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Cuando Dios guarda silencio: Capte el silencio de una oración no contestada
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Libro electrónico348 páginas4 horas

Cuando Dios guarda silencio: Capte el silencio de una oración no contestada

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¿Qué hacer cuando Dios guarda silencio?



El autor escribe a raíz de su propio dolor al ver la lucha de su esposa por la vida, pero también de su asombro tras presenciar cómo el movimiento de oración que ambos fundaron toca muchas vidas. Pete Greig batalla con el lado oscuro de la oración y saca a la luz un dificilmente ganado mensaje de esperanza, consuelo y profundo entendimiento bíblico para todos los que sufren en silencio.




IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento25 feb 2014
ISBN9781621368939
Cuando Dios guarda silencio: Capte el silencio de una oración no contestada

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    Am finding this to address many of the questions I have about unanswered prayer. Will read again
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    4/5
    Pete Greig and his wife both say this is the book they wished they had had when they started walking through his wife's diagnosis of a brain tumor, and epilepsy. I think that if there was going to be any go-to book on how to continue to seek God out through the questions and doubts (on our side), and silence (on God's), when our prayers seem to be unanswered, then this would be the one I recommend. It has caused me to look at my entire relationship with God in a fresh way. God on Mute takes on the issue of unanswered prayer from a place of experience, deep thought, and a great deal of study. How Greig is able to take all of the reading he has to have done for this book and write in such a way as to not sound like just another scholar is a refreshing change.
  • Calificación: 5 de 5 estrellas
    5/5
    God on Mute is perhaps the most poignant and relevant book I have read since Captivating, and perhaps even moreso. Grieg sensitively intertwines stories, both personal and historical, with theology and wisdom, historical to contemporary. He takes inspiration from hymns, poems, literature and contemporary music to grab at the soul-wrenching dilemma of God's silence in our pain.

    I anticipate that this book is one I will return to frequently throughout my life, with joy and the sometimes flinching pain that true wisdom sometime brings in times of trial or discipline.
  • Calificación: 4 de 5 estrellas
    4/5
    I came to this book with very high expectations. I was very excited by Pete's, "Red Moon Rising", and I am in similar life situation, being married to someone who also has a long term, serious, medical condition. Given that high level of expectation and the closeness of the issues to my own heart, it is perhaps not surprising that I was a little disappointed. Don't get me wrong, there is some really good stuff here. The material is framed within a meditation on the days of the Easter Weekend from Thursday through to Saturday, and this is a successful strategy, with the exploration of the silence of God on Easter Saturday being the section I found most thought provoking. The openness of the stories shared is refreshing and honest, with stories of God's answering of prayer balanced well with similar stories where God's answers have been missing. On the down side, I found some of the material to be derivative and the use of biblical material not always faithful to the context from which it comes. I also wouldn't go to some of the places that Pete does in my thinking about God, especially in the area of the sovereignty of God.On balance, a useful and honest book, born of a personal struggle that seeks to help other people in similar situations to wrestle with God and to live with integrity. Overall it achieves this, and is a resource that I'm sure I will return to for my own journey with God, and to give to others as we journey together.

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Cuando Dios guarda silencio - Peter Greig

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Cuando Dios guarda silencio por Pete Greig

Publicado por Casa Creación

Una compañía de Strang Communications

600 Rinehart Road

Lake Mary, Florida 32746

www.casacreacion.com

No se autoriza la reproducción de este libro ni de partes del mismo en forma alguna, ni tampoco que sea archivado en un sistema o transmitido de manera alguna ni por ningún medio –electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otro– sin permiso previo escrito de la casa editora, con excepción de lo previsto por las leyes de derechos de autor en los Estados Unidos de América.

A menos que se indique lo contrario, todos los textos bíblicos han sido tomados de la versión Reina-Valera, de la Santa Biblia, revisión 1960. Usado con permiso.

Copyright © 2008 por Casa Creación

Todos los derechos reservados

© Copyright 2007 by Pete Greig

Originally published in the USA by Regal Books

A Division of Gospel Light Publications, Inc.

Ventura, CA 93006 U.S.A.

All rights reserved

Traducido por: Nahum Sáez

Diseño interior por: Dimitreus Castro

Diseño de portada por: Justin Evans

Library of Congress Control Number: 2008921196

ISBN: 978-1-59979-139-5

E-ISBN: 978-1-62136-893-9

ANI MA’AMIN

Creo en el sol aun cuando no brille.

Creo en el amor aun cuando esté solo.

Creo en Dios aun cuando guarde silencio.

(Grafiti encontrado en la pared de un sótano en Colonia, Alemania, en 1945, donde se cree que un creyente judío se encontraba escondido de la Gestapo.)

Si está sufriendo y en secreto se pregunta:

¿Dónde está Dios?, ¿Por qué me está pasando esto?

y ¿Por qué no funcionan mis oraciones?,

le dedico este libro...

… y a Samie.

NOTA DEL AUTOR ACERCA DE LA TERMINOLOGÍA

Muchos de los nombres de las personas mencionadas en este libro fueron cambiados para proteger su privacidad. También me he propuesto emplear un lenguaje que sea amplio e inclusivo. Quiero decir que prefiero referirme a los libros bíblicos de la era precristiana como el Testamento Hebreo en un gesto de respeto a nuestros antepasados judíos a quienes fueron dados originalmente. Sin embargo, he mantenido el uso tradicional del pronombre masculino para Dios, aunque lo hago reconociendo que los hombres y las mujeres ambos reflejan el carácter de su Creador en igual medida (ver Génesis 1:27).

AGRADECIMIENTOS

Estoy muy agradecido a todos aquellos que siguieron la evolución del manuscrito de este libro. Los errores son todos míos, esta gente hizo Cuando Dios guarda silencio mucho mejor de lo que pensé, quiero agradecer a: James Greig, Gill y Peter Greig-Allen, Carla y Steve Harding, Phil Togwell, y sobre todo a la legendaria Stephanie Heald.

Gracias también a Linnea Spransy, Brian McLaren, Friar Jon Peterson, Reverendo Mike Fox, Roger Forster, Mike Ash y la delgadita Kiwi por su aporte. Estoy también en deuda, nuevamente, con Richard Herkes, Les Moir y Carolyn Owen de Kingsway (Survivor), y a Alex Field, Bill Greig III, y Roger Thompson de Regal Books.

Gracias a los valientes que me permitieron relatar sus experiencias: Sheila Giffard-Smith, Mike y Jo King, Rob Morris, Misha y Lionel Thompson, Floyd y Sally McClung, Cecily Kellogg y Ben Irwin.

También deseo expresar mi profunda gratitud a aquellos que —con su compromiso útil y compasivo— hacen posible esta vida loca: Andy y Andrea por darme un lugar para escribir, Helen Monkton por mantener mi espalda en forma, Susan y Peter en Canadá, Will y Dani en Suiza, Tony y Jo en Zambia, Roger y Donna en Tulsa, Andrew y Linda, Baz y Linda, Ken y Fiona, Richard y Steph y, por supuesto, a Daniel B., dondequiera que estés en este momento.

Y por último...

Samie, las palabras me faltan. Hay casi 80,000 de ellas entre las tapas de este libro e incluso todavía no puedo encontrar las que puedan expresarte lo agradecido que estoy porque estás conmigo cada día. Gracias por dejarme contar tu historia.

Hudson y Danny, no les permito leer este libro hasta que tengan por lo menos 16 años.

Sin embargo, me ayudaron realmente a escribirlo en muchas formas que nunca sabrán. Ustedes, muchachos, han sido la alegría más preciosa y divertida de nuestras vidas. Me han dado el apoyo, el amor y las palabras de ánimo que necesité mientras describía tantas experiencias. Pase lo que pase, nunca dejen de confiar en Dios.

CONTENIDO

Prefacio

Brian McLaren

Introducción

La forma en que desarrollé un poderoso ministerio con jugadores de baloncesto, gracias a mi intergalácticamente estúpido amigo.

JUEVES SANTO:

¿CÓMO

VOY A SALIR DE ESTA?

Capítulo uno

Papelillos

Capítulo dos

Buscar la fruta mágica y encontrar lágrimas

Capítulo tres

En el misterio

Capítulo cuatro

La oración desnuda

Capítulo cinco

Confianza en la oscuridad

VIERNES SANTO:

¿POR QUÉ

NO SON CONTESTADAS MIS ORACIONES?

Capítulo seis

Me pregunto por qué

Capítulo siete

El mundo de Dios

Capítulo ocho

La voluntad de Dios

Capítulo nueve

La guerra de Dios

SÁBADO SANTO:

¿DÓNDE

ESTÁ DIOS CUANDO EL CIELO

GUARDA SILENCIO?

Capítulo diez

Explore el silencio

Capítulo once

Comprométase con en el silencio

DOMINGO DE RESURRECCIÓN:

CUANDO

CADA ORACIÓN ES CONTESTADA

Capítulo doce

Una esperanza viva

Capítulo trece

Más allá de los milagros

Epílogo

Samie Greig

Apéndices

A. Inventario personal

B. Héroes de la fe y oraciones sin contestar

C. Guía de estudio para grupos pequeños

Referencias

Acerca del autor

PREFACIO

Pete Greig ha escrito un libro extraordinariamente franco, por lo tanto debo comenzar este prefacio de manera franca, con una confesión: Amo el tema de la oración (porque me gusta orar) y he leído muchos libros al respecto, pero unos cuantos no me han gustado. Algunos me han llamado la atención por sus respuestas fáciles, lo cual es un eufemismo para respuestas poco francas. Con promesas vanas y llenos de instrucciones inútiles que el libro de Pete intenta corregir de manera sutil, aunque efectiva.

Varios de esos libros generan culpa y se preocupan por cuantificar la oración necesaria para el cristiano verdaderamente consagrado a la vez que avergüenzan a aquellos que no oran lo suficiente, de cierta manera y según sus directrices. Este tipo de enfoque siempre afecta negativamente mi vida de oración porque tan pronto como digo: Querido Dios o Padre nuestro, enseguida pienso: Seguro que ya estás decepcionado de mí porque no he orado lo suficiente esta semana. Creo que no comencé bien esta oración. Bien, déjame comenzar de nuevo... digo...

También, algunos de esos libros han sido tan importantes en mi vida que hicieron valer la pena la travesía por los otros, aunque nada más fuese para encontrar esas perlas. Me refiero, por ejemplo, a La oración de Richard Foster o a Cartas a Malcom de C.S. Lewis, a Chiefly on Prayer [Sobre la oración principalmente] o Beginning to Pray [Cómo empezar a orar] de Anthony Bloom. El libro que tiene en sus manos es la más reciente adición a esta lista B. (No hay lista A. La B en este caso significa bárbaro, bello y bueno para recomendar a otros). De hecho, acabo de darle este manuscrito a mi hijo y le hice prometerme pasárselo a su hermano cuando lo termine.

Comenté que este es un libro franco, pero no simplemente académicamente franco; va mucho más allá. Casi quiero decir brutalmente franco, pero el libro no tiene nada de brutal. Quizás sería mejor decir: Tiernamente franco o mejor, compasivamente franco porque la compasión hace que un experto en oración presente verdades bochornosas y hasta dolorosas a fin de que los principiantes (y algunos veteranos) sepan que no son los únicos en su confusión, desánimo, dudas, rabia y desilusión con la oración. Pienso que podrán decir: ¡Gracias a Dios que, a fin de cuentas, no soy el único que se ha sentido así! No soy la única persona que ha pensado de esa forma o ha hecho esas preguntas.

Junto con la franqueza, este es un libro de profundidad teológica. Pete se basa en la Biblia. No de manera superficial, como para probar un texto, sino que alcanza de forma profunda y amplia los textos bíblicos a la vez que exhibe una sensibilidad madura con el contexto. Y no solo eso, sino que sorbe profundamente de su propio círculo de amigos y, por supuesto, también de su propia experiencia. Uno puede sentir que, a pesar de todas sus francas confesiones de duda y confusión, es un hombre que habla con Dios y lo escucha, no solo uno que habla y escribe sobre cómo deben hacerlo los demás.

Franco y profundo. Estas serían cualidades suficientemente maravillosas, pero además este libro está escrito de manera hábil. El estilo de Pete me recuerda a algunos de nuestros mejores autores contemporáneos, como Don Miller y Annie Lamott. Leer cosas importantes escritas con chispa y claridad, con risas, lágrimas y guiños, con ironía y socarronería a la vez que con una sencilla, cruda y franca sinceridad… ¡qué mejor lectura se puede desear!

Mi convicción es que la sencilla acción de orar es una de las cosas más importantes que hacemos, a pesar de lo ineptos, torpes o dementes que nos sintamos después. Uno de mis amigos más sabios, el teólogo sistemático John Franke, me ha dicho muchas cosas que me han ayudado profundamente. Entre ellas, él distingue las disciplinas de primer y segundo orden. La oración, dar a los pobres y la reconciliación con una hermana o hermano ofendidos son disciplinas de primer orden. Ahora bien, tener una teología de la oración, una teología de la economía y el desarrollo o una de la reconciliación son disciplinas de segundo orden. John me enseñó cuán importante es enfocarse en las disciplinas de primer orden, aunque las de segundo se estremezcan o se derrumben.

La oración es una disciplina de primer orden. Ponerla en práctica es lo que más importa. Pero todos sabemos que si nuestra disciplina de segundo orden, la teología de la oración, es desordenada —si es inestable, coja o hasta lisiada por alguna difícil y reciente experiencia— se nos hará muy difícil practicar la de primer orden.

Nadie puede ejercer la disciplina de primer orden por nosotros. Queda de nuestra parte. Pero es muy importante lo que Pete logra en estas páginas: Nos ayuda a revisar nuestra teología de la oración de segundo orden, nuestra forma de pensar acerca de la oración, nuestro concepto de cómo opera y por qué funciona o no da resultados. Creo que esto facilitará que podamos hacer lo que más importa: permanecer en contacto con Dios. Habiendo dicho todo lo anterior, creo que sería apropiado concluir este prefacio con una oración para impulsarnos hacia adelante:

Dios de gracia, eres tan maravilloso, poderoso, misterioso, tan bueno que cuando usamos un nombre para ti —Dios, Padre, Señor, Creador, Todopoderoso, Santo— apenas sabemos lo que queremos decir. En nuestros mejores momentos, al pensar en ti, es como cuando una bebé dice: ¡Mamá! ¡Papá!. Es tan poco lo que sabe de sus padres. No tiene idea de lo profundo de sus mentes, del alcance de su conocimiento ni de su experiencia. No sabe nada de sus penas y menos de lo profundo del amor de ellos por ella. Pero con el simple acto de llamarles, aun con su comprensión limitada, ella establece el vínculo por el cual a través de los años les conocerá más y más.

Fuente de todo nuestro consuelo, sabiduría y fortaleza, te pido que toques a cada lector de este libro cuando lea, reflexione, digiera y dialogue sobre los conceptos que aquí yacen. Conceptos que tú, en tu gracia, le diste a Pete por medio de sus pruebas y luchas, sus dudas y su gozo, sus triunfos y sus derrotas en su caminar contigo.

Enviaste a tu Hijo Santo, en el poder de tu Espíritu Santo, para liberar a los cautivos y oprimidos. Muchos lectores son prisioneros de las malas ideas y oprimidos por los conceptos erróneos y las falsas premisas. Permite que estas páginas brinden liberación, libertad y vida. Ayuda a los principiantes a orar por primera vez. Ayuda a los desilusionados a olvidar los patrones antiguos y a aprender patrones mejores. Y ayuda también a los que tienen experiencia a encontrar memorias refrescantes y de sosiego.

Todopoderoso, eterno Dios, qué regalo nos has dado: tu atención, interesarte en lo que vamos a decir. Gracias. Gracias. Gracias. En el nombre de Jesús y en el poder del Espíritu Santo. Amén.

Brian McLaren

Laurel, MD, USA

www.brianmclaren.net

Introducción

LA FORMA EN QUE DESARROLLÉ UN PODEROSO MINISTERIO CON JUGADORES DE BALONCESTO, GRACIAS A MI INTERGALÁCTICAMENTE ESTÚPIDO AMIGO

Si sus oraciones más profundas y desesperadas no están siendo contestadas, si la vida le ha herido tanto que en secreto se pregunta si Dios existe, o que si existe y si le importa, por qué rayos no hace algo para ayudarle, pues usted no es el único. Sorprendentemente, la Biblia revela que inclusive Jesús —sí, Jesús— padeció el silencio de la oración no contestada. Aquel que convirtió el agua en vino, sanó a los enfermos y hasta resucitó a los muertos, también fue rechazado y aparentemente abandonado por el Padre. Es más, por lo que podemos elucidar de los evangelios, las oraciones no contestadas de Cristo fueron más numerosas durante su hora de mayor necesidad: los cuatro días de su pasión.

El Jueves Santo, Jesús le pidió al Padre que lo librara del sufrimiento, sin embargo, cada crucifijo es testimonio de la agonía de esa oración no contestada. Más temprano ese día, Jesús había rogado por la unidad de los cristianos. ¡Echen un vistazo a su alrededor! Trágicamente (y quién sabe por qué), esa petición crucial permanece sin contestar.

El Viernes Santo, somos testigos de la tercera oración no contestada. Clavado sobre una cruz y ahogándose lentamente, el Hijo clamó al Padre con una pregunta espeluznante: Dios mío, dijo casi sin aliento, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?. Y al ¿por qué? no hubo respuesta. No descendió ninguna paloma. No se escuchó una voz en el cielo. No hubo respuesta para desmentir la pregunta.

El Sábado Santo, las esperanzas y plegarias de cada discípulo yacían en pedazos y desmoronadas en la tumba. Pero Dios no hizo nada; no dijo nada. Nada se escuchó sino el zumbido de las moscas alrededor del cadáver del Hijo.

Pero entonces, el Domingo de Resurrección, Dios rompió el silencio. Despertó. Habló. Y para aquellos que seguimos (aunque con poca disposición) a Jesús desde el Getsemaní y el Gólgota hasta el jardín de la tumba, el Domingo de Resurrección ofrece una esperanza indiscutible. Ese gran milagro —la resurrección de entre los muertos del Hijo de Dios— nos asegura que cada sueño sepultado y cada esperanza perdida a su fin serán integrados y resucitados a una realidad mucho más grande de lo que actualmente podemos imaginar.

Más oración que sexo

Cuando le pregunté a mi amigo Mike si podía incluir en este libro sus oraciones no contestadas, se rió lacónicamente y dijo que preferiría aparecer en la lista de los más ricos de Forbes. En son de chiste dijo: Aparecer como ejemplo de oraciones no contestadas no es precisamente lo que soñé cuando era niño. Sé exactamente lo que siente. No importa cuán celosamente oremos por la salud, las riquezas y un hogar feliz, tarde o temprano algo falla en la vida.

Al final, a todos nos atrapan. En un momento uno está volando a altura de crucero del punto A al punto B a 10,000 metros de altura, jugando con los audífonos y disfrutando de las exquisiteces que ofrece la vida. De pronto, está más asustado que nunca, atrapado en una situación de la que había pedido ser librado, y camino a un lugar donde nunca pidió ir. El terror tiene muchas caras: un accidente súbito, una enfermedad prolongada, la pérdida de alguien amado, el fenecimiento de un sueño. Michael Stipes tiene razón: En algún momento todos sufrimos.

Y cuando sufrimos, la mayoría recurrimos a la oración. Mucho más de lo que imagina. Por lo menos, mucho más de lo que vamos a la iglesia. Lo hace la chica de la caja registradora que espera no estar embarazada, el vendedor cuando revisa sus reportes de ventas, el adolescente que deja flores a un lado de la carretera. Lo hace la Reina de Inglaterra, los fanáticos del fútbol americano, los sacerdotes y los profesores, los cirujanos y también los terroristas. Aun los ateos recaen de vez en cuando. Hay más estadounidenses que afirman orar que los que dicen trabajar, ejercitar o tener relaciones sexuales. En algún lado leí (aunque me es difícil creerlo) que un increíble veinte por ciento de los agnósticos y ateos tímidamente admiten orar… ¡a diario! Entonces, se ora bastante. El gran teólogo Karl Barth observó: «No es posible decir, oraré o no oraré, como si fuera una cuestión de agradarnos a nosotros mismos». La oración, acotó, es una necesidad, tal como el respirar es necesario para la vida.¹

Sin embargo, la cruda realidad es que a pesar de que muchos de nosotros oramos, la oración no siempre parece dar resultados, y no es fácil ser honestos al respecto.

En la universidad, conocí a un chico que llamaban Capitán Escarlata (apodo que obtuvo por la serie de televisión Captain Scarlet and the Mysterons [El Capitán Escarlata y los misteriosos]). El Capitán Escarlata le caía bien a todo el mundo porque era medio loco y por su entusiasmo por cosas en las que nadie más quería pensar. Era cristiano y combinaba su fe con el positivismo tanto como le fuera posible. Durante un tiempo el Capitán Escarlata creía que Dios quería que todo habitante del planeta, especialmente los estudiantes y los africanos, fueran espectacularmente ricos, eternamente saludables y tan adictos a las enseñanzas en casetes de Kenneth Copeland como él. Eso, por supuesto, era mucho mejor que ser pobre, estar deprimido y ser adicto a Marilyn Manson.

El Capitán era el único joven de 19 años que jamás he conocido que consideraba a los televangelistas como modelos a los cuales imitar. Para el Capitán, Jesucristo era el Rey del ‘efectivo’. Bueno, una vez me dijo que había sido sanado de un serio trastorno de la espalda que le había estado causando mucho dolor. Y luego añadió con toda la seriedad del caso: Lo único que no se me quitan son los síntomas. En serio, eso fue lo que mi querido Capitán Escarlata dijo. Quedé tan perplejo que solo dije: ¡Oh!, e intenté darle un abrazo, pero por causa de sus síntomas resultó no ser la mejor idea.

Todavía no estoy de acuerdo con el concepto de la fe del Capitán Escarlata. Es más, pienso que es potencialmente peligroso poner tanta fe en la fe que ignoramos los hechos y desechamos nuestros cerebros. Sin embargo, no soy un cínico. Creo en la bondad y la grandeza de Dios, y he pasado la mayoría de mi vida adulta tratando de ayudar a otros a creer también. Quizás sea por eso que, tal como el Capitán Escarlata, a veces se me haga más difícil admitir mis desilusiones y frustraciones con la oración que predicar las buenas nuevas de gozo a toda la humanidad.

Estoy convencido de que los milagros —grandes y pequeños— suceden más a menudo de lo que la gente se percata, de modo que cuando veamos uno lo debemos anunciar ¡desde las azoteas! Pero seamos también honrados con la realidad de las oraciones no contestadas para que podamos pensar de forma inteligente y enfocarnos sensiblemente a las grandes preguntas de nuestras vidas.

Historias gloriosas

Hace unos cuantos años, uno de mis amigos (cuyo sentido del humor, debo admitir, es bastante torcido) se dio a la tarea de enviarle una carta en broma a un conocido líder cristiano informándole que yo había persuadido a todo un equipo de baloncesto a convertirse al cristianismo. Con un toque final de creatividad añadió que ahora el equipo tenía bordado en sus pantalones cortos la distintiva frase: Saltamos por Jesús. Abochornado, me comuniqué por teléfono con el líder y le dije que todo había sido una broma y me disculpé por la estupidez intergaláctica de mi amigo. Expliqué que no existía tal equipo de baloncesto, que no hubo tales conversiones y que no habría pantalones cortos bordados con la frase Saltamos por Jesús.

El pastor no podía entender lo que yo decía. Quería saber ¿por qué alguien inventaría una historia como esa? y a fin de cuentas, ¿qué tenía de chistosa?. Explicarle un chiste a alguien que no lo entendió al momento no tiene sentido. Créanme, tengo mucha experiencia y lo sé. Por tanto, me disculpé con el perplejo líder y colgué el teléfono. Unas cuantas semanas más tarde, estaba ojeando las páginas de una revista nacional cuando un artículo me llamó la atención. Reportaba un avivamiento entre jugadores de baloncesto. Me quedé pasmado. El artículo se refería a mí.

A los cristianos les encanta difundir historias gloriosas, pero las desilusiones se tienden a ocultar porque no queremos desanimar a nadie en la iglesia ni convertirnos en una mala señal en el trabajo. Pero Dios no es como nosotros. Él no se siente inseguro de sus acciones y nunca nos pide que cubramos sus errores.

Cuando nuestras oraciones no son contestadas y el cielo guarda silencio, puede que exista una buena razón para dudar de la existencia de Dios. Conozco suficientes personas que han tomado ese camino. Pero también hay buenas razones para creer. Me dicen que la probabilidad de que la vida comience a causa de un accidente cósmico son de aproximadamente 1 en 1x1040,000. Son muchos ceros. No es imposible, por supuesto, pero eliminar al Creador de la ecuación requiere una gran cantidad de fe. Y si hay un Dios, entonces hay buena razón para creer también en el poder de la oración. Jesús promete: Pidan y recibirán, para que su alegría sea completa (Juan 16:24). Pero es esta misma convicción —creer que la oración funciona— la que causa consternación y dolor cuando nos falla. La oración no contestada solo es problema para aquellos que creemos de verdad. Para los cínicos, solo sirve para probar que estaban en lo cierto desde un principio.

La sonrisa del gato de cheshire

En mi libro Red Moon Rising [La salida de la luna roja], describí una ocasión en la isla mediterránea de Ibiza cuando un sacerdote anglicano le pidió a un grupo de jóvenes misioneros enviados por nuestra organización que oraran por lluvia ya que la gente allí estaba sufriendo una gran sequía. Para nadie fue mayor la sorpresa que para nosotros cuando unos cuantos minutos después de haber terminado de orar, los cielos se abrieron y tormentas inusuales para la estación comenzaron a azotar la isla. Cuando supimos que no había llovido tan fuerte en Ibiza en el mes de julio desde 1976 lo acertado de nuestro pequeño culto de oración pareció mucho más asombroso.

De alguna forma, un reportero británico se enteró del suceso y me llamó para una entrevista. Mientras hablábamos, podía escuchar el cinismo en su fuerte acento londinense.

—Así que tú eres el tipo —murmuró sonriendo—. ¡Tú eres el tipo que dice que hizo llover en Ibiza!

—No —respondí cauteloso—. Sería ridículo pensar que podemos hacer que llueva, ¿no cree?

—Bueno, si —tuvo que asentir.

—Escuche, solo hemos dicho que oramos para que lloviera y llovió, es usted quien ató cabos.

—¿Yo?

—Sí, y puedo ver que duda todo el asunto. Digo, tendríamos que ser una turba de lunáticos para pensar que nuestras oraciones pueden controlar el clima, ¿no es cierto?

—Eh, bueno no es precisamente normal que…

—Mire, a lo mejor tiene razón —le dije—. Si prefiere creer que no hay absolutamente ninguna conexión entre el hecho de que oramos y que luego lloviera, bueno, lo entiendo completamente. Si le parece que no hay poder en la oración y que los seres humanos son simplemente un montón de animales altamente evolucionados atrapados en un universo sin sentido y sin acceso a ningún poder divino, respeto su opinión y…

—No, no me malentienda amigo —su voz al otro lado de la línea sonaba incómoda—. O sea, creo que debe haber más en la vida. Mi mamá es católica —hizo una pausa como para indicar que su última declaración lo explicaba todo.

De cierta forma —si uno ha conocido a alguna familia católica del Barrio Oriental— se dará cuenta de que lo hacía.

—Sí, está bien, quizás tenga razón y exista algo en eso de la oración. Para serle completamente franco amigo, yo también lo hago.

Varias personas comentaron que el artículo que luego fue publicado con el título: "El escuadrón de Dios se responsabiliza por el primer milagro en

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