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El sutil poder del abuso espiritual: Cómo reconocer y escapar de la manipulación espiritual y de la falsa autoridad dentro de la iglesia
El sutil poder del abuso espiritual: Cómo reconocer y escapar de la manipulación espiritual y de la falsa autoridad dentro de la iglesia
El sutil poder del abuso espiritual: Cómo reconocer y escapar de la manipulación espiritual y de la falsa autoridad dentro de la iglesia
Libro electrónico327 páginas

El sutil poder del abuso espiritual: Cómo reconocer y escapar de la manipulación espiritual y de la falsa autoridad dentro de la iglesia

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Ninguna persona debería marcharse de la iglesia por sentirse manipulada, controlada, humillada o condenada. Pero el abuso puede ocurrir en los lugares de refugio y ánimo si los líderes espirituales empiezan a abusar de su autoridad para satisfacer sus necesidades de importancia, poder, o gratificación espiritual. En esta obra descubrirás como identificar a la iglesia abusiva y también como liberarte de su legalismo destructivo. Entre los temas incluidos figuran:1. Cómo se produce el abuso espiritual, y por qué aquellos que están bajo su control a menudo no lo detectan.2. Las formas sutiles que los líderes y sistemas utilizan para “enganchar” y controlar a los creyentes, robándoles de su gozo en Cristo.3. Ayuda bíblica para reconocer relaciones espirituales saludables.4. Estrategias eficaces para eludir situaciones abusivas.Penetrante, práctico y solidamente cimentado en las Escrituras, este libro tiene lo que necesitas para recuperar una relación llena de gracia con Dios y Su iglesia.
IdiomaEspañol
EditorialZondervan
Fecha de lanzamiento24 sept 2013
ISBN9780829777307
El sutil poder del abuso espiritual: Cómo reconocer y escapar de la manipulación espiritual y de la falsa autoridad dentro de la iglesia
Autor

David Johnson

David Johnson es pastor de la Iglesia de la Puerta Abierta en Maple Grove, Minnesota desde 1980. Durante este tiempo, la asistencia a la congregación creció de 160 a 3,000 personas. David se graduó de la Facultad Bethel y recibió su capacitación en teología en el Seminario Bethel y la Escuela Evangélica Trinity Divinity. Es un conferenciante codiciado y su programa radial Creciendo en gracia se transmite internacionalmente. David y su familia residen en Minnesota.

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    Muy buen libro, espero que más gente puede leerlo,Gracias.
  • Calificación: 3 de 5 estrellas
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    rere

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El sutil poder del abuso espiritual - David Johnson

INTRODUCCIÓN

Mensajes con todo el corazón

David Johnson:

Yo no estaba preparado para el aspecto del extraño rostro de una mujer que respondió al llamado para hacer una oración al final del culto en la iglesia. Tenía lágrimas en los ojos, estaba ansiosa. Pero más que nada, vi miedo. Lo que es más, cuando empezó a hablar, quedó claro a qué le tenía miedo: ¡a mí!

En ese instante me pregunté qué podría haber dicho o hecho yo para hacer que ese simple paso fuera tan traumático para ella. Cuando empezamos a hablar, sin embargo, me di cuenta de que no me tenía miedo personalmente, sino a lo que yo representaba. Yo era un pastor, una figura de autoridad. Y no cualquier autoridad: era una autoridad espiritual, un «representante de Dios». Estaba aterrada por eso, y acercarse a mí para hacer una oración fue una de las cosas más difíciles, más valientes que había hecho en la vida.

Luego, cuando cavilé sobre el encuentro, me di cuenta de que ella exhibía las características de una víctima de abuso. Pero esta vez el abuso no era sexual, físico ni emocional. Era muy probable que fuera más grave porque en la mayoría de los lugares esto es un tema «tabú». El abuso era espiritual.

En el contexto de su hogar cristiano y de su iglesia evangélica, esta mujer había sido avergonzada, manipulada y oprimida por una distorsión del evangelio. Aunque Jesús vino con «buenas nuevas» para liberarnos a todos nosotros, ella había sido presionada por otros cristianos para esforzarse más en ser «una buena cristiana». Cuando fracasó en sus sinceros intentos, la tildaron de indisciplinada y renuente; quizá incluso inconversa. Ella se esforzaba cada vez más para hacer todo lo que se le prescribía: más lectura de la Biblia, más oración, más sacrificios financieros. Finalmente, exhausta, había venido en busca de ayuda. Pero estaba tan segura de que yo también iba a juzgarla que casi no podía pedir ayuda a otra «autoridad espiritual». Las buenas nuevas se habían convertido en «malas nuevas"; habían distorsionado tanto el mensaje de vida hasta que casi abatió su vida interior.

El resultado, para ella, fue que el concepto de la gracia se había perdido por completo, y la iglesia en general ya no era un lugar seguro. En mi calidad de pastor, yo estaba en el lugar de quien estuvo antes que yo, de quien había herido su alma.

En más de diez años de ser pastor en la iglesia Church of the Open Door, por todos los medios he intentado consistentemente predicar la gracia de Dios como nuestra única esperanza de vida y poder espiritual; que Dios se acerca hacia los quebrantados, consuela a los que lloran y sacia a los hambrientos. Nosotros consistentemente confrontamos la afectación piadosa del legalismo farisaico. Lo que hemos percibido es que las personas heridas sanan, y las personas religiosas se enojan.

Pero fue esta mujer quien abrió mis ojos al impacto que la espiritualidad malsana puede tener sobre hombres, mujeres y niños. Mientras que Cristo nos ha llamado a la libertad y al reposo (Hebreos 4), demasiados en el cuerpo de Cristo no están motivando a las personas heridas, abrumadas, a dar inicio a su recuperación al descansar en la gracia de Dios, sino más bien los motivan a esforzarse más por los beneficios de la salvación. Y si estas «fórmulas» se cuestionan, quienes tienen autoridad espiritual se sienten amenazados. Al proteger su doctrina, o su propia postura, se vuelven contra los que se les han acercado buscando ayuda.

No puedo dejar pasar lo que veo en esto. Veo los síntomas de una enfermedad para la cual finalmente encontré un nombre: abuso espiritual.

No creo que fuera coincidencia que cuando esta mujer se acercó a mí yo estuviera predicando sobre Mateo 23: este es el pasaje en el que Jesús revela las señales y el impacto de los falsos líderes espirituales, y declara su misión de proteger a las víctimas. En mi calidad de predicador que interpreta la Palabra de Dios, siempre estoy buscando ejemplos de carne y hueso para ilustrar las verdades que se encuentran en las Escrituras. De ese encuentro que tuve, Dios me dio una ayuda visual para ayudarme a ver el tipo de persona por la que Jesús estaba combatiendo. En este sentido la palabra se hizo carne, y el concepto de abuso espiritual cobró vida para mí.

Aunque algunos evitan el término «abuso espiritual», estoy convencido de que esta enfermedad está más extendida de lo que pensamos. Por esta razón elegí trabajar en este libro. Mi deseo más profundo es que sea una fuente de ayuda y restauración tanto para las víctimas como para los perpetradores del abuso espiritual.

Jeff Van Vonderen:

A Frank lo había referido a mí un terapeuta de una clínica cristiana. Al parecer, estaba atorado en su relación con Dios, y el terapeuta pensó que yo podría ayudar a «desatorarlo». Me informaron que Frank estaba muy renuente a ir a ver a un ministro, pero que vendría a una sesión o cuando mucho a dos.

Cuando Frank vino a nuestra cita, lo saludé y noté que me estrechó la mano con cautela.

Cuando caminamos hacia mi oficina y nos aproximamos a la puerta, fue como si se estrellara contra una barrera invisible. Se detuvo de súbito, incapaz de entrar conmigo a la oficina, como si no fuera físicamente capaz de entrar a ese espacio en particular.

De hecho, le tomó a Frank más de quince minutos seguirme y entrar a la oficina. Desde nuestra primera sesión, y a lo largo de las sesiones subsecuentes durante los siguientes dos años, Frank relató la historia de un increíble maltrato espiritual.

Había experimentado varias formas de abuso en su desarrollo, que fluctuaban desde negligencia hasta un evidente abuso físico y sexual. Como si esto fuera poco, durante un período de quince años varios de los pastores y consejeros cristianos de quienes buscaba ayuda lo avergonzaron, lo manipularon y abusaron de él sexualmente.

Como consejero, en este libro aporto mi punto de vista sobre otro aspecto del problema del abuso espiritual. Dave Johnson, mi colega en la iglesia Church of the Open Door, escribe sobre los problemas de las ideas equivocadas en cuestiones de autoridad espiritual y enseñanza. Yo escribo principalmente como consejero que atiende varios casos en los que un tratamiento erróneo a los cristianos que necesitan ayuda emocional y espiritual ha ocasionado heridas adicionales.

Dave Johnson y yo hemos estado ministrando juntos en la iglesia Church of the Open Door en Minneapolis por más de una década. Durante este tiempo hemos vistos algunas personas increíblemente heridas. No fue sino hasta hace poco, sin embargo, que identificamos la causa de muchas de las heridas. Antes, no teníamos las palabras. Ahora vemos que la mayor parte de nuestro tiempo y energía la hemos invertido en ayudar a sanar las heridas ocasionadas por abuso espiritual. Dave y yo compartimos la urgencia de levantar la voz y de manera intencional sobre el abuso espiritual en la iglesia, por la sola razón de que muchos elegirían no hacerlo.

Cuando una persona trata a otros de manera que los daña físicamente, lo llamamos abuso físico. Dañar a alguien mediante las emociones se le llama abuso emocional. El lavado de cerebro es una frase que describe abuso psicológico. El abuso espiritual ocurre cuando tratan a las personas de manera que las dañan espiritualmente. Como resultado más profundo, lastiman su relación con Dios—o esa parte de ellas que puede tener una relación con Dios—o le dejan una cicatriz. Conforme avancemos en este libro, ilustraremos varias maneras en las que esto sucede y ofreceremos ayuda a quienes han experimentado este tipo de abuso.

Escribimos para ayudar, no para condenar.

Finalmente, los dos tenemos inquietudes a la hora de escribir. Primero, nuestra intención es llevar gracia y liberación a las personas heridas. Pero también habrá dolor para aquellos que se den el permiso de sentir la ira, la tristeza o la pesadumbre que por mucho tiempo han guardado en su interior. Lamentamos que la lectura de nuestro libro será dolorosa para algunos.

Segundo, no tenemos la intención de que las apreciaciones en este libro sean utilizadas para dañar o destruir a persona alguna, incluso a las que abusan. Nuestra conjetura es que muchas de estas personas se engañan a sí mismas. Deben tomarse otras acciones solo cuando una persona no reconozca su pecado. Maneje este material con cuidado.

Como nota editorial, este libro contiene muchos ejemplos ilustrativos, y estamos agradecidos a los que contaron sus historias para que otros pudieran recibir ayuda. Algunas historias se cuentan tal y como sucedieron; otras han sido de alguna manera alteradas en ciertos detalles para proteger la confidencialidad mientras se mantiene la integridad del tema principal de la historia.

Lo más importante, queremos decirles a quienes son víctimas de abuso espiritual lo siguiente: Hemos escuchado el mensaje que hay en tu corazón. La intención de Dios nunca fue que abusaran de ti en su nombre. Él todavía está de tu parte (Romanos 8).

¡Que al leer todo esto puedan alcanzar una renovada y saludable relación con Dios!

El abuso espiritual es un fenómeno real que de veras sucede en el cuerpo de Cristo. Es una trampa sutil en la cual los que perpetran abuso espiritual contra otros están tan atrapados en sus creencias y acciones malsanas como aquellos de quienes ellos abusan consciente o inconscientemente.

¿Qué es abuso espiritual? ¿Cómo ocurre? ¿Eres una víctima?

1

«Ayúdenme…»

Jeri se sentó en la oficina de un consejero cristiano, y explicó que se sentía desesperada, que se estaba volviendo loca. «O es eso», dijo secamente, «o estoy en el umbral de un cambio radical importante en mi crecimiento espiritual».

«Esas son dos cosas completamente opuestas», señaló el consejero. «¿Cómo llegaste a esa conclusión?».

«Bueno», comenzó, con un nudo en la garganta, «fui a ver a mi pastor hace pocos meses porque me estaba sintiendo muy deprimida. Identificó el problema fundamental en seguida, pero parece que yo no puedo hacer nada al respecto».

«El problema fundamental…», el consejero repitió, «¿cuál fue?».

Jeri bajó la mirada hacia la parte de arriba de sus zapatos: «Creo que debo decir que el problema, pues, soy yo. Mi pastor dice que estoy en rebeldía contra Dios».

Lo que resultó fue la historia de un caso desafortunado, y excesivamente común: La iglesia de Jeri enseña que La Biblia es la Palabra de Dios, el estándar mediante el cual debemos vivir. Pero la utilizan como una medida a través de la cual ganamos la aceptación de Dios, en lugar de como una guía para vivir. Por consiguiente, cuando le pidió a su pastor que la ayudara con su depresión, le dieron una «receta» de pasajes bíblicos de alabanza para memorizar y repetir una y otra vez. Esto, se le dijo, haría que pensara en Dios y que dejara de pensar en sí misma. La depresión se acabaría cuando superara su pecaminoso egocentrismo.

Jeri había probado lo que el pastor le sugirió, pero su depresión no se acabó, y esto suscitó algunas preguntas. Observó que había un historial de depresión entre las mujeres de su familia, y que en ese momento ella estaba experimentando algunos problemas físicos. Además, le confió a su pastor que estaba batallando en sus relaciones con su marido, porque este no daba importancia a sus responsabilidades con sus dos adolescentes que estaban empezando a meterse en problemas.

—¿Cómo respondió él cuando le dijiste que su sugerencia no ayudó?

—Ahí fue cuando me arrojó la bomba—dijo Jeri.

El consejero no dejó de notar la metáfora que ella eligió—la devastación que Jeri intentaba retratar—y preguntó:

—¿Qué tipo de bomba?

El pastor le había dicho: «El hecho de que no aceptes mi consejo sin plantear todas estas objeciones y otras posibilidades fue la principal indicación para mí, Jeri, de que la raíz de tu problema es espiritual, no físico o emocional. Cuando mencionaste que discutías con tu marido, en lugar de someterte a él y confiar en Dios, eso lo confirmó». Concluyó que los demás problemas—depresión emocional, enfermedad física, problemas en el matrimonio y unos adolescentes conflictivos—eran el resultado de la incapacidad de ella de someterse completamente a Dios y a su Palabra.

Jeri había intentado poner objeciones:

—Le dije que me sentía condenada. Que yo sentía que necesitaba ayuda de otro tipo.

—¿Qué sucedió?—el consejero la apremió.

—Eso empeoró las cosas. Mi pastor sonrió y dijo que yo no estaba dispuesta a aceptar sus consejos, así que eso probaba que él estaba en lo cierto. Ahí fue cuando me aplicó la palabra R. Dijo: «Jeri, necesitas arrepentirte de tu rebelión contra Dios. Después todos esos problemas menores serán atendidos».

—Ese es un veredicto fuerte contra ti—el consejero observó—. ¿Qué opinas?

Las lágrimas le brotaron, y las secó suavemente con un pañuelo desechable. Luego se sentó estrujando el pañuelo y haciéndolo nudos mientras respondía:

—Me siento como una sabandija clavada en una cartulina con un alfiler. Trato de alabar a Dios; lo alabo. Pero el problema con mi marido y los niños es interminable. Y me enfurezco cuando soy sincera conmigo misma, porque solo repetir las Escrituras, mientras nuestra familia y nuestra salud se están cayendo a pedazos, me parece demasiado superficial.

«Pero luego despierto a media noche, escuchando las palabras de mi pastor. Y pienso que debo de ser una terrible cristiana—en rebeldía, como él dijo—o mi vida no sería semejante desastre. Él tiene razón, ¿no es así? La rebeldía es un pecado que todos afrontamos.

«Pero la perturbación en mí ha continuado durante cuatro meses, y me encontré pensando que debería meter la cabeza a nuestro horno de gas. Y en otras ocasiones creo que debo de estar en el umbral de un cambio radical para una mayor santidad… si pudiera alabar lo suficiente, o someterme lo suficiente. Pero no creo poder aguantar el tiempo necesario. Por eso me siento exhausta, y como que estoy perdiendo la razón. Ya no puedo soportar todo este peso—finalizó, en tono suplicante—. Ayúdeme….

El dilema de Jeri es similar a incontables casos con los que nos hemos encontrado, el cual representa un serio problema muy extendido entre los cristianos. El problema, tal como hemos llegado a conocerlo, es el abuso espiritual.

No hay duda de que el término en sí molestará, si es que no escandaliza, a mucha gente, aunque esta no sea la intención. Nuestra intención tampoco es ser alarmistas, aunque estemos haciendo un llamado de atención a la existencia de un problema. Por consiguiente, es importante definir a qué nos referimos con abuso espiritual, y dejar claro desde el principio que cualquiera puede ser víctima, e incluso en ocasiones perpetrador, sin darse cuenta de lo que está haciendo.

Para empezar, examinemos las dinámicas que intervienen en la historia de Jeri.

Anatomía del abuso espiritual

Podríamos señalar varios factores problemáticos: el pastor de Jeri pasó por alto las dimensiones físicas, emocionales y relacionales de su problema y le dio un enfoque «espiritualizado» más limitado. Con poca investigación, supuso que conocía «el problema fundamental» de Jeri, que había un «problema fundamental». Pero aquí intervienen más factores sutiles, y la sutileza es exactamente lo que da poder para que haya un gran daño.

Primero, examinemos el poder dinámico que interviene.

Jeri voluntariamente se había hecho vulnerable al comentar un problema. Esto suponía, desde luego, que el pastor era más saludable en esa cuestión—o por lo menos tenía más conocimientos—y que podía ayudar. Debido a que ella se sentía débil en eso, lo que estaba buscando era la ayuda de alguien más fuerte. Añádele la posición de autoridad espiritual que tenía el pastor, y es fácil ver cómo las palabras de este tendrían doble peso en el pensamiento de Jeri.

Y entonces, tristemente, lo que se le ofreció a Jeri no fue ayuda. Aquí es donde entra una segunda dinámica: Se cambió sutilmente el enfoque del asunto.

Jeri continuó hablando de su problema de depresión. El pastor trató el problema como si fuera Jeri en persona. De acuerdo con el pastor, ella era «rebelde», así que ella era el problema. El enfoque lo cambió de la emoción a la persona, y el estado de los sentimientos de Jeri al estado en el que se encontraba ella. La depresión ya no era el problema que juntos debían resolver; Jeri misma era «el problema», etiquetada como una rebelde que necesitaba estar a la altura de cierta norma.

Jeri nunca notó que no estaba recibiendo la ayuda que esperaba. En realidad cuestionaron y al parecer juzgaron su posición espiritual ante Dios.

En el fondo de este triste y doloroso encuentro quizá yace una dinámica más sutil: Jeri cuestionó a una autoridad que se consideraba estar por encima de todo cuestionamiento, quizá incluso por encima de los errores.

Ahora bien, en un diálogo normal, por ejemplo, puedes malinterpretarme o no estar de acuerdo conmigo. Si cuestionas mi forma de pensar, y en realidad tu cuestionamiento corrige un error que estoy cometiendo, tu reto me es saludable. Me corrige. Y el simple hecho de que me cuestiones no te hace estar equivocado. Lamentablemente, una serie de suposiciones más sutiles intervinieron contra Jeri, y se presentaron de una manera parecida a esto:

Evidentemente este pastor interpretaba que su posición de autoridad significaba que sus pensamientos y opiniones eran supremos. Si él lo decía, la única respuesta correcta de ella era estar de acuerdo… definitivamente sin objeciones.

Segundo, se dio por hecho que los cuestionamientos de Jeri provenían de un espíritu errado, no simplemente de un intento sincero de tener un diálogo con el pastor. En otras palabras, se asumió lo peor de ella, no lo mejor.

Más problemático que esto, francamente, fue el juego de poder que tuvo lugar. En resumen, Jeri fue manipulada. No hay duda de que el pastor de Jeri pensaba que solo estaba siendo honesto y directo con ella, tratando de «ayudarla» a ver el problema. La manipulación entró en escena cuando Jeri hizo una pregunta honesta, y él «hizo valer su autoridad». La actitud tácita con la que ella se encontró podría enunciarse mejor con palabras como estas: «Yo soy la autoridad, y porque soy la autoridad mis palabras no deben ser cuestionadas. El hecho de que las cuestionaste prueba que estás mal».

¿Qué revela esta actitud? Quizá inseguridad, frustración e ira sepultadas. También revela que el pastor, al menos en este encuentro, no estaba desempeñándose dentro de una posición compasiva a beneficio de Jeri, aunque ella lo necesitaba a él. Por el contrario, al parecer se esperaba que ella afirmara y reafirmara estar de acuerdo, independientemente de cómo se sintiera y de si la valoración que él hizo de ella fuera o no atinada. Defender su posición de autoridad era lo que más importaba.

¿Qué es abuso espiritual?

Ser testigos de la angustia espiritual ocasionada por dinámicas como estas, una y otra vez, es lo que nos llevó a acuñar el término abuso espiritual. Una vez ilustrado con un caso para estudio, ahora definamos y apliquemos el término.

El abuso espiritual es el maltrato hacia una persona que tiene necesidad de ayuda, de apoyo o de mayor poder espiritual, lo que resulta en el debilitamiento, el menoscabo o el decaimiento del potencial espiritual de esa persona.

Esto es una perspectiva amplia. Refinémosla con algunas definiciones funcionales. El abuso espiritual puede ocurrir cuando un líder utiliza su posición espiritual para controlar o dominar a otra persona. Con frecuencia implica pasar por encima de los sentimientos y opiniones de otro, sin importar qué consecuencias habrá en las condiciones de vida, las emociones o el bienestar espiritual de la otra persona. En esta práctica, se utiliza el poder para reafirmar la posición o las necesidades de un líder, por encima de la persona que se acerca a él con necesidades. Esto fue lo que ocurrió en el caso de Jeri.

El abuso espiritual también puede ocurrir cuando se recurre a la espiritualidad para hacer que otros vivan a la altura de un «estándar espiritual». Promueve un «desempeño espiritual» externo, sin respetar el verdadero bienestar de un individuo, o se utiliza como un medio para «probar» la espiritualidad de una persona. ¿En qué consiste el tipo de «desempeño espiritual» al que nos estamos refiriendo? ¿Cuándo sobrepasa sus límites una autoridad, al extender críticas cuando lo que se necesita es apoyo? Escucha las experiencias de estos cristianos, heridos y abrumados por un peso excesivo debido a las demandas de sus líderes y su «espiritualidad», y quizá obtengas un panorama más claro.

«Mi líder de estudio bíblico me dice que yo no he aceptado el manto como cabeza espiritual de mi hogar. Debería estar orando más, tomando autoridad en el Espíritu; entonces las fuerzas espirituales no podrían atacar a mi familia. Mi esposa no estaría teniendo problemas menstruales, y mi hijo mayor no estaría padeciendo asma. Creo que la enfermedad de ellos es culpa mía».

«Muchos de nosotros queríamos más información respecto a cómo se estaban gastando las finanzas de la iglesia. Queríamos saber si podría destinarse más dinero directamente a los ministerios, caridades, cosas como esas. Cuando en una reunión de ancianos hice algunas preguntas, vaya, el cuarto sí se puso helado. Posteriormente se me dijo que dejara de tratar de crear una facción en la iglesia».

«Habíamos vendido nuestra casa y nos habíamos cambiado al otro lado del país para que yo pudiera trabajar para este importante ministerio. Después de un año empezaron con esto del peso. Debido a que tengo sobrepeso, se me dijo que tenía que bajar de peso porque tener sobrepeso es un mal testimonio. Mis aumentos de sueldo y hasta mi empleo estaban en peligro».

«La congregación me hizo saber que estaban decepcionados de mí porque pedí dos meses sabáticos, aun cuando he estado pastoreando aquí durante doce años, básicamente disponible día y noche, y nunca he tomado siquiera dos semanas de vacaciones al mismo tiempo. Me siento demasiado desanimado».

«Nuestra iglesia se metió en este fuerte énfasis en tener escuela en casa y familias grandes. También en que las mujeres se cubran la cabeza para mostrar que están bajo sumisión; y nada de maquillaje. Finalmente surgió. Nuestros amigos nos dijeron que no somos espirituales porque nuestro hijo está en escuelas públicas, y que yo soy mundana porque uso sombra para los ojos y lápiz labial».

«La controversia empezó—¿puedes creerlo?—cuando traje a colación una pregunta en la Escuela Dominical. Estábamos debatiendo sobre un tema doctrinal, la predestinación, del cual siempre pensé que era un tema ambiguo. No estuve de acuerdo con el maestro, dentro de un espíritu amistoso. Pero dos días después, el coordinador de ministerios de la iglesia me dijo que yo había estado muy polémico con el maestro en frente de todos; que ellos me agradecerían si dejaba las clases hasta nuevo aviso».

«Mi marido está convencido de que yo debo orar una hora al día, utilizando una fórmula de oración en la que él se había especializado. Le dije que la probé y que no me pareció adecuada para mí. Todo lo que me dijo fue: Este es todo tu problema. No puedes aceptar nada por fe. Me siento tan… por debajo del estándar».

En cada uno de

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