Los casos del inspector Chunchurreta 2

Por Fanue

El sagaz inspector Nick Chunchurreta y su valioso colaborador, el loro

Kilates, vuelven al ruedo.
El sagaz inspector Nick Chunchurreta y su valioso colaborador, el loro

Kilates, vuelven al ruedo. Y no por haber hecho un curso de corte y

confección. En Nepal, al pie de las montañas más altas del mundo;

en un tenebroso castillo de Transilvania y por primera vez en la

Argentina, el astuto dúo de detectives regresa con nuevas y apasionantes

aventuras.Historias para divertirse, enigmas para descifrar y más

episodios para jugar a ser detectives por un rato.

• Idioma: Español
• Editorial: SUDAMERICANA
• Fecha de lanzamiento: 1 oct 2013
• ISBN: 9789500745239

Fanue

Fanue (Jorge Flores Soler) nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1961. Fue humorista gráfico de la revista Hortensia y co-realizador del cortometraje Dos hermanos, premio ATVC (2004) de la Asociación Argentina de Televisión por Cable. Obtuvo el primer premio de narrativa en el Concurso Provincial Literario Falla 2001. Es autor de cuentos y relatos, y en 2005 comenzó a publicar las historias del inspector Chunchurreta en la revista cordobesa Por La Recta. Oscar Salas nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1957. Es escritor, ilustrador,humorista gráfico y músico. Es también autor de la tira #Jerónimo#, que se publica en La Voz del Interior. Publicó en Caras y Caretas, Humor, Hortensia, entre otras revistas. Para Fontanarrosa, dibujó las últimas catorce historietas de Inodoro Pereyra que se publicaron en la revista Viva.

Vista previa del libro

El collar del cacique colla Coyuyo

I. Una pieza muy valiosa

Bajo un cielo de intenso celeste, la luz del mediodía realzaba los colores del magnífico territorio jujeño.

Asombrados por la belleza del lugar, Nick Chunchurreta y Kilates viajaban rumbo a Llama Sorda, un pequeño pueblo en las cercanías de Humahuaca, a bordo de un automóvil que el inspector había alquilado en el mismo aeropuerto de la ciudad de San Salvador de Jujuy.

Chunchurreta nunca había estado por esta parte del mundo, y si bien había visto fotografías e imágenes del Noroeste argentino, apreciar por sí mismo aquellos cerros multicolores era una experiencia que le resultaba fantástica.

—¡Observe qué maravilla, Kilates! —el inspector miraba el entorno a través de la ventanilla del coche—. Pensar que todas estas montañas tuvieron su origen hace cientos de millones de años y fueron formadas por el efecto de tremendos terremotos.

—¡¡Motos!! —gritó el loro, al ver que su dueño se distraía con el paisaje y el auto se desviaba hacia la otra mano de la carretera. Bruscamente, Chunchurreta alcanzó a corregir de inmediato la trayectoria del vehículo, al tiempo que unos motociclistas que circulaban en sentido contrario agitaban sus puños y vociferaban frases poco cordiales.

—Gracias, Kilates —dijo el detective. Y luego del susto, su mirada no volvió a apartarse de la ruta.

El inspector y su mascota estaban fascinados por el increíble panorama que los venía acompañado desde el inicio del viaje. Sin embargo, la mayor sorpresa se la llevaron cuando, luego de atravesar una serie de pintorescos pueblitos, se encontraron con un sitio cubierto por una extraña capa de polvo de color blanco que se extendía por todas partes: desde una punta a la otra del paisaje, y desde el pie hasta la cima de los cerros.

Desconcertado ante aquella misteriosa imagen, Nick Chunchurreta detuvo el automóvil para preguntarle a un lugareño qué era aquella cosa blanca que todo lo cubría. Yeso, le respondió el hombre. Y ahí fue cuando el inspector se enteró de que, después de tantos años, un grupo de geólogos y médicos traumatólogos habían decidido finalmente comenzar a tratar aquella fractura del terreno.

En efecto, a un costado del camino, unos metros más allá de donde se encontraba, unos hombres vestidos con mamelucos de trabajo cambiaban un cartel en el que se leía Quebrada de Humahuaca por otro que anunciaba Enyesada de Humahuaca.

Media hora más tarde, ya habiendo dejado atrás la zona del yeso, Nick Chunchurreta y Kilates llegaron a Llama Sorda. Allí los recibió el señor Atahualpa Lenque, director del Museo Autóctono de ese pueblo.

—¡Inspector Chunchurreta! ¡Kilates! ¡Gracias por venir! —el director del museo se mostró muy alegre al verlos y enseguida los invitó a pasar a su oficina, donde les hizo entrega de un par de obsequios que, a manera de bienvenida, había preparado especialmente para ellos.

Sorprendido por tan amable recepción, el detective abrió las bolsas que contenían los regalos: un poncho de piel de vicuña para él y un gorrito colla de vistosos colores para Kilates.

—¡Muchas gracias! Pero no debería haberse molestado.

—No es ninguna molestia. Al contrario, es un placer para nosotros que ustedes nos visiten. Lástima que sea en una circunstancia tan penosa para nuestro pueblo —se lamentó el hombre—. Como le contaba en el mensaje, lamentablemente hemos sido víctimas de un robo. Por eso buscamos su ayuda.

—¿Alguna pieza del museo, tal vez?

—En efecto, inspector —el director abrió un cajón de su escritorio y sacó de allí la fotografía de una joya—. Se trata de una reliquia que perteneció a un antiguo soberano inca: el cacique colla Coyuyo, cuyo collar, al que llaman Killa Yaku, cayó en manos de un caco callejero.

Chunchurreta contempló por un instante la foto.

—Como puede ver, inspector, la joya tiene una piedra preciosa que parece una gran lágrima de plata. De hecho, en idioma quechua, killa significa luna y yaku significa agua —explicó el director.

—Debe ser una pieza muy valiosa.

—Sin duda. Pero más allá de su valor económico, para nuestro pueblo ese collar tiene un enorme valor afectivo, ya que el cacique Coyuyo fue un señor muy respetado que vivió mucho tiempo en esta zona.

—Comprendo. ¿Puedo quedarme con la fotografía?

—Por supuesto. La preparé para usted.

—Gracias. Comenzaremos con la investigación de inmediato. Pero primero pasaremos por la hostería para dejar nuestras cosas. Después seguramente andaremos por el pueblo y hablaremos con la gente.

—Como guste, inspector. Haga de cuenta que está en su ciudad.

—Imposible —aseguró Chunchurreta—. Esto es mucho más bonito que Bostón City.

II. Un guerrero de una notable fiereza

Luego de pasar por la hostería y dejar allí su equipaje, Nick Chunchurreta ubicó a Kilates sobre su hombro y juntos salieron a recorrer las tranquilas calles del lugar, plenas de un sol radiante, aire puro y paisajes de ensueño.

En una esquina donde dos callecitas de tierra cruzaban sus rumbos, una vieja casona construida con piedras y adobe albergaba una tienda de artesanías.

—Buenas tardes —saludó el inspector al entrar.

—Buenas tardes —respondió amable una colla de rostro arrugado y trenzas negras, que lucía las tradicionales vestimentas de la región: pollera y saco de lana de varios colores y el típico sombrero sujeto al cuello.

La mujer se levantó de la silla y, tomándose con una mano la parte de atrás de la cintura, se acercó con