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Voces Híbridas - Leer y escribir en tiempos de WatsApp
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Libro electrónico151 páginas2 horas

Voces Híbridas - Leer y escribir en tiempos de WatsApp

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Información de este libro electrónico

Voces híbridas es un libro que invita a reflexionar sobre cómo se lee y se escribe en los tiempos del desarrollo tecnológico, además de proponer estrategias y actividades en esos escenarios virtuales de donde huyen muchas veces padres y docentes. Ofrece también, algunas herramientas orientadoras tendiendo puentes y abriendo caminos hacia los nuevos lectores.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento8 abr 2024
ISBN9789583067952
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    Voces Híbridas - Leer y escribir en tiempos de WatsApp - Isaias Romero

    cubierta_voces_hibridas.jpg

    Primera edición digital en marzo 2024

    Primera edición en Panamericana Editorial Ltda.,

    abril de 2023

    © Isaías Romero.

    © Panamericana Editorial Ltda.

    Calle 12 No. 34-30, Tel.: (57) 601 3649000

    www.panamericanaeditorial.com.co

    Tienda virtual: www.panamericana.com.co

    Bogotá D. C., Colombia.

    Editor

    Panamericana Editorial Ltda.

    Diagramación

    Rafael Rueda Ávila

    Diseño de carátula

    Martha Cadena

    ISBN DIGITAL: 978-958-30-6795-2

    ISBN IMPRESO: 978-958-30-6707-5

    Prohibida su reproducción total o parcial

    por cualquier medio sin permiso del Editor.

    Hecho en Colombia - Made in Colombia

    ÍNDICE

    Capítulo 1.

    Todas las lecturas del mundo

    Capítulo 2.

    Todos los escritos del mundo

    Capítulo 3.

    Leer y escribir en tiempos de WhatsApp

    Capítulo 4.

    En modo escritura

    Capítulo 5.

    Promover la escritura en escenarios digitales

    Capítulo 6.

    Una lista de chequeo

    Epílogo

    Capítulo abierto

    Capítulo 1

    Todas las lecturas del mundo

    Leroyer de Chantepie, una dama alemana obnubilada por las confesiones en Madame Bovary, le envió una carta al autor, Gustave Flaubert, contándole sus dificultades en el amor. Flaubert, sin mucha timidez, nos recuerda Sonia Cárcamo¹, le recomendaba en sus respuestas escritas que viajara, que ocupara la mente para disipar las desdichas y la insatisfacción, incluso que buscara un amante pero, sobre todo, que leyera y no de cualquier manera, le sugirió a Montaigne y que lo hiciese con una lectura pausada, lenta, que se tomara el tiempo necesario, que no imitara a quienes leen solo para divertirse o instruirse, sino que leyera para vivir. La respuesta del novelista francés acuñó una expresión y una razón por la que la lectura es transversal a todo, incluso a los temas del amor y vale la pena decirla de nuevo: leer para vivir. ¿Acaso hay otra manera? Tenemos tanta relación con la lectura en ocupaciones, usos y formas, que igual que a la señorita Leroyer, nos pasa desapercibida su relevancia en los procesos humanos incluso cuando pensamos que no se lee. ¿Será tan evidente que no la vemos? ¿Recuerdan cuando empezaron a leer? No en la escuela, en la vida, yo creo que es improbable la evocación, pero ese momento debió ser mágico. Alison Lurie en un libro maravilloso titulado No se lo cuentes a los mayores² nos relata la revelación del lenguaje, pero también el prodigio que debió ser ese momento, uno exacto, donde confluían las otras lecturas que van en paralelo:

    Imagínese un bebé en el punto de aprender a hablar. Toda su vida, hasta ese momento, ha sido inarticulada. Si quiere algo, lo único que puede hacer es gritar, llorar, o decir uh, uh, uh. Entonces, de repente, de alguna manera, se le revela el propósito del lenguaje. Y, enseguida, después de lo que debe ser una lucha tremenda, el poder del discurso. Aunque todos hemos experimentado eso, es difícil imaginar ahora la excitación inmensa del poder que debemos haber sentido la pri­mera vez que hemos dicho mamá o galleta y hemos visto que aparecía lo que deseábamos. Sin duda, es de esa experiencia que viene el poder de las palabras mágicas y de los conjuros en los cuentos de hadas.

    Decía Roland Barthes que en la lectura no existe propiamente una coyuntura con los objetos, que es tan presente y vivaz el verbo leer que a diferencia del verbo hablar puede saturarse, catalizarse, con millones de complementos de objetos: se leen textos, imágenes, ciudades, rostros, gestos, escenas, etc. Son tan variados estos objetos que no me es posible unificarlos bajo ninguna categoría sustancial, ni siquiera formal³. Afirma el autor franco que lo que quedaba entonces era buscar una unidad intencional. De esta forma podemos ir configurando que leer no es solo un aprestamiento que se entrega para dilucidar o interpretar otras cosas, para revelar lo que indican las letras unidas, leer im­plica una acción maravillosa que pone en articulación casi todo lo que pasa con nosotros, desde lo que vivimos hasta lo que hacemos y es el cerebro el que conjuga su maravilla, tal vez a eso se refería Flaubert ubicando la lectura al lado del vivir.

    Aprender a leer entonces es mucho más que decodificar. Es más que interpretar, se parece mucho a abrir una ventana. Lo más importante en el proceso es creer ciegamente que aprender a leer es aprender también a sentir, a observar, a analizar, a entender y que muchas de estas cosas no necesariamente se enseñan en la escuela, ese aprendizaje no depende de allí exclusivamente y en su proceso no están vinculados únicamente los profesores. En contravía a esto hay que decir que muchas de las prácticas educativas desconocen algunos soportes de lectura, se toma solamente el libro o el texto escrito como referencia, se anulan o simplemente no se consideran las lecturas de símbolos, gestos, expresiones, la música, el cine, y muchas veces cuando se incluyen se quedan en el concepto, esto pone a los estudiantes en desventaja ante la vida. En las relaciones humanas el lenguaje no verbal también es susceptible de ser leído y aunque es inminente en buena parte de la vida poco se tiene en cuenta más allá de la etapa preescolar.

    Leer, aprender a leer, enseñar a leer si bien está en la mayoría de los casos en manos de los adultos, debería ser algo más cercano a un descubrimiento, a un maravillarse, a un dejarse sorprender, llevar y conducir al lector hacia las puertas del universo.

    No es un secreto que nuestros niños tienen, a diferencia de generaciones anteriores, una mayor facilidad para desarrollar las habilidades comunicativas. Podemos evitar que el lector tenga que dar vueltas innecesarias si entendemos que los lectores actuales resuelven de manera más rápida las formas de leer y el acceso a las respuestas. Antes de la escolarización los niños ya leen. Sus primeras consultas y accesos a la información se han dado lejos de las instituciones educativas y han estado, a diferencia de las generaciones anteriores, atravesadas por pantallas que les permiten obtener respuestas inmediatas en las que no tienen necesidad de mediación. La interactividad tecnológica con las características actuales no fue una práctica en la escuela antigua. Seguir enseñando unidireccionalmente es un error: ellos nos indican cómo hacer una captura de pantalla en nuestro celular mientras nosotros les pedimos que copien exactamente lo que está escrito en el pizarrón.

    Las primeras lecturas

    Como una práctica habitual en muchas de nuestras culturas, los niños son vinculados al lenguaje de los adultos. Esa vinculación que hacen los padres, pero especialmente la madre, muestra de una manera maravillosa cómo antes de entrar en un proceso escolar la lectura, en miles de formas, desde su entorno se hace más que evidente.

    Las madres suelen conversar con sus hijos en la soledad de sus momentos de reposo, en la pausa tras el trajinar de sus vidas, cuando los bebes se mueven en sus barrigas agitadamente en las madrugadas y las despiertan como reclamando atención en el silencio de la noche, durante un refrescante baño, en las diversas acciones que adelantan. Recuerdo que mi esposa Cristina trabajó como maestra de preescolar hasta el noveno mes de embarazo, a pocas semanas de dar a luz. Fue tan poderoso el contacto de nuestro hijo Gabriel con otros niños y bajo la tutela de la madre, la forma en que le acariciaban la barriga, el cómo lo vinculaban a ese mundo preescolar durante todo el embarazo (casi parecía un alumno más) que buena parte de la habilidad actual que posee en su vocabulario y comunicación, su facilidad para relacionarse con otros especialmente con niños sin prevenciones, se la atribuyo a eso.

    ¿De qué le habla una madre a su hijo? Hay tantas señales, códigos, mensajes en esa intimidad que obviamente el universo lector se abre paso antes de nacer y no propiamente a través de libros como podemos creer, eso viene después, pero es incuestionable que existe una lectura antes de nacer. Simón Brainsky lo hace ver como si al estar dentro del vientre materno el niño asistiera a una función de cine⁴. Dentro del vientre de la madre se asiste a una de las películas más maravillosas que puedan existir: la vida misma. La madre se vuelve una mezcla entre el teatro, el proyector, el director y la película. Él o ella, serán pronto los protagonistas y, mientras tanto, esa comunicación le permitirá al bebe vivir una serie de primeras experiencias, sentir emociones, establecer un enlace con su madre que como bien sabemos durará toda la vida. Estar ahí dentro en ese espacio aparentemente oscuro, con un poderoso componente auditivo, viendo la realidad a través de la madre es asistir a la más maravillosa función. Al nacer, el lenguaje es la primera noción de contacto. Dice Evelio Cabrejo que el primer libro de un niño es el rostro de su madre⁵ y, sin lugar a duda, es él y esa hermosa voz, los sonidos nuevos del exterior que ahora experimenta, los que irán abonando un camino hacia una lectura textual.

    Durante una brillante intervención en la Feria del Libro de Buenos Aires, en 2015, Michelle Petit nos dio una mirada que complementa muy bien la idea de que son muchos los caminos para llegar a la lectura:

    Los adultos le cuentan también anécdotas, o le leen bellas historias por el placer, sin preocuparse demasiado de que capte el sentido, al hacerlo anticipa los procesos de relación del pensamiento y el lenguaje que están aún en estado incipiente en los niños pequeños. Hacia los tres o cuatro años estos comienzan a armar relatos verbales que tienen que ver con su propia vida, intentan relatar sus experiencias apoyándose en historias que han escuchado, libros ilustrados que les han leído o han ojeado, canciones, películas. Se sirven de fragmentos de su herencia cultural que cuando se apropian de ellos llegan a ser una parte de ellos mismos. El momento en que se comienza a componer narraciones sería una etapa fundamental que algunas psiquiatras infantiles comparan al paso a la posición sentada, a aprender a caminar o a la adquisición del lenguaje; porque el relato sería esencial para organizar nuestra experiencia. Desde la primera infancia hasta la vejez nuestras vidas están enteramente tejidas por relatos que ligan entre sí elementos discontinuos, no dejamos nunca de contar a los que nos rodean o en el secreto de la vida interior⁶.

    El mundo que se construye desde su gestación hasta el nacimiento y de allí hasta que entran a la escuela está creado por relatos, por cuentos, por vivencias, por historias y cuando llegan a esa etapa, en algunos casos, este proceso pareciera diluirse, escaparse de las manos como agua entre los dedos. Han sido las palabras y las historias las que han configurado su existencia, han descubierto el mundo por una lectura íntima de sí mismos gracias a las voces de los padres, pero también por otros

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