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Misterio y maneras: Prosa ocasional, escogida y editada por Sally y Robert Fitzgerald
Misterio y maneras: Prosa ocasional, escogida y editada por Sally y Robert Fitzgerald
Misterio y maneras: Prosa ocasional, escogida y editada por Sally y Robert Fitzgerald
Libro electrónico258 páginas4 horas

Misterio y maneras: Prosa ocasional, escogida y editada por Sally y Robert Fitzgerald

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"La narrativa resulta de dos cualidades. Una es el sentido del misterio; la otra, el sentido de las maneras". Flannery O'Connor muestra en estas páginas, frescas y brillantes, el significado profundo de la literatura, la intersección entre lo cotidiano -maneras- y el sentido último de la realidad -el misterio-.

La genial autora norteamericana dejó al final de su corta vida varios ensayos sin publicar y una serie de artículos diseminados en varias revistas. Estos textos, seleccionados y editados por sus amigos de toda la vida Sally y Robert Fitzgerald bajo el título Misterio y maneras, se caracterizan por el estilo directo y simple de su autora, su inusual ingenio y perspicacia, y su profunda fe. Sin duda alguna, es un libro especial que el paso de los años -la primera edición es de 1969-, lejos de hacerlo extraño, confirma su actualidad.

Esta colección ya clásica de ensayos, editados por primera vez en español, es un referente obligado para lectores, escritores y amantes de la literatura contemporánea.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 sept 2011
ISBN9788499207551
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    5/5
    This was a delight to read.. So many different pieces here; essays, talks, reviews and wonderful insights into the art of writing. I found myself underlining so many parts of this book; O'Connor had such a wit and way of delineating truths that was often blunt but refreshing.
    I will definitely re-read this.
  • Calificación: 4 de 5 estrellas
    4/5
    These essays are great: sharp, wry, and witty. My favorites by far were "The King of the Birds," "The Nature and Aim of Fiction," and "Writing Short Stories." The essays on religion's role in writing dragged for me--I found myself skimming them at points.
  • Calificación: 5 de 5 estrellas
    5/5
    This is a great collection of, as the subtitle states clearly, the occasional essays penned by O'Connor. While no theme ties the material together, it yet offers a genuine insight into her thinking on matters as idiosyncratic as raising peacocks, and as steeped and penetrating as her views on writing short stories. If you're already a fan of her work - and I am - then you'll be delighted with this text. It almost feels like the kind of conversation one might have had with her in a coffee shop or at the front of a room after a conference presentation, and yet her writing contains the kind of edge and humour that can only come from craft.
  • Calificación: 4 de 5 estrellas
    4/5
    A bit uneven, as many posthumous anthologies can be, but with many, many diamonds amidst a wee bit of dust. Perhaps the best book for inspiring the aspiring writers of fiction that I've yet seen.
  • Calificación: 4 de 5 estrellas
    4/5
    This is an excellent book about fiction, why (in one practitioner's opinion) to write it, read it, and value it. Flannery O'Connor has a matter-of-fact approach to big topics like the philosophy of art, and suffers neither fools nor mediocrity. This collection of her lectures and essays is so pithy that I was often moved to jot down quotes for later use. Some of these follow my review.The last part of the volume, which concerns being a Catholic writer, writing the Catholic novel, et cetera, is of less use to a non-Catholic or non-Christian writer. However, some of the sections in the first part of the work where the author discusses how her religion supplies the Mystery for her art are useful to anyone, as it's worthwhile for any writer to consider whether and where he or she approaches a transcendent Mystery and how that should inform and enrich his or her work.Quotes:"Fiction begins where human knowledge begins -- with the senses -- and every fiction writer is bound by this fundamental aspect of his medium." "Art is a word that immediately scares people off, as being a little too grand. But all I mean by art is writing something that is valuable in itself and that works in itself." "It's always necessary to remember that the fiction writer is much less immediately concerned with grand ideas and bristling emotions than he is with putting list slippers on clerks." [example of the clerk from Mme. Bovary]"There is no excuse for anyone to write fiction for public consumption unless he has been called to do so by the presence of a gift. It is the nature of fiction not to be good for much unless it is good in itself."
  • Calificación: 4 de 5 estrellas
    4/5
    A collection of O'Connor's writings (other than her fiction) and some of her lectures. The chapters are short and very readable. This is the kind of book you can pick up and read in a few hours or enjoy over weeks, picking it up whenever you'd like something brief and to the point. Many insights into her work.

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Misterio y maneras - Mary Flannery O'Connor

Literatura

63

A los lectores

Esta colección está dirigida a aquellos lectores curiosos y atrevidos que anhelen encontrar una historia hermosa, un drama que revele algo de nosotros mismos o una percepción más aguda del misterio del hombre y del universo. Quien abre un libro espera que se le descubra algo más sobre el mundo y sobre su posición en él. De otro modo sería incomprensible que siguiésemos acercándonos a los libros, cuando la lectura es uno de los gestos del hombre más gratuitos e innecesarios. Como decía Flannery O’Connor, una buena pieza literaria lo es porque tras su lectura notamos que nos ha sucedido algo.

La colección Literatura de Ediciones Encuentro ofrece obras que permitan sentir con mayor urgencia el anhelo de un significado y la experiencia de la belleza. Textos en los que la razón se abre y el afecto se conmueve. Piezas teatrales, poemas, narraciones y ensayos en los que andar por otros mundos, abrazar otras vidas, espiar la hermosura de las cosas, y participar en la experiencia dramática que despierta un hecho escandaloso en la historia, el de Dios hecho hombre.

Guadalupe Arbona Abascal

Directora de la colección Literatura

Flannery O’Connor

Misterio y maneras

Prosa ocasional, escogida y editada por

Sally y Robert Fitzgerald

Edición de Guadalupe Arbona

Traducción y notas de Esther Navío

ISBN DIGITAL: 978-84-9920-755-1

Título original

Mystery and Manners

Occasional Prose

© 1969

Farrar, Straus and Giroux, Nueva York

© 2007

Ediciones Encuentro, S. A., Madrid

Diseño de la cubierta:

o3, s.l. - www.o3com.com

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y ss. del Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos vela por el respeto de los citados derechos.

Para cualquier información sobre las obras publicadas o en programa y para propuestas de nuevas publicaciones, dirigirse a:

Redacción de Ediciones Encuentro

Ramírez de Arellano, 17-10.ª - 28043 Madrid

Tel. 902 999 689

www.ediciones-encuentro.es

Nota a esta edición

Mystery and Manners es un buen título. Lo es tanto por la dulzura de su sonoridad, como por la sencillez y acierto con los que describe las raíces del pensamiento de Flannery O’Connor. La inseparable unidad de las «manners» y el «mystery» es el punto de partida desde el que la escritora aborda la naturaleza de la literatura, juzga su experiencia o desmonta, creando apabullantes imágenes cómicas, ciertos mitos de la cultura dominante, de entonces y de hoy. Por eso, estamos convencidas de que el título es un buen comienzo para adentrarse en una obra aparentemente singular —se abre con un ensayo sobre los pavos que criaba la escritora y se cierra con el prólogo a la biografía de una niña deforme—, pero tan certera y lúcida a la vez, que se tiene la impresión de que acierta con precisión y rotundidad allí donde algunos, con mucho trabajo y no poco sacrificio, sólo nos aproximamos. Sin duda alguna, es un texto especial que el paso de los años —la primera edición es de 1969—, lejos de hacerlo extraño, confirma su actualidad. Es, nos atrevemos a decir, piedra de toque para los estudios de la literatura y para cualquier lector que estime su experiencia. Coincidimos, pues, plenamente con lo que apuntan Sally y Robert Fitzgerald en el prólogo: «Sus notas no sólo complementan sus relatos, sino que son valiosas e incluso fundacionales de por sí».

Debemos confesar que, arrastradas por la brillantez y el acierto desenfadado de la prosa de estos ensayos, nos adentramos en la traducción de unos textos que nos ofrecieron no pocos desafíos, algunos de los cuales resolvimos gracias a la ayuda de Gretchen Dobrott; vaya a ella nuestro agradecimiento¹. El primero no era banal porque el título, elegido por los Fitzgerald para la primera edición, es el corazón de la originalidad del pensamiento y la experiencia de Flannery O’Connor. Afortunadamente, la belleza fónica del inglés Mystery and Manners, en el que parece que las palabras reunidas buscan correspondencias entre sí, fue de fácil conservación en español, Misterio y maneras. Un sentido auditivo que se conserva también en la traducción francesa, Le mystère et les moeurs²; y que los italianos optaron por soslayar, recurriendo a un título llamativo que procede de uno de los epígrafes de la escritora: Nel territorio del diavolo³, y aun así, los términos en discusión aparecían a lo largo del texto: «manners» lo traducen por «maniere» y «mystery» por «mistero». La conservación de un origen latino común de las tres lenguas («mystery» viene de «mysterium» y «manners», de «manuaria») permite apostar por estos términos. Y, sin embargo, ofrecía otros problemas. El uso del término «maneras» exigía una explicación. Si bien cuenta con una acepción abierta a los aspectos modales y a las formas de comportamiento presente en «manners», suele aplicarse más bien a individuos, y no tanto a las sociedades, mientras que «manners» funciona tanto para personas («tener buenas o malas maneras»), como para referirse a los comportamientos sociales más extendidos y a los valores que los sustentan (por ejemplo, las «Victorian manners»). En este sentido, se aproximaría más a «costumbres». Pero una vez aclarado este punto, había más razones a favor de «maneras» que de otras opciones razonables, como «formas» o «costumbres», que no sólo reclamarían igualmente una explicación preliminar para evitar posibles equívocos, sino que además romperían la eufonía original. El segundo término, misterio, se refiere a la conciencia que tenía Flannery O’Connor, fruto de una observación atenta y, por eso, profética, de que el término «misterio» resulta incómodo o extraño en nuestro mundo.

Las maneras engloban las costumbres, las conductas, las tradiciones, el habla, los gestos propios de un modo de vida y los estilos de convivencia que hacen que una región o una cultura tengan una identidad precisa, en este caso, la sureña. Incluso los límites de estos hábitos de relación entre los habitantes entre sí y entre los habitantes y su universo vital serán objeto de la mirada atenta y creadora de la escritora porque sólo del ofrecimiento de una «vida sentida» dependerá el éxito de la narración. En la concepción de Flannery O’Connor las «maneras» son el punto de partida de la creación literaria, la lealtad rigurosa a ellas es imprescindible para crear un mundo imaginario que funcione («La narrativa resulta de dos cualidades. Una es el sentido del misterio; la otra, el sentido de las maneras. Las maneras se obtienen de la textura de la existencia que nos rodea. La gran ventaja del escritor sureño es que no tiene que ir muy lejos para buscarlas; buenas o malas, las tenemos en abundancia», afirma en «El arte de escribir cuentos») y abomina de aquellos que pretenden saltarse las maneras: «Uno de los espectáculos más comunes y tristes es el de ver a una persona dotada de una sensibilidad realmente sutil y de una aguda penetración psicológica que intenta escribir usando sólo estas cualidades. Irá hilando, una tras otra, frases cargadas de emoción, o de una perspicacia muy fina, sin otro resultado que la monotonía absoluta. La cuestión es que los materiales del escritor son los más humildes. La literatura trata de todo lo humano y nosotros estamos hechos de polvo, y si despreciáis mancharos de polvo, entonces no deberíais intentar escribir. No es un trabajo lo bastante grande para vosotros» (en «Naturaleza y fin de la literatura»).

Flannery O’Connor no consiente con reducir las maneras a pura materialidad, o mejor, le duele enormemente la atrofia del sentido del misterio en la narración. Es decir, cree que las conductas, los hábitos y las formas de hablar no se explican en sí mismos, sino que remiten a un dato que está en el origen de las cosas, dato que sobrepasa su naturaleza para, paradójicamente, revelarla. Flannery O’Connor considera que ese «algo», el misterio, es sinónimo del sentido último de la realidad, lo que en la tradición occidental se llama Dios. Y dando un paso más, la relación entre el misterio y las maneras, en la concepción de la escritora, nace de un hecho de la historia: la Encarnación, es decir, ese momento del tiempo en el que el Misterio se apiada de la experiencia humana. Ahora bien, ella sabe, y sobre esto desarrolla interesantes observaciones, que el misterio es un término «enormemente embarazoso para la mentalidad contemporánea». Igual que sabe que al lector contemporáneo le resultará más difícil todavía percibir que es imposible conocer las cosas que constituyen el tejido normal de la vida, las maneras, sin ese misterio. Pero convencida como está del origen y alcance al que tienden esas maneras, sus cuentos ofrecen la irrupción de acontecimientos sorprendentes, presencias desconcertantes, eventos reveladores o gestos desbaratados que ofrecen vías de participación en el misterio. Muchas veces, de un modo violento, para abrir una fisura en la ceguera o en la sordera de unos lectores que conoce bien: «Cuando se puede partir de que el público tiene nuestras mismas creencias, uno puede relajarse un poco y usar medios más normales para hablarle. Cuando hay que partir de que no las tiene, entonces hay que mostrar la propia visión a fuerza de choque: a los duros de oído se les grita, y a quienes están casi ciegos se les dibujan figuras grandes y llamativas» (en «El escritor y su país»).

Estos ensayos explican, con limpias y claras pinceladas, cómo su obra nace de la observación amorosa e intensa de las maneras —aun cuando éstas muestren su cara más grotesca— y ofrece la ocasión de llegar a entrever o participar en el sentido último de la realidad, en la vida divina. De este modo, las reflexiones de la autora son diferentes variaciones sobre el mismo tema: los puntos de encuentro entre el misterio y las maneras. Los ensayos constituyen un todo armónico porque la genial personalidad de la escritora parece querer agudizar en cada una de sus palabras y reflexiones una mirada escrutadora, de curiosa y audaz averiguadora, para hallar esos puntos de intersección. Los halla en la naturaleza —sus amados pavos—, en su «país» —el sur de los Estados Unidos— y en su mundo imaginario —esos cuentos que perfeccionaba a escondidas pocos días antes de morir—. Y una nueva intersección encontrará el lector entre estas páginas que, a la vez que ofrecen una mirada inteligente respecto al oficio de escribir, dejan siempre un margen para que el lector pueda afilar su visión hasta toparse con el misterio.

Guadalupe Arbona y Esther Navío

NOTAS

¹ Su dominio del inglés americano como lengua materna, su conocimiento riguroso del español y su familiaridad con Flannery O’Connor y la literatura sureña hacen que sus aportaciones hayan sido muy valiosas. Además es profesora de la UNED, ha publicado magníficos estudios sobre la obra de la autora y ha realizado una excelente traducción de sus cuentos al español: F. O’Connor, Un encuentro tardío con el enemigo, Ediciones Encuentro, Madrid 2006.

² Gallimard, París 1975, traducido por André Simon.

³ Título al que añadieron un subtítulo, «Sul mistero di scrivere», Roma, Minimum fax 2002. Edición italiana de Octavio Fatica. Prefacio de Christian Raimo.

Prólogo de la primera edición

Los textos que presentamos tienen una doble procedencia: por un lado, los artículos y ensayos que la autora publicó en vida y, por otro, los escritos que nunca revisó de cara a la publicación. A esta segunda clase pertenecen la mayoría de los textos de la sección III (formada por «Naturaleza y fin de la literatura», «El arte de escribir cuentos» y «Sobre su obra»), el primer ensayo de la sección IV («La enseñanza de la literatura»), y todos los de la sección V a excepción del primero («Novelista y creyente», «Los novelistas católicos y sus lectores» y «El novelista católico en el sur protestante»). El calificativo «escogida» que figura en el subtítulo de este libro se refiere en particular a estos textos, pero apenas refleja la labor que han realizado los editores. Miss O’Connor dejó al menos una cincuentena de originales mecanografiados para conferencias, con someras indicaciones sobre dónde habían sido pronunciadas y, a menudo, ninguna sobre la fecha. Aparentemente pasaba a máquina un texto sustancialmente nuevo para cada ocasión. Lo que normalmente quería decir era que experimentaba con las mismas observaciones disponiéndolas en un nuevo orden, o expresándolas de otra manera, y añadiendo algunas frases y párrafos nuevos. Hemos podido distinguir cuatro o cinco categorías, en función del público al que se dirigiese: grupos universitarios, católicos, georgianos, clases de escritura. Pero lo que tenía que decir a unos se solapaba con lo que tenía que decir a los otros, y solía apoyarse en las mismas anécdotas y chistes. Era difícil o imposible identificar cuál era la copia «primigenia» o «maestra» de cada una de estas categorías, aunque en dos o tres casos los herederos de Miss O’Connor o su albacea habían autorizado la publicación de alguna versión en revistas universitarias. Los editores estuvieron a punto de naufragar en este volumen de materiales. Tuvimos la tentación de renunciar. Podríamos haber seleccionado media docena de manuscritos y publicarlos con todas sus redundancias, o bien decidir que, puesto que estas charlas habían sido concebidas para ser leídas en voz alta y no para ser publicadas, debían permanecer inéditas. En el primer caso hubiéramos sido fieles a la letra; en el segundo, de algún modo, a la autora. Pero en ninguno —empezamos a darnos cuenta poco a poco— cumpliríamos con el lector. Al final decidimos editar los escritos según estimábamos que la autora hubiese querido editarlos hoy, recurriendo al mismo tipo de ajustes que ella solía utilizar. Cortamos la mayor parte de las repeticiones y tomamos los argumentos interesantes expresados del mejor modo. Allí donde se debían y podían realizar reordenaciones y transposiciones se han llevado a cabo. Recurrimos a las notas al pie¹ para incluir dos variantes de un pasaje e insertamos dos pasajes más extensos de evidente interés en ensayos donde resultaban pertinentes. En general, aparte de añadir aquí y allí una palabra de transición o de realizar algún cambio mínimo para corregir una construcción extraña, hemos sido escrupulosos con el pensamiento y la expresión de Flannery O’Connor y nos hemos cuidado de no introducir nada de nuestra cosecha.

Aquí están, pues, en una selección razonablemente completa, los escritos ocasionales de Flannery O’Connor. El volumen comienza y termina con textos a los que la autora se dedicó con arte y esmero. Entre medias, se encuentran textos de estilos variados, que van desde cierto grado de formalidad hasta el tono informal de una charla desenfadada. Las secciones III y IV, dedicadas al estudio y al ejercicio de la escritura, se caracterizan por un estilo llano y sin rodeos. Están formadas por «Naturaleza y fin de la literatura», «El arte de escribir cuentos», «Sobre su obra», «La enseñanza de la literatura» y «La literatura en el instituto». Las reflexiones más tardías y profundas de la autora se encuentran en las secciones V y VI, dedicadas a los grandes temas que hizo particularmente suyos: «La Iglesia y el escritor», «Novelista y creyente», «Los novelistas católicos y sus lectores», «El novelista católico en el sur protestante» e «Introducción a ‘En memoria de Mary Ann’». Está claro que la disertación, incluso aquí, tenía una importancia secundaria para la autora, que sentía que su principal vocación era escribir cuentos y procurar que contuviesen lo que ella tenía que ofrecer. Por otro lado, sabía que esas condensaciones de experiencia e invención pertenecían a contextos literarios, regionales y religiosos reales, que podían y debían ser examinados y discutidos. También tenía un don para esto. Sus notas no sólo complementan sus relatos, sino que son valiosas e incluso fundacionales de por sí. La modesta confianza con la que hablaba estaba justificada al parecer de los editores, que con el mismo espíritu presentan este libro.

SF

RF

NOTAS

¹ En esta edición se ha optado por incorporar también a pie de página las notas sobre la procedencia de los ensayos que los Fitzgerald decidieron incluir al final del volumen (nde).

Misterio y maneras

I

El rey de las aves

¹

Cuando tenía cinco años me pasó algo que me marcaría de por vida. El Noticiario Pathé envió a un reportero de Nueva York a Savannah para filmar a uno de mis pollos. Era de la raza conchinchina enana, de color beis, y tenía la peculiaridad de que andaba hacia delante y hacia atrás. Su fama se había extendido por toda la prensa, y supongo que después de haber llegado a oídos del Noticiario Pathé, ya no le quedaba ningún otro sitio al que ir, ni marcha adelante ni marcha atrás. Así que al poco tiempo murió, y visto lo visto, hizo bien.

Si incluyo esta anécdota al comienzo de un artículo sobre pavos reales, es porque siempre me andan preguntando que por qué los crío, y no tengo ninguna respuesta concisa ni razonable que dar.

Desde aquel día de la visita del cámara de Pathé empecé a juntar pollos. Lo que había sido hasta entonces un tibio interés se convirtió en una pasión, en una búsqueda. Tenía que tener cada vez más pollos. Daba preferencia a los que tuvieran un ojo verde y otro naranja, o cuellos demasiado largos, o crestas torcidas. Quería tener uno con tres patas, o con tres alas, pero esta variedad no prosperó. Me ponía a pensar delante de una imagen del libro de Robert Ripley, Increíble pero cierto², que mostraba a un gallo que había sobrevivido treinta días sin cabeza, pero no era científico mi ánimo. Como sabía coser un poco, comencé a confeccionarles trajes a los pollos. Un gallo gris enano, que se llamaba Coronel Eggbert, lucía un abrigo de piqué blanco con cuello de encaje y dos botones a la espalda. Parece que el equipo de Pathé nunca tuvo noticia de estos otros pollos, porque no envió más reporteros.

Mi búsqueda, fuera cual fuese su verdadero objeto, se orientó finalmente hacia los pavos reales. Fue el instinto y no el saber lo que me llevó a ellos. Nunca había visto ni oído a ninguno. Aunque tenía un corral con faisanes y otro con codornices, una parvada de pavos, diecisiete ocas, una partida de azulones, tres gallinas japonesas sedosas enanas, dos polacas moñudas, y varios pollos resultantes del cruce de estas dos últimas con un gallo Rhode Island Red, sentía que me faltaba algo. Sabía que el pavo real era el ave de Hera, la esposa de Zeus, pero debía de haber perdido parte de su celestial estatus desde entonces: el Market Bulletin de Florida ofrecía ejemplares de tres años a sesenta y cinco dólares la pareja. Llevaba varios años leyendo estos anuncios tranquilamente cuando un día, en un arrebato, señalé uno con un círculo y le pasé la revista a mi madre. Vendían un pavo real con su pava y cuatro pavipollos de siete semanas. «Me los voy a pedir», dije.

—¿No se comen las flores esos bichos? —preguntó mi madre, después de leer el anuncio.

—Comerán Startena³ como todos los demás —contesté.

Los pavos reales llegaron en el expreso de Eustis, Florida, un día templado de octubre. Cuando mi madre y yo llegamos a la estación, el cajón estaba en el andén, y por una de las esquinas asomaba un cuello azul eléctrico coronado por una cabeza encopetada. Una línea blanca, encima y debajo de cada ojo, confería a la inquisitiva cabeza una expresión de atenta serenidad. Me preguntaba si esta ave, acostumbrada a desfilar por los naranjales de Florida, se adaptaría fácilmente a una granja lechera de Georgia. Me bajé del coche de un salto y fui dando brincos hasta el cajón. La cabeza se encogió.

Cuando llegamos a casa liberamos a nuestro pasaje y lo alojamos en un corral cubierto. El hombre que me vendió los pavos me había dicho por escrito que debía tenerlos encerrados durante una semana o diez días y soltarlos al atardecer donde quisiera que pasaran la noche; en lo sucesivo, regresarían

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