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Los nuevos primeros
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Libro electrónico238 páginas3 horas

Los nuevos primeros

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Información de este libro electrónico

La historia comienza en la ciudad de Súrides, la más grande y poderosa de las doce ciudades que conforman el planeta Batellum, en el año 2499.
Hace más de 250 años, unas cápsulas con embriones humanos fueron depositadas en el planeta. Doce años después, estas cápsulas se abrieron, liberando a cincuenta niños que comenzaron a colonizar Batellum desde cero.
Guiados por inteligencias artificiales integradas, estos pioneros, conocidos como «Los Primeros», establecieron una sociedad basada en la igualdad y la libertad, inspirada en la Constitución del Nuevo Mundo Libre de un planeta lejano llamado Tierra.
Sin embargo, actualmente la realidad en Batellum es muy diferente a la visión original de los Germinadores. Los gobernantes han modificado las leyes para perpetuarse y conseguir privilegios.
En este contexto, se pone en marcha un plan para un grupo de jóvenes decididos a desafiar las normas y luchar por un cambio real.
Estos nuevos revolucionarios están dispuestos a arriesgarlo todo para transformar su mundo y forjar su propio destino.
Los nuevos Primeros es una emocionante y cautivadora historia de lucha, esperanza y determinación. A través de sus páginas, los lectores serán transportados a un mundo fascinante y lleno de desafíos, donde la valentía y la perseverancia de unos pocos pueden cambiar el destino de muchos.
No te pierdas esta increíble aventura de supervivencia, lucha y sacrificio en Batellum.
IdiomaEspañol
EditorialLetrame Grupo Editorial
Fecha de lanzamiento14 oct 2024
ISBN9788410892545
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    Los nuevos primeros - Francisco Gómez Luque

    Imagen de portada

    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Francisco Gómez Luque

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz

    Diseño de cubierta: Rubén García

    Supervisión de corrección: Celia Jiménez

    ISBN: 978-84-1089-254-5

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    -

    Agradecimientos a mi cuñada, Rafi Velázquez,

    por ayudarme en la edición de este libro. Sin su ayuda no hubiera sido posible finalizar este nuevo proyecto.

    Este libro está dedicado a todas aquellas personas que

    desean que nuestro mundo sea mucho más igualitario y justo.

    Que las palabras sean nuestra fuerza.

    Prólogo

    En el vasto escenario de la historia humana, la desigualdad entre gobernantes y pueblo ha sido una constante que ha moldeado sociedades y culturas. Desde los antiguos imperios hasta las modernas democracias, la brecha entre quienes poseen el poder y aquellos que son gobernados ha generado tensiones, conflictos y, en ocasiones, revoluciones. Esta desigualdad no solo se manifiesta en términos económicos, sino también en el acceso a derechos, oportunidades y justicia.

    En este libro, el planeta Batellum ha sido testigo de cómo las leyes y estructuras sociales que alguna vez tuvieron como objetivo promover la igualdad y la libertad han sido desmanteladas, lo que en última instancia ha llevado al favoritismo de unos pocos y a la marginación de otros. La brecha entre gobernantes y ciudadanos se ha ampliado.

    Todo cambia cuando se activa un plan planificado por los Germinadores del planeta y ejecutado por una inteligencia artificial que ayudará a unos jóvenes muchachos a cambiar el orden establecido.

    Pero no será fácil, deberán primero aceptar su destino y luego aprender a luchar y sobrevivir en las situaciones más imprevistas y difíciles.

    Llegará el momento preciso que nuestros héroes se pongan en marcha y no miren hacia atrás para lograr mejorar la vida de los ciudadanos del planeta. Aunque el camino no es sencillo, la inteligencia artificial que los ha activado les enseñará y mostrara el camino que deben de andar para conseguir su objetivo.

    «Ser libre no es solo deshacerse de las cadenas propias, sino vivir de una forma que respete y mejore la libertad de los demás». (Nelson Mandela)

    Año 2499

    Nota del autor

    Estamos en el planeta Batellum, un planeta muy pequeño. La historia empieza en una de sus doce ciudades. La más grande de todas y la que tiene más poder sobre el resto. Ciudad de Súrides.

    Hace aproximadamente unos 250 años, unas cápsulas con embriones humanos, fueron depositadas en el planeta. Había alrededor de cincuenta cápsulas. Doce años después se abrieron y cincuenta niños colonizaron el planeta desde cero.

    Cada individuo tenía dentro de sí una IA, que le enseñaba y explicaba cómo colonizar aquel planeta, cómo desenvolverse con los materiales que allí había para desarrollarse y avanzar como colonia. Fueron los llamados «Los Primeros».

    Cuando falleció el último de Los Primeros, en el planeta Batellum, había casi quinientos habitantes, repartidos en doce pequeñas urbes. Cada una de ellas con las mismas leyes. Los Primeros llamaron a ese conjunto de leyes «Las Vías». Las Vías estaban basadas en la Constitución de un planeta muy lejano llamado Tierra. Esa Constitución fue creada para el Nuevo Mundo Libre de la Tierra y que unía a todos y cada uno de los países que allí existían. Su base era la libertad y la igualdad para todo el mundo.

    Habían pasado casi doscientos ochenta años desde que aquellas cápsulas llegaron a Batellum y la realidad era muy diferente a como sus Germinadores de aquellas cápsulas, que llamaban semillas, habían pretendido que fuera aquella colonización.

    De la misma forma que las cosas nunca salen como se pretenden, siempre hay individuos que siguen sus propios principios, y de una manera u otra, modifican el destino de lo que le rodean, ya sean personas o sociedades completas.

    Nos vamos a meter en la piel de unos muchachos y muchachas que, en contra del orden establecido, modificaran el destino del planeta y de sus propias almas. Son los nuevos rebeldes y revolucionarios chicos y chicas de Batellum.

    PARTE 1

    Arilla. Año 37 de la Nueva Era primaria.

    Ciudad de Súrides.

    Desde que nació, hace catorce años, Arilla había sido una niña muy diferente al resto. Por muchas razones. Cuando nació, tenía unas cualidades que nadie de aquella ciudad o planeta ostentaba. Su piel podía llegar a ser dura como una roca, casi a placer, según estuviera más cabreada o relajada.

    Al principio, sus padres creían que era una anomalía generada por alguna intoxicación, de las muchas plantas venenosas que existían en aquel planeta. Después se dieron cuenta que, simplemente, había nacido diferente al resto.

    Además de la dureza de su piel, tenía una vista increíble. Podía ver cosas que los demás ni siquiera intuían. Evidentemente, sus padres, según fueron observando estas anomalías o cualidades, no dijeron nada, pero sí que enseñaron a su hija a esconderlas, para que nadie pudiera tratarla diferente.

    En aquel planeta, lo diferente estaba mal visto y solo había un tratamiento. La muerte.

    Arilla tenía una energía incontrolable. Sus profesores, en la escuela de aprendizaje, la daban por perdida. Sería una niña sin oficio. Vagaría por la urbe o el planeta sin ningún tipo de quehacer. Sería una más de los indeseados, el más bajo de los niveles sociales de aquella sociedad.

    Tenía la piel morena por el tiempo que pasaba en el exterior. No aparentaba los catorce años que tenía, sino más edad de la que le correspondía. Siempre estaba seria, pero en el fondo era un escudo que ella y sus padres habían conseguido forjar. Su cara era afilada y su cuerpo muy atlético. No paraba de ir de un lado a otro. Sus ojos verdes como las verduras que plantaban lo agricultores de su ciudad. Sus labios siempre estaban agrietados y sus orejas eran pequeñas, escondidas siempre detrás de su media melena pelirroja.

    Todo cambió una mañana. Arilla se levantó temprano y, como siempre, desayunó corriendo y se marchó fuera de las murallas de la ciudad. Gracias a su vista, encontraba pequeños filones de metal enterrados, que luego escondía en una cueva, lejos de los límites fronterizos de la ciudad. Nadie conocía aquel secreto, ni sus padres.

    Por causalidad, aquel día, después de varias horas de caminata, en un pequeño barranco seco y plagado de plantas tóxicas, vio cerca de una de las paredes, otro pequeño filón de metal. Los filones se encontraban siempre escondidos dentro de la tierra y tenía que excavar para poder conseguirlos. Normalmente usaba para ello, palos secos que se encontraran alrededor de donde estaba el filón. Un día, se dijo para sí misma, que tenía que conseguir una herramienta para poder excavar sin problemas, aunque debía de ser cauta y sus padres la habían enseñado a ser sigilosa y pasar desapercibida a la vista de cualquiera, así que, ya encontraría el modo.

    Los metales que ella recogía y almacenaba eran plateados y pesaban mucho, pero no había encontrado la forma de manipularlos de ninguna de las maneras. Simplemente los acumulaba, en el futuro ya le encontraría alguna utilidad o los vendería dentro de las murallas.

    Rebuscó en el barranco y encontró un palo lo suficientemente duro y puntiagudo para poder escarbar en la pared y sacar aquel trozo de metal. Después de un buen rato y habiendo excavado en la pared unas cuatro palmas, lo vio. Siguió escarbando hasta que consiguió sacarlo de allí. Su sorpresa fue que, cuando sacó aquel trozo de metal, muy parecido en tamaño y forma a los que usualmente encontraba, una oscuridad se adentraba en la pared.

    Había una cueva, fue lo que pensó. Así que excavó y excavó hasta que consiguió meter medio cuerpo dentro de ella. Tal era la oscuridad, que no supo cuan profunda era aquella cueva y, muy a su pesar, decidió dejar aquel lugar, para volver al día siguiente más preparada para investigar dentro. Su intuición le decía que tenía que entrar. Dejó dentro el trozo de metal y tapó el agujero con unas plantas venenosas, con cuidado de no tocarlas demasiado. Inició el camino de regreso a casa.

    Esa sensación le gustaba mucho. Descubrir cosas nuevas, saber que, aquel planeta todavía ocultaba secretos a sus colonizadores y ella estaba allí para encontrarlos. Gracias a su mejorada vista se le daba muy bien. Nunca entendió porqué era tan diferente al resto, pero sabía que su destino tenía preparado para ella, aventuras y emociones ajenas a la vida en la ciudad.

    Llegó a casa a la hora de comer, su madre, como siempre, le había dejado el plato preparado de comida en la mesa. Por desgracia, sus padres estaban siempre trabajando. Eran de un nivel social bajo, aunque eran muy respetados, porque su madre se encargaba de limpiar y cocinar para los Viandantes, que eran los encargados de vigilar que las leyes de La Nueva Vía se cumplieran. En la ciudad de Súrides había unos doce.

    En la ciudad existían varios niveles sociales importantes y solo los Paters estaban por encima de los Viandantes.

    Los Paters mandaban en las doce ciudades. Tomaban todas y cada una de las decisiones que afectaban a sus ciudades y ciudadanos. Había cinco Paters en cada ciudad, de cinco familias diferentes.

    Cada familia elegía a su representante Pater. Se sabía que las cinco familias que gobernaban en la ciudad de Súrides habían conseguido ese honor después de la batalla de los Nuevos Inicios, hace 37 años.

    Fue una batalla de un solo día, ya que hubo muy poca resistencia y condujo a las familias más avanzadas y ricas del planeta, a repartirse el gobierno de esas doce ciudades. Hasta el momento, nadie había sido capaz de cambiar eso.

    Se había creado la Nueva Era Primaria. Se suponía que todo aquello había pasado para volver a lo que los Primeros les habían enseñado, ya que los años habían conseguido desvirtuar sus enseñanzas y convertir aquel planeta en un mundo de depravación y descontrol. Pero como siempre, se había pasado de un extremo a otro y la gente, ahora vivía con miedo por desviarse del camino y no hacer lo que los Paters y sus leyes decían.

    Dependiendo de la escala social a la que pertenecieras, podías vivir cómodamente, o intentar sobrevivir.

    Su padre trabajaba para los Guardianes de los Viandantes. Se encargaba de que no les faltara de nada. Lavaba sus ropajes y mantenía sus botas limpias.

    Los Guardianes estaban distribuidos en tres ramas. Los Guardianes de los Paters, los Guardianes de los Viandantes y los Guardianes de las leyes.

    Los primeros eran los más preparados guerreros y protegían a los Paters. Vivían cerca de ellos, dentro de la fortaleza de los Paters y los custodiaban fanáticamente.

    Los segundos y también muy buenos guerreros, protegían a los Viandantes. Éstos protegían lo que ellos mismos llamaban el «Edificio de Control», donde tenían sus aposentos los Viandantes y también donde juzgaban a los desgraciados que caían en sus manos.

    Los terceros, los guardianes de las leyes, por el contrario, eran los guerreros sin ningún tipo de cualidad y se encargaban de patrullar la ciudad y sus alrededores. Capturaban a cualquiera que incumpliera la Nueva Vía y los llevaban a los Viandantes para que los enjuiciara. Estos guardianes eran llamados por la plebe, los Fantasmas.

    Los siguientes en la escala social eran los comerciantes. En aquella ciudad había, por lo menos, doscientos locales comerciales. Se encargaban de proveer a la ciudad de todo tipo de bienes. Los comerciantes manipulaban a los guardianes que patrullaban la ciudad única y exclusivamente para su beneficio. Lo que conllevaba a una competencia extrema entre los comerciantes de una misma rama.

    Por último y mayoritario, las personas de a pie. Subsistían trabajando para el resto. La moneda física solo era usada por los comerciantes, Viandantes o Paters, el resto de personas recibía su salario en especie. Entre las personas de a pie, solo existía el intercambio, el trueque. Esa era su única forma de subsistir.

    Aquellos que conseguían un trozo de terreno para plantar vegetales o frutas fuera de las murallas, podían llegar a vivir sin tener que trabajar, pero por desgracia, conseguir un terreno para cultivar, dependía de una licencia administrada por los Paters. Cualquiera que quisiera una debía de dar su vida, para que el resto de familiares se pudieran aprovechar de la licencia. Los viandantes entregaban la vida de estas personas como ofrenda a los Germinadores, que estaban en el espacio, para que volvieran más temprano que tarde, para encauzar la nueva sociedad alejada de la primera Constitución.

    Habían creado una religión hace 37 años en adoración a los Germinadores, para que alguna vez volvieran a Batellum. Lo que no habían dicho es que se había creado para manipular a todos y cada uno de los que allí respiraban, a favor de los más poderosos. Sabían que los Germinadores nunca volverían. Habían pasado más de 250 años, nadie vivía tanto tiempo.

    Arilla tenía obligaciones por la tarde y esperó hasta la noche a que sus padres volvieran de trabajar trayendo pan, carne y vegetales. Esa semana no pasarían hambre. Había preparado la cena y sus padres lo agradecieron, estaban agotados.

    Como siempre se levantó muy temprano y desayunó un poco de pan con manteca. Se preparó una pequeña bolsa de tela con un par de restos de velas, dos piedras para poder encenderlas, un poco de comida y una herramienta de su padre, que consistía en una roca dura, en forma triangular, atada en un palo con cuerdas. Le serviría para excavar más rápido, pensó. No sabía el rato que iba a estar fuera de las murallas.

    Salió de casa sigilosamente y se dirigió a su escondite dentro de las murallas. Era una caseta muy pequeñita, como de aperos, con una puerta diminuta. Nadie se fijaba en ella, porque estaba en un sitio que pasaba desapercibida entre unos urinarios, además de tener un estado lamentable. Entró y quitó varias maderas del suelo. Había un agujero, se metió dentro y volvió a tapar el suelo con las maderas. Veinte minutos más tarde, estaba a más de un quilómetro de las murallas, en el lateral de una pequeña loma. Tapó la salida de aquel túnel con unas ramas, como siempre, y se fue directa hasta la zona del descubrimiento del día anterior. Varias horas después, llegó a su destino.

    Brullo. Año 38 de la Nueva Era Primaria.

    Ciudad de Súrides.

    Cuando los jóvenes de Súrides cumplían 16 años, los Paters se encargaban, según su clase social, trabajo de los padres e informes de las escuelas, de darles un oficio. Lo normal es que trabajaran en el oficio de sus padres, raras veces los Paters modificaban eso. Se aseguraban el futuro de los relevos generacionales. Si nacías limpiador, morías limpiador igual que el resto de generaciones familiares siguientes.

    Brullo, con solo 15 años, era una excepción.

    Días antes, uno de los Paters había decidido, que había un puesto libre en los guardianes de las leyes, a causa del fallecimiento por una larga enfermedad de uno de ellos, que no había tenido todavía descendencia. Lo habían elegido, de entre muchos otros, a él. Sus padres estaban emocionados por la suerte que había tenido su hijo. La familia de Brullo tendría un estatus mayor que el que ellos le hubieran podido dar.

    Esa mañana se

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