Integración, recursos y vías de comunicación en el Nuevo Reino de Granada: Siglos XVI-XVIII. Casos de estudio.
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Integración, recursos y vías de comunicación en el Nuevo Reino de Granada - Pablo Fernando Pérez Riaño
Integración, recursos y vías de
comunicación en el Nuevo Reino de Granada
Siglos xvi-xviii (casos de estudio)
Gobierno de Colombia
Gustavo Petro Urrego
Presidente de la República
Francia Elena Márquez Mina
Vicepresidenta de la República
Ministerio de Educación Nacional
Aurora Vergara Figueroa
Ministra de Educación Nacional
Oscar Gustavo Sánchez Jaramillo
Viceministro de Educación
Preescolar, Básica y Media
Alejandro Álvarez Gallego
Viceministro de Educación Superior
Claudia Jineth Álvarez Benítez
Secretaria General
Academia Colombiana de Historia
Mesa Directiva
2022-2024
Armando Martínez Garnica
Presidente
Alberto Gómez Gutiérrez
Vicepresidente
Roger Pita Pico
Secretario Académico
Rodrigo Llano Isaza
Tesorero
Pablo Fernando Pérez Riaño
Coordinador de Biblioteca y Archivo
Roberto Lleras Pérez
Director de Publicaciones
Pablo Fernando Pérez Riaño
Integración, recursos y vías de comunicación en el Nuevo Reino de Granada
Siglos xvi-xviii (casos de estudio)
Academia Colombiana de Historia
Integración, recursos y vías de comunicación
en el Nuevo Reino de Granada
Siglos xvi-xviii (casos de estudio)
© Pablo Fernando Pérez Riaño, 2023
© Academia Colombiana de Historia, 2023
Primera edición, 2023
ISBN impreso 978-958-5154-78-0
ISBN digital 978-958-5154-80-3
Coordinación editorial
Ginett Alarcón | Editemos SAS
Academia Colombiana de Historia | Roberto Lleras
Diseño gráfico y conversión a libro electrónico
David Arneaud
Imagen de la cubierta
Río Casanare a 150 kilómetros de donde se ubicaba el puerto de Casanare.
Fotografía: Pablo Fernando Pérez Riaño
pablo.pfp618@gmail.com
Impreso en Colombia | Printed in Colombia
por Editorial Nomos, S. A.
Academia Colombiana de Historia
Calle 10 #8-95 Bogotá, D.C., Colombia
Telf. 60 1 341 36 15
Contenido
Prólogo
La cabuya de Chicamocha o Capitanejo. Su trascendencia a lo largo de nuestra historia
Introducción
Los caminos en la perspectiva arqueológica
Las tarabitas en otros puntos del país
La cabuya (o tarabita) de Chicamocha o Capitanejo
Relación del viaje que yo Alonso de Pontes hice dende los morros de río de Ariporo al río de Meta de ida y vuelta. Transcripción y análisis de contexto
Introducción
¿Quién fue Alonso de Pontes o Apontes?
Contexto de elaboración del documento
Relación del viaje que yo Alonso de Pontes hice dende los morros
de[l] río de Ariporo al río de Meta de ida y vuelta
Análisis del itinerario y ruta seguida por Alonso de Pontes
La expedición del capitán Alonso Pérez de Guzmán a los llanos y las sierras nevadas de Apure y Sarare y la fundación de la ciudad de La Palma de Espinosa, ancestro de Tame, Arauca
Introducción
Precedentes
Origen
Pregón de la jornada
Incorporación de soldados
Itinerario
Proceso de fundación de la ciudad de La Palma de Espinosa
Pregón de la fundación
Recapitulación
Bibliografía
Anexo documental
Descubrimiento navegación río Apure
Índice de ilustraciones
Ilustración 1. Puente colgante de bejucos sobre el río Zulia
Ilustración 2. La tarabita: puente de Bambú
Ilustración 3. Río Chicamocha y cabuyas existentes
Ilustración 4. Río Suárez y las cabuyas
Ilustración 5. Río Mochuelo o Fonce y varias de las cabuyas
Ilustración 6. Lugar de la cabuya de Chicamocha
Ilustración 7. Perfil topográfico de la cabuya de Chicamocha
Ilustración 8. La cabuya sobre el río Sarabita o Suárez
Ilustración 9. Cartel donde se anuncia la realización de un bazar
Ilustración 10. La cabuya de Sube
Ilustración 11. Perfil topográfico de la cabuya de Sube
Ilustración 12. Firma de Alonso de Pontes
Ilustración 13. Firma de Alonso de Pontes
Ilustración 14. Representación de la ruta seguida por Alonso de Pontes
Ilustración 15. Rutas seguidas por Alonso Pérez de Guzmán
Índice de mapas
Mapa 1. Mapa geográfico de los partidos que se encuentran entre el río de Pienta y la jurisdicción de Tunja
Mapa 2. Camino entre Aratoca, Curití, Villa de San Gil y Sepitá
Mapa 3. Villa de San Gil a riberas del río Chicamocha
Mapa 4. Río Chicamocha y Sepitá, pueblos situados a los lados
Mapa 5. Socorro y tierras de Charalá
Mapa 6. Río Sogamoso, pueblo de Chámeza hasta Tópaga
Mapa 7. Pueblo de Modeca
Mapa 8. Partidos de las Villas de Socorro y San Gil
Mapa 9. Villas del Socorro y San Gil
Mapa 10. Representa a Tibasosa, Iza, Aposentos de Lagos y Firavitoba
Mapa 11. Barichara: Ríos Chicamocha-Suárez, Ocamonte, Mogotes
Mapa 12. Ríos Suárez y Chicamocha, Villa de San Gil
Mapa 13. Parroquia de Barichara
Mapa 14. Barichara (Varaflorida) y sus vecinos
Mapa 15. Barichara o Varaflorida y sus vecinos
Mapa 16. Feligresías del Socorro, Confines y Oiba
Mapa 17. Iglesias de Simacota, Zapatoca, La Robada y el río Suárez
Mapa 18. Caminos y lugares de Simacota, La Robada, Hato y Palmar
Mapa 19. Provincia de Tunja
Mapa 20. La Estrella de Boavita
Mapa 21. Cantón de Soatá
Mapa 22. Chita con sus accidentes geográficos
Índice de fotografías
Fotografía 1. Sitio de La Cabuya
Fotografías 2.1. y 2.2. Campesinos de la región
Fotografía 3. Cañón del río Chicamocha en el tramo Tasco-Paz de Río
Fotografía 4. Cañón del Chicamocha, sector Covarachía Capitanejo
Fotografía 5. Puente sobre el Chicamocha, en el sector de la cabuya
Fotografía 6. Cañón del Chicamocha antes del Servitá
Fotografía 7. Población de Capitanejo
Fotografía 8. Plantas de fique en el municipio de Covarachía
Fotografía 9. La quebrada Galván
Fotografía 10. Campesino cruzando el río mediante la cabuya
Fotografía 11. Cañón del río Chicamocha, cabuya de Ricaurte-La Vega
Fotografía 12. Ruinas de construcciones y la capilla de la vereda Las Tapias, Covarachía
Fotografía 13. Confluencia del Servitá y Chicamocha en el sector de la cabuya
Fotografía 14. Puente en el sector donde se ubicaba la cabuya de Chicamocha
Fotografía 15. Campesino cruzando el río Servitá por medio de la tarabita
Fotografía 16. Puente sobre el río Chicamocha en el sector de Jordán Sube
Fotografía 17. Cañón formado por el Chicamocha aguas abajo del Pescadero
Fotografía 18. Caracoles de mar hallados en La Rinconada, Jericó
Fotografía 19. La Rinconada desde el cerro Pan de Azúcar, Jericó
Fotografía 20. Dos canastas metálicas de la cabuya de La Rinconada, Jericó
Fotografía 21. Estudiante de la escuela de Siapora que debe pasar por la tarabita
Fotografía 22. Desembocadura de la quebrada El Tirque en el río Chicamocha
Fotografía 23. Vereda El Tambor, Sativasur
Fotografía 24. Cañón del río Chicamocha en el sector del puente Ogamora
Fotografía 25. Detalle del tramo ubicado aguas arriba del sitio donde está el puente
Fotografía 26. Detalle del puente Ogamora
Fotografía 27. La Aguagría, Jericó. Estructura de planta circular
Fotografía 28. Juntas del río Nevado y Chicamocha, el puente sobre el río Nevado
Fotografía 29. Placa que señala el paso Real a la Guaya, municipio de Tenza
Fotografía 30. Cuenca del río Casanare, entre Sácama y la Salina
Fotografía 31. Sitio de la hacienda jesuita de Caribabare en Tame, Arauca
Fotografía 32. Caribabare, Tame. Monumento rematado por una laja
Fotografía 33. Área cercana al emplazamiento de la hacienda Caribabare en Tame
Fotografía 34. Estribaciones de la cordillera Oriental, Hato Corozal, Casanare.
Fotografía 35. Sitio de San Salvador del Puerto
Fotografía 36. Proceso para elaborar el casabe y el mañoco o fariña
Fotografía 37. Piña silvestre
Fotografía 38. Pescador en la llanura en época de verano, Hato Corozal Casanare
Fotografía 39. Guabina (Erythrinidae) recién capturada en la ciénaga
Fotografía 40. Puinaves del río Inírida
Fotografía 41. Poblado Sikuani, Vichada
Fotografía 42. Cerros de Mavicure, Inírida
Fotografía 43. Guacamaya, río Guaviare
Fotografía 44. Muchacho sikuani, caño Zegua, Vichada
Fotografía 45. Indígena Sikuani, llanos Orientales
Fotografía 46. Vista de Ocavitay de la desembocadura del río Chitano
Fotografía 47. Valle formado por el río Chiscano
Fotografía 48. Valle formado por el río Nevado desde el sitio el Aeropuerto
Fotografía 49. Municipio de Chiscas, Pueblo de Las Mercedes
Fotografía 50. Viviendas indígenas de la comunidad Guahibo de Corocito, Puerto Gaitán
Fotografía 51. Río Arauca a su paso por el municipio de Arauquita
Fotografía 52. Piedemonte Araucano, en jurisdicción de Tame
Fotografía 53. Población de La Salina, situada a orillas del río Casanare
Fotografía 54. Río Casanare cerca de la población de Sácama
Fotografía 50. Viviendas indígenas de la comunidad Guahibo de Corocito, Puerto Gaitán
Fotografía 51. Río Arauca a su paso por el municipio de Arauquita
Fotografía 52. Piedemonte Araucano, en jurisdicción de Tame
Fotografía 53. Población de La Salina, situada a orillas del río Casanare
Fotografía 54. Río Casanare cerca de la población de Sácama
Índice de tablas
Tabla 1. Lista de soldados enlistados en la jornada
Tabla 2. Repartimientos otorgados por el capitán Pérez de Guzmán
El autor presenta sus agradecimientos a todas las personas que de una u otra forma colaboraron y apoyaron en el desarrollo de este estudio. En primera medida a la actual Mesa Directiva de la Academia Colombiana de Historia y, en particular, a su director de publicaciones Roberto Lleras, por acoger este proyecto editorial. También merece especial reconocimiento el académico Egberto Bermúdez, con quien se han discutido y comentado algunos de los temas tratados. Se reconoce también la colaboración del antropólogo y arqueólogo Leonardo Andrés Roa, quien elaboró algunas de las ilustraciones del texto. Así mismo el académico Édgar Cano Amaya, quien contribuyó con la consecución de uno de los mapas que se analizan en el trabajo. Se agradece además la contribución del profesor Justo Cuño Bonito, quien colaboró en la consecución de algunos documentos del Archivo General de Indias. Al antropólogo Ariel Palomino, oriundo de Mogotes (Santander), quien facilitó información del área aledaña al río Chicamocha en jurisdicción de Mogotes, Molagavita y San Joaquín en el departamento de Santander. A la señora Sandra Murillo y su esposo en Capitanejo (Santander), quienes aportaron información referente a las cabuyas o tarabitas existentes en ese sector. Se agradece también el apoyo prestado en el hato Corozal (Casanare) a la señora Zoraida Luengas y su esposo, quienes nos brindaron su hospitalidad y nos acompañaron en la zona. Algunas de las fotografías incluidas en este documento fueron suministradas por el arqueólogo Arturo Vargas y el profesor e investigador sobre el arte rupestre del oriente colombiano, Fernando Urbina Rangel.
Agradezco especialmente a mi familia, a quien va dedicado este libro.
Prólogo
El presente texto reúne tres estudios que analizan documentos que reposan en diversos archivos, la mayor parte públicos; estos muestran como a partir de la conquista de nuestro territorio en el siglo xvi y en particular desde el año 1550 en adelante —una vez fundadas las principales ciudades e instalada en Santafé la Real Audiencia— se daría paso del período de conquista a la colonia. Con esto se tiende a creer que ya todo el territorio colombiano era bien conocido y estaba pacificado; situación que no es para nada precisa; pues esta transición —conquista a colonia— se fue dando de manera gradual y no sincrónica, en las diferentes regiones de lo que hoy es Colombia. Para ese momento, aunque había regiones relativamente bien conocidas, otras no lo eran y muchas de las ciudades de hoy no se habían establecido, es decir, había amplias zonas desconocidas. Es por ello que jornadas o entradas de conquista y pacificación siguieron presentándose hasta mediados del siglo xvii; e incluso por información consignada en un mapa de 1798, se sabe que a puertas del siglo xix se estaba planeando una nueva entrada de conquista hacía los llanos de Arauca y Casanare; en este mapa se muestra el sitio donde se va a fundar la «Salina Nueva de la provincia de la conquista» y el poblado correspondiente; indicando que se trata de «El tablón que se va a fundar de grande vista deleitable, de celebre temperie, y lleno de comodidades, para el fundo de un lugar que se ha de fundar de gentiles y españoles, será la escala y la capital de la conquista»¹.
Así mismo, a manera de ejemplo, se tienen para mediados del siglo xvi y primeras décadas del xvii las diversas jornadas de pacificación y conquista capituladas con el rey o, en su defecto con la Real Audiencia, para explorar principalmente el oriente del país por parte de Jiménez de Quesada y los Berrío, quienes le sucedieron (1569-1610). Su objetivo principal, pero no el único, era la búsqueda del famoso Dorado. Se suma también la entrada de Jiménez de Quesada a pacificar la provincia de Gualí, en jurisdicción de la ciudad de Mariquita, en el transcurso de la cual se fundó la efímera ciudad de Santa Águeda entre 1573-1574; con esta población se pretendía evitar que los indígenas entorpecieran la explotación de las minas de plata y oro de esa jurisdicción, vitales para la economía colonial. También se enmarca dentro de esta temática la larga guerra contra los pijaos, quienes obstaculizaban el paso por la cordillera Central entre Santafé y Popayán, ruta importante para las comunicaciones con Quito y Lima y la integración de estos territorios. Como se ve estas entradas tenían objetivos que pueden considerarse similares, tales como explorar el territorio, buscar y establecer nuevas vías de comunicación, fundar poblaciones que sirvieran de punto de lanza para nuevos avances y así ampliar la frontera colonial. Con ello se facilitaba la explotación e intercambio de recursos básicos, adjudicando encomiendas y mercedes de tierra, para aprovechamiento agropecuario y ganadero. Todo ello generaba —a través del trabajo, indígena y de esclavos— recursos que permitieran mantener a la creciente población y a la burocracia colonial por medio del pago del quinto real y los diezmos y por consiguiente el acrecentamiento de la hacienda real. En síntesis, se requería conocer e integrar todo el territorio, mantener los caminos existentes y abrir nuevos que facilitarán el tráfico de productos, personas y noticias entre las diversas regiones e incluso para ir desde Santafé y Tunja hacia España.
A partir de lo anterior se presentan tres documentos que versan sobre la integración, recursos y vías de comunicación, también se incluyen en los anexos las transcripciones de algunos documentos de archivo que sustentan lo planteado.
El primer apartado de este trabajo se refiere a un tema que ya había sido tratado con anterioridad por el autor, se trata de las cabuyas o tarabitas, en particular las situadas en las cuencas de los ríos Chicamocha, Suárez o Saravita y sus afluentes, zona para la que se dispone de abundante información que da cuenta de su importancia como medios de comunicación entre lugares cercanos e incluso regiones más alejadas; por ejemplo la cabuya de Sube, situada donde hoy está la población de Jordán Sube, que comunicaba la ciudad de Vélez con la población de Girón. Otra cabuya fundamental fue la denominada Paso Real de Chicamocha o Capitanejo, situada entre las actuales poblaciones de Covarachía (Boyacá) y Capitanejo (Santander), que en época prehispánica hacían parte del cacicazgo muisca de Chicamocha, cuya jerarquía fue tal que le dio nombre al río; por ella pasaba un volumen alto de viajeros, comerciantes, indígenas y vecinos de la. Por ello el visitador Luis Enríquez ordenó en 1602 que allí estuvieran varios indígenas (cabuyeros) encargados de mantenerla y ayudar a los viajeros. Esta cabuya hacia parte del camino real que comunicaba Santafé y Tunja con Pamplona, Ocaña y Mérida en Venezuela. Estas dos cabuyas fueron de gran valor y en la actualidad los parajes donde estaban emplazadas siguen siendo vitales en la integración de nuestro territorio. De estas, la de Chicamocha o Capitanejo fue la más relevante, razón por la cual se generaron pleitos por su posesión, tanto por españoles con indígenas como entre los mismos indígenas².
El segundo estudio versa sobre la jornada al río Meta efectuada a comienzos del año 1583, por el fiel servidor del adelantado don Gonzalo Jiménez de Quesada y sus herederos, el soldado y después capitán Alonso de Pontes o Apontes; quien estuvo a su servicio desde mediados de 1577 hasta la primera década del siglo xvii. Esta jornada la hizo Pontes por orden del capitán don Antonio de Berrío, esposo de doña María de Oruña, sobrina y heredera del adelantado, y tenía por objetivo recabar información sobre ese territorio por donde el capitán Antonio de Berrío proyectaba continuar la jornada del Dorado; capitulada previamente por Jiménez de Quesada y una segunda vez por él ante la Real Audiencia de Santafé. Pontes realizó esta jornada en compañía de dos indígenas caquetíos del pueblo del Pauto, hoy Manare, en jurisdicción de Paz de Ariporo, recorrido que seguro inició en Chita y terminó en el río Meta. En este documento, que originalmente incluía un mapa, se describe día a día el trayecto recorrido desde los morros de Ariporo hasta el Meta.
Se trata de la primera relación del territorio casanareño, describiendo la región bañada por los ríos Ariporo, Casanare, parte del Meta y de la cuenca del Orinoco con sus características ambientales y fauna. Incorpora también datos de valor etnográfico y arqueológico referentes a las comunidades que allí habitaban, mencionando algunas de las estrategias que implementaron para contrarrestar las condiciones que les imponía el medio. Incluye también las que son quizás las primeras referencias a la provincia de Arauca, no así del río Arauca³, conteniendo los itinerarios para desplazarse desde el sitio a donde arribaron a orillas del río Meta, hacia el sur, norte y oriente, mostrando cómo los indígenas tenían un buen conocimiento de las comarcas ubicadas hacia el sur hasta aproximadamente el río Guaviare. En este documento se incorpora la transcripción de esa jornada⁴.
El tercer apartado se titula «La expedición del capitán Alonso Pérez de Guzmán a los llanos y las sierras nevadas de Apure y Sarare y la fundación de la ciudad de La Palma de Espinosa ancestro de Tame, Arauca», jornada desarrollada entre 1628 y 1629⁵. Aquí se analiza una entrada de conquista poco conocida, originada a partir de unas capitulaciones, cuyos términos son desconocidos, entre el capitán Alonso Pérez de Guzmán y el presidente de la Real Audiencia del Nuevo Reino de Granada, don Juan de Borja, hechas muy poco antes de que este último falleciera. Esta puede considerarse como la última de las expediciones doradistas emprendidas desde el Nuevo Reino de Granada, generando varias querellas judiciales entre su promotor y los vecinos y encomenderos ubicados en los sectores occidental y sur de la sierra Nevada del Cocuy, en los actuales departamentos de Boyacá y Santander. Estas disputas se originarían por los visos de ilegalidad de esta jornada y las actuaciones indecorosas de sus participantes, quienes causaron daños, robos y otros perjuicios en los bienes de estancieros y encomenderos ubicados en los sectores por donde se movió la hueste compuesta por unos cincuenta individuos. Al no contarse con los documentos, no es posible determinar si el presidente Juan de Borja hizo esta capitulación sobre territorios que hacían parte de las encomiendas de don Martín de Mendoza y Berrío, descendiente de Jiménez de Quesada y Diego de Paredes Calderón, o si el capitán Alonso Pérez de Guzmán fue quien decidió la intromisión, fundación y apuntamiento de indígenas que pertenecían a los encomenderos mencionados, en especial al primero.
La entrada, tal como la pensaba desarrollar el capitán Pérez de Guzmán quedó incompleta. A pesar de que su título hace referencia a los ríos Apure, Sarare y Orinoco, nunca llegaron hasta el Orinoco, fundando la ciudad de La Palma de Espinosa como punta de lanza para proseguir su correría hacia el oriente, esto ocurrió debido a los pleitos por maltrato a los indios, sobre todo los Lache-U’wa; llevando a muchos de ellos en colleras para que cargaran las petacas y evitar que huyeran. También maltrato a los indígenas Girahara y de otras etnias quitándoles sus hijos, los cuales eran llevados a Tunja y Pamplona donde al parecer eran vendidos a vecinos españoles; como consecuencia de lo anterior los indígenas se vengaron asesinando al capitán Pérez de Guzmán y sus compañeros en una fecha que todavía es incierta (1635-1640). Esto llevó al abandono de la ciudad de La Palma de Espinosa. Unos treinta años más tarde en este lugar se estableció la ciudad de Tame y cerca de ella la mayor hacienda jesuita de los llanos colombianos: Caribabare. Se plantea en este documento que la disponibilidad de ganado vacuno cimarrón que había en el territorio⁶, cuya explotación fue solicitada por Pérez de Guzmán fue uno de los incentivos para que los jesuitas emplazaran en 1661 la hacienda, otro factor fue la facilidad para desplazarse por el río Casanare a las diversas misiones y haciendas que tenían; como también la cercanía del camino al Pueblo de la Sal, Chita y Tunja.
Otro elemento que impulsaría a los españoles a realizar esta jornada —además de las riquezas que esperaban encontrar en la cuenca del Orinoco—, sería la búsqueda de un paso que comunicara de manera más fácil al Nuevo Reino de Granada con la Guayana y la isla de la Trinidad y de allí a Europa.
Los trabajos reunidos en este texto tienen tópicos en común como los caminos, la búsqueda de recursos y por ende la integración y comunicación de todas las regiones que conformaban el Nuevo Reino de Granada, temas que podríamos decir son aún vigentes.
La cabuya de Chicamocha o Capitanejo. Su trascendencia a lo largo de nuestra historia⁷
Introducción
Este documento busca llamar la atención sobre un sistema de comunicación de origen muy antiguo, que aún está vigente en buena parte del territorio colombiano, principalmente en zonas de topografía abrupta. Se le han incorporado modificaciones o innovaciones tecnológicas, pero responde al mismo fin: la «cabuya⁸, tarabita, garrucha, cable, cuja, hamaca o araña», términos con los cuales se ha denominado este sistema para cruzar los ríos, utilizado en diferentes partes del país, que ha sido motivo de reportajes de prensa recientes (Guayabetal, Cundinamarca) y que refleja muy bien la problemática de nuestras vías de comunicación a lo largo de la historia. En pleno siglo xxi las vías son muy deficientes y no permiten la comunicación fácil en nuestras áreas rurales, aún más con los retos que plantea la globalidad, para cuyo éxito es necesario contar con una red de comunicaciones en excelente estado que permita los intercambios de diversos bienes, tanto a nivel nacional como internacional. Este mismo sistema de transporte se utiliza todavía con algunas modificaciones tecnológicas en otros lugares del país; se le han incorporado motores, que eliminan el esfuerzo humano y permiten transportar más personas o carga⁹. Asociados a esta modalidad de transporte se encuentran los vados que, siguiendo la costumbre europea, fueron vitales en el proceso de conquista e incorporación de nuestro territorio a la corona española, manteniendo su importancia hasta la actualidad en muchas zonas del país, en particular el oriente colombiano en las rutas o pasos ganaderos que desde Arauca y Casanare se utilizan para llevar ganado hasta los centros de consumo, Tunja, Bogotá y Villavicencio.
Para ello la discusión se centrará en la descripción y análisis de la las cabuyas o tarabitas ubicadas en las cuencas de los ríos Chicamocha y Saravita o Suárez, área para la cual se dispone de un buen número de mapas coloniales que datan desde finales del siglo xvii hasta el xix, donde se registra la ubicación de muchas cabuyas —algunas subsisten aun, mientras que otras han sido sustituidas por puentes peatonales o para vehículos—. La que presenta más notoriedad y de la que se dispone de mayor documentación es la cabuya de Chicamocha o Capitanejo, como se denomina a veces. La razón es que al parecer fue, la primera mencionada en 1539 durante la expedición de Hernán Pérez de Quesada a las sierras nevadas y el área de Tequia (hoy San José de Miranda en el departamento de Santander, muy cerca de la ciudad de Málaga) en búsqueda de la Casa del Sol de los Laches. Es decir, el denominado territorio Lache-U’wa ubicado en torno a la Sierra Nevada de Cocuy, Güicán o Chita en el norte de Boyacá y la provincia de García Rovira al oriente de Santander. Por ese lugar discurrió desde el período colonial el camino Real que llevaba de Bogotá y Tunja a Pamplona, Ocaña, Mérida y otros lugares, e incluso buena parte de su trazado se corresponde con la actual carretera Central del Norte. Por allí cruzaron obligatoriamente las huestes comandadas por Pérez de Quesada y luego los viajeros, los comerciantes con sus mercaderías y los indígenas, debido a lo caudaloso del río, en especial durante la temporada invernal. Por esta razón, en los archivos¹⁰ hay muchos documentos que muestran los diversos intereses que se tejieron entre españoles e indígenas por este lugar durante un período de más de 300 años ello se refleja en un sinnúmero de pleitos, solicitudes y demandas presentadas al gobierno español por los indígenas y españoles (principalmente los encomenderos); todo ello con el objeto de tener el control sobre este paso que fue vital para las comunicaciones entre el centro del país, la costa colombiana (Cartagena, Santa Marta) y el territorio venezolano (Maracaibo, Caracas). Allí los viajeros, sus cargas y animales (caballos y mulas) debían pagar una suma de dinero para cruzar el río; este beneficio económico hizo que todos quisieran apropiarse del área, incluso hubo pleitos entre los mismos indígenas. Se cuenta también con un conjunto de mapas coloniales y de inicios de la república donde se plasmaron las diversas cabuyas que existían sobre todo en el área aledaña al río Grande de Sogamoso o Chicamocha como se le conoce ahora, esos mapas permiten avanzar en aspectos tales como el desarrollo de los medios de comunicación, auge de los caminos y las poblaciones que comunicaban.
La significación del paso por el sitio de Chicamocha, donde estaba la cabuya de ese nombre, fue tal que muy probablemente llevó a la modificación o cambio en el nombre del río que antes, según consta en documentos, se denominaba río Grande de Sogamoso, que con el transcurrir del tiempo se transformó en Chicamocha. Prueba de que esto fue así, es que vuelve a retomar el nombre de Sogamoso después de la confluencia del río Chicamocha con el Saravita o Suárez, aguas abajo de la mesa de Los Santos en Santander, en el sitio conocido como Las Juntas, para conservarlo hasta su desembocadura en el río Magdalena, al norte de la población de Barrancabermeja, cerca de la ciénaga del Llanito.
En documentos coloniales se especifica con claridad este cambio en la denominación del río, cuando algunos españoles testifican en la visita del oidor Juan de Valcárcel en 1635, que ellos habían recibido indígenas traídos de los llanos por parte del capitán Alonso Pérez de Guzmán «…al sitio del Capitanejo ribera /f. 701v/ del río de Sogamoso que llaman de Chicamocha…»¹¹. El cambio en el nombre del río sucedió a mediados del siglo xvi, esto se colige por la pérdida de la carta de pago original con motivo de la compra por parte de Antonio de Lima de unos caballos para la encomienda de Chita durante el cruce del río Chicamocha, compra que al parecer se efectúo en Pamplona¹².
Por ello se hará una recapitulación sobre lo que son las tarabitas y otros medios de transporte de origen prehispánico y colonial, así como de los caminos asociados a ellos, para comentar posteriormente algunos de los documentos relativos a los pleitos suscitados en la colonia por la posesión de la cabuya de Chicamocha o de Capitanejo, los cuales ocupan un lapso temporal que va desde 1539 hasta 1805 y algunos otros de la época republicana. La importancia del sitio de Chicamocha y su cabuya es evidente al ver cómo en la Recopilación de Leyes de La Nueva Granada, cuya elaboración fue encomendada a Lino de Pombo en 1845, se indica que el gobierno nacional expidió en mayo de 1843 la Ley 8.a, por medio de la cual se declara nacional el paso del Chicamocha en Capitanejo apropiando $ 15.000 para la construcción de un puente en ese lugar o cerca, pues por allí iba el camino nacional a Venezuela. La importancia del sitio de Chicamocha como vía de comunicación se ve refrendada ese mismo año cuando el gobierno nacional expide la Ley 10, por medio de la cual se apropian $ 4.000 anuales del derecho nacional de caminos para la limpia del río Magdalena hasta Honda, donde empezaba el paso real que comunicaba con Santafé¹³.
Finalmente, se pretende indicar que estos lugares no han pasado desapercibidos por las diversas comunidades humanas a través del tiempo y dada su relevancia e imponencia, como vías de paso, en su entorno inmediato hay evidencias arqueológicas prehispánicas (funerarias, pictografías, petroglifos, sitios de vivienda), coloniales y republicanas que dan fe del discurrir de grupos humanos en diferentes momentos, desde el período Formativo Tardío y quizá desde antes.
Los caminos en la perspectiva arqueológica
Para Lancheros¹⁴ las vías de comunicación se cuentan entre los elementos más estables a lo largo de la historia de la humanidad, pues pese a desaparecer en ocasiones pueblos, ciudades o imperios, los caminos generalmente subsisten con algunas modificaciones, por consiguiente, estos tendrían una gran profundidad temporal. El etnólogo francés André Leroi-Gourhan, respeto a los caminos dice que más que una senda utilizada de forma esporádica para unir los asentamientos de diverso orden con las zonas rurales, permanecen a lo largo del tiempo, a pesar de que algunos de los asentamientos desaparezcan debido a las coyunturas (sociales-económicas) que suceden a lo largo del tiempo. En ocasiones los tramos o parajes primordiales son demarcados a lo largo de su trazado, por medio de elementos artificiales como estelas, monumentos funerarios o piedras amontonadas¹⁵, a manera de mojones o por elementos naturales que no pasarían desapercibidos por las comunidades humanas a lo largo del tiempo¹⁶, situación que se cumple al ver el emplazamiento de algunas de las cabuyas que existían en la cuenca de los ríos Chicamocha y Suárez. Por consiguiente, a lo largo del trazado de cualquier vía de comunicación se tienen sitios de diversa índole con evidencias arqueológicas. La existencia de un buen sistema viario o de caminos es fundamental para la administración de sociedades humanas de diverso orden, desde comunidades pequeñas hasta sociedades complejas (imperios), este es el caso del Imperio romano o de los caminos incas, que permitían movilizar fácilmente gentes, información, productos, ejércitos y demás desde un lugar a otro¹⁷, en ocasiones vadeando ríos u otros obstáculos en el terreno, lo que hizo necesario implementar las cabuyas o tarabitas y puentes que facilitaron su cruce.
En el caso colombiano se ha planteado comúnmente que gran parte de la red de caminos o sendas precolombinas no solo fueron abandonados o destruidos, sino que se incorporaron de forma paulatina al sistema de comunicaciones después del contacto español; según Leonor Herrera y Marianne Cardale:
… El ciclo continuó y la penetración española en muchas regiones se facilitó por la existencia de vías de acceso, pero éstas sufrieron por el tránsito de caballos y mulas. Tramos de éstas fueron incorporadas al trazado de los caminos reales, luego al de las vías republicanas y los rieles del ferrocarril y recientemente al de las carreteras asfaltadas.¹⁸
Estas mismas autoras exponen diferentes posturas partiendo de la arqueología sobre los caminos, desde las que consideran estas estructuras como evidencia de la complejidad y extensión de las redes comerciales en el período prehispánico, como otros que hacen una lectura a partir de la conexión de paisajes con un carácter más social, político, mítico y ritual, posición a la cual nos sumamos, indicando que lo comercial era parte de las relaciones sociales. Sin embargo, estos caminos y su uso, en determinados períodos, evidencian la respuesta que tuvieron estos grupos en el pasado ante las dificultades que les presentaba el paisaje abrupto del territorio y los cambios sociopolíticos que se daban.
La relación de continuidad de estas estructuras no solo se asocia con su uso, sino también con una serie de referentes geográficos, espaciales y toponímicos, que se han venido empleando incluso hasta la actualidad¹⁹.
Las tarabitas en otros puntos del país
Víctor Manuel Patiño, en su estudio sobre la cultura material en la América equinoccial, señala que para el cruce de las vías fluviales las comunidades humanas recurrieron desde el período prehispánico a diversos métodos, como los puentes y las tarabitas, usando también los vados considerados como: «sitios donde el viajero puede pasar una corriente de agua con relativa facilidad, a veces pisando sobre piedras, sin necesidad de mojarse»²⁰, esto generalmente en las temporadas de verano, lo que muestra su gran conocimiento del territorio que ocupaban. Muchos de estos lugares a partir de la colonia fueron relacionados con los denominados pasos reales, asociados también a caminos, las bodegas y puertos, donde solían establecer el pago de los derechos de peaje o portazgo, cuyo valor era impuesto por la Real Audiencia.
En América para cruzar los ríos, quebradas y caños se utilizaban cuerdas o bejucos colgados e incluso palos atravesados en los caños²¹. Dependiendo de la región tuvieron diferentes nombres: en Guatemala tramoya o zurrón, en el Perú oroya o huaro y en Nueva Granada tarabita, cabuya, cuerda o garrucha²².
Según Patiño existen registros desde 1608, que relatan el paso de la expedición de Juan de Borja por el río Amoyá (Chaparral, Tolima) utilizando para ello una tarabita, cuando se enfrentó a los pijaos de la montaña; y por supuesto la de Chicamocha, ubicada en el camino que comunicaba Tunja con Pamplona, aunque señala que en 1767 se ordenó cortar las tarabitas para evitar que se conociera en Santa Fe la noticia de la expulsión de los jesuitas²³.
Este medio de comunicación fue muy efectivo y eso explica su uso hasta la actualidad. Al respecto, Andrés Posada en una nota del Papel Periódico Ilustrado resalta la forma en que los viajeros debían cruzar los caudalosos ríos del territorio colombiano, haciéndolo por peligrosos pasos improvisados o muchas veces a la espera del descenso de las aguas en los vados. También señala la manera en que los indígenas lograron solventar esta situación a través de los denominados puentes de hamaca (ilustración 1) que posteriormente los españoles aprovecharon para recorrer el territorio, aunque las tarabitas podrían hacer parte de esta tradición, en esta nota afirman que es producto de las estrategias de la conquista:
La necesidad, madre de la industria, había sugerido a los indios la idea de hacer, con gruesos bejucos, puentes suspendidos o colgantes, que los españoles llamaron de hamaca, siendo algunos tan bien construidos, que por ellos podían pasar caballerías. Sobre el Porce, en Antioquia, hallaron los descubridores uno de ellos. Pero hay otro medio de pasar los ríos, mucho más sencillo y expedito, que no era conocido en Europa ni parece haber sido imaginado por los indios, debiéndose verosímilmente su invención a los conquistadores. Hablo de la tarabita, llamada también en Santander con bastante; impropiedad, cabuya²⁴.
Ilustración 1. Puente colgante de bejucos sobre el río Zulia, 1851²⁵
La afirmación de Posada es errada pues los cronistas, al referirse a la expedición de Hernán Pérez de Quesada a las sierras nevadas en 1539, son enfáticos en admitir que ellos, los españoles, no habían visto este ingenio indígena y que, pese a su desconfianza, debieron usarlo para cruzar el río Chicamocha por el sector situado entre Covarachía (Boyacá) y Capitanejo (Santander). Con ocasión de esa jornada ellos mencionan dos lugares clave: la cabuya de Chicamocha y el vado de Socha, a los cuales se hará referencia más adelante. Con respecto a los puentes colgantes es sustancial mencionar el que vieron los españoles en la expedición de Gonzalo Jiménez de Quesada a Somondoco y los llanos de San Martín en el año de 1537, durante la cual tuvieron contacto por primera vez con los indígenas teguas²⁶. Es en ese viaje cuando ven, según Juan de Castellanos, un puente colgante tejido con bejucos que estaría ubicado en término municipal de Campohermoso en el departamento de Boyacá. El padre Castellanos se refiere así a ello:
Donde se da razón como, después que salieron los españoles de Bogotá, descubrieron otras pupulísimas provincias, donde por la mayor parte los recibían de paz.
e ya después por señas amigables le dieron a entender que no querían sino que les mostrase por donde en aquel río hallarían paso.
El cual les enseño no lejos dellos una puente tejida de bejucos, pendientes de los árboles más altos, invención que ninguno de ellos vido en peregrinaciones atrasadas; y ansi pasar por ella no quería hombre de cuantos iban en el campo, porque además de ser fabrica frágil, zarzo mal hecho con las mallas largas, sospechaban haber algún engaño y ser alguna fraudulenta trampa.
Más Juan Rodríguez Gil, más atrevido, subió para mirar las ligaduras y pareciéndole bien las amarras, fuelas tentando, yendo poco a poco (aunque con los vaivenes de columpio) hasta llegar a la contraria banda; y hecha ya la salva y experiencia, pasaban uno a uno con gran tiento pero con descontento todavía, por no tenello para los caballos²⁷.
Años más tarde el obispo Lucas Fernández de Piedrahita refiriéndose a esa misma expedición, hace una descripción detallada de ese puente:
…le dieron a entender que solo pretendían les mostrase paso en aquel río; con lo cual más sosegado el bárbaro, lo encamino bien cerca de donde se hallaban, a un puente de bejucos tejidos, pendiente de los árboles más altos, que se hallaban en la una y otra banda del río [Lengupá]; invención y artificio que ninguno de los conquistadores más prácticos de la tropa había visto en las peregrinaciones de tan diferentes climas como tenían corridos, y así no había entre ellos quien se atreviese a pasar por ella; porque además de ser de fábrica frágil, en forma de zarzo, con las cañas o mallas muy largas, sospechaban ocultarse en ella algún engañoso peligro o trampa artificiosa en que pereciesen todos²⁸.
Años más tarde en 1571, Miguel de Gamboa, mayordomo de Jiménez de Quesada en la encomienda de Chita, menciona otro puente colgante de mayor extensión que servía para cruzar el río Casanare, ubicado cerca del sector de La Cabuya, en el piedemonte llanero: