Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

La política del disimulo: Cómo descubrir las artimañas del poder con Mazarino
La política del disimulo: Cómo descubrir las artimañas del poder con Mazarino
La política del disimulo: Cómo descubrir las artimañas del poder con Mazarino
Libro electrónico285 páginas3 horas

La política del disimulo: Cómo descubrir las artimañas del poder con Mazarino

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

La obra de un discípulo adelantado de Maquiavelo y Gracián que sabe que, una vez perdida la dignidad, solo queda el arte de la apariencia; el cinismo en estado puro. Un agudo estudio del poder en todos sus aspectos.
«Conócete a ti mismo», «Conoce a los demás», «Simula y disimula». ¿Qué sentido tienen en la actualidad estos tres inseparables mantras de Mazarino, al que habría que añadir el muy representativo de la clase política: «Nunca te fíes»?
El cardenal Mazarino, personaje imprescindible para entender la monarquía absoluta de Luis XIV, conocido como el Rey Sol, no ha sido reconocido en la historia de acuerdo con sus méritos. En esta obra se nos desvela el diplomático, estratega y solucionador de conflictos, quien, a pesar de su origen, logró ascender hasta ser uno de los hombres más poderosos de Europa en su momento.
Mazarino dejó escritas sus filias, fobias, miedos y, sobre todo, demostró ser un verdadero maestro del arte del disimulo; una danza entre la ocultación y el sigilo para la que es necesaria inteligencia y prudencia, virtudes que también son propias de los grandes estrategas empresariales y de cualquiera que aspire a formar parte del teatro del poder.
Una lúcida actualización de un clásico a los problemas de nuestro tiempo. Además de La política del disimulo, esta obra incluye una nueva traducción del Breviario para políticos del cardenal Mazarino.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento8 may 2024
ISBN9788412818253
La política del disimulo: Cómo descubrir las artimañas del poder con Mazarino
Autor

María Blanco

María Blanco es doctora en Ciencias Económicas y Empresariales, máster en Estrategia Adaptativa y Análisis de Escenarios y profesora del área de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad San Pablo CEU. Combina su labor docente e investigadora con la divulgación de los principios del liberalismo clásico a través de sus artículos en periódicos de ámbito nacional y otros medios. Ha participado en foros liberales y congresos nacionales e internacionales, en diferentes países de Latinoamérica y Europa. Es miembro de la Mont Pelerin Society. Ha publicado tres libros, Las tribus liberales, Afrodita desenmascarada y Votasteis gestos, tenéis gestos, y un cuarto junto con su maestro Carlos Rodríguez Braun y Luis Daniel Ávila, Hacienda somos todos, cariño.

Relacionado con La política del disimulo

Libros electrónicos relacionados

Filosofía para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para La política del disimulo

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    La política del disimulo - María Blanco

    cover.jpgimagenimagen

    Derechos exclusivos de la presente edición en español

    © 2024, editorial Rosamerón, sello de Utopías Literarias, S.L.

    Primera edición: abril de 2024

    © 2024, María Blanco

    © 2024, Alberto Torrego, por la traducción del Breviario para políticos

    Ilustración de cubierta: Luciano Lozano

    Imágenes: grabado de Mazarino, Cornelys Mayssens, 1670; otro grabado del cardenal, de Friedrich Wilhelm Burmeister, 1865; ilustración de Fédéric Lix para el Diccionaire populaire illustré editado por Edmond Alonnier y Joseph Décembre, 1863; acuarela de Anselmus Boëtius de Boodt, 1596-1610.

    ISBN (papel): 978-84-128182-4-6

    ISBN (ebook): 978-84-128182-5-3

    Diseño de la colección, del interior y de cubierta: J. Mauricio Restrepo

    Compaginación: M. I. Maquetación, S. L.

    Todos los derechos reservados. Queda prohibida, salvo excepción prevista por la ley, cualquier forma de reproducción, distribución y transformación total o parcial de esta obra por cualquier medio mecánico o electrónico, actual o futuro, sin contar con la autorización de los titulares del copyright. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y sigs., Código Penal).

    Gracias por comprar una edición autorizada de este libro y por tanto respaldar a su autora y a editorial Rosamerón. Te animamos a compartir tu opinión e impresiones en redes sociales; tus comentarios, estimado lector, dan sentido a nuestro trabajo y nos ayudan a implementar nuevas propuestas editoriales.

    editorial@rosameron.com

    www.rosameron.com

    A todas las personas que se han ocupado de mí

    en estos dos difíciles años y me han ayudado,

    consciente o inconscientemente.

    A mis doctores, enfermeras y todo

    el personal que me sonrió siempre.

    A quienes me siguen ayudando y sonriendo.

    A la vida por la oportunidad de aprender tanto,

    de darle la vuelta a lo terrible y superarme.

    A mis padres

    Y como siempre, a mis hijos, mi fuerza motora.

    Índice

    La política del disimulo

    Prefacio

    Introducción

    La obra

    El autor

    BREVIARIO PARA POLÍTICOS

    Introducción

    PRIMERA PARTE. Del conocimiento de los hombres

    Conócete a ti mismo

    Y conoce a los demás

    SEGUNDA PARTE. Los hombres en sociedad

    Obtener el favor de otro

    Conocer a los amigos del otro

    Obtener estimación y fama

    Administrar el tiempo dedicado a los negocios

    Obtener el favor del otro

    Leer, escribir

    Dar favores

    Pedir

    Aconsejar

    No dejarse sorprender

    Conservarse en buena salud

    Evitar el odio

    Arrancar secretos

    Conocer las intenciones que se esconden detrás de las palabras

    Evitar las ofensas

    Incitar a la acción

    Adquirir sabiduría

    Obrar con prudencia

    Desembarazarse de un huésped incómodo

    De la conversación

    Las bromas

    Evita las trampas

    El dinero: ganarlo y conservarlo

    Obtener y discernir honores

    Responder a las peticiones

    La simulación de los sentimientos

    Dar fiestas

    Limita los daños

    Innovar

    Salvar la apuesta

    Disimular los errores

    Excitar el odio contra un adversario

    Poner fin a una amistad

    El elogio del otro

    Impedir que alguien rechace un cargo

    Contener la ira

    Huir

    Corregir y castigar

    Poner fin a una sedición

    Escuchar y pronunciar justas alabanzas

    Mantener la serenidad

    Despreciar los ataques verbales

    Adquirir habilidad

    Desviar las sospechas

    Deshacerse de un adversario

    Viajar

    No correr tras las satisfacciones del amor propio

    Criticar, reprochar

    Disimula los sentimientos

    Prestar

    Obtener la verdad

    Acusar

    Ser acusado

    Viajar a provincias o al extranjero

    Leer libros teóricos

    Axiomas

    En resumen

    Simula, disimula

    No te fíes de nadie

    Habla bien de todos

    Prevé lo que vayas a hacer

    LA POLÍTICA DEL DISIMULO

    Un entorno hostil

    La forja de un estratega

    La identidad de Mazarino

    La identidad y el poder, hoy

    Los trabajos de Mazarino: la paz

    Mazarino y la complejidad

    El factor X en la Francia de Mazarino

    Mazarino y el pueblo

    Los superpoderes de Mazarino

    El secretismo

    La riqueza siempre ayuda

    La dependencia como estrategia

    La importancia de la comunicación

    Pero ¿qué hacemos con los otros?

    El disimulo: entre el miedo y el amor

    Adaptarse o morir

    Consejos tengo, que para mí no quiero

    Conclusión

    Bibliografía

    Notas

    Prefacio

    I

    Me presento a candidata. De nada han servido los consejos de mis amigos y familiares. «Esto no es para ti», «Eres demasiado ingenua», «¡Con lo bien que estás en la universidad!, ¿para qué vas a cambiar ahora?». Pero es una decisión irreversible. Lo he pensado mucho y estoy decidida. Tampoco soy tonta: conozco mis fallos, mis carencias. Es verdad, soy ingenua. De alguna manera, poco lista. Inteligente, pero poco lista. Como me decía aquel catedrático: «Si no fuera por esos estúpidos escrúpulos de conciencia que tienes...!».

    Mi antiguo compañero de despacho, que se dedicó a la política durante muchos años, me manda un mensaje: «¡Mucha suerte, Mary White! Si necesitas a alguien que te lleve de la mano, llama a Giulio. Sus éxitos lo avalan». «Gracias, Antonio, lo haré», le contesto.

    Hago un barrido en internet para ver quién es el tal Giulio. Horror: típico conferenciante con cientos de miles de seguidores de toda Europa. Su foto de perfil nos lo muestra encima de un escenario de una charla multitudinaria, con una pantalla gigante a sus espaldas donde se lee: «Conócete a ti mismo. Conoce a los demás». Mal empezamos. Conociéndome como me conoce, ¿qué le hizo pensar a Antonio que necesito un gurú? A pesar de todo, decido darle una oportunidad.

    Llamo por teléfono y pido cita, con la recomendación de mi amigo. Una voz femenina me contesta, su asistente personal: «Giulio está en Roma. En estos momentos tiene una reunión en el Vaticano. ¿Qué tal la semana que viene?». Perfecto. Ya tengo cita. «¿Giulio?», me pregunta mi hija, «tiene nombre de peluquero». Sonríe, enfrascada en su libro, mientras me voy rezongando por el pasillo. ¡Qué duro se me va a hacer esto!

    Giulio, mi coach político tiene su oficina en la calle Eduardo Dato de Madrid. Es un italiano afrancesado, con calva en la coronilla, tipo tonsura, y pinta de peluquero. Me acuerdo de Carlota. «Cuando se lo cuente, voy a ser el hazmerreír de mis hijos, ¡otra vez!», pienso conteniendo la risa.

    Me saluda cortésmente con besamanos e inclinación de cabeza. Con una mirada indica a su asistente que traiga el té con pastas. No cualquier té, no cualquier pasta, no cualquier vajilla. Tendrá pinta de peluquero, pero Giulio tiene gustos refinados. Conversamos. Él también me radiografía.

    —¿Y qué le ha sorprendido más de mi perfil, antes de conocerme? Porque me ha buscado en internet, estoy seguro.

    —Conócete a ti mismo —le respondo—. No sé, me suena muy manido.

    Mais oui! Para conocer las sombras de los demás tienes que conocer primero las tuyas. Es de primero de estrategia política. De lo contrario, corres el peligro de quedar atrapado en el juego de la seducción. Porque en eso consiste el poder. N’est-ce pas?

    Sonrío.

    —No lo sé. Estoy aquí para aprender.

    Me mira divertido, coge mi mano, se acerca y me dice en bajito:

    —Aquí no puede disimular, ma chérie. Lleva usted toda la vida jugando a ese juego. Es usted una experta política, aunque no haya dado cuenta aún. Solamente le frenan esos escrúpulos de conciencia.

    No me puedo creer que haya empleado esa frase. Se levanta de su silloncito estilo Luis XIV, toma un librito de la librería y me lo ofrece.

    —Chère madame, empiece por leer esto y hablamos, ¿le parece?

    —Entiendo que tenemos un trato. Sabiendo lo ocupado que está, se lo agradezco.

    Miro el libro: Breviario para políticos.

    —¿Breviario? ¿Como el catecismo?

    —Interprételo como quiera. Le acompaño a la puerta.

    II

    —Creo que me falta instinto asesino. Lo que hoy se conoce como «ser una killer» —le digo a mi mentor.

    —Te equivocas —me corrige—. El arte de la política no está en hacer tomar decisiones drásticas, ser duro, avasallar. Eso déjalo para los políticos menores.

    Sonríe, percibiendo, sin mirarme, mi cara de estupor.

    —Piensas en los portavoces, presidentes, ministros. Esos son los políticos de trinchera. No todos son excelentes en el verdadero arte de la política. Este arte consiste en ser el catalizador, el generador del cambio, el responsable de que otros, esos en quienes piensas, hagan las cosas. Ser killers, como se dice ahora, es un camino tan fácil como pasajero. Pero si sueñas con la posteridad, entonces la cosa cambia.

    Giulio se queda pensando mientras caminamos por Alcalá de Henares. Me quiere enseñar la universidad.

    —Yo estuve viviendo aquí en mi época de estudiante. Aquí me enamoré por primera vez, pero tuve que volver a Roma. Nadie sabe qué habría sido de mí si me hubiera quedado. Probablemente nada bueno.

    —¿Por qué?

    —Era un adolescente exitoso, con presencia, consciente de mi poder de seducción. ¡Era tan joven!

    Se quedó pensativo un instante y continuó:

    —Jugaba a las cartas y no siempre ganaba. Y las deudas, la mayoría de las ocasiones, no son recomendables. ¡Especialmente cuando las tienes que pagar tú! Aunque otras veces...

    —¿Qué pueden tener de bueno las deudas?

    —Bueno, cuando quieres que el rey para quien trabajas sea tan importante en el mundo como lo es el Sol en el firmamento, tienes que gastar en guerras, prebendas, negociaciones... Sobre todo, tienes que gastar en acordar la paz. Todo tiene un coste.

    Mira la hora y se levanta extendiéndome la mano.

    —Se hace tarde y quiero enseñarte a los padres del derecho internacional. Hay muy pocas cosas inventadas. Por increíble que te parezca, el libro que te he regalado serviría para cualquier época. Es pura naturaleza humana.

    —¿De verdad me vas a enseñar a los autores de la Escuela de Salamanca que tanto he estudiado? Pues deja que te recuerde que apenas tuvieron repercusión en su época. No afectaron al comportamiento de la Corona.

    —Porque eran unos moralistas. Como Gracián. Gran conocedor de la esencia de nuestra naturaleza, pero con las manos limpias. Yo tuve que desplegar todos mis dones y ponerlos en práctica para llegar donde llegué. Sufrí mucho durante varios años, pero estaba determinado y sabía cuál era mi objetivo. Y esa es otra lección. La paciencia y la serenidad deben ser tus guías. Cuando yo estudiaba aquí, en Alcalá, nunca imaginé que llegaría a ser el sucesor del mismísimo Richelieu.

    —¿Pero eso no fue una espada de doble filo? Suceder a Richelieu es como ser hijo de Julio Iglesias y dedicarte a la música, o de Mario Vargas Llosa y ser escritor.

    Giulio ríe abiertamente. Coge mi mano y me invita a cogerle del brazo mientras me explica:

    —El cardenal Richelieu dejó en mis manos la corona y la paz de Francia. Yo hice de Luis el soberano más poderoso del mundo, el Rey Sol. Y, de paso, eduqué para él a sus mejores consejeros: Le Tellier, Lionne, el gran Colbert...

    —¡Colbert! ¡El mercantilista francés! Un intervencionista de primera... —exclamé abruptamente, con cara de desagrado.

    —Fue mi asesor financiero mientras estuve en el exilio y multiplicó mi fortuna.

    —¿Y para qué sirvieron tus años en España?

    —Para comunicarme, ¿te parece poco? Me sirvió para firmar la paz con los españoles muchos años después. Si es importante conocerse a uno mismo, igualmente importante es conocer a los demás. Solamente así puedes pretender que tienes aquello que los demás necesitan y que eres la persona que les conviene. Y conocer su idioma es muy importante. Yo absorbí la cultura española, sus tradiciones, su arte, el orgullo castellano ¿Cómo iba a lograr tratar con sus ministros y generales sin conocer su idiosincrasia, simplemente a través de un traductor? Hay cosas para las que sobran los intermediarios. En el mundo de la política, la realidad es el relato. Y eso no es algo nuevo, del siglo XXI; es así desde siempre. También me sirvió para entablar una sincera amistad con la reina, y ganarme su confianza. Recuerda que Ana, la regente, era de Valladolid.

    —¿Y hablabais en español en la intimidad?

    Giulio me miró contrariado.

    —¿Te imaginas que con quince años te casan con un príncipe extranjero, de tu edad, a quien no le gustas, como parte de un pacto político? Luis, su marido, era bastante raro. No la tocó hasta pasados unos cuantos años, y luego la humilló sin ningún tipo de miramientos. En la Corte la odiaba todo el mundo, desde su suegra hasta los generales. Su salvación fue ser madre del heredero. Y eso que lo tuvo siendo mayor para la época, ya. Ahí tuvieron que respetarla.

    Permanecimos en silencio. Me di cuenta de que la situación no es comparable. La política de ahora y la de antes no son lo mismo. Conversar con Giulio es maravilloso, pero no sé si puede ser el asesor que necesito, a pesar de su insistencia en que me puede ayudar. ¿Es cierto que, más allá de las diferencias históricas, lo esencial reside en una naturaleza humana sometida al juego de expectativas y de sesgos?

    Los eslóganes de Mazarino, «Conócete a ti mismo» y «Conoce a los demás», hoy adquieren un significado diferente para mí gracias a Giulio, mi mentor. No es un significado conectado con la psicología o con alguna pseudofilosofía inspirada en el budismo. Hay una intención utilitarista. No tiene nada que ver con las típicas frases del mindfulness que recomiendan para combatir el estrés. El sentido que él imprime a esas dos frases es otro. Mira bien tus luces y tus sombras para poder protegerte. Conoce a los demás para saber qué personaje, qué máscara tienes que presentar y así evitar que puedan hacerte daño. No es un manual de autoayuda. Es una guía para viajar por las grietas del poder.

    III

    —Cuanto más avanzamos en nuestras conversaciones, menos claro tengo que la política sea para mí, Giulio.

    —Querida, tienes que saber a quién representas y cuál es tu objetivo.

    —¿Cómo supiste cuál era el tuyo?

    —Fue fácil. Al principio, mi objetivo era salir del círculo social de mi padre. Eso me llevó, primero al ejército vaticano, que era como los cascos azules de entonces, y, después, a la diplomacia. Y entonces mi objetivo se convirtió en entrar en el círculo más alto del poder. Dos círculos muy alejados. Todo un salto social. Cuando por fin llegué, me di cuenta de cuál era mi verdadera misión: lograr la paz y educar y proteger al futuro rey de Francia.

    —¿No echabas de menos tu patria?

    —¿Qué patria? Mi patria era yo, mi patria era mi misión. Un italiano de costumbres licenciosas representando al estado papal en Francia y asesorando a una reina regente española. ¿Qué sentido tiene hablar de patria? Mi única patria siempre fue Roma. Roma era mi casa, pero cuando regresé después de mi misión como representante papal, Roma dejó de ser mi patria para ser mi infierno.

    —¿Y la riqueza?

    Giulio se detuvo bruscamente. Paseamos por los jardines que median entre el Palacio Real y el Teatro de la Ópera de Madrid. Es una tarde otoñal, demasiado cálida para ser octubre, con decenas de paseantes que disfrutan de su ocio familiar.

    —¿Qué insinúas? ¿Crees que hice todo lo que hice por dinero? Es verdad que me enriquecí, pero si hubiera sido banquero o mercader también habría hecho fortuna. Siendo el encargado de educar al futuro rey, el protector de la reina, el designado por Luis XIII y por Richelieu para hacerme cargo de semejantes responsabilidades, ¿no merecía disfrutar de un estatus económico a la altura de una monarquía como la de Francia? ¿Qué imagen habría dado la monarquía si yo hubiera vivido como un monje?

    Giulio mira al Teatro Real.

    —¿Sabes que fui yo quien introdujo la ópera en Francia? No estaban preparados... ¡una pena! Quería que la boda de mi ahijado, Luis XIV, fuera única. Me traje a arquitectos, a libretistas, hasta Lulli el violinista era italiano. Le pagué una fortuna a Cavalli. La obra Ercole amante no podía ser más adecuada. Hércules como Luis, la Belleza como Teresa, la novia... pero el público prefería la danza. No entendieron la ópera hasta mucho después.

    No sabía muy bien a qué se refería. Hablaba como si se tratara de la boda de un hijo. Giulio bajó la cabeza, con una mirada que reflejaba tristeza y frustración. Y tras un gran suspiro, como si pudiera leerme la mente, dijo:

    —No creas que mi misión fue fácil. Tuve que defender primero a la madre y después al hijo. Y lo logré. Cuando Luis accedió a la corona, se deshizo de los intrigantes y cogió las riendas de esa gran nación. Ningún otro monarca es conocido como El Rey Sol, el paradigma de la monarquía absoluta, del poder absoluto. Fue muy complicado y tuve que soportar muchos ataques. Les molestaba el amor de la reina, mi influencia sobre su hijo, les molestaban mis riquezas, mi habilidad para los negocios, mi cultura, mi savoir-faire. Me atacaron por ser extranjero, por mis orígenes, por el trabajo de mi padre.

    —¿Y cuál es el secreto para superar todo eso?

    —Te lo he dicho varias veces: finge, disimula, no te fíes de nadie, piensa antes de actuar y no hables mal de tus enemigos, ni siquiera teniendo motivos.

    —Eso es imposible, Giulio. Mira la prensa, los programas de televisión. Hablar mal de los demás es un deporte nacional (¡o internacional!). Y, además, ¡es un gran negocio! Mucha gente vive de ello.

    Giulio rio abiertamente. Me miró, como siempre, con mezcla de reprobación y ternura:

    —¿Y crees que no había chismes en la corte? ¿Tú sabes las cosas que llegaron a decir de mí los aristócratas que querían echarme? ¡Y casi lo logran! Tuve que exiliarme por el bien de la Corona.

    Por el bien de la Corona. Por el bien del pueblo. Por el interés general. Por tu propio bien. ¡Qué cantidad de acciones, con resultados indeseables, se han llevado a cabo invocando el bien de algo o de alguien! Pienso en qué sustituye hoy la protección de la Corona, esa supuesta misión de Giulio, y no se me ocurre nada. ¿Los partidos políticos y la protección de la democracia? ¿La agenda global y la protección del medioambiente? Me pregunto qué político tendría hoy la determinación para seguir en la brecha con dos exilios a sus espaldas y rodeado de tiburones.

    —¿Cómo se hace para nadar entre tiburones y salir vivo?

    —Conócelos como si fueras uno de ellos, como si tú hubieras inventado su comportamiento. No te distraigas de tu objetivo, sabiendo que este es flexible, porque la vida viene con sorpresas. Anticípate. Muéstrales lo que quieren ver, diles lo que quieren escuchar. Compórtate como la persona que quieren que seas, que necesitan que seas.

    Introducción

    La ficción en tres escenas que introduce este ensayo tiene como objetivo traer al presente una figura caleidoscópica, difícil de clasificar y poco conocida por la mayoría de los ciudadanos de

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1