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El instante infinito
El instante infinito
El instante infinito
Libro electrónico327 páginas5 horas

El instante infinito

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Un viejo desván en una casa desconocida, un golpe en la cabeza y un extraño libro llamado "El instante infinito" aparecen como única compañía en una particular e inexplicable situación en la que el protagonista no consigue comprender lo que le está sucediendo. Sumido en una extraña y caprichosa amnesia no puede recordar quién es, dónde está ni cómo llegó allí.
El miedo, la angustia y el desconcierto serán las emociones desde la que comenzará la búsqueda de una explicación racional a lo que está viviendo.
Para ello se sumergirá en un apasionante viaje en el que psicología y espiritualidad se verán las caras para experimentar la infinitud que puede encerrarse en cada instante. Así irá recorriendo poco a poco un camino de autodescubrimiento personal y espiritual en el que se desatarán profundas luchas interiores que harán posible un apasionante viaje a los límites de su racionalidad.
La música heavy aunque también de otros estilos, la naturaleza, experiencias oníricas y flashes de memoria brotados de su subconsciente así como la aparición de enigmáticos personajes lo guiarán y envolverán en una aventura cuyo fin no es otro que descubrir la Verdad.
Un novela basada en la experiencia de un cursillo de cristiandad en la que Eduardo Bonnín serán uno de los personajes que acompañarán al protagonista en esta aventura en la que la literatura habla de literatura, a través de reflexiones y momentos increíblemente filosóficos llenos de emociones donde el Amor y la amistad se darán plenamente para descubrir todo lo que encierra un instante infinito.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento31 dic 1969
ISBN9781370840373
El instante infinito
Autor

Rafael Alejandro Gutiérrez Cantero

Rafael Gutiérrez Cantero, algecireño, nacido en 1974. Curso sus años de estudio en el Colegio Salesianos de Algeciras. Licenciado en Psicología a la que se ha dedicado desde hace 17 años en sus facetas de neuropsicólogo, psicólogo sanitario e hipnólogo clínico. Actualmente ejerce en el Hospital Puerta del Mar de Cádiz, en los servicios de neurología y neurocirugía, además de codirigir el centro Neuroacciona en la capital gaditana y colaborar con distintas clínicas de la provincia de Cádiz y Málaga. Gran parte de su vida profesional la ha dedicado al mundo asociativo, dirigiendo hasta el año 2015 la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer de La Línea.Durante 5 años ha sido vicepresidente del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la diócesis de Cádiz y Ceuta, al que ha pertenecido de manera activa desde que realizó su cursillo en 1.999, despertando una fe que hasta entonces no existía.Además de estas facetas ha participado como formador del Distrito Sanitario del Campo de Gibraltar, así como en diversos cursos, jornadas o congresos como ponente. También ha colaborado con medios de comunicación hablando de la Enfermedad de Alzheimer, compaginándolo con espacios dedicados a la fe y al Movimiento de Cursillos. Su faceta literaria comienza con la novela “El instante infinito” en la que aúna distintos géneros como el ensayo, la ficción o la autoayuda, abriendo así un amplio campo por el que proseguir su carrera de escritor.

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    El instante infinito - Rafael Alejandro Gutiérrez Cantero

    Prólogo

    Querido amigo lector:

    La Vida es un regalo para ser vivido plenamente: para extraer de ella todo lo que nos ofrece y entregarle a ella y a cuantos la viven con nosotros lo mejor de cada uno.

    La vida siempre es dualidad; a veces excluyente y otras complementaria. En esa dualidad existimos y nuestra elección determina y marca nuestra existencia.

    Amistad y soledad, amor y odio, éxito y fracaso, finitud e infinitud, ilusión y hastío, voluntad y pereza, apertura al mundo y exclusión… y así podríamos enumerar un infinito número de ellas.

    Desde este convencimiento, tengo el miedo y la inmensa satisfacción de presentaros al autor de esta obra literaria titulada El Instante Infinito con quien he vivido desde la más verdadera y profunda amistad el miedo y la valentía, la duda y el firme convencimiento, y el sincero sentimiento que le lleva a escribir este libro que tienes en tus manos.

    El Instante Infinito nace de la experiencia del propio instante infinito del autor, vivido intensamente en un Cursillo de Cristiandad y que conformó desde lo más íntimo y profundo su vida. Es por ello que hoy se presenta al mundo como resultado de su ser psicólogo y su ser cristiano enamorado de Jesucristo.

    El Instante Infinito es un libro que habla de amistad y de fe; realidades que en nuestro mundo parecen estar olvidadas.

    La Amistad con mayúsculas, entrega silenciosa e incondicional entre los corazones, es vivida por el autor con quien escribe este prólogo y, además, vivida desde la seguridad de que junto a nosotros camina Jesús de Nazaret, haciéndola cada día más auténtica e infinita.

    Por eso, es en este momento cuando debo agradecer al autor la confianza depositada en mi para prologar esta obra que, con tanta esperanza, pone en el mundo para sembrar De Colores la sequedad del mismo.

    El Instante Infinito es otra dualidad paradójica que llega hoy y ahora a tus manos. Aunque pueda parecer una novela, no es solo eso; es mucho más. En la infinitud del instante podrás encontrar precisas reflexiones que te ayudarán a ser y vivir más y mejor. Podrás encontrar grandes ideas y pensamientos que podrán abrirte a la fe en el Padre misericordioso y también podrás encontrar sentencias que te ayudarán a vivir, como decía al inicio, plenamente el regalo de tu Vida.

    Comentaba al comienzo que, ya desde el germen de la obra, conocía el sincero propósito con el que el autor la escribía:

    Lograr que quien la lea viva su Instante Infinito; viva ese momento único en el que el corazón da un vuelco y siente que nunca ha estado solo. Y desde ahí, comienza a entender toda su vida y comienza a vivir una vida plena junto a Jesús, Amor Infinito que te lleva a repartir y compartir lo que eres, lo que vives, lo que tienes y lo que sientes.

    Querido lector:

    Tienes en tus manos la posibilidad de vivir una maravillosa aventura.

    Lee este libro sin prisas, sin querer adelantarte. Intenta pensar lo que estas letras van a ir dejando caer dentro de ti.

    Y ve dejando que la infinitud entre en tu finito ser.

    Tienes en tus manos la posibilidad de vivir la dualidad del Instante Infinito.

    ¡Comienza ahora!

    Natalia Guerrero Hierro

    Capítulo 1

    Despertar…

    "Comienzas a leerme… Comienza la aventura…

    Comenzar a leer un libro tiene algo mágico… Las primeras palabras de la primera página son el inicio de un viaje fascinante y maravilloso en el que puedes navegar por mundos imposibles y que puede llevarte a experimentar una gran variedad de sensaciones intensas y profundas. Incluso en algunos casos, es posible que despierte en ti reflexiones que cambiarán realidades de tu vida… y todo está escondido en el interior de unas simples y sencillas tapas…

    Me tienes en tus manos. Tienes un viaje preparado. Un recorrido por delante que terminará cuando tú quieras, quizás aquí. Quizás éstas sean las últimas palabras que leas…

    o sigues acompañándome en este párrafo con la intención de sumergirte en un nuevo mundo. Un mundo encerrado en unas páginas que se hace realidad cuando alguien como tú lo toma entre sus manos, se sumerge en su interior y le da una oportunidad sincera…

    ¿Cómo he llegado a tus manos? Piénsalo por un momento… ¿Podía no ser éste el libro que ahora tienes delante? Seguro que ha habido un pequeño o gran cúmulo de circunstancias que se han dado, o que han dejado de darse para que sean estas letras las que ahora lees o, por el contrario, para que estas letras no estén siendo leídas y estén encerradas en un libro abandonado en algún lugar…

    Aunque en realidad, yo fui escrito para que tú me encontraras…

    Un libro como yo tiene vida y, al igual que a ti, la vida le vino dada… Y un libro como yo tiene un propósito y, al igual que en ti, ese propósito existe para ser descubierto… ¿Quién sabe si mi propósito y el tuyo son descubiertos a la vez o, incluso, descubrimos que son el mismo?

    Será precioso acompañarte durante algunas horas o durante algunos días… formar parte de ti. Estar en tus manos, ocupando tu atención aunque te rodeen ruidos y personas. Da igual. En el sofá, en la cama, en el baño, en el autobús, en el metro, en la piscina o en la playa o en cualquiera de esos lugares y momentos en los que decides acompañarme en mi mundo aunque tu cuerpo siga en el tuyo…

    Cuando tú y yo nos unimos pueden pasar cosas maravillosas… Puedes descubrir cómo tu mente abre nuevas puertas, cómo la profundidad de los pensamientos alcanza dimensiones extraordinarias… Tú, unas letras en un orden específico y un instante de conexión, hacen que no haya medida para medir el tiempo o el espacio. Estás conmigo, estoy contigo, todo lo demás queda fuera…

    Construye el mundo cuyos bocetos están insinuados dentro de mí. No es mío y no lo será. Serás tú quien haga realidad una historia digna de ser recordada o quien deje pasar la oportunidad…

    Sí. De ti depende… Serás tú quien lleves las riendas… o quien, en caso contrario, cedas a otros la responsabilidad de llevar las riendas de tu vida…

    Quizás estés pensando si éste es un buen momento para empezar a leerme, porque hay etapas en la vida en la que se está más centrado, más abierto a aprender, dispuesto a buscar cosas nuevas, a ampliar conocimientos… y otras en las que no se está para nada.

    A veces se abre un libro simplemente para evadirse, sin querer encontrar nada excepto dejar de pensar… Son esos libros los que se leen con mil pensamientos revoloteando, volviendo una y otra vez a comenzar el párrafo anterior porque la mente no está en lo que está…

    ¿Es éste un buen momento? Pregúntatelo con tranquilidad… No hay prisa… Piensa que eres importante, fundamental para que la magia exista…

    Si te dispones a comer con tu estómago saciado, se escapa la posibilidad de saborear, de disfrutar con las sensaciones que los alimentos crean en tu paladar… ¡Se te escaparán tantos detalles! Si por el contrario lo haces cuando tienes mucha hambre, disfrutarás de alimentarte, de llenar tu estómago, de cubrir las necesidades energéticas del organismo y el placer será simplemente eso: El instinto cubierto…

    Pero si lo haces en el momento oportuno, disfrutarás intensamente de un plato dispuesto a excitar tus sentidos, a envolverte con su aroma y a embriagarte con su sabor, permitiendo con cada bocado que en el interior de tu boca experimentes maravillosas mezclas de texturas, sabores y sensaciones que te llevarán a disfrutar el momento y a sacar el máximo partido de esa creación y los sutiles matices contenidos en ella.

    Por eso es importante que busques el momento oportuno…

    Hay una gran noticia que seguro que ya has experimentado pero quizás no hayas aún descubierto: Cuando quieres algo, corres el riesgo de conseguirlo.

    Si quieres leerme busca el momento… Convierte este momento en el oportuno. Haz realidad tu proyecto aunque sea tan simple como situarte psicológica o espiritualmente frente a un libro para disponerte a disfrutarlo intensamente y sacar el máximo partido a su lectura, a mi lectura.

    Y como ves, está escrito busca el momento y no encuentra el momento aunque el primero se hace para acabar en el segundo. Encontrar el momento puede ser fruto del azar, de la casualidad, pero no habrá más mérito que la fortuna.

    Por el contrario, buscar el momento es una realidad distinta. Es una acción movida por tu decisión. Y cuando la búsqueda es en tu interior, a lo que estás invocando es a tu capacidad de crear, de crearte. Así que, si hablamos exclusivamente de ti, buscar es simplemente el primer paso de encontrar pero pasando irremediablemente por ese precioso verbo que no es otro que crear.

    Dicho esto, te propongo lo siguiente: Crea el momento oportuno y haz que sea ahora el instante perfecto para sumergirte, para sumergirnos juntos en esta nueva aventura.

    ¿Sabes? Es ilusionante formar parte de tu vida. No sé cuántos libros has leído hasta ahora o si yo soy el primero, pero se creará una unión entre nosotros que ya nunca acabará. Me harás un espacio en tu baúl de recuerdos y allí permaneceré para salir cuando tú quieras, guardado en tu interior… Será precioso que así sea no porque entré a través de tus retinas, sino porque lo hice a través de tu mente, de tu ser… y el espacio no quedó relegado a tu hipocampo (donde aprendemos y guardamos la información de usar y tirar) por el mero hecho de estar delante tuya y abusar de tu paciencia, sino porque quisiste guardarlo en tu amígdala, donde las emociones sellan las experiencias para no ser olvidadas… Otros lo llamarían corazón…

    Como te he dicho, da igual lo que haya afuera, a tu alrededor… Es como ahora: puede que haya múltiples ruidos o personas a tu alrededor, pero da igual. Tú estás aquí, conmigo. Los ruidos están, y quizás ahora los notes más y pasen a alcanzar protagonismo porque hablamos de ellos… pero ¡han estado ahí desde el principio! Y no han sido un problema…

    Pues igual ocurre con los problemas o las preocupaciones: pueden estar martilleando constantemente pero, si tú decides que se queden fuera, allí se quedarán. No callarán, al menos en principio, pero al igual que los ruidos, se quedarán fuera aunque ahora, al haberlos invocado (como a los ruidos) puedan haberse hecho un hueco en tu momento… Da igual.

    Lo importante no es lo que te llega, sino lo que haces con lo que te llega… Cuántas personas han descubierto con alegría, incluso con alivio que no eres dueño de los pensamientos que te llegan, pero sí eres dueño de lo que haces con los pensamientos que te llegan…

    El cerebro genera millones de pensamientos, todos los yos gritan y susurran a la vez, discuten, imponen, insinúan, muestran, exponen, concluyen, inspiran, fuerzan, proponen, inundan… Sí. Allí están todos los yos con sus anhelos, con sus deseos, con sus obligaciones, con sus deberes o con sus apetencias intentando que sean asumidos por ti… Y es verdad que ocurren dentro de ti, pero no sería del todo honesto si los rubricaras con tu firma. De hecho, que estén dentro de ti no significa que sean tuyos…

    Es maravilloso cuando es descubierta una realidad sencilla pero exquisita: Tú llevas las riendas de tu vida… y es bueno que te des cuenta cuanto antes.

    Sí. Todo pensamiento puede inundarte constantemente, incluso incapacitarte para pensar en otra cosa… al menos durante un tiempo mayor que el deseado. Pero si tú quieres, puedes decidir qué hacer con ese pensamiento. Tienes ese don, tienes esa cualidad: eres libre.

    Eres libre para sentirte dolido por una palabra o para perdonar una bofetada… El ser humano no es una simple cadena de acción-reacción aunque muchas veces se comporte así. Hay un espacio, un espacio enorme entre la acción y la reacción, entre el pensamiento y la decisión: Tú.

    Quizás me estés entendiendo. Si es así, decide. Acostúmbrate a utilizar ese verbo: Decidir. Dale sentido a tu vida con tus decisiones. Recuerda que hay elecciones que sirven para saber si sigues leyendo un libro o no… o para darle sentido a tu vida".

    En ese momento levantó la mirada y se sorprendió con lo que acababa de leer. Todo era extraño y ese libro no era más que otra circunstancia extremadamente peculiar a la que no le encontraba explicación.

    De hecho, nada ocurrido en las últimas horas tenía sentido… O todo lo contrario; tenía una intención meticulosamente planificada por alguien de quien él era completamente desconocedor.

    Un rato antes de ese momento se encontró de pronto en ese lugar sin saber cómo había llegado allí. Miraba a su alrededor y no entendía nada…

    -¡Dios mío! ¿Cómo he llegado aquí? -se decía a sí mismo totalmente desorientado-.

    Sentía un agudo dolor en su cabeza debido a un golpe que debía haber recibido hacía quizás algunas horas… Había sangrado un poco, pero cuando recobró la conciencia la sangre de la herida ya se había secado, dejando únicamente un dolor de cabeza intenso y una costra de sangre que apelmazaba parte de su oscuro cabello en la parte occipital derecha de su cráneo.

    Cuanto más miraba a su alrededor más extraña le parecían las circunstancias que le rodeaban.

    -No lo entiendo. No sé qué hago aquí ni por qué tengo esta herida.

    Llevaba consciente solo unos segundos pero con el instinto de supervivencia golpeando en sus sienes, intentaba explorar su entorno buscando alguna pista de su paradero y, aunque todo le resultaba familiar, no era capaz de reconocer aquella estancia que lo observaba con aires de superioridad.

    Estaba en un amplio desván dramáticamente iluminado por una enclenque bombilla cuyo tenue destello permitía descubrir la tétrica decoración salpicada de numerosas telas de arañas repletas de restos de insectos que a modo de calendario servían para calcular la última visita humana…

    El suelo de la habitación parecía sembrado de cajas que la vida había ido amontonando con sus sobras… Un par de estanterías metálicas vestidas de óxido y algunas abolladuras, aguantaban resignadas varios estantes a medio llenar con anticuadas piezas de decoración, cajas de plástico cerradas y algunas otras más de cartón con alguna publicidad escrita en tonos azules tan despintados como su actualidad. En una de las esquinas de aquel lugar reposaba un amasijo de lámparas amontonadas de diversos estilos, algunas con mugrientas bombillas aún colocadas cuya probabilidad de no estar fundidas podría alcanzar cantidades millonarias en las casas de apuestas, así como otras claramente rotas, cables mezclados, alargadores y herramientas mordisqueadas por el óxido que podían echar a andar de un momento a otro… También había algunas cestas de mimbre llenas de telas estropeadas y sucias que alguna vez ofrecieron sus servicios enfundando los cojines de algún antiguo y desaparecido sofá.

    En lo alto del último estante de aquel monstruo metálico de tez oxidada había numerosos hierros de distintos grosores y tamaños y una gran carpa mal doblada que los cubría parcialmente. La pequeña bolsa de plástico que sobrevivía milagrosamente atada al extremo de uno de esos hierros llena de tornillos y tuercas le hizo concluir que se trataba de un velador o una caseta que llevaba años gozando de una inmerecida jubilación.

    En los estantes inmediatamente inferiores invernaban distintas herramientas descuidadas y desordenadas entre las que podía observar un taladro sin broca, dos martillos; uno de ellos de mayor tamaño, una llave inglesa cuyo óxido alcanzaba la categoría de entidad propia y una pesada y enorme llave grifa de fontanero de un casi imperceptible color rojo carcomido que también necesitaría grandes dosis de aceite para volver a ser útil. Al lado, en una vieja caja de fruta también se podían adivinar destornilladores, bombillas, trozos de cable, un serrucho y muchas brochas cuya dureza serían la envidia de cualquier taxidermista.

    Los estantes de abajo ofrecían a la vista más material de pintura: Latas de diversos colores, cubetas, rodillos usados, disolventes y otras botellas de plástico de etiquetas totalmente ilegibles completaban el catálogo fúnebre de una droguería.

    Apoyado sobre la estantería desafiaba la ley de la gravedad un viejo parque para bebés de color azul cuyo milagroso equilibrio fue lo primero que pudo ver cuando abrió los ojos al volver en sí.

    Aún no entendía cómo había llegado a ese original mercadillo inanimado; ni mucho menos cómo su cuerpo acabó precipitado en el viejo y rústico suelo de barro cuyas gruesas llagas le habían dejado un autógrafo en su mejilla derecha, lo que indicaba que había estado ahí recostado en la misma posición durante un prolongado espacio de tiempo.

    La habitación, estaba claro, era un trastero de una casa ordinaria, de una familia con, al menos, un hijo lo suficientemente mayor para no necesitar el parque azul.

    Pensaba en un posible secuestro, pero la verdad es que tanta cantidad de material a su merced le hacía no tomarse muy en serio esa idea, ya que, en ese caso, el secuestrador no hubiese sido muy inteligente.

    Pero, casi a la vez, brotaba otra hipótesis que, muy al contrario, le llevaba a elevar a la categoría de tragedia aquella situación: Era posible que pudiera tratarse de un psicópata muy seguro de sí mismo, con la suficiente inteligencia para hacer infructuosa cualquier aparentemente sencilla huida de ese lugar y, solo para divertirse aún más le ofrecía gastar una infinita cantidad de alternativas capaces de llenar varias temporadas de series americanas en las que los asesinos se doctoran cum laude en carnicería avanzada…

    ¿Estaría siendo vigilado? Buscó torpemente con la mirada alguna cámara escondida.

    Casi antes de comenzar la exploración, la lucha de pensamientos le hizo reducir la intensidad de la búsqueda tildando de precipitada la hipótesis del secuestrador psicópata.

    Esos primeros minutos se antojaban angustiosos por la falta de memoria, el dolor de cabeza y la extraña situación en la que se veía inmerso.

    La situación pellizcaba su estómago con fuerza, acompañado de una tensión muscular que se hacía más evidente en sus mandíbulas y en la parte posterior del cuello, donde la presión se transformaba en dolor de cabeza.

    Intentó tranquilizarse a sí mismo pensando que, aunque la situación fuese muy extraña, habría una explicación que justificara su estancia allí sin tener que formar parte de una novela de terror.

    Intentaba pensar, pero no era capaz de adivinar nada. Estaba totalmente bloqueado.

    - Quizás cuando se me vaya pasando el dolor de cabeza pueda intentar recordar con más éxito -pensó-. De hecho, debo sufrir una amnesia transitoria fruto del golpe recibido y, en cuestión de minutos, volveré a recordar…

    ¡Recordar!… Caer en la cuenta de la posible amnesia hizo que, inconscientemente, dejara de examinar su entorno para poner a prueba su memoria:

    - ¿Quién soy? -se preguntó con asombro-.

    No podía responder a esa pregunta. La angustia aumentó al ser consciente de que estaba tan perdido externamente como lo estaba en su interior.

    - No puede ser. Soy capaz de identificar las cosas que veo, sé los nombres de los objetos, mantengo la capacidad de razonar ¡Incluso soy capaz de entender que estoy sufriendo un episodio de amnesia! ¿Cómo no voy a saber quién soy?

    Los pensamientos bullían en su interior generando miles de caminos distintos que se iban superponiendo con tanta velocidad que no le permitía adentrarse en ninguno, sirviendo solo para acrecentar la frustrante sensación de querer andarlos todos a la vez y no dar siquiera un paso….

    -Tengo que ordenar un poco mi mente… Tranquilízate -se decía a sí mismo como si suplicase un poco de ayuda a la persona que presidía el momento hasta que su verdadero yo hiciese acto de presencia-.

    Volvió a valorar todas las posibilidades intentando ordenar la situación para poder dar prioridad a lo que, en ese momento exacto, fuese de mayor utilidad para su supervivencia.

    De manera imperceptible se coló una sutil pero agradable impresión de sí mismo al comprobar como salía de él un intento de poner cordura a un escenario tan insólito.

    - Quizás me guste cuando descubra quién soy -pensó furtivamente mientras seguía destinando su esfuerzo mental a organizar sus pensamientos para comenzar una estrategia con la que hacer frente a la situación-.Vamos a ver: la memoria me llegará en algún momento y no puedo hacer nada ahora para que vuelva. Es mejor analizar el entorno e intentar descubrir dónde estoy y si verdaderamente corro peligro.

    Parecía que su determinación había producido en él el efecto deseado y, de nuevo, el protagonismo se situó en lo que le rodeaba.

    Era de noche. Se podía advertir por el oscuro lienzo natural que ofrecía la pequeña ventana empotrada entre la parte alta de la pared y el techo. En realidad, eran dos ventanas encaradas una frente a otra en los dos extremos de aquel trastero. El tamaño de los ventanucos no parecía que alcanzara los treinta centímetros de alto, lo que no permitía ilusionarse con la posibilidad de escapar a través de ellas.

    - …Al menos en principio -se dijo a sí mismo intentando evitar una situación que le despertaba un gran malestar por el hecho siquiera de valorarlo-.

    Eso hizo que, como el flash de una cámara fotográfica, le viniera rápida y vívidamente a su cabeza una pesadilla que, desde pequeño, le atormentaba y le hacía despertar lleno de angustia.

    - Tengo miedo a quedarme encajado en un lugar pequeño -se repitió lentamente, casi silabeando con sorpresa, como queriendo descubrir a través de esa frase un hilo del que tirar para recuperar su memoria-.

    Era sorprendente como podía recordar perfectamente ese sueño que le martilleaba desde muy pequeño:

    Se veía jugando en la calle, en una época anterior a la suya. Todo su sueño era en blanco y negro, tintado con ese vetusto color sepia de las fotografías de mediados del siglo XX.

    Allí estaba él, ataviado con un pantalón corto de color oscuro y una camisa blanca remangada torpemente a la altura de sus codos; unos calcetines blancos y unos gruesos zapatos negros completaban su indumentaria. No debía tener más de cinco o seis años. Jugaba y se divertía con su amiga, quizás un año mayor, que dirigía el juego o al menos eso percibía él.

    Ella, morena, de pelo corto y rizado, lucía un vestido de color blanco, con unos calcetines también blancos y unos zapatos negros que alguna vez había oído decir que eran llamados Merceditas, caracterizados por una abertura en el empeine del pie que lo dejaba al descubierto a excepción de una trabilla que cruzaba ajustándose en una hebilla metálica situada en la parte exterior del pie.

    Sentía que era una bonita amistad aunque no era capaz de escuchar la conversación que mantenían mientras jugaban en una calle en la que no había coches y no se advertía ningún peligro.

    En un momento del sueño, aquella niña le invitaba a subir a su casa a merendar. Él la acompañaba con muchas ganas mientras ella le contaba lo mucho que le iba a gustar conocer a sus padres.

    Cuando llegaban al portal, los ojos se le iban a un majestuoso portalón de madera maciza. Probablemente, cada uno de los gruesos listones eran de madera de roble. Tenía tachuelas y tornillería forjada, pero lo que más llamaba la atención eran las dos enormes aldabas repartidas a cada hoja de los dos portones. Eran también de material forjado y de idéntica forma; cada uno de ellas dibujaban la cara de un angelito de rostro dulce y rechoncho que, con media sonrisa, parecía que invitaban a entrar. Asomaban por detrás de sus diminutos hombros dos pequeñas alas que hacían reconocible la naturaleza angelical de cada querubín.

    Una enorme argolla articulada surgía del torso de cada uno de los hospitalarios angelitos cuya estructura finalizaba con una chapa plana que servía para golpear el grueso y pesado aro. En este caso la pequeña niña no llegaba a utilizarla. De hecho no hubiera podido hacerlo debido a la altura a la que estaban situados. Al entrar en el zaguán la luz se ahogaba, encontrándose ambos en una sala amplia, sin ninguna otra puerta, que daba la bienvenida ofreciendo el frescor característico de las estancias de techo alto.

    El suelo era de piedra y dejaba entrever que debía ser muy antiguo y aparentemente valioso. Era un pavimento que recordaba a los utilizados en la dominación romana. Se veía tan gastado y brillante que era difícil no disfrutar de la vista de aquella superficie que tantas veces pudo haber sido pisada a lo largo de los siglos. Estaba claro que su amiga era de clase social muy alta, o al menos eso era lo que intuía a medida que se adentraba en su hogar.

    Pero mientras él estaba admirando aquellas baldosas, sin saber cómo, su pequeña y ágil amiga se había encaramado en una esquina del alto techo abriendo una pequeña portezuela e invitándole a entrar.

    - ¿Cómo? ¿Por ahí? -preguntó él totalmente sorprendido buscando inútilmente una escalera o cualquier otra forma de llegar hasta la trampilla-.

    - ¡Claro! Sígueme -repuso ella sonriente como respondiendo a una ridícula obviedad-.

    La entrada era increíblemente ajustada. De hecho, si difícil era llegar hasta ella, resultaba imposible atravesarla incluso por cuerpecitos tan pequeños como los suyos. Aún así, su risueña amiga con una pericia asombrosa se adentraba en la planta de

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