Vik Muniz ILUSIONES VISUALES
Todas las mañanas, si ese mes no está en su estudio neoyorquino de Clinton Hill, Vik Muniz (São Paulo, 1961) recorre a paso de infante los escasos 15 minutos que separan su casa de su taller en el barrio cario-ca de Gávea. Suele avanzar abstraído, garabateando notas al vuelo y las manos hundidas en los bolsillos. Y, aunque él repita «soy una persona corriente», este hombre inquieto, obsesivo e inteligente, es especial. No es un artista al uso. Es lo más parecido a un gurú. Su cabeza es una tormenta de ideas constante que se solapa con un diálogo entusiasta y trepidante lleno de vivencias personales. Criado en una de las favelas a las afueras de São Paulo, quiso estudiar psicología, pero no consiguió pisar la universidad. Sorteó la formación profesional sin pena ni gloria y, con apenas 20 años, se fue a Estados Unidos con el dinero que un hombre le pagó al dispararle por accidente en una pierna y sin sospechar que allí acabaría por convertirse en un artista de fama internacional a través de la reproducción de obras de arte icónicas, y
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