Amy Foster
Por Joseph Conrad
()
Información de este libro electrónico
Joseph Conrad
Polish author Joseph Conrad is considered to be one of the greatest English-language novelists, a remarkable achievement considering English was not his first language. Conrad’s literary works often featured a nautical setting, reflecting the influences of his early career in the Merchant Navy, and his depictions of the struggles of the human spirit in a cold, indifferent world are best exemplified in such seminal works as Heart of Darkness, Lord JimM, The Secret Agent, Nostromo, and Typhoon. Regarded as a forerunner of modernist literature, Conrad’s writing style and characters have influenced such distinguished writers as F. Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway, William S. Burroughs, Hunter S. Thompson, and George Orwell, among many others. Many of Conrad’s novels have been adapted for film, most notably Heart of Darkness, which served as the inspiration and foundation for Francis Ford Coppola’s 1979 film Apocalypse Now.
Autores relacionados
Relacionado con Amy Foster
Libros electrónicos relacionados
Amy Foster Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesGloria Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesNovelas de la costa azul Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos habitantes del bosque Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Sab Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl puente revelado: Cuentos y poemas enlazados Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSecretos de pasión Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLas noches mejicanas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl extraño caso del Dr. Jekyll y Sr. Hyde Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos mejores cuentos de Arthur Conan Doyle: Selección de cuentos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl librero de la Atlántida Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLucía Miranda Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesBocetos californianos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUn yanqui en Canadá Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLas impuras Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa dama pálida Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCuando despierta el cuco Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Petrilla Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos pazos de Ulloa Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa dama palida Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos pazos de Uloa Vol I Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa hermosa vampirizada Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCristales de Alta Tierra Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl Dr. Jeckyll y Mr. Hyde Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl corazón de las tinieblas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl vizconde de Bragelonne Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDoña Perfecta Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Crónicas de sangre negra Vol. II. La travesía de las Islas Hierronegro Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa pulsera de granates Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAlmas errantes Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Ficción general para usted
Meditaciones Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El libro de los espiritus Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Divina Comedia Calificación: 5 de 5 estrellas5/5¿Cómo habla un líder?: Manual de oratoria para persuadir audiencias Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La riqueza de las naciones Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Arsène Lupin. Caballero y ladrón Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La milla verde (The Green Mile) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Iliada: Clásicos de la literatura Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Rebelión en la Granja (Traducido) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Crítica de la razón pura Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Ilíada Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El mercader de Venecia Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Esposa por contrato Calificación: 3 de 5 estrellas3/5100 cartas suicidas Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Vaya vaya, cómo has crecido Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Crimen y castigo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Las 95 tesis Calificación: 5 de 5 estrellas5/5EL PARAÍSO PERDIDO - Ilustrado Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Poemas de amor Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Reto de valientes: El honor comienza en el hogar Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Ilíada y La Odisea Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La casa encantada y otros cuentos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Alicia en el País de las Maravillas & A través del espejo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La infancia del mundo Calificación: 3 de 5 estrellas3/5La llamada de Cthulhu Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Cuentos para pensar Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Una y mil veces que me tropiece contigo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Poesía Completa Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El mito de Sísifo de Albert Camus (Guía de lectura): Resumen y análisis completo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Diario de un seductor Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Categorías relacionadas
Comentarios para Amy Foster
0 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
Amy Foster - Joseph Conrad
AMY FOSTER
Joseph Conrad
1
Kennedy es un médico rural y reside en Colebrook, en la costa de Eastbay. El acantilado que se eleva abruptamente tras los tejados rojos de la pequeña aldea parece empu-jar la pintoresca High Street hacia el espigón que la resguarda del mar. Al otro lado de esa escollera, describiendo una curva, se extien-de de manera uniforme, durante varias millas, una playa de guijarros, vasta y árida, con el pueblo de Brenzett destacando oscuramen-te en el otro extremo, una aguja entre un grupo de árboles; más allá, la columna per-pendicular de un faro, no mayor que un lápiz desde la distancia, señala el punto donde se desvanece la tierra.
Detrás de Brenzett, los campos son bajos y llanos; pero la bahía está muy protegida, y, de vez en cuando, un buque de gran tamaño, obligado por la mar o el mal tiempo, fondea a una milla y media al norte de la puerta trasera de la Posada del Barco en Brenzett. Un desvencijado molino de viento, que levanta en las cercanías sus aspas rotas sobre un montículo no más elevado que un estercole-ro, y una torre de defensa, que acecha al borde del agua media milla al sur de las ca-bañas de los guardacostas, resultan muy familiares para los capitanes de las pequeñas embarcaciones. Son las marcas náuticas oficiales para delimitar ese lugar de fondeo segu-ro que las cartas del Almirantazgo represen-tan como un óvalo irregular de puntos con numerosos seises en su interior, sobre los que se ha dibujado un ancla diminuta y una leyenda que reza: «Barro y conchas».
Desde la parte más alta del acantilado se ve la imponente torre de la iglesia de Colebrook. La pendiente está cubierta de hierba y por ella serpentea un camino blanco.
Subiendo por él, se llega a un ancho valle, no muy profundo, una depresión de verdes praderas y de setos que se funden tierra adentro con el paisaje de tintes purpúreos y de líneas ondeantes que cierran el panorama.
En ese valle que baja hasta Brenzett y Colebrook y asciende hasta Darnford, el mercado comarcal a catorce millas de distancia, ej-erce de médico mi amigo Kennedy.
Empezó su carrera como cirujano de la Ar-mada, y después acompañó en sus periplos a un famoso viajero, en los días en que todavía quedaban continentes con tierras inexplora-das en su interior. Sus escritos sobre la flora y la fauna le han dado cierta fama en los cír-culos científicos. Y ahora ocupa un puesto de médico rural… únicamente porque él quiere.
Sospecho que su agudeza mental, al igual que un ácido corrosivo, ha destruido su ambi-ción.
Su inteligencia es de naturaleza científica, amante de la investigación, y hace gala de esa insaciable curiosidad que cree encontrar una partícula de verdad universal en cualquier misterio.
Hace muchos años, cuando volví del extranjero, me invitó a pasar unos días con él.
Acepté encantado y, como no podía abandonar a sus pacientes para estar conmigo, me llevaba en sus visitas con él… y a veces recorríamos más de treinta millas en una sola tarde. Yo le esperaba en el camino; el caballo arrancaba jugosas ramitas y yo, sentado en lo alto del carruaje, podía oír las carcajadas de Kennedy a través de la puerta entreabier-ta de alguna casa.
Tenía una risa franca y atronadora, más propia de un hombre que le doblara en tama-
ño, unos ademanes enérgicos, un rostro bronceado y unos ojos grises a los que no parecía escapárseles nada. Tenía la habilidad de hacer que las personas le abrieran su corazón, y una paciencia inagotable para escuchar sus historias.
Cierto día en que salíamos trotando de un pueblo bastante grande