Manual práctico para consejera juvenil
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Esteban Borghetti
Esteban Borghetti es psicólogo graduado de la Universidad de Flores con una especialización en Nuevas Ciencias de la Conducta Humana. Completo sus estudios de postgrado en la Universidad de Buenos Aires en Coaching Ontológico y actualmente cursa su doctorado en psicología. Es el director del Instituto Especialidades Juveniles en Buenos Aires. Esteban tiene experiencia como pastor de jóvenes y es autor del libro Homosexualidad y juventud.
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Manual práctico para consejera juvenil - Esteban Borghetti
MANUAL PRÁCTICO PARA
CONSEJERÍA JUVENIL
ESTEBAN BORGHETTI
PATTY MARROQUÍN
ESTEBAN OBANDO
CONTENIDO
Cover
Title Page
PRIMERA PARTE: ACONSEJANDO A LOS ADOLESCENTES
CAPÍTULO 1 ¿POR QUÉ ESCRIBIR OTRO LIBRO? Por Esteban Obando
CAPÍTULO 2 ESA EXTRAÑA ESPECIE QUE LLAMAMOS ADOLESCENTES Por Esteban Obando
CAPÍTULO 3 LA, CONSEJERÍA, UN ROL QUE LOS LIDERES JUVENILES ENFRENTAMOS Por Patty Marroquín
CAPÍTULO 4 LA CONSEJERIA, UN PROCESÓ ORDENADO Por Patty Marroquín
CAPÍTULO 5 MODELO PRÁCTICO Por Esteban Borghetti
SEGUNDA PARTE: PROBLEMAS MÁS FRECUENTES QUE ENFRENTAN LOS ADOLESCENTES
PROBLEMA #1 PORNOGRAFÍA Y MASTURBACION Por Esteban Obando
PROBLEMA # 2 EL DIVORCIO DE LOS PADRES Por Patty Marroquín
PROBLEMA #3 HOMOSEXUALIDAD Por Esteban Borghetti
PROBLEMA #4 CARICIAS EN EL NOVIAZGO Por Esteban Obando
PROBLEMA #5 BULIMIA Y ANOREXIA Por Patty Marroquín
PROBLEMA #6 ABUSO SEXUAL Por Esteban Borghetti
PROBLEMA #7 VOCACIÓN Por Esteban Obando
PROBLEMA #8 RELACIONES CON LOS PADRES Por Patty Marroquín
PROBLEMA #9 EL AUTOCONCEPTO Y LA AUTOESTIMA Por Esteban Borghetti
PROBLEMA #10 VICIOS ALCOHOL Y CIGARRILLOS Por Esteban Obando
PROBLEMA #11 EL EMBARAZO EN LOS ADOLESCENTES Por Patty Marroquín
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PRIMERA PARTE: ACONSEJANDO A LOS ADOLESCENTES
CAPÍTULO 1
¿POR QUÉ ESCRIBIR OTRO LIBRO?
Por Esteban Obando
Objetivos del capítulo:
1. Entender la necesidad tan grande que existe de líderes juveniles que se preparen y puedan guiar a otros jóvenes de una manera responsable y eficaz.
2. Darnos cuenta de que la consejería trasciende el tiempo y el espacio, así como de que independientemente de tu contexto o situación, tus jóvenes necesitan tu ayuda.
3. Aceptar nuestro papel como consejeros dentro de nuestro entorno. De esta forma podremos capacitarnos para ser más eficientes en el mundo cambiante en el que nuestros jóvenes viven.
Entendemos la necesidad que como líderes juveniles enfrentamos. Entendemos que muchas veces nos vemos acorralados entre nuestra posición de liderazgo y nuestra comprensión de la problemática de los adolescentes. Entendemos además tu deseo de ser pertinente a tu grupo juvenil. Y finalmente, entendemos que los programas y las actividades no siempre funcionan si nuestros chicos están padeciendo situaciones difíciles, las cuales no podemos abordar y mucho menos resolver.
Ese entendimiento nos ha motivado a escribir este manual. No pretendemos ser exhaustivos en cuanto al tema, pero sí queremos que este libro te ayude como una guía a la cual acudir una y otra vez. No deseamos que olvides este libro en un estante junto con muchos otros que ya has leído. Queremos que se convierta en un manual efectivo que te ayude a enfrentar mucho de lo que tus chicos están viviendo.
Somos líderes de jóvenes como tú: aprendiendo, fallando, levantándonos y aprendiendo un poco más. Somos tus colegas en la batalla, los cuales quieren entregarte armas que te ayuden a salir victorioso en tu labor.
Queremos que este libro abra tus ojos a la necesidad tan profunda que tenemos de preparación, y que esto te motive a profundizar aun más en la consejería como una de las formas más efectivas para dar a conocer a Jesucristo y su plan para esta humanidad.
Cada día que pasa los problemas se agravan, las consecuencias aumentan y las vidas se ven afectadas por muchas condiciones. Los jóvenes de este tiempo distan mucho de padecer lo que algunos padecimos hace muchos años. Las situaciones a las que se enfrenta esta generación son muy distintas a las que enfrentó la generación de sus padres.
En muchos hogares el clima no es el mejor para abordar los problemas. El joven va entonces a la escuela, donde en muchas ocasiones el consejo es peor que el problema. Es ahí donde la iglesia tiene que dar un paso al frente y ser una voz que guíe, aconseje, acompañe y advierta.
La consejería no es un tema más para escribir un libro. La consejería es una ciencia y un arte que deben aprender todos los días aquellos que queremos ser de influencia positiva para los que Dios ha puesto bajo nuestra guía.
Nuestros jóvenes están tomando las decisiones más importantes de la vida, y es en este tiempo—uno como nunca existió y nunca existirá—que necesitan pastores y líderes que los tomen de la mano y se preparen para aconsejarlos. Las decisiones que hoy se están tomando afectarán de una manera poderosa el futuro de tus jóvenes.
Trabajar con adolescentes y jóvenes nunca ha sido una tarea fácil. Sin embargo, sabemos que Dios ha permitido que de una u otra manera formes parte de su ministerio y tengas a sus ovejas bajo tu cuidado. Queremos exhortarte a que pienses en la gran responsabilidad que tienes en tus manos, pero también en la gran oportunidad que Dios te ha dado. Creemos que podemos llegar a ser consejeros capacitados e influyentes. Creemos que tienes el potencial para convertirte en una guía y un ejemplo para tus jóvenes.
¿Me llamó Dios al ministerio de consejería?
Corría el año 930 a. C. cuando un líder joven se enfrentó a una decisión muy difícil. Por ley, él debía de asumir el cargo que su padre había tenido; y el reino que le había dejado no era el más prometedor. La historia nos cuenta cómo este líder tuvo que enfrentar a todo un país que le exigía justicia y libertad. El eco del clamor del pueblo aún retumbaba en sus oídos: «¡Disminuye la esclavitud y la carga tan pesada y prometemos obedecerte!».
Decisiones de esa clase no se toman a la ligera, por lo que el joven líder pidió un plazo a fin de pensar y dar una respuesta sensata. Su primer impulso fue consultar a los consejeros que habían servido bajo el gobierno de su difunto padre, y la respuesta de ellos no se hizo esperar. «Haz como el pueblo te ha pedido, sé benevolente con ellos. Elimina un poco de la carga que soportan».
Insatisfecho con esta respuesta, buscó a otros consejeros. Jóvenes con un gran ímpetu, pero con una gran falta de experiencia y sabiduría. El consejo no pudo ser más opuesto al que había escuchado de los ancianos. «Eres el rey y no debes ceder ni un paso ante las exigencias de la gente. Debes poner más carga sobre ellos y que reconozcan quién eres».
La Biblia nos enseña cómo Roboán, el hijo de Salomón—el más sabio entre los sabios—no acató el buen consejo, sino que castigó con mano dura al pueblo de Israel (1 Reyes 12:1-19). Después de este incidente, la nación judía entraría en una crisis de la cual nunca se repondría. El pueblo se rebeló y la nación se dividió. Desde ese momento, la una vez próspera y victoriosa nación escogida se vería separada en dos grandes bloques: Israel en el norte y Judá en el sur.
Es increíble ver cómo la decisión de un líder joven afectaría a millones de personas durante su reinado y durante muchos años después que él mismo muriera. El consejo no acatado trajo consecuencias funestas para miles de personas que se vieron afectadas por conflictos internos y reinados vergonzosos.
¿Te parece que la consejería es un tema nuevo? ¡Tiene miles de años de ser parte de la vida de la humanidad y aún no entendemos del todo de qué se trata!
Ya desde Génesis, allá en el capítulo dos, nos encontramos a Dios mismo dándole instrucciones a Adán sobre cuál debía ser su conducta. Más adelante aparece la serpiente ofreciendo también su punto de vista, y una vez más el ser humano toma malas decisiones.
En los tiempos de Jesucristo vemos a Nicodemo, todo un doctor y estudioso de la Biblia, buscando en secreto la dirección y la sabiduría de Jesús (Juan 3). Y aun años después el apóstol Pablo escribe dos cartas donde le brinda dirección a Timoteo.
¿Me llamó Dios al ministerio de consejería? Podría responderte con otra pregunta: ¿Te llamó Dios a ser de influencia y bendecir a otros con tu vida? La respuesta a esta segunda pregunta es congruente con la respuesta a la primera. ¡No hay escapatoria! Si eres un hijo de Dios, tienes un llamado puntual y claro a ser luz y sal en el mundo. A ser de bendición para los demás y hablar la palabra buena para la necesaria edificación, a fin de ofrecerles la gracia a los que te escuchen (Efesios 4).
La pregunta entonces cambia radicalmente. ¿Estás en capacidad para hacerle frente a la tarea que Dios ya ha depositado en tus manos? De eso se trata este libro.
Nos daremos cuenta de la cantidad de situaciones que pueden tocar a tu puerta esperando una respuesta, así como del potencial—para bien o para mal—que tu respuesta va a tener en estas situaciones. Vamos a encontrarnos con jóvenes deseosos de hablar de sus pecados y problemas, pero subyugados por una cultura que no acepta—en la práctica al menos—que exterioricemos nuestro secretos más íntimos, profundos y vergonzosos. Nos referimos a la cultura cristiana.
Déjame explicarlo con un ejemplo
La confesión de pecados es una de las disciplinas cristianas que la iglesia evangélica ha dejado a un lado por siglos. Dentro de nuestra Latinoamérica tradicional, la iglesia cristiana ha antagonizado con la católica, al punto de desechar todo lo que ella hace. Parece ser que algunos sectores de nuestra iglesia se enfocaron en aquellas cosas que la iglesia católica hacía para entonces practicar lo opuesto. Nos olvidamos de que en lo que se refiere a temas de fe y vida cristiana, nuestra autoridad final es la Biblia. La iglesia cristiana reaccionó opuestamente a cualquier cosa que proviniera de la iglesia católica. Esto sin duda alguna nos ha librado de muchas cosas que entendemos que no debemos hacer, pero a la vez ha hecho que dejemos a un lado muchas otras que podrían traer bendición a nuestra vida. Entre ellas la confesión de pecados. El principio bíblico no ha cambiado: «Confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros» (Santiago 5:16). Evidentemente no vamos a generalizar y referirnos a toda la iglesia de Jesucristo en el continente, pero sin duda alguna una buena parte de ella ha caído en esta conducta.
Para muchos la sola idea de desnudar tu alma ante algún cura o padre es motivo de duda, vergüenza o hasta ira. «¿Cómo voy a contarles mis pecados a otro pecador igual que yo?», suelo escuchar. Parece ser que nunca vimos o estudiamos Santiago 5:16. Parece ser que muchos creen que esta práctica fue inventada por una institución a fin de mantener el control de las cosas, obviando el principio que Dios establecía miles de años antes con el fin de cuidarnos y hacer más sencillo nuestro caminar por esta tierra.
Nuestros jóvenes siguen necesitando oídos que los escuchen y entiendan a pesar de la gran negativa generalizada a callar lo que nos sucede. Los adolescentes de nuestros países continúan en una búsqueda de relaciones significativas. Personas que puedan darle respuesta a sus crisis de identidad y sus conflictos en casa, y solución a sus luchas espirituales. Personas que no les juzguen por lo que hacen, sino que les den una palabra sabia de aliento y dirección.
Esa persona eres tú.
¿Soy el más indicado?
La respuesta es clara, inmediata y directa: ¡No, no lo eres! Entonces, ¿por qué molestarme?
Si esperas a tener todas las condiciones necesarias e ideales para empezar esta labor, te harás viejo, y las oportunidades pasarán antes tus ojos sin que puedas hacer nada al respecto.
La Biblia dice: «Quien vigila al viento, no siembra; quien contempla las nubes, no cosecha» (Eclesiastés 11:4). Esto quiere decir que si esperas a tener la preparación necesaria para aconsejar, es muy probable que nunca te sientas adecuado para el trabajo.
Con esto no estamos sugiriendo que tomemos todo como venga. Este libro fue escrito justamente para que podamos contar con un material que nos ayude a evacuar muchas dudas y a instruir de forma adecuada a esta generación por la cual Dios nos ha dado una gran pasión.
Algunas personas han creado un «aura mística» con relación a aquellos que trabajan aconsejando, como si tuvieran un contrato de exclusividad con el Espíritu Santo. La buena noticia es que no es así. Podemos llegar a ser consejeros de calidad y guías en medio de este mundo tan convulso y necesitado. Dios ya ha puesto en ti la capacidad de prepararte, abrir tu corazón, boca y oídos, y bendecir a otros.
Para mis colegas pastores
Tradicionalmente hemos visto a la iglesia con una figura pastoral centralizada. A menos que se oficialice a alguien, esta persona no es pastor o consejero. Hoy me atrevo a plantear una tesis que podría causar malestar o controversia en muchos círculos. Es urgente que descentralicemos la figura pastoral y les demos a los líderes la posibilidad de ser también pastores de los jóvenes. La carga se hace muy pesada para llevarla solos. Ojalá no nos encontremos un día cansados y desgastados en nuestros ministerios, recordando el consejo que Jetro le daba a Moisés varios miles de años atrás: «¡Pero qué es lo que haces con esta gente! ¿Cómo es que sólo tú te sientas, mientras todo este pueblo se queda de pie ante ti desde la mañana hasta la noche? […] No está bien lo que estás haciendo—le respondió su suegro—, pues te cansas tú y se cansa la gente que te acompaña. La tarea es demasiado pesada para ti; no la puedes desempeñar tú solo. Oye bien el consejo que voy a darte, y que Dios te ayude. Tú debes representar al pueblo ante Dios y presentarle los problemas que ellos tienen. A ellos los debes instruir en las leyes y en las enseñanzas de Dios, y darles a conocer la conducta que deben llevar y las obligaciones que deben cumplir. Elige tú mismo entre el pueblo hombres capaces y temerosos de Dios, que amen la verdad y aborrezcan las ganancias mal habidas, y desígnalos jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez personas. Serán ellos los que funjan como jueces de tiempo completo, atendiendo los casos sencillos, y los casos difíciles te los traerán a ti. Eso te aligerará la carga, porque te ayudarán a llevarla. Si pones esto en práctica y Dios así te lo ordena, podrás aguantar; el pueblo, por su parte, se irá a casa satisfecho» (Éxodo 18:14-23).
Los líderes juveniles apasionados no reciben salario, no reciben reconocimiento, y tristemente en muchos casos ni siquiera se les da espacio para el pastoreo. Los pastores (no todos, por supuesto) hemos caído en un rol administrativo. Podemos llamarnos maestros o predicadores, pero el pastoreo es más profundo y vital. Es por eso que debemos dejar que los santos lleven a cabo el ministerio que Dios quiere que hagan (véase Efesios 4:12).
Es importante que les demos espacio a fin de que aconsejen, escuchen y sean un apoyo para nuestros jóvenes, sin el miedo o la inseguridad de que estaremos perdiendo terreno en la iglesia. Un liderazgo adecuado encuentra a las personas idóneas y las coloca en los puestos idóneos (independientemente de si esa persona no es el pastor oficial). Debemos tener la capacidad y la humildad para reconocer que hay líderes que no poseen nuestra experiencia, o incluso nuestros estudios, a los cuales Dios les ha dado una capacidad especial para ser pastores y consejeros de sus jóvenes.
Mi propuesta no es que entreguemos todo y nos deshagamos de nuestra responsabilidad. Mi propuesta es capacitar a las personas y fortalecerlas para que el ministerio—en este caso el de consejería—sea más amplio que solo unos minutos a la semana con el pastor.
Soy pastor oficial de una iglesia y sé lo que esto puede generar en nuestros sentimientos, pero debemos recordar constantemente la responsabilidad que se nos ha entregado de administrar de manera adecuada el tesoro más preciado de nuestro Dios: su iglesia. Para eso tenemos entonces que darles el espacio y el entrenamiento preciso a nuestros líderes juveniles, a fin de que vayan hombro a hombro con nosotros en la labor pastoral.
Un autor propone en resumen la función principal de los pastores: «Debemos enfocarnos en capacitar a los santos y ponerlos en los lugares donde sean más efectivos, de acuerdo a sus capacidades y dones». Es tiempo de que veas a tus líderes como aliados para bendecir a otros jóvenes. Somos un cuerpo y hay cosas que tus chicos tienen que tú ya no posees, y hay oportunidades y puertas que se les abren que tal vez a ti no se te abrirán. ¡Y no hay ningún problema en eso! Suma esfuerzos con ellos y dales espacio para que otros jóvenes se les acerquen sin que tengan que pasar por ti. Entrénalos y hazte a un lado, confía y trabaja en equipo. Desde luego, mantente responsable en la delegación de funciones, pero no trabajes solo.
No seamos inseguros y aceptemos la realidad de que Dios también les ha dado dones a otros. Puede que sean menores, más inexpertos, con fallas, o incluso necesitados de consejo. Sin embargo, a