Tarea Cumplida
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– Esto se va haciendo cada vez más complejo. ¿Cómo puede ser que un simple ejercicio de la materia me haya traído hasta acá? –preguntó Alejandro.
– Porque decidiste afrontar la tarea con responsabilidad. A la mayor parte de los alumnos les basta con nadar en la superficie, mientras que a otros, aunque sean usualmente algunos pocos, les gusta bucear en las profundidades. La cuestión aquí es que entiendas que lo importante no es que averigües qué es lo que realmente pasó con el anciano, sino que aprendas a verificar por tu propia cuenta todos los relatos que quieran ofrecerte disfrazados de información o verdades inobjetables. A pesar de lo que muchos creen, con el avance tecnológico, la información disponible es cada vez más escasa a medida que aumenta de manera desproporcionada el volumen de datos que tenemos a nuestro alcance: vamos sabiendo cada vez más y comprendiendo cada vez menos. El problema empieza cuando empezamos a forjar nuestras opiniones a partir de información que, si bien damos por cierta, resulta ser falsa o errónea; en ese caso, podemos ser manipulados por alguien para hacer algo que no haríamos en caso de conocer la verdad de los hechos.
Ezequiel Tambornini
Periodista y escritor argentino Argentine journalist and writer
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Tarea Cumplida - Ezequiel Tambornini
Tarea cumplida
Ezequiel Tambornini
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I
El profesor de lengua nos dijo esta mañana que íbamos a ir a un geriátrico. Nos reímos a hasta el cansancio. Pensamos que era una broma. Pero ahora estamos aquí, mirándonos unos a otros y rodeados de viejos que, si bien nos observan con asombro, parecen contentos de que aparezca algo que modifique su tediosa rutina.
– ¿Trajeron su libreta de anotaciones? –nos pregunta el profesor luego de saludar con amabilidad a una mujer vieja, aunque no tanto como las viejas que estaban mirando televisión hasta que llegamos nosotros.
– Síííííí –respondemos en coro; se escucha algún bostezo de alguien que se quedó seguramente chateando hasta tarde anoche.
– Cada uno de los hombres y mujeres que residen en este hogar fueron bendecidos con una larga existencia –dice el profesor–. Cada uno de ellos tiene por lo tanto una extensa historia de vida para contar. ¿Por qué estamos aquí? Bien, ustedes van a entrevistarlos y luego van a escribir la historia de vida de cada uno de ellos.
– ¿Qué tenemos que preguntar? –quiere saber Julieta, una de chicas más estudiosas del curso (y también una de las más feas)
– Todo lo que consideren necesario para reconstruir una historia de vida –explica el profesor–. Dónde nacieron, crecieron, estudiaron, si formaron una familia, cómo se ganaron la vida, en fin, todos los aspectos principales de la vida de una persona que puedan recabar en el término de media hora. ¡Empecemos ya!
Comenzamos a recorrer los pasillos del geriátrico, acompañados por el profesor y la mujer no tan vieja, quien seguramente es la administradora del lugar o algo así. Los abuelos y abuelas –así los llama la mujer– están al tanto del ejercicio y esperan el comienzo de tan particular evento con cierta impaciencia. La mujer nos va presentando a los viejos, éste es Ernesto, ésta Josefina, y así nos vamos distribuyendo, un alumno por cada abuelo o abuela, cada uno con su respectivo anotador, preguntando aquello que nos indicó el profesor.
Llega mi turno. La mujer me pide con un amable gesto que me acerque para presentarme al abuelo Jorge, un viejo totalmente pelado, salvo por unos pocos pelos desordenados que aún conserva en su cabeza. Está casi de espaldas a nosotros.
–Buenos días, mi nombre es Alejandro –me presento. Pero el abuelo parece no registrarnos. Permanece quieto, sentado en una silla, mirando hacia un ventanal a través del cual puede verse un parque con árboles espléndidos y una fuente de la cual brota un raquítico chorro de agua; un pequeño y cuidado jardín que, de alguna manera, produce una sensación de paz y sosiego al contemplarlo.
– Buenos días –repito con un tono más fuerte de voz, mientras me llevo la mano hacia el oído y le pregunto con un gesto a la mujer si el viejo es sordo o no escucha del todo bien.
– El abuelo Jorge escucha tan bien como cualquiera de nosotros; sólo que hoy parece no tener un buen día –explica la mujer y, antes de seguir su camino para continuar repartiendo un alumno por cada viejo, levanta los hombros y hace un gesto con su rostro por medio del cual me indica éste es el viejo que te tocó: hacé lo que puedas.
Busco una silla para sentarme en frente del viejo, quien parece no tener intención alguna de interactuar conmigo, pues sigue mirando, inmutable, hacia el jardín. Tiene una mirada severa, aunque no podría decir que es mi presencia la que lo molesta; parece más bien un hombre enojado por todo y con todos.
– Buen día, como usted sabrá, estoy aquí para hacerle una pocas preguntas, nada demasiado complejo, es para una tarea de la escuela…
– Ya estamos al tanto del asunto –responde el viejo, aunque en su voz puede advertirse que no tiene buena predisposición para entablar una conversación en términos amables. A diferencia de
