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Eco-Imperialismo: La Pobreza Es El Peor Contaminante
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Libro electrónico288 páginas4 horas

Eco-Imperialismo: La Pobreza Es El Peor Contaminante

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Traducido y de Federico Palavecino esta nueva traducción al español del impactante libro de Paul Driessen, Eco-Imperialismo: La pobreza es el peor contaminante, explica los intolerables impactos de las políticas eco-imperialistas. Material actualizado expone las tácticas y financiamiento del Monstruo Verde, y los recientes esfuerzos de fundamentalistas ambientales para promover sus agendas contra los combustibles fósiles y el desarrollo económico, alegando que el mundo enfrentará catástrofes climáticas y ambientales si sus programas no son implementados.

Eco-Imperialismo: La pobreza es el peor contaminante expone nuevas ideas respecto a cuestiones sobre energía, responsabilidad social corporativa, desarrollo sustentable y otras áreas donde los activistas tratan de ocupar una posición de superioridad moral. El libro documenta como políticas verdes fundamentalistas perpetúan la pobreza, enfermedades, desnutrición y muerte prematura en los países en desarrollo. Los temas incluyen:

* Daños causados por negar a la gente los beneficios de acceder a un suministro eléctrico confiable y cultivos genéticamente modificados resistentes a las plagas;

* Enfermedades, devastación económica y muertes infligidas al negar a las naciones el acceso a DDT y otros pesticidas que ayudan a prevenir la malaria; y

* La desnutrición, ceguera y muerte que podrían reducirse dramáticamente si los fundamentalistas del medio ambiente terminaran su equivocada oposición al Arroz Dorado.

Como señala Driessen, las personas morales que buscan justicia, igualdad de oportunidades y un futuro mejor para todos ya no pueden ignorar o tolerar las consecuencias reales y previsibles de políticas ambientales equivocadas.
IdiomaEspañol
EditorialBookBaby
Fecha de lanzamiento15 ago 2017
ISBN9781543909623
Eco-Imperialismo: La Pobreza Es El Peor Contaminante

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    Eco-Imperialismo - Paul K. Driessen

    VA

    1. Irresponsabilidad Social Empresaria

    British Petroleum, una compañía con base en el Reino Unido, se convirtió en el segundo mayor productor mundial de hidrocarburos en 1998, cuando finalizó una fusión de US$ 55.000 millones con Amoco Corporation y cambió su nombre a BP Amoco. Después de una fusión de US$ 36.000 millones con Arco el año siguiente, la compañía adoptó un nombre más simple, BP.

    Ahora, sin embargo, según dicen las campañas de marketing corporativo, BP ya no significa British Petroleum (Petróleo Británico), sino Beyond Petroleum (Más Allá del Petróleo). [La campaña de US$ 200 millones por dos años fue preparada por OGLIVY & MATHER WORLDWIDE.]

    La compañía instaló costosos paneles solares en 200 de sus 17.000 estaciones de servicio y, en un período de dos años, gastó cerca de US$ 200 millones en una multitud de ingeniosos avisos publicitarios en diarios, televisión y anuncios en la vía pública. Todos llevaban los mismos mensajes básicos: Protegemos el medio ambiente, apoyamos vigorosamente el tratado de Kioto contra el calentamiento global, y dedicamos vastas sumas a la energía eólica y solar. Por cierto, todavía producimos petróleo (pero lo producimos más responsablemente que nuestros competidores).

    Entrevistas en televisión y prensa escrita con gente de la calle expandió en los mismos temas. Un aviso sobre el Gran Más Allá anunció que BP era la primera compañía petrolera que reconocía públicamente los riesgos del cambio climático global y establecía un objetivo de reducir sus propias emisiones de gases invernadero. Otro anuncio sostenía que la compañía había introducido voluntariamente combustibles más limpios bajos en sulfuro. Otro más decía "Somos uno de los más grandes productores de gas natural… y estamos invirtiendo en las nuevas fuentes de energía del futuro – hidrógeno y viento. Es un comienzo."

    Un enorme anuncio en la vía pública en Washington DC audazmente proclamaba: "Solar, gas natural, hidrógeno, viento. Y, oh cierto, petróleo. Es un comienzo." Otro intentó llevar este mensaje más allá de la prueba de la risa: "Creemos en la energía alternativa. Como un cappuccino hecho con energía solar."

    Los anuncios no pasaron desapercibidos. Conservadores, ambientalistas y periodistas se manifestaron confundidos, escépticos e incluso indignados. Más de un crítico sugirió que la credibilidad del mensaje Beyond Petroleum estaba claramente resumida en el hecho que los enormes (10 x 20 metros) avisos en la vía pública estaban hechos de vinilo – un plástico derivado del petróleo.

    Por cierto, los avisos deformaron la verdad, mencionaron hechos inconvenientes, y confiaron más en la forma como presentaron la información que en la ciencia, economía o realidad. Críticos amables los llamaron "exagerados" – anuncios grandilocuentes que la mayoría de los consumidores no aceptarían como verdaderos. Otros no fueron tan amables.

    Una importante revista de negocios desaprobó diciendo: "Bueno, por favor: Si la segunda compañía petrolera más grande del mundo está más allá del petróleo, FORTUNE está más allá de las palabras." Varios comentaristas notaron que la inversión de BP de US$ 200 millones en seis años en energías renovables era el mismo monto que gastaron en dos años en la campaña publicitaria de Beyond Petroleum – o un mero 0,2 por ciento de lo que invirtió en comprar Arco y Amoco. [CAIT MURPHY, ¿Está BP mas allá del Petróleo? Difícilmente; Revista FORTUNE, 20 de septiembre de 2002.]

    Activistas holandeses denostaron la campaña corporativa como "hipocresía, sugirieron que BP realmente significa Boiling the Planet [Hirviendo el Planeta], y notaron que la compañía está todavía incrementando la producción de petróleo… y moviéndose hacia la explotación de algunas de las áreas ecológicamente más sensibles del mundo." [La vanguardia de la pintura verde del clima: Shell and BP Amoco, CORPORATE EUROPE OBSERVATORY Issue, sin fecha.]

    Otros simplemente denunciaron la campaña como descarada "pintura verde – desinformación dirigida a presentar una imagen pública ambientalmente responsable. BP, dicen, es difícilmente más allá del petróleo, es todo sobre petróleo. Un bromista incluso sugirió que BP podría querer considerar su crisis de identidad una vez más, cambiar una vez más su nombre, y simplemente llamar a la compañía BS (por bullshit", forma coloquial en inglés para referirse a una mentira burda). [Comunicado de prensa: No sea engañado por la pintura verde corporativa: Grupos entrega la lista de los Top 10 pintados de verde del año 2000. EARTH DAY RESOURCES y www.ecopledge.com, 28 de marzo de 2001 (citando a BP como "uno de los ejemplos más prominentes por su campaña más allá del petróleo); KENNY BRUNO, Propaganda: Pintura verde, Inc." Revista SIERRA, Mayo 2001. Según la Décima Edición de CONCISE OXFORD ENGLISH DICTIONARY [Diccionario conciso de inglés de Oxford] Greenwashing [aquí traducido como pintarse de verde] es la "desinformación diseminada por una organización para presentar una imagen pública de responsabilidad ambiental".]

    Para concluir esto, justo mientras la campaña estaba concluyendo, BP anunció que estaba invirtiendo US$ 6.750 millones para adquirir un interés controlante del 50% en un rico prospecto petrolero en Rusia – y que invertiría US$ 20.000 millones adicionales en los próximos cinco años explorando éste y otros nuevos prospectos alrededor del mundo. Estas decisiones de inversión relejan el hecho que el CEO Lord John Browne fue forzado a bajar los estimados de producción de BP tres veces a fines de 2002, dejando a los inversores menos que satisfechos con el relativo bajo desempeño de la compañía, especialmente comparado con los archirrivales ExxonMobil y Royal Dutch Shell.

    Entonces, si BP alguna vez estuvo realmente Beyond Petroleum [Más Allá del Petróleo] la compañía está ahora definitivamente yendo Back to Petroleum [De Vuelta al Petróleo], en la esperanza que ello le genere mayores ganancias.

    Sin embargo, mucho más está involucrado aquí que simple exageración, hipocresía o pintura verde. La campaña publicitaria también refleja el titánico esfuerzo de BP para mantener la legitimidad de su profundo involucramiento con un movimiento que pretende juzgar las actividades corporativas de acuerdo a un nuevo conjunto de estándares éticos y de comportamiento.

    La Responsabilidad Social Empresaria (RSE) o Responsabilidad Social Corporativa (RSC) sostiene que las compañías no deben conducir sus negocios sólo para promover sus objetivos corporativos y obtener ganancias para sus accionistas – o incluso sólo para proveer productos y servicios que satisfagan las necesidades de los consumidores y enriquezcan las vidas de las personas. Las compañías también tienen que promover el "bienestar de la sociedad y cumplir con las expectativas de la sociedad, extendiéndose hasta alcanzar las comunidades donde ellas operan. Ellas tienen que devolver algo" a las sociedades que les otorgan personería jurídica y licencia para operar.

    El concepto básico de responsabilidad social empresaria "no es algo que fue inventado ayer, menciona Sir Robert Wilson, presidente de la compañía minera Rio Tinto. Para muchos era simplemente conocido como ser buenos ciudadanos corporativos, y se fundaba en tratar a los empleados, clientes y proveedores con respeto e integridad, y tener el debido cuidado para minimizar el daño al medioambiente." Lograr estos objetivos rara vez es fácil, dice, y depende de un profundo compromiso corporativo, valores compartidos y confianza mutua. En una era de compañías globales, este compromiso debe a menudo ser extendido mucho más allá de la jurisdicción de origen, a territorios y culturas de tierras distantes y pueblos primitivos. [ROBERT WILSON, Responsabilidad Social Corporativa: poniendo las palabras en acción, discurso pronunciado ante el REAL INSTITUTO DE ASUNTOS INTERNACIONALES (Chatham House), Londres, 16 de octubre de 2001.]

    Incluso Adam Smith, en su clásico libro publicado en 1776 sobre La Riqueza de las Naciones, aludió a una expectativa que los negocios finalmente servirían a la sociedad. "Una mano invisible, sostiene, lleva al dueño de un negocio a promover un fin que no es parte de su intención inicial. Persiguiendo su propio interés, el [dueño de un negocio] frecuentemente promueve el interés de la sociedad más efectivamente que cuando realmente intenta promoverlo. Al perseguir su propia ganancia", razona Smith, el dueño del negocio también debe satisfacer las necesidades, deseos y expectativas de sus clientes y comunidad, o no durará mucho en su negocio.

    En una era de "empresarios inescrupulosos, polución rampante, almacenes de la compañía" y trabajo infantil, Milton Hershey fue notable por su benevolencia hacia los huérfanos y empleados, tanto como por sus excelentes chocolates. Incluso Andrew Carnagie y John D. Rockefeller – habiendo invertido sus vidas construyendo imperios y, ocasionalmente, abusando de sus empleados y quebrando competidores– dedicaron los años de sus retiros y sus fortunas para realizar buenas obras y financiar causas que lo merecieran, para rehabilitar sus reputaciones.

    Aunque escandalosas historias de codicia y maldad corporativa aún dominan las portadas de los diarios y los guiones de películas de Hollywood, la mayoría de las compañías son buenos ciudadanos corporativos desde hace mucho tiempo. Cuanto menos, obedecen las leyes cuidadosamente, y contribuyen con las familias e instituciones de las comunidades donde operan. A través de los años, muchas han llegado a darse cuenta que sus acciones pueden generar significativos efectos sociales, económicos y ambientales a nivel local, regional o internacional, y que necesitan enfatizar la responsabilidad a largo plazo por sobre las ganancias de corto plazo.

    En los 1960s, una noción más formalizada de la responsabilidad social corporativa comenzó a tomar forma en los escritos de Howard Bowen, Joseph McGuire y otros. Ellos proponían que las compañías debían tener visiones incluso más amplias, responder más adecuadamente a cuestiones y necesidades externas a la compañía y sus accionistas, y responder aún más efectivamente a sujetos externos mediante sistemas formales de relaciones con la comunidad. [Ver por ejemplo, HOWARD BOWEN, Las responsabilidades sociales del hombre de negocios, 1953; JOSEPH MCGUIRE, Negocios y Sociedad, 1963. Ver también SANDRA SUTHERLAND RAHMAN, SANDRA WADDOCK et al., Desarrollando el pensamiento del accionista: Teoría, responsabilidad e involucramiento, Greenleaf Publishing, Sheffield UK, 2002; y DAVID HENDERSON, Virtud errónea: Falsas nociones de responsabilidad corporativa, Londres, INSTITUTO DE ASUNTOS ECONÓMICOS, 2001.]

    En los años siguientes, Robert Freeman lideró las discusiones sobre el involucramiento de los "grupos de interés (stakeholders) en el manejo estratégico. Él definió a un grupo de interés como cualquier grupo o individuo que puede afectar o es afectado por el logro de un objetivo de la organización". [ROBERT FREEMAN, Administración Estratégica: Un enfoque del grupo de interés, Pitman Publishing, Boston, 1984.]

    Inicialmente, el concepto de grupo de interés se centraba en la gente en las comunidades que eran las más directamente afectadas por las decisiones que generaban empleos o despidos, producción o polución. Sin embargo, muchos grupos externos también tienen apasionadas expectativas acerca de lo que una compañía hace, comentaron Freeman y otros – y creen que tienen el derecho a influir su dirección y decisiones, incluso aunque no tengan derechos de propiedad sobre la compañía.

    La lista de grupos sosteniendo que tienen derecho a influir en las instituciones de la sociedad se expandió en forma continua para incluir grupos de defensa de los derechos humanos, consumidores, medioambiente y otros. En muchos casos, reclamaron interés o derecho a interceder aunque su único interés en un tema fuera filosófico y estuvieran ubicados a cientos de miles de kilómetros de distancia de las oficinas corporativas o el lugar de las actividades. La lista de temas también creció casi exponencialmente, para incluir –no sólo cuestiones sobre polución o conservación de energía– sino también complejos conceptos nuevos tales como desarrollo sostenible, el principio precautorio, justicia ambiental, trabajo infantil en empobrecidas naciones del Tercer Mundo, e "inversión socialmente responsable".

    "Esta explosión sin precedentes de candidatos a ser considerados grupos de interés creó un enorme dilema para todas las organizaciones: como responder de buena fe a los reclamos hechos por esos grupos, sin fragmentar en todas direcciones las visiones tradicionales que las organizaciones han estado persiguiendo" notó Alan Cohen en The Portable MBA in Management. "El intento de coordinarlas continúa hasta hoy, ya que nos hemos convertido verdaderamente en una ‘sociedad de derechos’ a nivel global, donde no hay manera de predecir quienes se autodefinirán como interesados y que reclamos, legítimos o no, sostendrán." [ALLAN COHEN, MBA portátil: Visiones de los expertos en las mejores escuelas de negocios, John Wiley & Sons, Nueva York, 1993, páginas 17-18.]

    Mientras tanto, a nivel internacional, una larga serie de conferencias, cumbres y reportes proclama la necesidad de acciones urgentes para prevenir la "inminente catástrofe planetaria" causada por polución química y de pesticidas, sobrepoblación, agotamiento de recursos y calentamiento global. El reporte sobre Límites al Crecimiento del Club de Roma de 1972, el estudio del Comité Bruntland de 1987 sobre Nuestro Futuro Común, el plan de acción Agenda 21, y las cumbres de Rio de Janeiro, Bruselas, Kioto y Johannesburgo generaron declaraciones, compromisos y tratados sobre estos y una cantidad de otros temas. [Libertad 21 ofrece una alternativa a Agenda 21 y a las iniciativas sustentables de las Naciones Unidas y ONGs. Se enfoca en mercados libres, derechos de propiedad, autogobierno y libertades individuales. Una copia de este documento puede ser encontrada en www.freedom21.org/alternative.]

    También llevaron a la formulación de políticas de largo alcance sobre lo que ahora son doctrinas inseparables sobre la responsabilidad social corporativa, el desarrollo sostenible y el principio precautorio. El proceso continúa hoy, con el Secretario General de las Naciones Unidas Koffi Annan interesándose profundamente en esas doctrinas y promoviendo activamente su implementación general, expandiendo así el poder y la influencia de las Naciones Unidas. [Cualquier discusión adicional sobre estas tendencias históricas está fuera del alcance de este libro. Sin embargo, lectores interesados pueden encontrar una cantidad de material adicional sobre los orígenes del desarrollo sostenible, el principio precautorio, Agenda 21 y tópicos relacionados. Ver por ejemplo WILFRED BECKERMAN, La pobreza de la razón. Desarrollo sostenible y crecimiento económico, The Independent Institute, Oakland CA, 2002; INDUR GOKLANY, El principio precautorio: una visión crítica del análisis de impacto ambiental, Cato Institute, Washington DC, 2001; WYBE TH. DOUMA, El principio precautorio, T.M.C. Asser Institute, La Haya, Holanda, 1999.]

    Para hacer frente a este creciente dilema, recobrar algo de control sobre su misión central y llegar más efectivamente a la creciente cantidad de grupos de interés, un grupo de compañías multinacionales de 30 países organizaron el World Business Council for Sustainable Development [WBCSD, Consejo Empresario Mundial para el Desarrollo Sustentable]. Entre sus miembros están AT&T, BP, Ford, General Motors, Mitsubishi, Monsanto, Nestlé, Procter & Gamble, Río Tinto, Shell, Sony y Toyota. Las compañías sostienen que, incluyendo varios compromisos relacionados con la RSE en las declaraciones de sus misiones y objetivos corporativos, estarían en condiciones de satisfacer las expectativas de la sociedad de forma más consistente. [Una organización similar, el PRINCE OF WALES BUSINESS LEADERS FORUM, está basada en Gran Bretaña. El PROGRAMA AMBIENTAL DE LAS NACIONES UNIDAS y otras organizaciones han emitido detallados comunicados sobre sustentabilidad y precaución.]

    Por supuesto, la mayoría de las compañías modernas ahora aceptan estos principios como componentes básicos de su filosofía corporativa, sean o no miembros del WBCSD. Entienden que hoy todo el mundo espera ser tratado de manera justa y disfrutar de un mundo mejor para sí mismos, sus hijos y sus comunidades. Empleados, ejecutivos, accionistas, clientes y otros grupos de interés esperan que las compañías protejan sus valores medioambientales y la salud de las personas, que repudien la corrupción, que conserven los recursos energéticos y minerales, minimicen la contaminación, generen fuentes de trabajo y que ayuden a los pobres del mundo. Y esperan que las compañías hagan todo esto y que además contribuyan al avance científico, desarrollando nuevos productos y tecnologías, reforzando su posición competitiva y sus márgenes de ganancia, y satisfaciendo las necesidades específicas de los clientes, culturas y comunidades a las que sirven.

    Pero pese a los mejores esfuerzos de las compañías, el dilema corporativo se ha profundizado. Los activistas alegan frecuentemente que muchas compañías invocan compromisos con la RSE sólo para mejorar su imagen ante la prensa, mejorar su reputación, desviar críticas o apaciguar a sus críticos. Otras empresas, dicen, sólo tienen la esperanza de retrasar o simulan anticiparse a nuevas reglamentaciones, recibir el apoyo de grupos de "inversores socialmente responsables, obtener ventajas sobre sus competidores o generar material para astutas campañas publicitarias. Fingen estar de acuerdo con la responsabilidad social empresaria, con el desarrollo sostenible y con el principio precautorio, dicen los activistas, pero por lo demás, es sólo negocios como siempre".

    Como un director corporativo correctamente lo resumió, los activistas reclaman que "los negocios buscan maximizar la ganancia de corto plazo, sin importarle otra cosa. Cualquier declaración corporativa sobre responsabilidad social es exactamente eso –no más que una declaración, un mensaje de relaciones públicas vestido de buena ciudadanía corporativa." [CHRIS TUPPEN, Director de Desarrollo Sustentable y Responsabilidad Corporativa de BT, caracterizando lo que él ve como inadecuada crítica a los negocios, en Algunos ven un faro de cuidado, otros una cortina de humo de relaciones públicas, The Observer, 02.Febrero.]

    Las acusaciones ciertamente resuenan en la corte de la opinión pública. Los esfuerzos de BP para reinventarse como una renacida salvadora del medioambiente, mientras expandía su negocio petrolero principal para mejorar los débiles retornos financieros de 2002, refuerzan las imputaciones. Asimismo, las acciones de muchas otras compañías hacen poco para alterar las percepciones negativas.

    Como Kermit the Frog a menudo decía: no es fácil ser verde. Atento que estos conceptos están revestidos de nobles intenciones de crear un mundo mejor, preservar recursos agotables, y construir un futuro sustentable, pocas compañías quieren hacerles frente, al menos públicamente. "Discutir la responsabilidad social corporativa, sugiere Gary Johns, director de la organización no gubernamental Instituto de Asuntos Públicos Proyecto para Australia, es ser un rapaz capitalista." [NdeT: KERMIT THE FROG es uno de los personajes principales del show THE MUPPETS, también conocida por su nombre en español, la RANA RENEÉ.]

    [GARY JOHNS, ¿Responsabilidad Social Empresaria o Regulación de la Sociedad Civil?, Instituto de Asuntos Públicos, Melbourne Australia, Hal Clough Lecture para 2002, www.ipa.org.au/pub/Currentis-sdocs/Clough02. pdf, página 3. Ver también GARY JOHNS, Protocolos con las ONGs: La necesidad de saber, Instituto de Asuntos Públicos, IPA Backgrounder, Volumen 13/1, 2001.]

    Sin embargo, la verdadera raíz del problema es muy diferente de lo que alegan los activistas. La triste verdad es que las doctrinas de la responsabilidad social corporativa –según como están hoy definidas, interpretadas y aplicadas por los grupos de interés, reguladores, tribunales, fundaciones y cuerpos internacionales– crean problemas significativos. Y no sólo para las corporaciones. Familias, comunidades y naciones, especialmente en el Tercer Mundo, son particularmente impactadas.

    En demasiados casos, son los mismos activistas quienes insisten en definir "las expectativas de la sociedad, el bienestar de la sociedad y qué es lo que debe devolverse a la sociedad. Año tras año las demandas aumentan. Y año tras año, en lugar de confrontar a los activistas y sus doctrinas, muchas compañías intentan acompañarlas para llevarse bien", asumiendo que simplemente pueden traspasar a los consumidores y contribuyentes los costos de doblegarse ante los extremistas.

    Como lo planteó The Economist, las compañías se niegan a enfrentar inclusive los "reclamos sin sentido que hacen contra ellas. Atentan contra su propia integridad para competir por un Oscar ético. Caen lentamente en la trampa de aceptar implícitamente la crítica de que sus compañías son inherentemente inmorales a menos que demuestren lo contrario; y de hecho, culpables hasta que se demuestre su inocencia". [Irresponsable: Reportes Éticos, The Economist, 23 de noviembre de 2002. El artículo critica agudamente un reporte de triple línea final titulado Trust Us proveniente del PROGRAMA AMBIENTAL DE LAS NACIONES UNIDAS y un grupo consultivo llamado SUSTAINABILITY. La Revista notó que BAA, BP, BRITISH TELECOM, EL BANCO CO-OP, NOVO NORDISK, RIO TINTO y SHELL tuvieron las mejores notas en un sospechoso sistema de evaluación que sufre los defectos discutidos aquí.]

    En resumen, las compañías intentan jugar el juego de la responsabilidad social empresaria para aplacar a sus implacables enemigos, olvidando la famosa advertencia de Winston Churchill: "Un apaciguador es quien alimenta a un cocodrilo, con la esperanza de ser el último en ser comido".

    Compitiendo por la mejor posición en las variadas listas de honor de la responsabilidad social empresaria, continúa The Economist, "pueden conseguir que los activistas dejen de ser una molestia para la compañía al menos por un tiempo. Pero aunque darle el gusto a los grupos de presión políticamente correctos puede parecer un bajo precio a pagar para mantenerlos tranquilos, en realidad puede reforzar la convicción de que las compañías tienen una responsabilidad por la que deben responder, dando lugar a un incremento de las críticas y quizás alimentando un clima en el cual pesadas regulaciones podrían tornarse políticamente aceptables".

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