de una almohadilla. Se dirigió hacia la banca al lado de la ventana frontal de la cantina. Al mismo tiempo, el Viejo Graham regresaba de los sanitarios. Había una pequeña mancha de orina en la entrepierna del jubilado y Harry se sintió aliviado cuando el viejo se dirigió de vuelta al bar en lugar de ir a acompañarlo.

    Harry se sentó en la gastada banca si suspiró placenteramente. Puso su cerveza sobre la astillada mesa de madera frente a él y cogió el posavasos que tenía a la mano. Había una imagen de una corona en él, junto con el slogan: Cervezas Corona, digna de reyes. Sin pausar, Harry comenzó a desprender el lado impreso del cartón. Era un hábito por el que Steph siempre le reprendía, pero por alguna razón parecía que detenía sus pensamientos por un momento y tranquilizaba los demonios en su cabeza.

    Relajándose más en el crujiente respaldo, Harry observó el cuarto que tan bien conocía. El área de salón de La Trompeta era largo y estrecho, con un par de sanitarios mugrosos y llenos de orina que apestaban un pasillo de salida en un lado y una chimenea de piedra calentando el aire en el otro. Una dilapidada barra de madera de roble tomaba el centro de la cantina, probablemente más vieja de lo que él era. Varias mesas destartaladas y sillas despintadas completaban el resto del espacio. En el cuarto trasero de la cantina, un pequeño, raramente usada pista de baile juntaba polvo. Harry la había visto solo una vez, en víspera de Año Nuevo.

    La Trompeta era una silenciosa y deteriorada cantina en un silencioso y deteriorado conjunto residencial – ambos acogedor y amenazante al mismo tiempo. Casi como la gente que tomaba allí.

    Esta noche la cantina tenía pocos tomadores, como usualmente lo está los Martes. Harry no gustaba de la compañía y prefería las noches tranquilas. Por supuesto ayudaba que la nieve había confinado a la mayoría de las personas a no poder alejarse más de cien metros de sus casas, obstruyendo las avenidas principales con abandonados vehículos tapados de nieve.

    De alguna manera Steph había logrado llegar, haciéndose cargo del lugar como la mayoría de las noches. Harry se preguntaba seguido porque necesitaba todo el tiempo extra que trabajaba. Parecía disfrutar de su trabajo, pero puede ser el código de las camareras el ser alegres y educadas con todo mundo en todo momento. Tal vez, muy dentro, Steph en verdad contaba cada segundo hasta que pudiera sacar del lugar a todos sus borrachos traseros. Cualquiera que sea la verdad, Steph era una buena camarera y mantenía el control del lugar.

    Incluso Damien Banks se comportaba cuando era su guardia. Los días de entresemana estaban por lo regular libres de su viscosa presencia, pero esta noche era una infortunada excepción. El maleante local estaba sentado con sus zapatos Rockport en el descansabrazos del sofá junto al fuego, su iPhone pegado a la oreja.

    Harry había escuchado – de fuentes que ya no recuerda – que el joven maleante se impuso en el vecindario como un aspirante a narcotraficante. A nadie en la cantina le agradaba Damien, ni siquiera sus supuestos amigos – o sequito como les decía en secreto el Viejo Graham. Se decía que el bravucón de cabeza rasurada una vez golpeo a un vendedor contrario hasta dejarlo en coma, burlándose de la familia después de ello regocijándose en el dolor que les había causado.

    Harry agitó su cabeza en una burla silenciosa. Odiaba la manera en que Damien holgazaneaba en todo el lugar como si le perteneciera.

    Había otra persona en la barra esta noche. Un corpulento de cabello grasoso llamado Nigel. Un camionero, por lo que Harry había sabido con el tiempo, el hombre pasaba mucho tiempo en el camino. El pobre tipo probablemente iba a dormir en su cabina esta noche.

    Solo cinco de ellos. Las noches de Martes eran tranquilas.

    Harry subió su rodilla derecha sobre la banca y miró hacia afuera de la ventana principal de la cantina a sus espaldas. La Trompeta estaba sobre una colina viendo hacia una pequeña hilera de tiendas deslucidas y un mini-supermercado con cortinas metálicas sobre las ventanas. Steph le dijo una vez a Harry que la cantina apenas sobrevivía por el finísimo margen de ganancia que daba el tráfico de la hora de comer de las fabricas cercanas, pero si solo dependieran de los bebedores nocturnos, el lugar hubiera cerrado sus puertas hace ya tiempo – incluso antes de la prohibición de fumar en los lugares públicos viniera y diezmara a las cantinas locales en todo el territorio nacional.

    En una noche normal, Harry podía ver las tiendas y el supermercado desde la ventana de la cantina, pero la visión de esta noche se limitaba a unos cuantos metros, la vista era bloqueada por la copiosa nieve. Una gruesa condensación arropaba el vidrio y empañaba todo. En lo que a Harry respectaba, la oscuridad de afuera podría prolongarse por siempre, sumergiendo al mundo en su vicioso abrazo y dejando a la cantina flotando en un abismo. La imagen era perturbadora. Como algo salido del programa de televisión Fuera de Limites.

    La nieve continuaba cayendo y no había dejado de hacerlo por el día y la noche anteriores. Gordos y brillosos copos que pasaban a través del fondo aterciopelado de la noche, haciendo a la penumbra misma parecer viva con su movimiento. Harry tiritó; el arcaico calentador de la cantina era inadecuado para vencer el frio. Incluso el calor de la chimenea estaba perdiendo la batalla contra el congelado invasor.

    Solo Dios sabe cómo le hare en mi viaje de regreso a casa esta noche sin ningún taxi funcionando. ¿Tal vez Steph me deje acostarme aquí hasta el amanecer? Espero y no.

    Harry se estiró por su cerveza y la acercó, colocada sobre su muslo mientras permanecía de lado en la banca. Pasó un dedo sobre su anillo de bodas y pensó en el día que Julie se lo había puesto por primera vez. Sonrió y sintió la calidez de la nostalgia recorrer su cuerpo, pero luego sus ojos cayeron en la gruesa e irregular cicatriz que recorría el dorso de esa misma mano y las sensaciones de alegría se evaporaron. La vieja herida tenia forma de estrella y traían de vuelta recuerdos mucho más oscuros que el día de la boda de Harry. Era algo en lo que no se atrevía a pensar.

    Dio otro sorbo a su cerveza y casi lo escupe. En solo dos minutos desde la última vez que la probó, la lager estaba completamente desabrida, como si algo le hubiera literalmente drenado la vida. Antes de que Harry pudiera pensar en lo que significaba, un extraño entró a la cantina.

    Un segundo después, las luces se apagaron.

    Capítulo 2

    "¡Maldita sea! Kath maldijo en voz alta y dio un manotazo en la caja registradora del supermercado. Estaba a dos minutos de terminar el corte de caja de las 9 pm y la energía del edificio falló como si alguien hubiera apagado un interruptor. ¡Peter! gritó a la oscuridad. ¡Revisa la maldita caja de fusibles, quieres!"

    Una voz sorda desde la bodega más cercana le hizo saber a Kath que su orden había sido recibida. Suspiró y esperó que se ajustara su visión, preguntándose donde podría encontrar una lámpara o algunas velas (¿Que no tenemos algunas en el Pasillo 6?). El letrero de Salida de Emergencia sobre la entrada del supermercado daba un ligero brillo verde tan débil que no podía resaltar ni sus uñas acrílicas frente a su rostro.

    Kath escuchó el eco de pasos en el pasillo de Panadería y Repostería.

    ¿Quién está ahí? preguntó.

    La inesperada proximidad de la voz dio un susto a Kath. "Soy yo, dijo la voz, Jess."

    ¿Jess? ¡Muchacha estúpida! Me has dado un susto.

    Disculpa, Kathleen. No fue mi intensión. ¿Sabes porque se fue la luz?

    No. Le he dicho a Peter que revise la caja de fusibles.

    Buena idea. ¿Crees que somos solo nosotros, o toda el área?

    Kath encogió sus hombros en la oscuridad. "¿Cómo voy yo a saber? Sal por enfrente y ve por ti misma.

    Bien, dijo Jess alegremente, antes de moverse hacia la entrada principal de la tienda dando saltitos. Su silueta se volvió fantasmal mientras se acercaba al pulsante brillo verde de la Salida de Emergencia.

    Kath aclaró su garganta. ¿Y bien? ¿Que estas esperando?

    Jess empujó para abrir la puerta. Un frio estremecedor entró al supermercado, recorriendo hasta el último rincón como una horda de ratas chillonas. El clima afuera era tan malo que era como abrir las puertas del infierno.

    Kath espero impaciente mientras Jess cautelosamente sacaba su cabeza por la puerta y miró a la izquierda y la derecha, luego izquierda y derecha de nuevo. Finalmente, volvió a meterse y cerró la puerta. Cuando volteó hacia Kath, el uniforme de la chica estaba salpicado de nieve.

    El clima afuera esta looo-coo! dijo Jess. Con mayúsculas.

    Kath suspiró. ¿Qué hay de las luces? ¿Están prendidas en algún otro lugar? ¿Qué hay de La Trompeta? La sucia cantina estaba al lado opuesto sobre la colina.

    No pudo ni ver la cantina, dijo Jess. No puedo ver la tienda de películas ni ninguna otra. La nieve está cayendo como si fuera el fin del mundo.

    ¡Fantástico! Kath agitó su cabeza y sintió como le comenzaba la migraña. Si toda el área presentaba la falla entonces forzosamente tendrá que sentarse y esperar a que la compañía eléctrica se levantara de sus sobre pagados traseros y hacer algo al respecto.

    ...y sabrá Dios cuanto tiempo tardaría eso. ¿Dos minutos? ¿Dos horas?

    Kath no podía activar las alarmas e irse a casa sin antes cerrar las cajas registradoras, y no podía hacer eso sin energía. Tomo un respiro profundo, antes de dejar salir el frio aire por sus fosas nasales. Que miserable desperdicio de intelecto, pensó, estar atrapada en este miserable lugar diez horas al día.

    Vuelvo en un santiamén, dijo Jess, estando aun parada junto a la salida de emergencia. Nunca se tarda tanto Kathleen. Te diré algo, tomare una pequeña caminata hacia la cantina y ver si alguien sabe algo, ¿Está bien? Sin esperar por una respuesta, Jess se escabullo a través de la salida y fue inmediatamente tragada por la nieve y la oscuridad afuera.

    Un segundo después era como si la chica nunca hubiera estado ahí.

    Kath suspiró, se recargo en el cojín roto del banquillo del cajero, y se froto la frente que le dolía. Escalofríos recorrieron arriba y abajo su espina dorsal y la hizo encorvarse. Era el peor invierno en la historia de la Gran Bretaña y estaba atrapada en un edificio sin energía. Dentro de poco el lugar se convertiría en una nevera.

    Al diablo con esto, decidió Kath. Llamó al Sr. Campbell para ver si había una oportunidad de dejarla cerrar las cajas registradoras en la mañana. Debería estar agradecido con ella por el solo hecho de presentarse en este clima. Deslizó la punta de sus dedos sobre la helada superficie del escritorio del cajero y busco el teléfono. Al principio encontró solamente una grapadora y algunos bolígrafos, pero eventualmente el costado de su mano encontró lo que estaba buscando y tumbó la bocina del aparato. Se cayó del escritorio y se columpió del cordón. Después de un par de manotazos a medio ver, Kath atrapó la bocina del teléfono y lo colocó en su oreja. Presionó los botones de la base del teléfono, esperó un poco, después presionó de nuevo.

    No había tono.

    Perturbada, Kath colocó de nuevo la bocina en la base, antes de levantarla una vez más e intentarlo de nuevo.

    Nada.

    ¡Por favor, por el amor de Dios! Kath se buscó en los bolsillos de su camisa de trabajo y localizó su teléfono móvil. Lo sacó y encendió la pantalla iluminada para mostrar el teclado. Seleccionó el número del Sr. Campbell de la memoria del teléfono y presionó el botón verde de LLAMAR, antes de poner el teléfono en su oreja y esperar.

    Diez segundos pasaron y Kath alejó el teléfono de su cabeza y volteó a verlo. Apenas podía contener su frustración cuando vio SIN COVERTURA DE RED mostrado a través de la parte superior de la pantalla.

    ¡Por amor de Dios!

    Antes de que Kath pudiera poner en orden sus ideas, una voz de hombre hizo eco en la oscuridad. ¿Señorita Hollister?

    La voz tenía un nasal acento Polaco.

    Peter, dijo Kath, más calmada de lo que se sentía. ¿Revisaste los fusibles?

    Si, Srita. Hollister. Necesito mostrar algo. Venir.

    Kath rodó sus ojos. Habla correctamente, por amor de Dios. Si vas a venir aquí, por lo menos aprende el idioma.

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