Celina logró transformar su duelo en apoyo a los demás. En 2017 su esposo fallece de manera inesperada lo cual cambia su vida drásticamente. Después de ver la muerte de manera tan cercana y experimentar tanto dolor, ella pierde interés por vivir, dándose cuenta de que con la partida de su esposo también se había ido la Celina que ella conocía. Poco a poco se va reconstruyendo y empieza a entender que para aprender a morir hay que aprender a vivir. Por lo tanto, ella decide compartir su experiencia para acompañar corazones adoloridos y ayudarlos a sanar, convirtiéndose esto en un regalo para su propia sanación. Una historia de resiliencia.

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