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El pequeño dragón de jade verde
El pequeño dragón de jade verde
El pequeño dragón de jade verde
Libro electrónico135 páginas2 horas

El pequeño dragón de jade verde

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Información de este libro electrónico

¿Quieres acompañar a Lili en una increíble aventura que ni siquiera ella hubiera podido imaginar?

Aunque no conoce las tradiciones ni la cultura chinas porque fue adoptada de muy pequeña, sus raíces hacen de ella alguien muy especial, alguien de quien depende salvar el linaje del Dragón Verde.

Es el cumpleaños de Lili y está jugando a pelota dentro de casa aunque sabe que a su madre no le gusta que lo haga. Tampoco tiene permitido ir al salón, pero la pelota se le escapa, y es entonces cuando descubre que el dragón de jade verde la está mirando. Esa figurita que dejaron en el capazo en que fue abandonada en un orfanato en China ha cobrado vida el día en que Lili cumple los doce, con un inesperado propósito para ella. A partir de este momento Lili viajará a su país de origen y descubrirá un mundo y una cultura que no había podido conocer, así como su singular origen.

Con este relato, tierno y emocionante a la vez, la autora acerca al lectora la cultura china, tanto a la tradicional como la actual, a través de una realidad muy común en nuestra sociedad: la adopción de niñas chinas por familias occidentales. Esta es, además, una historia sobre valores como la amistad, la superación y la colaboración, que hacen posible lograr grandes éxitos.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento13 jul 2016
ISBN9788491126263
El pequeño dragón de jade verde
Autor

Mónica M. Franco

Mónica Mínguez Franco compagina su actividad profesional en el área digital con una de sus grandes pasiones: la escritura. Después de Casi 55 relatos para leer en una tarde de lluvia, El pequeño dragón de jade verde es su primera incursión en la narrativa fantástica.

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    El pequeño dragón de jade verde - Mónica M. Franco

    © 2016, Mónica M. Franco

    © 2016, megustaescribir

             Ctra. Nacional II, Km 599,7. 08780 Pallejà (Barcelona) España

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a Thinkstock, (http://www.thinkstock.com) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    ISBN:        Tapa Blanda              978-8-4911-2625-6

                      Libro Electrónico     978-8-4911-2626-3

    Contents

    CAPÍTULO 1

    CAPÍTULO 2

    CAPÍTULO 3

    CAPÍTULO 4

    CAPÍTULO 5

    CAPÍTULO 6

    CAPÍTULO 7

    CAPÍTULO 8

    CAPÍTULO 9

    CAPÍTULO 10

    CAPÍTULO 11

    LiLi se despertó.

    Abrió los ojos y encontró frente a ella unos ojos negros y oblicuos a través de cuyos párpados solo se dejaba entrever una pupila negra como la noche. No era la primera vez. Ahora Lili lo recordó. La mujer china estaba sentada a su lado, sobre la cama. La miraba con ternura.

    —Hoy es tu cumpleaños. Solo he venido para asegurarme de que sigues bien.

    —Sí, esta tarde celebramos mi fiesta de cumpleaños, y vendrán mis amigos —Lili contestó medio dormida pero sonriendo.

    Yun también sonrió.

    —Sí, princesa, hoy tienes una fiesta. Pero aún es muy temprano, debes volver a dormirte.

    —¿Vendrás también el año que viene?

    —Sí, el año próximo y todos los demás pero —Yun cambió la expresión de su rostro—, ya sabes que es nuestro secreto.

    —Sí, no se lo he dicho nunca a nadie.

    —Hasta el año que viene, princesa —Yun se reclinó sobre ella y le dio un beso en la frente.

    Aquel día, Lili se despertó con una sonrisa en los labios pero, como todos los otros años, sin recordar la visita de Yun.

    Solo había sido un sueño.

    ¿O tal vez no.

    CAPÍTULO 1

    Aquel sábado no era un sábado más.

    Lili celebraba su cumpleaños con los amigos del colegio y sus primos. También vendrían los abuelos a merendar con ellos. Por la mañana había hecho los deberes y ahora, que quedaba poco tiempo para comer, por fin podía jugar, aunque fuera solo un rato.

    «Si la pelota se me escapa, mamá me va a regañar, no quiere que juegue en casa con ella…»

    Lili corría por el pasillo tratando de agarrar al huidizo balón multicolor; casi a punto de alcanzarlo, chocó contra el marcode la puerta del dormitorio, y se coló en la sala grande.

    El fastidio de Lili era mayúsculo: «aquí sí que no me dejan jugar, espero que no me vea nadie….»

    Lili vio cómo la pelota entraba sin detenerse y hasta le pareció que en un guiño burlón, le sonreía como retándola a ella para que también entrara. La niña se paró ante la puerta de la sala y cogió aire. Sabía que estaba a punto de hacer algo que le estaba prohibido. Pero la pelota ya estaba ahí dentro, esperándola o lo que era peor, esperando a que la encontrara su madre y la regañara por no hacerle caso.La sala grande era un lugar importante en casa de Lili. Muchas noches, cuando ella se había acostado, papá y mamá se sentaban allí a hablar del día —los había oído más de una vez porque a veces se levantaba y allí, escondida al lado de la puerta escuchaba el suave murmullo de las voces de sus padres.

    También pasaban allí mucho tiempo con amigos y los abuelos, cuando venían a visitarles: era el centro de reunión familiar, acogedor y lleno de recuerdos. Lo único que Lili no podía hacer allí era llevar sus juguetes, y mucho menos la pelota. Pero lo que a la niña le encantaba eran todas las figuritas que coleccionaba su madre. Desde pequeña se había entretenido mirándolas y inventándose mil historias de cada una de ellas. A los estantes más altos no llegaba, pero siempre estaba el recurso de subir a una silla. Lili conocía cada objeto: las muñecas de la India, los pastorcitos de Suiza, las casitas de Bélgica, le gustaba hacer girar las aspas de los molinos de porcelana holandesa… pero lo que le gustaba más que nada, sin duda era el pequeño dragón de jade verde.

    Papi le había explicado que estaba esculpido en una piedra muy dura, el jade, y le había dejado que lo cogiera con mucho cuidado por lo que pudo darse cuenta de que estaba muy frío y de lo mucho que pesaba, sobre todo siendo tan pequeño. La figurita representaba un temible dragón cuyo largo cuerpo se apoyaba en sus dos patas traseras, y se erguía en un sinfín de eses para destacar su temible cabeza. Sin embargo, era la figurita preferida de la niña. Lejos de darle miedo, desde muy pequeña, pasaba el tiempo pasando su dedito por las aristas de la cresta del dragón, como acariciándole.

    Quizás era porque la abuela le había explicado que había venido de China junto a ella, o simplemente por lo suave y frío que era. Lo cierto es que ella siempre pasaba un buen rato observando aquella figurita. Sus padres también le tenían cariño: era una pieza especial, no solo por cómo estaba tallada, sino porque estaban convencidos que la madre de la niña o alguien muy cercano la había colocado en la cesta donde encontraron a Lili, abandonada frente a un hospital de Shanghai.

    De repente, un ruido en la sala llamó su atención, sacándola de la duda sobre si entrar o no. El ruido había sido extraño parecido al crujir de una madera y al rugir de un animal.

    Lili hizo intención de entrar pero vaciló y se quedó en la puerta, como esperando que pasara algo. Entonces, volvió a sonar: Craaaaaaac, y ahora la niña no dudó en entrar.

    La pelota estaba arrinconada en la esquina que hacía el sofá con la pared. Pero al momento eso dejó de importarle porque lo que llamó su atención fue el dragón. La pequeña figurita la estaba mirando.

    No se movía —cómo se iba a mover!— pero sus ojos sí. Los ojitos del pequeño dragón de jade verde la miraban, habían cobrado vida y escrutaban todos sus movimientos. Lili no se lo podía creer. Levantó su mano derecha con intención de cogerlo pero la expresión de enfado del dragón la hizo dar un paso un atrás. Volvió a emitir el rugido.

    —No te asustes. Es que no me gusta que me cojan —ahora ya no podía creer nada de lo que estaba viendo ni oyendo. El dragón hablaba, hablaba y la miraba y ahí estaba ella, en la sala grande, a punto de disgustar a su madre y oyendo hablar al dragón.

    —¿Hablas? ¿Desde cuándo puedes hablar? ¿Y desde cuándo puedes mirarme? Las figuritas no hacéis eso.

    —Llevo toda la vida pudiendo hacerlo pero solo en la octava luna llena del año: dos días antes de la luna, la noche de la luna y dos días después, puedo ver y hablar. Y hoy es el comienzo de estos cuatro días.

    —¿La octava luna llena del año? —Lili no sabía de qué estaba hablando pero le gustaba escucharle. Había algo entre poético y arrogante en la manera de hablar de la figurita.

    —¿Es que no sabes nada de la octava luna llena del año? —volvió a rugir y esta vez sonó más fuerte y Lili, temiendo que su madre lo oyera desde la cocina, se asomó corriendo al pasillo. Nadie venía, todo estaba de nuevo en silencio, excepto la radio que mami ponía siempre que cocinaba, así que Lili volvió a entrar en la sala.

    —No, no sé nada de lunas llenas —contestó al dragón entre curiosa y algo avergonzada por no saberlo.

    El rugido esta vez sonó a enfado.

    —No sé qué te han enseñado durante estos doce años. Deberían haberte dejado en China y así habrías recibido una educación adecuada —le reprochó el dragón, visiblemente alterado.

    —Bueno, mamá dijo que más adelante iríamos a China para que yo lo conociera pero aún no ha llegado el momento, supongo —se disculpó Lili.

    —Aquí hay muchas cosas que no me gustan. ¿Cómo he oído que te llaman? Ah, sí, Lili. Tampoco te han enseñado nada sobre la luna, ¿qué podemos esperar entonces?

    —Bueno, mi nombre chino es Li Mei pero todos me llaman Lili… Es como un diminutivo.

    —¿Diminu qué? No entiendo eso…. Los nombres tienen un significado, y Li Mei es tu nombre, lo que tú representas, y no se debe cambiar ni acortar. Tú eres una preciosa y brillante rosa.

    Lili sonrió. De toda su conversación con el dragón era el único momento en que había sido amable y casi hasta cariñoso con ella.

    Aunque hubiera dado cualquier cosa por quedarse hablando con el pequeño dragón, el ruido de los pasos de su madre en el pasillo la hicieron tomar la decisión de no disgustarla en un día como aquel. Así que cogió la pelota y, sin mirar atrás, salió y cerró la puerta.

    —Lo dicho: no tiene ni un ápice de cortesía ni buena educación —y dicho esto, el dragón volvió a su posición inicial, esta vez, profundamente disgustado.

    Una vez fuera, Lili apretó la pelota con más fuerza y respiró profundamente. Avanzó unos pasos por el pasillo para evitar levantar sospechas en su madre y continuó camino de su habitación.

    —Lili, estamos a punto de comer. Deja la pelota en tu cuarto y lávate las manos. Papá está a punto de llegar.

    ¡Bien! Mami no sospechaba nada, se habían cruzado a suficiente distancia de la sala grande como para que pudiera pensar que ella había estado allí con la pelota. Lili la dejó en el arcón de los juguetes y se sentó en la cama. No podía olvidar que la estatuilla del dragón le había hablado y ¡cómo la había mirado, a ella, la estatuilla del dragón de jade verde! Pero ahora tenía que hacer como si nada hubiera ocurrido. Papá estaba a punto de llegar y, aquella tarde, sus primos y algunos amigos del colegio vendrían a casa a celebrar su cumpleaños. Eso era todo en lo que ahora

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