La aventura de mi tío
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Washington Irving
Nueva York, 1783 - Sunnyside, 1859. Escritor norteamericano perteneciente al mundo literario del costumbrismo. Washington Irving es el primer autor americano que utiliza la literatura para hacer reír y caricaturizar la realidad, creando además el estilo coloquial que después utilizarían Mark Twain y Hemingway.
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La aventura de mi tío - Washington Irving
LA AVENTURA DE MI TÍO
Relato de un viajero
Washington Irving
1
Hace muchos años, poco antes del esta-llido de la Revolución Francesa, mi tío pasó varios meses en París. Los ingleses y los franceses mantenían por aquel tiempo muy buenas relaciones, al contrario de lo que acontece ahora, y era habitual verlos juntos en las reuniones de sociedad. Los ingleses viajaban para gastarse el dinero a manos llenas y los franceses se mostraban la mar de complacidos con semejante actitud, prestándoles ayuda sin el menor inconveniente para que lo hicieran. Ahora, sin embargo, los ingleses suelen ir al extranjero, precisamente para ahorrar, cosa para la que ni por asomo precisan de la ayuda de los franceses. Puede que los ingleses que se decidían a viajar en aquel tiempo fueran menos numerosos y más nobles y distinguidos que los que lo hacen ahora, cuando Inglaterra parece estar llenan-do de gente Europa. En cualquier caso, lo cierto es que se relacionaban perfecta-mente con las sociedades foráneas, y mi tío, mientras vivió en París, hizo muchas y muy buenas y sólidas amistades, algunas de ellas ín-timas, con gentes de la nobleza francesa.
Por aquellos tiempos de su periplo francés, cuando viajaba en invierno por esa parte de Normandía llamada el País de Caux, al comenzar a declinar un día vio las torrecillas de un viejo castillo, que se alzaban por sobre las copas de los árboles de su parque con jardín amurallado; cada una de aquellas torrecillas, con su alto tejado cónico de pizarra, semejaba una palmatoria a la que le hubieran puesto encima un apagavelas.
-¿A quién pertenece este castillo, amigo mío? -preguntó mi tío a un postillón flaco pero vigoroso que, calzando unas muy altas y llamativas botas de montar, y tocado con un sombrero de plumas, pateaba el suelo con furia para quitarse el frío.
-A mi señor, el marqués de... -dijo el postillón llevándose la