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Salvar las distancias: estudios sobre la traducción literaria
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Libro electrónico351 páginas5 horas

Salvar las distancias: estudios sobre la traducción literaria

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Traducir es adaptar y, en el fondo, salvar las distancias, esquivándolas, superándolas, pero, a la vez, admitiéndolas. Cuando observamos la versión de una obra literaria a otra lengua, descubrimos que casi nunca es posible una traducción exacta entre textos literarios, pues no solo se debe adecuar el significado de las palabras, sino que es preciso atender el uso cultural que una sociedad ha hecho de sus expresiones: deben adaptarse voces y frases de lenguas diferentes (alejadas, más o menos, geográficamente, culturalmente o lingüísticamente), pero también cabe acercar formas de vida, creencias, ideologías y maneras de concebirlas. Salvar las distancias. Estudios sobre la traducción literaria recoge diez aproximaciones a este ámbito de investigación a cargo de profesores y traductores —unas más teóricas y genéricas, otras más diacrónicas, y algunas centradas en un estudio de caso—, donde se hallan implicadas obras de diferentes sistemas literarios, especialmente el español y el catalán, puestos en relación entre ellos y entre otras lenguas y tradiciones como el chino, el inglés y el portugués.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento28 feb 2024
ISBN9783968695167
Salvar las distancias: estudios sobre la traducción literaria

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    Salvar las distancias - Jordi Julià

    Going the Distances, salvando las distancias: a modo de prólogo

    DOLORS POCH

    JORDI JULIÀ

    Universitat Autònoma de Barcelona

    En 2010, la directora cinematográfica estadounidense Nanette Burstein estrenó una película titulada Going the Distances. Esta es una comedia romántica que cuenta un amor de verano entre dos jóvenes que, al terminar las vacaciones, intentan que aún siga viva su relación, a pesar de tener que regresar a sus residencias habituales que se encuentran a miles de quilómetros de distancia, en Nueva York y San Francisco. La traducción española del título del film fue Salvando las distancias, intentando buscar una versión más o menos literal de las palabras que componen el título en inglés. Evidentemente, el original quiere transmitir la idea de superar la distancia física que impide que el amor de estos jóvenes pueda triunfar, pero la expresión go the distance, en inglés, tiene otras implicaciones que la traducción española es incapaz de contener, pues hay en ella una connotación de empeño y persistencia en la realización de una labor (no siempre fácil) hasta alcanzar el objetivo propuesto, e incluso, figuradamente, de lograr con éxito un propósito. La traducción española podría funcionar en la adaptación literal de las palabras —y tiene sentido de acuerdo con el argumento de la película—, pero no consigue mantener las implicaciones semánticas de la expresión inglesa, puesto que salvando las distancias se emplea cuando se comparan elementos diferentes y se admiten las divergencias que existen entre ellos o las que el oyente pudiera observar. Casi como sinónimo de la expresión latina mutatis mutandis, la unidad fraseológica salvando las distancias también se usa en español con el propósito de atenuar una comparación quizá demasiado categórica que pudiera realizarse. Es decir, hace que la afirmación sea aceptable superando o bien eliminando las divergencias existentes y tangibles entre los elementos relacionados. En la traducción de este título cinematográfico, pues, se ha optado por una versión muy literal que se adecúa a la película que designa, aunque se produzca una pérdida de significado, o bien asumida o bien no percibida y, por lo tanto, desdeñada.

    Este volumen desea aproximarse al fenómeno de la traducción literaria, salvando las distancias, es decir, admitiendo que casi nunca es posible una traducción exacta entre textos literarios, puesto que no solamente se está adecuando el significado de las palabras. Tras las formas léxicas existe el uso cultural que una sociedad ha hecho de sus expresiones, de manera que no solo deben adaptarse palabras y frases de lenguas diferentes (alejadas, más o menos, geográficamente, culturalmente o lingüísticamente), sino que en toda versión está presente una necesidad, también, de aproximar formas de vida, ideologías y maneras de concebirlas y conceptualizarlas. Toda traducción es un ejercicio de comparación o apropiación de una lengua por parte de otra, pero los colaboradores de este volumen asumen que toda equiparación perfecta es imposible, y solo es viable salvando las distancias, es decir, superando la gran separación que existe entre lenguas, sociedades y culturas, y, por lo tanto, admitiendo lo fallido de la empresa, ya de antemano. Sin embargo, no sería posible llevar a cabo ningún ejercicio de traducción si se guardaran las distancias en demasía, puesto que tras toda versión de un idioma a otro debe haber una voluntad de comprensión, acercamiento, curiosidad y deseo de hallar un equivalente entre culturas y lenguas diferentes. Es interesante que en español existan diferentes acepciones del verbo salvar que pueden ser aplicadas a todo ejercicio de traducción, puesto que el traductor pone a buen recaudo el significado del original y se asegura de que no corre peligro, pues lo salva. Asimismo, recorre la distancia que hay entre los dos textos o las dos lenguas para que así el lector tenga un acceso franco y directo a la lectura de la obra, y salva, de este modo, la distancia de significado existente. Este verbo posee también el significado de crear una excepción que permita matizar cualquier aserto, y excluir algo de lo que se dice, de forma que puede explicar qué sucede en toda adaptación literaria: aun queriendo hallar una equivalencia exacta entre significados, el traductor versiona un texto salvando las distancias, es decir, admitiendo que hay algunos elementos que no se pueden trasladar sin acabar modificando el original, por lo que asume las diferencias y las soslaya. Traducir es adaptar y, en el fondo, salvar las distancias, esquivándolas, superándolas, pero, a la vez, admitiéndolas.

    El proyecto de este libro surgió y se fue forjando durante el año 2020 en el seno de los dos másteres oficiales del Departamento de Filología Española de la Universitat Autònoma de Barcelona: el de Literatura Comparada: estudis literaris i culturals y el de Lengua Española, Literatura Hispánica y Español como Lengua Extranjera. La situación sanitaria creada en todo el mundo por la irrupción de la COVID-19 cambió por completo, durante muchos meses, los hábitos de comportamiento en todos los ámbitos de las relaciones profesionales y personales. En la docencia universitaria, las clases tuvieron que impartirse telemáticamente tanto en los grados como en los másteres y ello comportó importantes reorientaciones en las estrategias de enseñanza y de aprendizaje, a lo largo de buena parte de los cursos 2020-21 y 2021-22. Así, pues, para complementar las actividades académicas reguladas, poder paliar la falta de docencia presencial, y al mismo tiempo poder continuar ofreciendo una formación de calidad que, habitualmente, se veía incrementada con la presencia de profesores invitados de otras universidades (españolas y extranjeras), las coordinaciones de los dos másteres intentaron idear un ciclo de conferencias de un tema afín que, sin formar parte por entero de los planes de estudio de ambos másteres, pudiera ser de interés para el alumnado de las dos titulaciones.

    Ambos másteres reciben un elevado número de estudiantes de orígenes diferentes: algunos alumnos, los menos, se han formado en el propio Departamento, si bien la mayoría de ellos han cursado sus grados en universidades de Cataluña o de España, en centros de enseñanza superior de otros países europeos, en instituciones americanas (tanto estadounidenses como de América Latina) o en universidades asiáticas (chinas en su mayoría). Así, los alumnos de los dos programas de estudios constituyen una población cosmopolita que, desde diferentes puntos de vista, se preocupa por cuestiones relacionadas con la Lengua y la Literatura. Los estudiantes comparten el interés por estos problemas tanto desde la perspectiva de los hispanohablantes y catalanohablantes que entran en contacto con literaturas de otras lenguas, como desde el punto de vista de los alumnos de otros países y de otras lenguas que se interesan por la lengua y la literatura hispánica o por una perspectiva más teórica y comparatista del estudio de las diferentes literaturas y formas culturales. Por ese motivo, pareció conveniente programar un ciclo de conferencias telemáticas dictadas por diversos especialistas que trataban cuestiones relacionadas con las lenguas en contacto, especialmente la traducción literaria de unas lenguas a otras puesto que este es un aspecto relacionado con los contenidos de ambos másteres, pero que no tiene un protagonismo definido en ninguno de los módulos que los integran.

    Las conferencias fueron grabadas y se hicieron públicas para todos los alumnos de aquellos cursos, y se consiguió una formación complementaria que, de no haber sido por la pandemia, se hubiera impartido de forma presencial. La acogida de esta experiencia fue excelente y, a raíz de ello, nació la idea de publicar un volumen que reuniera una parte de las intervenciones de los especialistas que trataban aspectos de la traducción, además de incluir colaboraciones de un grupo de jóvenes investigadores que habían tratado alguna cuestión relacionada con la traductología. El resultado fue este título, Salvar las distancias, que se publica poco después de aquella experiencia y, por suerte, en el marco de una situación sanitaria mucho mejor que la de 2020, cuando la tecnología permitió que la formación de tercer ciclo continuara de una manera efectiva, salvando las distancias y a pesar de la pandemia.

    El común denominador que une los diversos capítulos de Salvar las distancias, además de la temática traductológica, es el hecho de que los diferentes capítulos del libro se ocupan de aspectos relacionados con las lenguas y las culturas propias de los estudiantes de los dos másteres: catalán, chino, español, inglés y portugués. Como puede apreciarse en el índice del libro, las cuatro primeras colaboraciones —a cargo de especialistas que fueron invitados a dictar sus conferencias en el ciclo telemático— son de carácter más general y presentan un sesgo teórico sobre la operación de traducir. Dos colaboradores proceden de la Universitat Pompeu Fabra y combinan su faceta de profesores con la de traductores. En primer lugar, José Francisco Ruiz Casanovas abre la lista de conferencias con un trabajo en el que expone teóricamente su concepto de traducción literaria, ilustrado con algunos ejemplos finales de su reciente adaptación española de la poesía del poeta irlandés W. B. Yeats. En segundo lugar, Manel Ollé, reconocido sinólogo, demuestra la gran complejidad que presenta el tratamiento de la poesía clásica china cuando se quieren versionar los textos a una lengua occidental. Ollé desarrolla la noción de ruido, referida a todos aquellos elementos que dificultan la adaptación entre dos lenguas de culturas muy distantes —tanto desde una perspectiva lingüística como social— y explica la importancia de traducir, también, ese inevitable ruido. Dos colaboradores más también han meditado sobre su experiencia en la traducción al español y al catalán, respectivamente, de literatura en portugués. Por su parte, Antonio Sáez Delgado, profesor en la Universidad de Évora, presenta una forma de abordar la traducción entre lenguas románicas (portugués y español en su caso) y analiza algunos de los problemas que ha tenido que resolver en sus versiones castellanas de textos de António Lobo Antunes y de José Saramago, entre otros. Sáez Delgado defiende que el traductor debe poseer su propia poética, una teorización implícita sobre el acto de traducir, que determinará un tipo específico de soluciones traductológicas. Por otro lado, Ponç Pons, catedrático de instituto y poeta, ofrece un recorrido por diferentes concepciones sobre la traducción (propuestas por insignes teóricos, traductores y escritores de diferentes lenguas), al tiempo que narra su experiencia desde la doble perspectiva del creador literario que ha versionado a poetas lusitanos y que además escribe poesía en otros idiomas.

    La incorporación al ciclo de conferencias de voces más jóvenes y menos conocidas junto a nombres de reputados especialistas dentro del ámbito académico y traductológico fue totalmente intencionada y responde a la necesidad de abrir camino a los jóvenes investigadores. Este es el motivo por el que fueron invitadas a formar parte del índice de esta obra cinco profesoras que en algún momento habían estudiado en nuestra universidad (ya fuera un grado, un máster o un doctorado), cuyas investigaciones merecían ocupar un lugar en un volumen de esta naturaleza. Alicia Fernández Gallego-Casilda analiza el caso de la traducción, al inglés, de cinco romances de la Guerra Civil de diversos poetas españoles realizada por Sylvia Townsend Warner, y, a través del análisis de las versiones inglesas de dichos poemas, Alicia Fernández ofrece una panorámica general de la poética de la traductora. El capítulo de Jiajing Song se ocupa de las versiones chinas que el poeta y traductor Dai Wangshu realizó de algunos autores españoles contemporáneos, la mayoría de ellos pertenecientes a la Generación del 27, y pone de relieve las motivaciones que guiaron al traductor a la hora de dar a conocer a unos poetas y unos versos concretos. Míriam Ruiz-Ruano se centra en las adaptaciones al castellano de Ausiàs March durante el franquismo, y atiende a los condicionantes ideológicos que subyacen en estas versiones de poemas clásicos. Andrea Pereira plantea el debatido problema de si es necesaria la traducción de los textos literarios del español al catalán (totalmente accesibles para estos lectores bilingües) y analiza la versión catalana que de El Aleph de Jorge Luis Borges hizo Avel·lí Artís-Gener a su regreso del exilio.

    El volumen se completa con las colaboraciones de los coordinadores de los dos másteres que, además, organizaron el ciclo de conferencias: Jordi Julià (máster de Literatura Comparada) y Dolors Poch (máster de Lengua Española y Literatura Hispánica). Ambos investigadores cuentan con otras publicaciones anteriores en las que analizan, conjuntamente y por separado, la escritura de autores bilingües y diversos aspectos de la traducción entre español y catalán. Ello se refleja en el contenido de sus capítulos, pues Jordi Julià realiza un recorrido por las traducciones españolas de narrativa catalana en la primera mitad del siglo XX e intenta exponer las razones por las cuales se traducían determinados textos, y no otros, según la década. Por su parte, Dolors Poch estudia las características de la traducción al español de una de las obras más importantes de Mercè Rodoreda, la novela Mirall trencat, cuya versión al castellano fue realizada por Pere Gimferrer, otro escritor importante que, como Rodoreda, posee también la condición de bilingüe español-catalán lo que se refleja en el resultado de su traducción.

    Por el carácter bilingüe de la mayoría de los colaboradores de este volumen, y por estar vinculados a universidades españolas del dominio lingüístico catalán, es comprensible que abunden las aproximaciones que intentan explicar las relaciones socioculturales, históricas y textuales entre el sistema literario español y el catalán, quizá porque este también es un ámbito de estudio de parte de los investigadores y porque un buen número de los alumnos a quienes iban dirigidas las conferencias compartían este mismo rasgo bilingüe. Lamentablemente, esta perspectiva no ha conseguido aún ni el reconocimiento ni el amparo de las instituciones que hayan permitido desarrollarlo y prestigiarlo más adecuadamente, aunque creemos que el título que el lector tiene entre manos es una aportación que puede contribuir a hacer avanzar las investigaciones en este campo. Y, al mismo tiempo, este volumen también aspira a ofrecer nuevas lecturas sobre las relaciones entre sistemas literarios diferentes que tienen al español como centro de interés, al mostrarse los lazos que se establecen entre esta literatura y otras como la inglesa, la portuguesa o la china. En su momento se dio libertad para que cada colaborador reflexionase sobre la problemática de la traducción, y se acercara a ella desde su propia experiencia personal, sus conocimientos o bien sus intereses, por lo que no hubo un programa previo diseñado por los coordinadores del ciclo de conferencias que ha dado lugar a este volumen. Así, el índice del libro responde a las inquietudes o a las investigaciones de cada uno de los colaboradores, los cuales, sin embargo, reflejan diferentes tendencias metodológicas de los estudios literarios.

    Sin ánimo de agotar el tema de la traducción, sino de plantear un tomo con asedios diferentes a esta cuestión, las perspectivas que los diferentes expertos toman al respecto son diversas y complementarias al mismo tiempo. Las aproximaciones más teóricas, de Francisco Ruiz Casanovas, Antonio Sáez Delgado, Manel Ollé y Ponç Pons se encuentran trufadas de ejemplos y experiencias propias, en tanto que se trata de profesores que emprenden una reflexión sobre dicha cuestión, pero que al mismo tiempo no se abstienen de abordar el problema desde su propia experiencia, exponiendo dificultades concretas y específicas con las que se han encontrado (tanto en el ámbito de la prosa como en el del verso). El objetivo de invitar a participar en las conferencias que dieron lugar a estos artículos a profesores que habían llevado a cabo una labor de traducción fue completamente premeditado, puesto que la buena teorización a menudo se apoya en un conocimiento práctico del asunto que se pretende comprender y explicar. El lector también hallará en este tomo aproximaciones más historicistas, o bien de la adaptación de un género como la prosa durante medio siglo (en las páginas que firma Jordi Julià) o bien de la recepción de un autor medieval en el novecientos (en el texto de Míriam Ruiz-Ruano), siempre entre sistemas literarios próximos como lo son el español y el catalán, y con una voluntad más comparatista. El estudio de la adopción de la poesía española contemporánea por parte de culturas tan diferentes como la inglesa o la china también tiene un hueco en este libro, con las aproximaciones de Alicia Fernández y de Jiajing Song, y siempre con la variable del componente ideológico como elemento clave de la explicación, desembocando en un discurso más próximo al de los estudios culturales. A pesar de que en todos los capítulos del libro hay siempre una voluntad de aproximarse con detalle a los problemas que entraña adaptar las expresiones y el léxico genuino de una lengua a otra no menos particular, dos artículos finales proponen análisis de la versión de una obra concreta entre lenguas próximas, aunque en sentido diferente: del español al catalán (por parte de Andrea Pereira) y del catalán al español (por parte de Dolors Poch). La disposición del volumen se estructura, pues, de lo general a lo particular, de aquellas aportaciones más globales y genéricas sobre el fenómeno de la traducción, hasta llegar a los estudios de casos particulares. Asimismo, y dejando de lado las cuatro aportaciones iniciales —de naturaleza más teórica—, los demás capítulos han sido dispuestos cronológicamente, según el año de publicación de las obras estudiadas o de las traducciones de dichos originales.

    Salvar las distancias contiene, pues, una serie de estudios que, centrados en la traducción y, por tanto, en el contacto de lenguas a través de las obras literarias, abordan estas cuestiones desde tres perspectivas diferentes. En primer lugar, desde el punto de vista histórico porque las traducciones son, siempre, el producto de una determinada necesidad relacionada con la evolución de las sociedades y con los contactos culturales que entre ellas se establecen. En segundo lugar, desde la perspectiva teórica y analítica puesto que ofrecen importante información sobre cómo los traductores tomados en consideración han resuelto los problemas lingüísticos que se les han presentado y, por tanto, ponen de relieve las distintas estrategias traductológicas empleadas y las teorías subyacentes. Y, en tercer lugar, desde el punto de vista comparativo, puesto que traducir y comparar son operaciones cognitivas complementarias y ponen en relación dos sistemas literarios y culturales distintos. Como testimonio de unos momentos compartidos en la distancia, por culpa de una situación excepcional, quedan estas páginas que —entonces en forma de conferencias— sirvieron a profesores y alumnos para sentirse más unidos en medio de una extraña normalidad académica mientras el mundo parecía parado y a merced del desastre. Los capítulos que integran este volumen y que reflexionan sobre las distancias (geográficas y simbólicas) entre las lenguas, pero también sobre la necesidad de la cercanía, de la comprensión y de las similitudes entre palabras y textos literarios, buscan convertirse en una obra (diversa y, a la vez, unitaria) útil para alumnos, profesores, traductores o lectores que ven en la literatura y en la traducción un asunto de interés sobre el que meditar.

    Bellaterra, 23 de diciembre de 2022

    Los desafíos del traductor

    (sobre algunos ejemplos de la poesía

    de W. B. Yeats)

    JOSÉ FRANCISCO RUIZ CASANOVA

    Universitat Pompeu Fabra

    Cuando nos referimos a la literatura española, o a la literatura catalana, o a la literatura inglesa, debemos plantearnos a qué nos referimos realmente. ¿A la literatura cuya seña de identidad es la biografía de un autor nacido en un país determinado y que utiliza una lengua determinada? ¿O a la literatura escrita en una lengua determinada? Si tomamos esta segunda opción, es decir, pensar que todo aquello que está escrito en nuestra lengua —y que pertenece a tal ámbito literario— pertenece de una u otra forma a nuestra literatura, entenderemos que las traducciones de Shakespeare al catalán o al español son, en realidad, una parte de la literatura catalana, o de la literatura española. Y lo son por una razón muy simple: no solo porque son el acceso para muchas personas que no pueden leer al autor en su lengua original, sino también porque son el acceso para muchos lectores y para muchos escritores a una literatura que, a su vez, alimenta nuestra (su) propia literatura. Es decir, no hay lengua, no hay literatura, no hay cultura que resista el paso del tiempo en un absoluto aislamiento lingüístico. Es necesaria la interacción, el conocimiento, la comunicación, el trasvase y, por tanto, la traducción. Este es el punto de partida, algo que debe tenerse muy presente.

    Todos, en algún momento de nuestra carrera académica, hemos oído hablar de los poetas petrarquistas españoles: de Garcilaso de la Vega, de Juan Boscán, de Francisco de Aldana, de todos estos poetas que utilizan las formas métricas, el lenguaje e incluso la retórica de la literatura italiana —de la literatura toscana, en concreto—. Se habla de todos ellos y se habla de la innovación que suponen sus obras, sin plantearse en ningún momento que tal innovación llega a través de una lectura de obras de otra cultura y expresadas en otra lengua. Es indiferente que haya traducción o que no la haya. Es indiferente que Garcilaso nunca tradujese un solo poema de Petrarca. Sí lo leyó, y lo leyó en italiano; lo leyó y aplicó parte de esa lectura a su propia obra. Por tanto, pensar que la literatura surge de la nada, o que la literatura surge únicamente del marco de referencia cultural de una lengua, es un punto de vista muy empobrecedor.

    En la primera parte de este trabajo señalaré algunas de las cuestiones que plantea normalmente la teoría de la traducción cuando se habla de traducción literaria y, para la segunda, he elegido tres o cuatro poemas de mi última traducción, la poesía de William Butler Yeats (2021), que me permiten señalar una serie de pequeños detalles para cuya solución se precisa algo más que una teoría de la traducción, se precisan otras condiciones, al menos para plantearse de qué manera traducirlos.

    Dentro de la tradición cultural, de cada cultura o culturas, existe la visión o la imagen del traductor como un individuo. Pensemos, por ejemplo, que no hace tanto tiempo, el filósofo José Ortega y Gasset, en plena Guerra Civil española —es decir, en pleno siglo XX— escribió un artículo titulado Miseria y esplendor de la traducción, recogido en sus Obras completas (1983), donde describía al traductor como un personaje apocado, un ser menor que, al no poder escribir una obra propia, se dedicaba a traducir. La imagen del traductor en las diferentes culturas siempre ha suscitado desconfianza, y ha despertado recelo porque supone que una cultura, es decir, un conjunto de lectores que no puede acceder a una obra tiene que delegar, tiene que confiar en alguien para que le haga llegar esa obra; de ahí proceden esos prejuicios que muestran al traductor como un traidor. Por tanto, la imagen del traductor está asociada no solamente a la traición o a que no puede crear ningún texto por sí mismo y por tanto traduce, sino que, socialmente, está asociada a un concepto de profesión de rango inferior. Recuerdo un artículo de una página de deportes de El Mundo (2006), que guardo con mucho cariño porque me parece muy significativo, cuyo titular decía "Gritos de traductor, traductor a Mourinho. José Mourinho había sido segundo entrenador del F. C. Barcelona y acompañaba al primer entrenador, el inglés sir Bobby Robson, que no hablaba ni una palabra de español. Mourinho le acompañaba siempre en las ruedas de prensa y traducía lo que Robson decía y traducía lo que le decían los periodistas, porque Robson solamente contestaba en inglés. Con el tiempo, Mourinho se fue del Barcelona y el día de la fecha de ese titular llegaba a esta ciudad con su nuevo equipo, del que era entrenador —el Chelsea— y un montón de energúmenos fueron al aeropuerto de El Prat (el Chelsea iba a jugar contra el Barcelona) a gritarle a Mourinho traductor, traductor como un insulto capital, o sea, lo peor que podían decirle era traductor, traductor. No le llamaban traidor, no le decían ¿por qué te has ido del Barça?, o eres un mal entrenador, o no nos gusta tu equipo, o fuera, fuera: no. Le llamaban traductor. ¿Cómo imaginar a un montón de gente desplazándose a las tantas de la noche al aeropuerto de El Prat a gritarle a una persona traductor, traductor"? Como un síntoma de la forma en que socialmente las culturas entienden o valoran qué es ser traductor. Ninguno de los que estaban allí, probablemente, había leído un libro traducido en toda su vida. Lo único que les preocupaba era el fútbol, pero a Mourinho se le insultó de esta manera.

    Este es un aspecto de la imagen del traductor que suele construirse culturalmente, pero hay otra parte que no voy a obviar, ni a escatimar, pues cabe advertir que los mismos traductores han tenido en gran parte la culpa. Cuando un traductor vuelca Hamlet al catalán o al castellano, y el original se vuelve un texto catalán o castellano, ese texto de Hamlet, por mucho que en la portada rece William Shakespeare, ya no es de William Shakespeare, es de Josep Maria de Sagarra o es de José María Valverde, pertenece al traductor que ha volcado ese texto. Y los traductores, en muchos momentos de la historia, no han tenido nunca la suficiente fuerza, o el suficiente ánimo, para reivindicar que traducir es crear una obra, una obra propia. No han sido capaces, y, en su lugar, han derivado hacia unos discursos más o menos abstractos, más o menos retóricos, en donde poco menos que lo que se hace es, en ocasiones, asustar al lector, o expulsarlo, diciéndole cosas como: la traducción es muy difícil, es casi imposible traducir, a la traducción no puede dedicarse todo el mundo, etc. Es decir, todos estos tópicos que han circulado a lo largo de milenios en la historia para referirse a la traducción como un problema no han aportado ningún beneficio a la percepción que las culturas tienen de la traducción. Y hay que ser honestos: gran parte de la culpa, si es que hay que buscar responsabilidades, la han tenido los propios traductores.

    Alfonso Reyes, escritor, filólogo y excelente traductor mexicano, que había estudiado con Menéndez Pidal y que hizo una tesis excelente sobre Góngora, antes que Dámaso Alonso, tradujo diez poemas de Stéphane Mallarmé para la Revista de Occidente (1932: 190-219). A la hora de versionar aquellas diez composiciones se propuso no solo traducirlas, sino explicarle al lector cuáles eran las dificultades con las que se había encontrado, de qué manera las había solventado —o no— y qué opciones había barajado. Es decir, sus traducciones iban acompañadas de una especie de diario de su propia escritura y de sus propias andanzas por el texto: sus dudas, sus borradores, sus descubrimientos, etc. Poco después de este trabajo, publicó un breve ensayo titulado De la traducción (Reyes 1941), una de las aproximaciones más interesantes que se hayan hecho sobre el tema y quizá una de las primeras reflexiones que debería leer un hispanista que se interese por el tema de la traducción. Es un texto de diez páginas y en él afirma: Con las confesiones de los traductores podría poco a poco levantarse un inventario de problemas de grande utilidad para la estilística (Reyes 1941: 122). Es decir, que con sus justificaciones podría haberse creado un gran corpus, un catálogo de la gran variedad de problemas lingüísticos, estilísticos y retóricos que entrañan las traducciones. Y cuando dice esto, cuando dice que con las confesiones podría haberse levantado esto, está lamentándose de que los traductores no hayan sido capaces de transmitir cuál es la complejidad real de esta operación lingüística ni de hacer partícipes de esa complejidad a los lectores; es decir, está certificando que gran parte de la visión que tenemos de la traducción es responsabilidad de los propios traductores.

    Lamentablemente, todavía a día de hoy, se dan dos tipos de situaciones. Una, la del traductor que traduce un texto en una colección que le permite, por ejemplo, editar con un prólogo —como es el caso de mi antología de W. B. Yeats— pero que renuncia a decir lo que ha hecho con su traducción, y se dedica a hablar del autor, de los poemas, del contexto, de influencias… No dice

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