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Las aventuras de Alexa Huntington
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Las aventuras de Alexa Huntington
Libro electrónico164 páginas2 horas

Las aventuras de Alexa Huntington

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Información de este libro electrónico

Alexa Huntington, una oniromante; es decir, alguien con el don de entrar en el mundo onírico de las personas para robarles secretos o estafarles por una buena cantidad de dinero...
En una de sus asignaciones se topa con la fotografía de una mujer desaparecida que posiblemente esté muerta, por lo que tendrá que usar todas sus habilidades para encontrar la verdad y escapar de unos perversos soñadores.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 abr 2015
ISBN9781310921841
Las aventuras de Alexa Huntington
Autor

Armando Dasilva

Escritor novato de thrillers, novelas y relatos de fantasia. Interesado en mejorar en el oficio; entretener a mis lectores a la vez que les despierto emociones y les pongo a pensar.Escribo en mis tiempos libres diferentes tipos de obras; unas más serias y otras más ligeras, pero aún así reflexivas para aquel que ve más allá de las apariencias. Es el caso que he escrito una pequeña obra donde a mi protagonista - Alexa- mujer imaginaria y a la vez amada, en un amor imposible, le hago pasar por ciertas peripecias algo oscuras; no conforme con eso le estoy escribiendo una segunda parte donde espero encontrarle algo de felicidad.He subido a mi blog http://mundorelato.blogspot.com/ alguna que otra historia, incluyendo una como Vladimir Putin y el Tesoro de Baba Yaga, donde a un par de despistados detectives Rusos les hago pasar las de Caín investigando un alocado caso, donde en la moderna Rusia del citado presidente, batallan fuerzas tan disimiles como una bruja de su folklore eslavo y el crimen. También poseo el usuario armakapala en wattpad.com

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    Las aventuras de Alexa Huntington - Armando Dasilva

    Una vez entras en el sueño del objetivo debes tener cuidado; como un rio bravo, las memorias, deseos y pensamientos del intervenido se arremolinan y chocan unos contra otros. Debes mantener la concentración, buscar la franja verde y pasarla de inmediato; so pena de quedar atrapado y volver a la vigilia como el peor de los locos.

    Al pasar la franja verde debes ver tus manos y opcionalmente los pies. Alexa levanta sus manos y ve unos guantes de seda, con un motivo floral bordado. En su brazo derecho, una cesta que contiene unas manzanas ya arrugadas junto con algunas monedas. Mira sus pies y observa que esta calzada con unos mocasines rotos.

    Lleva las manos a la cabeza y palpa un sombrero atado a su mentón con una cinta púrpura. Su vestido es de un color rojo desteñido y su ropa interior es muy abundante. Las monedas me ayudarán a saber donde estoy, piensa; las revisa y se da cuenta que está en Inglaterra en la Era Victoriana.

    Alexandra siente que está el flujo del soñador. Contra su voluntad, camina deprisa por una calle muy mal iluminada por las lámparas de la época.

    Más adelante, una figura oscura le cierra el paso; un hombre alto y rubicundo de unos cincuenta años, vestido con un saco, sombrero y bastón. Ella observa sin hacer nada hasta que él desenvaina una espadilla de su bastón.

    La hoja brilla en la oscuridad con un destello frio y azulado. El atacante sonríe y rápidamente lanza una estocada de arriba hacia abajo. Ella la evade, el insiste tratando de apuñalarla, pero ella lo vuelve a evadir, perdiendo su canasta; y a duras penas el sombrero se mantenga en su cabeza.

    El hombre tira a un lado el bastón y desabotona su saco. Una gran cantidad de armas blancas: puñales, una hoz y hasta un bisturí brillan bajo la luz de la mortecina lámpara. Se toma su tiempo y elige la hoz; pasa la lengua por el filo curvo de su arma y ríe con una alegría aterradora.

    Alexandra bota su sombrero y se quita la chaqueta de su vestido. Estira el dedo índice de la mano derecha y dice Susurro. El soñador da un paso atrás, siente un peso en su abdomen y un frio en su espalda. El piso detrás del soñador se estira y empieza a cambiar. Él retoma la compostura y huye.

    Envuelto en la neblina el hombre apenas puede ver ya que la luna se esconde tras una nube. Huye a toda prisa sin mayor guía que el miedo; sigue sin distinguir nada y solo puede confiar en las pisadas que resuenan en toda la calzada. Afortunadamente, la luna sale de su escondite e ilumina la calzada evitando que el hombre caiga en las aguas del Támesis. Unos metros más adelante una escalera desciende hasta un muelle que tiene un bote.

    El hombre baja la escalera, pero al pisar el último escalón, esta vuelve a subir hasta la calzada; jadeando, lo intenta una vez más con el mismo resultado. No importa cuántas veces lo haga, nunca llega al bote y siempre termina en la calzada. Podría seguir así, pero el ruido de cascos de caballos en el piso de piedra interrumpe las cavilaciones del soñador. Este voltea y ve un soberbio carruaje esperándolo.

    —Llévame a tu casa. — Le ordena Alexa.

    El soñador sube al carruaje donde retoma la compostura. Se estira hacia el asiento de adelante donde está la mujer terrible y le toma la rodilla. Ella saca una filosa daga y la coloca en el pecho del soñador haciéndolo retroceder.

    —No hay nada erótico aquí. — Le dice.

    El cochero se detiene enfrente de una espaciosa casa de madera y piedra. Se bajan y Alexa se encarga de que el rubicundo hombre pague muy generosamente al conductor.

    — Ustedes los banqueros son tacaños. — Le dice Alexa al aterrado hombre.

    El soñador abre la reja de acero y permite que Alexa entre al jardín de su residencia. Luego abre la puerta principal y entran en un salón bien iluminado por una gigantesca araña de cristal. Cuadros de cacería, de bucólicos prados y mujeres en balcones adornan la estancia.

    Una mesa con un grupo de fotografías de mujeres jóvenes atrae la atención de Alexa, reconoce a una de las chicas y toma su retrato para observarla mejor; en efecto, la ha visto antes, pero no recuerda donde, devuelve el retrato a su lugar y de repente siente el punzante ardor de un filo en su brazo.

    El soñador intenta apuñalarla pero falla de nuevo. Ella le hace frente con el filoso acero con que lo había sometido anteriormente y logra cortarle la cara con habilidad.

    Alexa recupera la concentración y dice Susurro a la vez que hace que el asesino onírico caiga sobre su vientre al quitarle las piernas. Opresión le quita la movilidad y el control del sueño, por lo que sin posibilidades de reaccionar, queda a merced de la terrible mujer de su pesadilla. Esta lo sube a la silla de su lujoso escritorio, toma asiento enfrente y le ordena que le vea a la cara.

    —Posesión — Dice Alexa.

    —Quiero que cuando a mi orden despiertes, hagas la transferencia de la cantidad de dinero escrita en este papel —El soñador recibe el papel—, a la cuenta de banco que se te indica y una vez lo hayas hecho, lo olvides.

    — Contaré hasta cinco y despertarás para hacer lo que ordeno.

    — Uno, dos...

    El oficio de oniromante

    La mayor parte de la gente no recuerda lo detallados que son sus sueños. Mundos asombrosos se despliegan a la hora de dormir para ser olvidados ó mal recordados en el mejor de los casos. Un mundo en donde somos héroes ó heroínas, caballeros o damiselas, donde volamos, o nadamos con ballenas. Un sitio donde también damos rienda suelta a nuestros más salvajes deseos eróticos ó practicamos nuestras aberraciones más inconfesables…

    Sin límites vivimos en ese espacio que creemos real para olvidarlo después de despertar. La rutina diaria hace que en la vigilia, nos enfoquemos en lo que consideramos real, por lo que guardamos en un desván el mundo que al dormir creamos.

    La verdad es que en el llamado mundo real hay cosas más allá de nuestro conocimiento. Acostumbrados a las cosas que se tocan o se sienten, no nos damos cuenta de las fuerzas sutiles que moldean nuestra conducta y marcan nuestro destino. Una de esas cosas muy poco conocidas por nosotros es la existencia de los oniromantes.

    Los oniromantes tienen la facultad de meterse en los sueños – o pesadillas – de otras personas, con la intención de controlarlos. Hubo una época en que curaban, encontraban personas u objetos perdidos; desenterraban tesoros y hasta atisbaban los secretos del más allá, pero todo eso ha acabado. Ahora controlan a las personas a través del sueño, para estafarlos o robarles sus secretos.

    Más allá del don que hay qué tener para desempeñar el oficio; también se debe entrenar la imaginación y la fuerza mental a una temprana edad. No todos los que tienen el don, pueden ser oniromante, ya que si carecen de fuerza mental caen en la locura.

    Quienes tienen el don y completan debidamente su entrenamiento; trabajan individualmente o en grupo para desempeñar su oficio. Tienen oficinas con secretarias, administradores y computadoras. Además de sustancias que marcan a la víctima en el mundo de los sueños para que esta pueda ser encontrada.

    Alexa es una oniromante. Ha terminado su último trabajo y como de costumbre, sale rápidamente a hacer sus compras. Ella cree que toda chica debe tener un guardarropa variado. Después de todo, están en el centro de Europa y el frio que hace este año no es normal, según le han dicho los lugareños. Frio o no, a ella le gusta mucho salir de compras. Le gusta tanto, que no solamente puede pasar días visitando tiendas probando y comprando cuanto le guste: sombreros, guantes, ropa interior, abrigos, pantalones, vestidos y pare usted de comprar, sino que además sus amigas la dejan sola al segundo día de feroz consumismo.

    Luego de comprar hace un poco de turismo por el lugar. No le gusta mucho el frío pero un buen abrigo nuevo compensa la molestia. Camina lentamente por las calles empedradas de la ciudad viendo las encantadoras casas viejas. Los arboles de invierno con su melancólico aspecto y la luz mortecina del sol completa la imagen de postal del sitio.

    Cansada, se detiene a esperar el tranvía. Un viento frio empieza a arreciar y aún con el abrigo puesto ella tiembla. Se entretiene viendo el aliento congelado de su boca y se ríe de su infantil ocurrencia.

    A pesar del cansancio no toma asiento en la parada que tiene a su disposición. Espera el tranvía caminando y frotando sus manos para mantenerse caliente, ya que el frio empieza a arreciar al caer la noche.

    La luna le parece un gigantesco copo de nieve. Gélida y de un fantasmal tono azulado ilumina pálidamente la noche. Alexa piensa que es una lástima que el lago esté congelado, ya que el reflejo de la luminaria plateada en sus aguas debe ser un bello espectáculo.

    En un poste observa un cartel con la foto de una joven muy parecida a una de las mujeres daguerrotipadas del salón del viejo. Sin darle tiempo para sorprenderse escucha el sonido del Tranvía por lo que recoge sus bolsas y se alista para partir.

    Una vez sentada se da cuenta que es la misma joven del sueño del aspirante a Jack el destripador. Precisamente la que ocupa la parte central y elevada de una hilera de fotos, pero ¿qué podría significar eso?

    Sueños y muñecos

    Spencer, el director de Operaciones, no oculta su felicidad. En los preparativos de la reunión de Nuevo Proyecto nos llama hermanos, amigos y compañeros. Luego de terminarlos, deja su efusividad y retoma su tradicional seriedad. Raras veces un hombre es a la vez tan brillante como excéntrico. Su anacrónica forma de vestir; con chaleco antiguo, reloj de bolsillo y botas lustrosas; contrasta fuertemente con el color verde de su cabello. Sin embargo, juzgarlo por su apariencia es un gran error, ya que es muy raro encontrar a alguien con su profundo conocimiento de las computadoras y habilidades gerenciales.

    El discurso de Spencer pierde emotividad y se vuelve más práctico. Nos habla de los contactos del señor V que usaremos en nuestros próximos proyectos: Víctor Moon y Frederick Cannon; de ahora en adelante conocidos como M y F respectivamente.

    Ambos son banqueros como el señor V y trabajan en Fondos de Administración de Capital de Riesgo. El señor M, pasa por una pequeña crisis de nervios que lo ha obligado a tomarse un respiro, so pena de perder el puesto en el directorio del Fondo. Actualmente se encuentra en el país donde cumple una rutina diaria de manera obsesiva.

    —Alexa. —dice Spencer— Lo encontraras en el café de la calle Strasse como a las seis de la tarde. Se sienta en la mesa solo mientras

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