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El próspero negocio de la piratería en África
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El próspero negocio de la piratería en África
Libro electrónico160 páginas2 horas

El próspero negocio de la piratería en África

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Desde las costas de Somalia hasta las de Guinea y delta del Níger, la piratería se ha convertido en uno de los principales desafíos para la seguridad internacional. Este fenómeno, hoy noticia en todos los diarios e informativos, y que es objeto a veces de pobres simplificaciones, presenta sin embargo una gran complejidad en cuanto a las posibles causas que lo originan: la desestructuración social y la miseria, sin olvidar la sobreexplotación pesquera a cargo de modernas flotas occidentales, que han reducido dramáticamente la pesca tradicional de muchos países africanos, se presentan en esta obra como las piezas claves para entender los motivos y las posibles consecuencias de un conflicto que hunde sus raíces en todo un abanico de factores y desequilibrios muy propios de nuestro mundo globalizado.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento31 ago 2012
ISBN9788483197509
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    El próspero negocio de la piratería en África - Miguel Salvatierra

    Miguel Salvatierra

    El próspero negocio

    de la piratería en África

        

    CREDITOS

    Ferran Iniesta

    LICENCIADO EN LITERATURA HISPÁNICA Y EN PERIODISMO POR LA UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID, DESDE EL AÑO 2000 HASTA 2008 TRABAJÓ COMO REDACTOR JEFE DE LA SECCIÓN DE INTERNACIONAL DEL DIARIO ABC. EN 2009 FUE EDITOR DEL SUPLEMENTO ECONÓMICO DINERO Y EMPLEO. EN LA ACTUALIDAD ES COORDINADOR DE CONTENIDOS EDITORIALES DE LOS DOCE PERIÓDICOS REGIONALES DEL GRUPO VOCENTO. HA CUBIERTO ACONTECIMIENTOS INFORMATIVOS EN EUROPA, ÁFRICA E IBEROAMÉRICA, COMO EL JUICIO AL DICTADOR CENTROAFRICANO BOKASSA O LA CAÍDA DEL APARTHEID EN SUDÁFRICA. TAMBIÉN HA DIRIGIDO CURSOS RELACIONADOS CON INFORMACIÓN INTERNACIONAL, ENTRE LOS QUE FIGURA MIRAR LA GUERRA, IMPARTIDO EN EL CENTRO DE ARTE 2 DE MAYO.

    La edición de este título es una iniciativa de casa áfrica con motivo de la conmemoración del 50º aniversario de la independencia de diecisiete estados africanos.

    Diseño de colección: Estudio Pérez-Enciso

    Diseño de cubierta: Jacobo Pérez-Enciso

    fotografía de cubierta: © EFE

    © Miguel Salvatierra, 2010

    © Casa África, 2010

    © Los Libros de la Catarata, 2010

    Fuencarral, 70

    28004 Madrid

    Tel. 91 532 05 04

    Fax 91 532 43 34

    www.catarata.org

    El próspero negocio de la piratería en África

    ISBN digital:  978-84-8319-750-9

    ISBN libro en papel: 978-84-8319-511-6

    Este libro ha sido editado para ser distribuido. La intención de los editores es que sea utilizado lo más ampliamente posible, que sean adquiridos originales para permitir la edición de otros nuevos y que, de reproducir partes, se haga constar el título y la autoría.

    INTRODUCCIÓN: VIEJAS PRÁCTICAS, NUEVOS MÉTODOS

    Son piratas, pero muy distintos a los que podíamos llevar hasta hace poco en nuestro imaginario particular. Banderas negras, calaveras con tibias cruzadas, garfios o patas de palo. Ahora, en su mayoría son jóvenes de entre 16 y 30 años, visten camisetas de marcas deportivas, se pueden ver algunas de equipos como el Real Madrid, Barça o Milan, llevan vaqueros y su armamento no suele ser muy sofisticado: AK-47 y lanzagranadas. A cambio, van en lanchas rápidas con potentes motores fuera borda, modernos equipos de navegación y comunicación GPS, visores nocturnos, y han ido perfeccionando una logística cada vez más amplia de mediadores, contactos y connivencias. Su objetivo: el abordaje de barcos para robar, sin otro motivo que enriquecerse con el producto de su ataque.

    A lo largo de la historia, toda una rica iconografía literaria y cinematográfica se ha nutrido de corsarios, bucaneros o filibusteros. Podemos encontrar episodios magníficos como el que cita Plutarco de Julio César, que consideró humillante el rescate de 20 talentos que pedían por él los piratas y lo subió a 50, y a los que colgó tras ser liberado. Otro ilustre secuestrado fue Miguel de Cervantes, capturado por los activos piratas berberiscos que, aunque no han sido tan aprovechados tanto como fuentes de inspiración para novelas y películas como sus colegas del Caribe, sembraron el terror por las costas del Mediterráneo a lo largo de tres siglos. Resulta también difícil no citar en ese imaginario la célebre Canción del Pirata de José de Espronceda, que algunas generaciones tuvieron que aprender de memoria en la escuela. Más cercanos en el tiempo y al estereotipo tenemos las películas de Piratas del Caribe protagonizadas por un estupendo Johnny Depp.

    Historias o ficciones que mitificaban unas prácticas que siempre han existido, pero que parecían aparcadas en el pasado y bajo un halo de romanticismo. En pleno siglo XX seguía habiendo piratas, pero estaban localizados, sobre todo, en el estrecho de Malaca. En operaciones rápidas y con uso de gran violencia saqueaban buques mercantes o lujosos yates. Cogían todo lo que hubiera de valor y se abandonaba el barco. Estas acciones han ido disminuyendo gracias a la cooperación de los países ribereños y nunca causaron excesivas inquietudes a la flota mercante mundial. De vez en cuando surgía algún ataque llamativo con violencia en algún punto del globo. Uno de estos casos se produjo en diciembre de 2001, en el delta del Amazonas, cuando un grupo de piratas, conocidos como ratas de agua, abordó el yate del famoso navegante australiano sir Peter Blake, dos veces ganador de la Copa América, al que asesinaron de un disparo para llevarse solamente los relojes, el dinero que llevaban sus acompañantes y el motor de la nave.

    Pero ahora todo ha cambiado. La piratería marítima en el Índico ha pasado a ser uno de los fenómenos más destacados y novedosos surgidos en este siglo XXI. Aunque históricamente su práctica sea tan antigua como el comercio naval, su puesta al día en medio de este mundo globalizado la ha convertido en uno de los principales desafíos para la seguridad mundial. Los piratas somalíes, con sus nuevas tácticas y tecnologías, han logrado poner en jaque no sólo la navegación de una de las principales rutas internacionales del comercio y vía de acceso de los recursos energéticos, sino que han forzado la búsqueda de toda una nueva estrategia de lucha contra este tipo de acciones. Los piratas del cuerno de África han pillado a contrapié y por sorpresa a los países occidentales, tanto en el terreno de la seguridad militar como en el de las armas jurídicas y políticas necesarias para buscar su erradicación.

    La actual piratería emerge como un fenómeno de gran complejidad y con unas implicaciones que van más allá del secuestro delictivo de un buque y su tripulación en alta mar. Como se ha visto en los ataques a barcos durante el pasado año, el despliegue aeronaval puesto en marcha principalmente por la Organización de Naciones Unidas (ONU) y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), pero también por otros países como China, Rusia o la India, aunque ha podido disminuir el número de secuestros, no ha sido suficiente y deja de lado factores claves en la raíz del conflicto.

    El foco principal del problema, sin duda, está en el océano Índico, en las aguas del golfo de Adén y próximas a las costas de Somalia, pero ya han surgido nuevos episodios similares en el golfo de Guinea y delta del Níger. El boom mediático en torno al éxito de la industria del secuestro de buques en las costas somalíes ya ha encontrado réplicas en otros puntos del litoral africano y pueden extenderse a aguas de otros continentes. Los llamados Estados fallidos o desestructurados, incapaces de ejercer una autoridad sobre sus costas, unido a la miseria y un tráfico ilegal de armas, drogas o personas sin apenas obstáculos, integran el caldo de cultivo básico de la nueva piratería.

    Bajo esa miseria que impulsa a muchos piratas está la sobreexplotación pesquera a cargo de las modernas flotas de los países occidentales. La eficacia y la capacidad de los buques-factoría han contribuido a reducir prácticamente a la nada la pesca tradicional de muchos países y la ha dejado limitada, en el mejor de los casos, a la de mera subsistencia.

    Todos coinciden en que la auténtica raíz del problema está en tierra, tanto en sus condicionantes estrictamente militares como en lo político y lo social, pero nadie parece encontrar la fórmula o las estrategias capaces de hacerle frente. Con una ONU con escasa capacidad resolutiva, los Estados fallidos son auténticos avisperos que despiertan verdadero pavor ante cualquier propuesta que implique una presencia sobre el terreno. La catastrófica intervención estadounidense en Somalia, marcada por la batalla de Mogadiscio en 1993 y el conocido episodio del derribo de los dos helicópteros Black Hawk, puso a Somalia el sello de territorio apestado para cualquier intervención internacional.

    Como todas las cuestiones que ocupan un primer plano de la actualidad y se convierten en el centro del debate mediático, la piratería marítima es también objeto de simplificaciones, confusiones y algún disparate. Ante la falta de previsión y unas normas de actuación claras, tanto por parte del Gobierno español como de la comunidad internacional, en seguida surgen las soluciones que optan por la vía rápida. Lo importante es poner a salvo nuestros intereses y acabar con los facinerosos a cañonazos. La ley del Oeste: si es necesario, se cruza el Río Grande, se captura a los cuatreros y se les ahorca. Un conocido periodista español dijo que si una fragata hubiera bombardeado y matado a los terroristas que huían con el rescate del atunero Playa de Bakio, no se habría perdido el respeto a nuestro país y producido el siguiente secuestro del Alakrana. Pero las cosas no son tan simples. Aunque pueda ser comprensible la frustración ante la paradoja de que una lancha pobremente armada sea capaz de escapar y burlar a dos modernas fragatas y un helicóptero, las acciones militares drásticas y unilaterales pueden tener consecuencias imprevisibles e irreparables. Los piratas no son unos Robin Hood de los mares ante los que sólo cabe la concesión y el pago del rescate, pero un escenario tan complicado requiere soluciones muy meditadas, cautas y, sobre todo, basadas en la cooperación internacional de los países afectados. Como ha subrayado Moisés Naím, director de la revista Foreign Policy, los piratas son un ejemplo más de la ineficacia de los ejércitos mejor equipados para neutralizar a pequeñas bandas de civiles armados.

    Con este texto pretendemos aportar algo de luz sobre un fenómeno complejo de muy difícil solución para la comunidad internacional y que hunde sus raíces en todo un abanico de factores y desequilibrios muy propios de nuestro tiempo. En un mundo en el que cada día somos más vecinos, este conflicto se hace sentir también en el juego político interno de países muy alejados de la zona de los hechos, como vemos de forma muy clara en el caso de España. En las páginas siguientes, a través de los mismos hechos y de las valoraciones y los informes de instituciones y analistas, se ha tratado de alumbrar una imagen panorámica lo más nítida posible de lo que la piratería marítima representa hoy en día y de las amenazas que apunta para el futuro. Una piratería en la que cabe un amplio espectro de actividades delictivas, desde el secuestro de barcos hasta la pesca incontrolada o el transporte irregular de mercancías peligrosas o ilegales. También se ha intentado hacer un esbozo del contexto internacional en el que se produce este fenómeno, con los factores que han influido en su aparición, y su posible contagio a otras áreas y actividades.

    PRIMERA PARTE: LOS FOCOS

    CAPÍTULO 1. OCÉANO ÍNDICO Y GOLFO DE ADÉN

    1. DE MAL CRÓNICO A EPIDEMIA

    Hasta 2006, el fenómeno de la piratería estaba considerado como un mal crónico que no daba demasiados quebraderos de cabeza. Los incidentes se veían como una especie de delincuencia común más o menos esporádica, similar a la registrada en las economías avanzadas. El coste económico para las navieras y el comercio marítimo internacional no tenían excesiva relevancia y los medios sólo le prestaban atención cuando la violencia de los asaltos, sobre todo a yates y embarcaciones de recreo, ocasionaba víctimas mortales. Pero en las aguas del Índico y del golfo de Adén el escenario pasó a ser otro muy diferente. Los abordajes a buques fueron creciendo a medida que, tras el derrocamiento del presidente Mohamed Siad Barre, el 26 de enero de 1991, Somalia se desintegraba en medio de feroces luchas de las distintas facciones de los señores de la guerra y con el veneno añadido de una fuerza integrista islámica cada vez más pujante. El modo de actuar cambió. De las distintas versiones del toma el dinero y corre practicado, sobre todo, por los colegas asiáticos del estrecho de Malaca, en el Índico, se pasó a otras opciones más lucrativas y seguras.

    Para entender el reino de taifas en que se ha convertido Somalia hay que referirse a los clanes que siempre han dominado la vida del país. Un sistema basado en lazos familiares y antepasados comunes agrupados en un determinado territorio, cuyo control social se mantiene a través de la autoridad de jefes, patriarcas y líderes religiosos. Como señala el profesor Ignacio Gutiérrez de Terán en su magnífico libro publicado por esta editorial, Somalia. Clanes, Islam y terrorismo internacional, "es la adscripción a un patriarca o núcleo familiar lo que aporta las señales de identidad específicas a un clan frente a otro, ya que la lengua, la religión, los usos, las costumbres e incluso

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