Adriana está convencida que la vida ha sido muy generosa con ella pues, aunque le ha puesto pruebas muy duras como es la pérdida de su hijo Ale y el haber enfrentado cáncer de mama, se considera afortunada porque siempre se ha sentido protegida y acompañada. Cuando Ale partió a los 3 años, entendió que su hijo tenía una misión especial que cumplir en la tierra, pues al declarar los doctores su muerte cerebral, tuvo la oportunidad de regalarle vida a 6 personas por medio de la donación de sus órganos. Ella describe la partida de su hijo como un hecho que le dejó un hueco horrible, pero al mismo tiempo una luz enorme que le enseñó que todos tenemos un propósito en la vida. A raíz de lo vivido, decidió fundar, junto con su familia, la Asociación Ale, la cual promueve la cultura de la donación de órganos y ha sido el puente para regalar vida a miles de personas. Cuando Adriana pensó que ya estaba blindada de pruebas difíciles, se le presentó lo que ella considera el reto más fuerte de su vida: el cáncer de mama. Sin embargo, después pudo entender que se enfermó para poder ser más empática con los pacientes que están en espera de un órgano para recuperar su salud. Para ella, tener formación y tener clara la fe sostiene. Está convencida que tenemos que vivir viviendo lo cual significa que debemos vivir agradeciendo lo que tenemos y lo que se te pide, viendo en cada una de las cosas que están a nuestro alrededor la oportunidad de ser mejores personas. Una historia de fe, generosidad, sensibilidad y empatía.

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