Nicolás San Norte y la batalla contra el Rey de las Pesadillas
Por William Joyce y Laura Geringer
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Nicolás San Norte es un joven espadachín temerario, desarraigado e intrépido que se pasa la vida robando y buscando aventuras con sus compinches por medio mundo. En sus correrías llega al pueblo de Santoff Clausen, el cual se rumorea que tiene el tesoro más grande en todo el Este y el cual, según se dice, está bajo la protección del gran mago Ombric Shalazar. Sin embargo, cuando llega se encuentra con un pueblo en plena batalla con un oso feroz poseído por Sombra, el pavoroso Rey de las Pesadillas. Ahora le toca a Nicolás decidirse: ¿Buscará su propio bien, o ayudará a Shalazar, a su hija adoptiva Katherine y al resto de los habitantes en su lucha desesperada? Esta historia emocionante e imaginativa completamente absorberá al lector mientras revela los verdaderos orígenes del más popular de los personajes navideños.
William Joyce
William Joyce is professor of strategy and organization theory at the Amos Tuck School of Business at Dartmouth College.
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Nicolás San Norte y la batalla contra el Rey de las Pesadillas - William Joyce
LOS GUARDIANES
NICOLÁS
SAN NORTE
Y LA BATALLA CONTRA
EL REY DE LAS PESADILLAS
LOS GUARDIANES
NICOLÁS
SAN NORTE
Y LA BATALLA CONTRA
EL REY DE LAS PESADILLAS
WILLIAM JOYCE
y LAURA GERINGER
Ilustraciones de WILLIAM JOYCE
Traducción de ARTURO PERAL
Editorial Bambú es un sello de Editorial Casals, S.A.
Título original: Nicholas St. North and the Battle of the Nightmare King
Publicado por acuerdo con Atheneum Books for Young Readers, un sello de Simon & Schuster Children’s Publishing.
© 2011, del texto, William Joyce y Laura Geringer
© 2011, de las ilustraciones, William Joyce
© 2012, de la traducción, Arturo Peral Santamaría
© 2012, de esta edición, Editorial Casals, S.A.
Casp, 79 – 08013 Barcelona
Tel.: 902 107 007
www.editorialbambu.com
www.bambulector.com
Diseño de la sobrecubierta: Lauren Rille
Primera edición: Septiembre 2012
Primera edición digital: Noviembre 2012
ISBN: 978-84-8343-252-5
Transformación a libro electrónico: aCanelma
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 45).
A
Jack Joyce,
un granuja estupendo e íntegro,
y a su hermana,
Mary Katherine,
que era luchadora, divertida y buena
Índice
Capítulo uno
Donde se renueva la gran guerra
Capítulo dos
Donde se muestra que hablar las lenguas de los insectos resulta útil
Capítulo tres
Un paseo aterrador por el bosque
Capítulo cuatro
De las sombras surgen misterios más profundos
Capítulo cinco
La Edad de Oro
Capítulo seis
Nicolás San Norte (Una ayuda insólita)
Capítulo siete
En realidad no es un capítulo, sino tan solo una pieza más del gran rompecabezas
Capítulo ocho
Donde lo imposible ocurre con sorprendente regularidad
Capítulo nueve
La batalla contra el oso
Capítulo diez
Donde ocurren un montón de cosas rápidamente
Capítulo once
Donde se demuestra que la sabiduría puede ser un elemento difícil
Capítulo doce
Otro capítulo corto pero intrigante
Capítulo trece
El guerrero aprendiz demuestra ser listo
Capítulo catorce
Donde el hechicero y el aprendiz hacen descubrimientos que resultan trascendentales
Capítulo quince
Parcialmente nuboso y muy injusto
Capítulo dieciséis
La rabia, la edad y el miedo hacen una indeseada aparición
Capítulo diecisiete
Un giro inesperado
Capítulo dieciocho
A hurtadillas viaja el mal astuto
Capítulo diecinueve
Donde ulular dice mucho
Capítulo veinte
En el que un golpe de suerte provoca un cambio de planes
Capítulo veintiuno
La risa es un remedio amargo
Capítulo veintidós
El encuentro más extraño
Capítulo veintitrés
La noche más larga
Capítulo veinticuatro
El final del viaje
CAPÍTULO UNO
Donde se Renueva la Gran Guerra
LA BATALLA DEL REY de las Pesadillas comenzó una noche de luna hace mucho tiempo. En el tranquilo pueblo de Tanglewood, un niñito y su hermana pequeña se despertaron de un respingo. Como casi todos los niños (y algunos adultos antes o después), tenían miedo a la oscuridad. Los dos se incorporaron lentamente en la cama, aferrándose al edredón que les rodeaba como un escudo. Demasiado asustado para levantarse a encender una vela, el niño abrió las cortinas y miró por la ventana en busca de la única luz que podía verse durante aquellas noches de antaño: la Luna. Allí estaba, llena y brillante.
En ese momento, una joven luz de luna se lanzó desde el cielo a través de la ventana. Como todas las luces, tenía una misión: proteger a los niños.
La luz de luna brilló con todas sus fuerzas, y pareció sosegar a los dos niños. Uno a uno, suspiraron adormilados y volvieron a tumbarse. En poco tiempo estaban durmiendo de nuevo. La luz de luna escudriñó la habitación. Todo estaba a salvo. Aparte de sombras, no había nada. Pero la luz sintió algo más allá de la habitación, más allá de la cabaña. En alguna parte, algo no iba bien. La luz rebotó en un pequeño espejo de cristal sobre la cómoda de los niños y salió por la ventana.
Centelleó a su paso por el pueblo, después por el bosque de pinos y abetos, parpadeando de carámbano en carámbano. Fue asustando a murciélagos y sorprendiendo a búhos mientras recorría el viejo camino indio, que estaba cubierto de nieve. El camino la condujo hasta la zona más oscura de las profundidades del bosque, un lugar temido por los moradores de la región, que casi nunca se aventuraban hasta allí. Como un reflector, la luz se abalanzó hacia la oscuridad hasta que encontró una cueva.
Unas rocas extrañas, rizadas como cera derretida, enmarcaban la entrada, que parecía un bostezo. La cueva estaba repleta de sombras que parecían respirar como seres vivos. La luz de luna titubeó. En ninguno de sus viajes había visto algo de tan mal augurio.
Entonces, sin saber si actuaba por valentía o insensatez, se lanzó tras las sombras al interior de la fosa.
La oscuridad parecía no acabarse nunca. Al final, la luz llegó a una laguna. Las aguas negras y estancadas reflejaban su brillo, iluminando tenuemente la cueva. Y allí mismo, en el centro de la laguna, se alzaba una figura gigante. Era más densa y oscura que las sombras que la rodeaban. Inmóvil como una estatua, llevaba una capa entintada como un rezumadero de petróleo. La luz de luna examinó lenta y cautelosamente aquella figura. Cuando llegó a sus ojos, ¡se abrieron! ¡La figura estaba despierta!
Las sombras empezaron a retorcerse a sus pies, llenando el aire con su grave zumbido. Crecieron hasta que se estrellaron contra las paredes de la cueva como olas que chocan contra un embarcadero irregular. ¡Pero no eran sombras en absoluto! Eran criaturas, criaturas que ningún niño o mensajero de la Luna había visto desde hacía siglos. Y la luz de luna comprendió enseguida que estaba rodeada de temores y de hombres de las pesadillas, ¡los esclavos del Rey de las Pesadillas!
La luz de luna palideció y vaciló. Quizá debiera darse por vencida y volver corriendo a la Luna. De haberlo hecho, nadie habría podido contar esta historia. Pero la luz de luna no se marchó. Al acercarse un poco más, comprendió que la fantasmal figura era la que todas las luces de luna aprendían a temer: ¡era Sombra, el Rey de las Pesadillas! Su corazón estaba atravesado por una daga diamantina que lo mantenía clavado a un montículo de mármol negro como el ébano. La luz de luna se acercó todavía más con cautela, mirando la empuñadura de cristal del arma.
Pero la luz no se mueve alrededor del cristal, sino que lo atraviesa, y de pronto la hoja la succionó. Enroscándose de un lado al otro, la luz de luna se vio arrastrada en una tortuosa carrera hasta la punta del filo. Estaba atrapada, suspendida en el corazón helado y vidrioso de Sombra. El pecho del Rey de las Pesadillas empezó a brillar desde dentro al tiempo que la luz de luna rebotaba en él frenéticamente en su intento desesperado por huir. Allí dentro hacía un frío terrible, peor incluso que en las regiones más oscuras del espacio. Pero la luz de luna no estaba sola. Justo al otro lado del filo de la daga distinguió la forma espectral de un delicado niñito que permanecía acurrucado en el hueco más alejado del corazón de la fantasmal figura. ¿Un niño? Dubitativa, la luz iluminó la cabeza del niño.
Ese pequeño haz de luz fue suficiente: el niño espectral empezó a crecer. Salió despedido alegremente del pecho de Sombra, ¡por fin libre! La luz de luna rebotó de un lado al otro, mientras el niño, con un tirón repentino, sacó la daga radiante del corazón frío que lo había mantenido encerrado. Sosteniendo el arma en el aire para iluminar su camino, ya que la luz de luna seguía encerrada dentro, el niño salió disparado hacia arriba para abandonar la cueva maldita e internarse en la noche estrellada. Cuando sus pies alcanzaron la nieve del suelo, tenía el aspecto de un niño real, siempre que se pudiese forjar un niño real con niebla y luz y cobrara vida milagrosamente.
Liberado de la daga que lo atravesaba, Sombra empezó a crecer también, alzándose como una torre de carbón viviente. Creció hasta alcanzar un tamaño monstruoso y siguió el camino iluminado del niño hasta la superficie.
Mientras miraba el cielo con furia, Sombra olisqueó el aire extasiado. Le bastó encogerse de hombros y lanzar su capa para ocultar la Luna. Se agachó y hundió los dedos en la tierra, dejando que los olores del bosque a su alrededor llegaran hasta