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John Henry Newman: Doctor, pastor, santo
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Libro electrónico319 páginas5 horas

John Henry Newman: Doctor, pastor, santo

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John Henry Newman es uno de los pensadores católicos más significativos, prolíficos y versátiles de la época moderna y sigue siendo una figura inspiradora y atrayente en nuestro mundo. Su reciente canonización ha suscitado un interés creciente en la Iglesia entera, más allá de los círculos académicos e intelectuales que ya lo conocían. Este libro quiere acercar la figura de Newman a un público amplio de habla española mediante las colaboraciones de doce investigadores procedentes de ambos lados del Atlántico sobre diversos aspectos del cardenal inglés: su vida, su pensamiento filosófico y teológico, su humanidad, su dimensión literaria, su vida espiritual, su vertiente pastoral y evangelizadora. El resultado es esta completa semblanza de un hombre sabio y santo.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 sept 2022
ISBN9788428567169
John Henry Newman: Doctor, pastor, santo

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    John Henry Newman - Juan Alonso García

    Presentación

    (Juan Alonso)

    Con ocasión del Centenario de la muerte de John Henry Newman (1801-1890), Joseph Ratzinger describía al cardenal inglés como uno de los «grandes maestros de la Iglesia», puesto que «enseña no solo mediante su pensamiento y su palabra, sino también con su vida», y así «toca nuestros corazones y al mismo tiempo ilumina nuestro pensamiento»[1].

    Vida, pensamiento y palabra en Newman van de la mano, y este es uno de los motivos que explica el encanto que produce su personalidad en quien se acerca a él. En la Apologia pro vita sua[2] (1864), fuente esencial para conocerle, al estilo de las Confesiones agustinianas, se encuentran numerosas muestras de esta sinergia entre pensamiento y vida que salpican la historia de sus ideas religiosas. Como ejemplo, basta con señalar que la mayoría de sus escritos son «ocasionales», es decir, responden a una necesidad inmediata de clarificación intelectual, de justificación histórica o de defensa ante circunstancias particulares que aparecen en relación a su itinerario personal.

    Inteligente e intuitivo, abierto de mente y amante de la verdad, íntegro y extraordinariamente fiel a su conciencia iluminada por la fe, Newman es una de las personalidades más destacadas del catolicismo inglés y de las más importantes de la Iglesia en los últimos dos siglos. Pero, nos podemos preguntar, ¿qué razones avalan la relevancia y actualidad de su figura?

    En primer lugar, cabe señalar que Newman, como hombre moderno, vive a fondo el problema de la modernidad y sugiere valiosas claves –todavía vigentes– para enfrentar sus retos sin sucumbir a sus peligros, especialmente los de la increencia y el relativismo. Según destacó Benedicto XVI, la modernidad interior del ser y de la vida de Newman implica la modernidad de su fe: «No es una fe en fórmulas de un tiempo pasado; es una fe en forma personalísima, vivida, sufrida, encontrada en un largo camino de renovación y de conversiones»[3].

    Además, es un hombre de gran cultura, conocedor del pensamiento de su época y de los tesoros de la cultura de la humanidad. Lejos de buscar la mera erudición, le mueve un compromiso y una disposición permanente de búsqueda de la verdad, base y distintivo del genuino intelectual. En sus sucesivas conversiones y en sus desarrollos doctrinales, los posibles intereses o inclinaciones personales dejan paso al primado de la verdad y sus exigencias. Ese servicio incondicional a la verdad se armoniza con un sincero respeto a la libertad y a la conciencia de los demás, haciendo realidad lo que recogería más tarde el Concilio Vaticano II: «La verdad no se impone de otra manera que por la fuerza de la misma verdad» (declaración Dignitatis humanae, 1).

    Destaca también como hombre de gran espiritualidad y de gran humanismo, rasgos que marcan su estilo intelectual y perfilan su insigne personalidad. En Newman se advierte una inteligencia atenta a los avatares de la historia y a las grandes cuestiones del hombre y de la sociedad. Su notable capacidad de introspección psicológica del corazón humano favorece en él una especial sensibilidad hacia lo religioso. Como señaló Benedicto XVI, Newman es «un hombre de oración, de una relación profunda con Dios y de una relación personal, y por ello también de una relación profunda con los demás hombres de su tiempo y del nuestro»[4].

    Un último motivo del interés y del atractivo de la figura de Newman es la riqueza y amplitud de sus aportaciones, según se vislumbra en los más de 80 volúmenes que abarca su vasta obra publicada. Entre ella se encuentran más de 600 sermones, ensayos teológicos, históricos y bíblicos, artículos varios, novelas, meditaciones y oraciones, poesías y un cuerpo epistolar que supera la cifra de 20.000 cartas, recogidas en 32 volúmenes. A todo ello hay que añadir un gran número de documentos personales y de escritos inéditos que se conservan en los archivos del Oratorio de Birmingham y que en la actualidad están siendo digitalizados. Entre los escritos de Newman aparecen grandes temas de la teología y del pensamiento cristiano: relación entre fe y razón, revelación cristiana y religión, verdad y conciencia; la teología de la historia, la tradición y el progreso dogmático; la naturaleza de la Iglesia y el ecumenismo, y otras muchas cuestiones, como el papel de los laicos o la naturaleza de la educación.

    Nos encontramos, por tanto, ante uno de los pensadores católicos más significativos, prolíficos y versátiles de la época moderna, al que se le pueden aplicar los títulos de filósofo, teólogo, pastor, educador, maestro de la lengua inglesa y, por supuesto, santo.

    * * *

    Durante toda su existencia, Newman vivió según un agudo realismo cristiano y un comprometido sentido de misión: «Dios me ha creado para que le preste un servicio determinado. Me ha encomendado una tarea que no ha dado a ningún otro. Yo tengo mi misión». Fe y existencia, reflexión y acción, caminaron en su vida de la mano animados por un agudo sentido vocacional y, al mismo tiempo, eclesial: «Soy un eslabón en una cadena, un vínculo de unión entre personas [Dios] No me ha creado para la nada. Haré el bien, haré su trabajo; seré un ángel de paz, un predicador de la verdad en el lugar que me es propio [...] Si lo hago, me mantendré en sus mandamientos y le serviré a Él en mis quehaceres» (Meditaciones y Devociones, 301-2).

    Podríamos decir que «la misión de Newman» continúa hoy, pues sigue siendo una figura inspiradora y atrayente en nuestro mundo, un mundo ciertamente diferente al suyo, pero semejante en muchos aspectos.

    Su canonización en Roma por el papa Francisco, el 13 de octubre de 2019, ha suscitado un gran interés mediático en la secularizada sociedad británica. El nuevo santo inglés, hasta hace poco conocido únicamente en círculos académicos e intelectuales, ha hecho su entrada en un contexto cultural global. Además, este evento supone un acontecimiento importante para toda la Iglesia, al significar no solo la proclamación de su santidad y su intercesión ante Dios, sino también, de algún modo, la confirmación de la riqueza y validez de sus enseñanzas. Estas circunstancias ofrecen una oportunidad excelente para acercarse a su rica personalidad y a su fecundo legado intelectual, que han permanecido demasiado ignorados en el medio cultural más reciente, y particularmente en el ámbito hispanohablante.

    Esta publicación ha surgido en este contexto con el deseo de acercar la figura de Newman a un público amplio de habla española. El volumen contiene las colaboraciones de doce investigadores newmanianos de ambos lados del Atlántico, sobre diversos aspectos del cardenal inglés.

    Juan Rodrigo Vélez, biógrafo y Newman scholar afincado en Estados Unidos, traza un perfil sintético y panorámico de la vida del santo inglés, destacando los principales hitos de su itinerario intelectual. Tras este capítulo introductorio, quien suscribe, profesor en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, analiza las experiencias fundamentales de conversión de Newman en su camino hacia la Iglesia católica, que ponen en evidencia cómo su compromiso con la verdad y su fidelidad a la conciencia orientaron su misión y le guiaron hacia Roma.

    Siguen después tres capítulos sobre la filosofía, la teología y la eclesiología newmanianas, respectivamente. El profesor Sergio Sánchez-Migallón afronta el perfil filosófico de Newman y presenta sintéticamente algunos de sus temas más relevantes, como la naturaleza del conocimiento y su certeza, la conciencia moral y la armonía entre fe y razón. El aspecto teológico corre a cargo de Fernando María Cavaller –uno de los investigadores latinoamericanos que mayor esfuerzo ha dedicado al estudio y la difusión del pensamiento de Newman–, quien expone los grandes principios que inspiran y caracterizan la reflexión teológica de nuestro autor. Por su parte, el profesor Pablo Blanco se ocupa de la eclesiología newmaniana, mostrando cómo la Iglesia constituye un importante leitmotiv de la vida y el pensamiento de Newman.

    Víctor García Ruiz, catedrático de Literatura en la Universidad de Navarra, especialista y traductor de la obra newmaniana, nos descubre uno de los rasgos más humanos del cardenal Newman: su capacidad para la amistad y el extenso mundo de relaciones que estableció durante su vida, especialmente con sus compañeros y discípulos, tanto en su época anglicana como en su época católica.

    Una sugestiva mirada hacia Newman como figura literaria viene trazada por el escritor, poeta y profesor Gabriel Insausti, a través de cuatro ejemplos que muestran la huella literaria que Newman ha dejado en cuatro generaciones sucesivas de escritores de la literatura inglesa.

    En estas páginas no podía faltar una presentación del pensamiento educativo de Newman, dado que la naturaleza de la educación fue una de sus más importantes áreas de interés, y dado que ejerció el oficio de educador durante una gran parte de su vida. Paula Jullian, profesora de la Universidad Católica de Chile, expone esta faceta dando cuenta y razón de la estima de Newman hacia este quehacer.

    Otras dos facetas ineludibles de la figura de Newman que debían emerger de alguna manera en este volumen son su vida espiritual y su vertiente pastoral y evangelizadora. De la primera se ocupa el profesor Pablo Marti, que analiza las enseñanzas del nuevo santo sobre la oración y muestra, al mismo tiempo, cómo en ellas se trasluce un reflejo de su propia vida. De la segunda se ha encargado el profesor Ramiro Pellitero, quien muestra al Newman pastor de almas, y presenta una sugerente síntesis de sus principales aportaciones para la Nueva evangelización.

    El volumen se cierra con dos interesantes capítulos panorámicos que miran respectivamente al pasado y al presente. El teólogo mexicano Pedro A. Benítez describe la influencia del pensamiento de Newman en el Concilio Vaticano II a través de la atracción que ejerció sobre otros autores posteriores, como Nédoncelle, Congar y De Lubac. La profesora María Rosario Athié, de la Universidad Panamericana en México, presenta con acierto la actualidad y relevancia de la figura de Newman en el mundo actual, marcado por el relativismo y el utilitarismo. Al mismo tiempo ofrece un útil panorama de la investigación actual sobre el cardenal Newman por áreas lingüísticas.

    El creciente interés por la vida y el pensamiento de san John Henry Newman es un hecho por el que hay que felicitarse. Los autores de este trabajo deseamos que contribuya a hacer más accesible su figura a los lectores de habla hispana.

    Juan Alonso

    Universidad de Navarra

    [1] J. Ratzinger, Discurso con motivo del centenario de la muerte del Card. John Henry Newman, 28 de abril de 1990.

    [2] Apologia pro vita sua. Historia de mis ideas religiosas, Encuentro, Madrid, 20102.

    [3] Benedicto XVI, Encuentro del papa Benedicto XVI con los periodistas durante el vuelo al Reino Unido, 16 de octubre de 2010.

    [4] Ib.

    Un hombre de su tiempo

    (Juan R. Vélez)

    La figura de Newman

    John Henry Newman es uno de los más importantes pensadores católicos de la época moderna, un gran educador y un maestro de la lengua inglesa. En 1964, san Pablo VI expresó esta convicción al declarar que «la claridad de sus luces y enseñanzas derraman una luz valiosa sobre los problemas de la Iglesia de hoy». Seis años más tarde le llamó «precursor genial que recorrió por anticipado muchas de las rutas en las que nuestros contemporáneos están profundamente comprometidos». A lo largo de este libro se nos presentan algunos rasgos significativos de su vida y pensamiento. En este primer capítulo queremos hacer una reseña histórica de su vida. De Newman existen muchas biografías en diferentes idiomas. Estas biografías, al igual que esta semblanza, nos acercan a una gran figura del mundo intelectual y religioso inglés. Nos permiten entender sus escritos y sus ideas, además de ver la gran coherencia entre su vida y su obra.

    Pero, como veremos, Newman fue más que un pensador y escritor de renombre: fue buen amigo de muchos, un sacerdote comprometido y ejemplar, un hombre trabajador, culto y de gran corazón. En una palabra: un santo, es decir, una persona amable y acogedora, quien nos descubre el rostro de Dios y nos hace sentir su cercanía. Víctor García Ruiz, Catedrático de Literatura Española que ha traducido al español muchos volúmenes de Newman, piensa acertadamente que «hay que sacarlo de su nicho más o menos natural, de santo para intelectuales centroeuropeos». Es decir, Newman tiene relevancia para todo cristiano, no solo para los intelectuales.

    Inglaterra del siglo XIX

    La vida de John Henry Newman se inscribe en el marco del siglo XIX inglés, un periodo de agitación por las revoluciones centroeuropeas que amenazaban la vida inglesa, la situación política y social de Irlanda, la revolución industrial y el apogeo económico de Gran Bretaña. Así como la vida social y política afecta a cada hombre, todo esto influyó en la vida Newman. La situación económica de Francia llevó a la quiebra a la firma bancaria que su padre tenía en compañía con otro. Ante el temor a una sublevación de Irlanda, el gobierno inglés emprendió reformas políticas que permitieron a los católicos la participación en la vida civil y en el gobierno. Pero, además, el gobierno, empleando su poder sobre la Iglesia anglicana, suprimió diez pequeñas diócesis.

    Con el correr del siglo, la revolución industrial, el desarrollo del ferrocarril y el aumento del comercio marítimo, además de las malas condiciones de vida en los centros urbanos, se constatan cambios en la práctica religiosa de los ingleses, tales como la ignorancia religiosa, la indiferencia y la práctica superficial de la fe. Surgen movimientos de reforma dentro de la misma Iglesia anglicana, como los metodistas, que luego se separan de la misma, y los grupos evangélicos, que buscan la conversión espiritual de las personas, una lectura más asidua de las Escrituras, cambios morales en la vida personal y pública y la acción misionera en tierras no cristianas. Como veremos enseguida, el evangelismo tendrá una fuerte impronta en Newman, especialmente en los primeros años de su vida, aunque en sus aspectos más positivos dejará una huella para toda su vida.

    Los desarrollos tecnológicos y los descubrimientos científicos crean un ambiente en que predomina el materialismo y se plantean más dudas acerca de las verdades cristianas. Al menos la fe ya no es algo aceptado pacíficamente. Se pone en duda en escritos y en la vida pública. El racionalismo ilustrado se extiende y se hace más fuerte. Frente a esta realidad, los creyentes tienen que resolver dudas y dar respuestas a los demás. En el relativamente pequeño pero influyente mundo de las universidades se cuestiona seriamente la necesidad de los estudios clásicos de literatura, filosofía y teología para dar importancia a las ciencias exactas y a las ciencias aplicadas.

    Con todo esto, el mundo en que nace nuestro autor era un mundo de mucho crecimiento y de grandes cambios sociales, económicos y religiosos. Su vida y la de sus padres, hermanos, amigos y conciudadanos se desarrolla en esta rica y compleja realidad, de modo que la larga vida de Newman transcurre a lo largo de casi todo el siglo y, por tanto, le convierte en un testigo cercano de los logros y retrocesos del periodo Victoriano.

    Niñez y juventud en Londres

    Newman nació en el centro de la ciudad de Londres el día 21 de febrero de 1801, en una familia de clase socioeconómica media alta. Sus padres fueron John Newman y Jemima Fourdrinier. El padre era banquero, hijo de un mercader de víveres del condado de Cambridge. La madre provenía de una familia de hugonotes comerciantes, exiliados de Francia. En el hogar se respiraba un ambiente de trabajo y de honestidad. La familia formaba parte de la Low Church de los anglicanos (aquella rama influida marcadamente por el protestantismo), que se caracterizaba por creencias cristianas elementales, la lectura de la Biblia, la práctica de las virtudes y la asistencia al culto los domingos. De su madre, y sobre todo de su abuela paterna, recibió desde temprana edad el gusto y la costumbre de leer la Biblia, en la elegante traducción de la King James Bible.

    Recordaría años después una infancia feliz con sus juegos de niño, la lectura de los cuentos de Las mil y una noches y los veranos en una casa en Ham, a las afueras de Londres. Allá vio las velas encendidas en las ventanas de su casa y de los vecinos para celebrar la victoria naval de Trafalgar (1805). La casa y sus jardines eran como un paraíso para el niño Newman. A la edad de ocho años, en las mañanas de verano leía en cama antes de la hora de despertar las novelas de escritor Sir Walter Scott.

    John Henry fue el primero de seis hijos. Sus otros hermanos fueron Charles, Francis, Harriett, Jemima y Mary. En su madurez, Francis se destacó por sus conocimientos de las lenguas semíticas, que enseñaba en la universidad. En cambio, Charles sufrió un trastorno mental y, a pesar de la ayuda de sus hermanos, vivió una triste vida sin conseguir un trabajo estable. John Henry Newman mantuvo una cercana amistad sobre todo con su madre y sus hermanas, con quienes compartía intereses literarios y religiosos. Se hizo cargo del cuidado de ellas cuando su padre murió inesperadamente a mediana edad, agotado por avatares y fracasos financieros. Al poco tiempo también murió repentinamente Mary, su hermana menor, a quien él tenía especial apego. A lo largo de los años, Newman escribió poemas en los que trataba acerca de cómo él percibía su presencia espiritual, escondida como por el velo que separa este mundo del más allá. Recordaba la pureza de su alma y su amor por Dios, quien, según Newman, la llamó «sin ningún aviso, ya que no da ninguno cuando las almas están preparadas para un cambio repentino».

    Sus primeros estudios fueron en un internado en Ealing, cerca de Londres, donde sobresalió en sus materias y comenzó a gozar de las obras de Homero. Despuntó por su capacidad de liderazgo: estuvo a la cabeza de un grupo de muchachos, The Spy Club, y dirigió una revista con el mismo nombre. También formó parte de obras teatrales y comenzó a tocar el violín, hábito que mantuvo a lo largo de su vida, escogiendo a Beethoven como su compositor preferido.

    En este colegio conoció a Walter Mayer, un hombre de mucha fe y piedad que lo inició en la lectura de escritores calvinistas que ejercerían un papel decisivo en la juventud de Newman, como Thomas Scott. Este último le influyó positivamente con su libro The Force of Truth y con algunos dichos como «santidad antes que paz». Pero el joven Newman también hizo algunas lecturas de Rousseau y Thomas Paine que ponían en tela de juicio la fe. Un verano, mientras convalecía de una enfermedad en el colegio, tuvo una especie de conversión, en la que percibió de modo profundo la presencia de Dios en su vida y el sentido de esta enfermedad ante Dios. Dicho del modo existencial que luego utilizó, experimentó que en todo el universo había solo dos seres luminosos: Dios y él. En otras palabras, la existencia de Dios significó para él tomarse la vida cristiana en serio, y por ello darle un sentido nuevo. De hecho, sintió ese mismo otoño de 1816 que la voluntad de Dios para su vida era el celibato y que la religión incluye un credo bien definido. Newman llamó a esta primera enfermedad grave, de las tres que marcaron su vida, «mi primera conversión».

    En la universidad de Oxford

    A la joven edad de dieciséis años, accedió a un puesto en la famosa Universidad de Oxford. Visitó la Universidad con su padre e ingresó oficialmente el año siguiente en el Trinity College. Era joven y tímido, y tuvo un rudo encuentro con un ambiente disoluto y con una práctica superficial de la religión. Al enterarse algunos de que tocaba el violín le invitaron a una fiesta con la pretensión de emborracharlo, pero el joven Newman resistió el forcejo. A pesar del ambiente del college, logró hacer amistades y consiguió buenos resultados en sus estudios. Sin embargo, por estudiar muy largas horas, sufrió cansancio mental durante las pruebas finales y no obtuvo las altas calificaciones que deseaba. Más tarde achacó esto a su orgullo y excesivo deseo de sobresalir académicamente, pero además a la falta de ayuda de los tutores. Aun sin brillar en sus estudios, obtuvo una beca para continuar con estudios de posgrado en Trinity.

    En 1819, a instancias de su padre, se inscribió en Lincoln’s Inn en Londres para estudiar leyes, pero en 1822 se decidió a seguir el camino de la vida ministerial en la Iglesia anglicana. En 1824 recibió el diaconado y en 1825 fue ordenado sacerdote anglicano en Oxford.

    En 1822 se había presentado a una prueba de oposición a un concurso para ser admitido como fellow de Oriel College, es decir miembro del college. A los pocos años fue nombrado tutor del mismo college. El tutor era una especie de profesor asociado con alumnos a su cargo.

    Tanto Trinity College como Oriel College estaban entre los más prestigiosos de Oxford. En Trinity había tenido largas conversaciones con personas destacadas mayores que él, como Richard Whatley, luego obispo en Dublín, y Edward Hawkins, futura cabeza de Oriel. Oriel College representaba una corriente intelectual llamada noética, de carácter un tanto escéptico. Whatley, quien dictaba un curso de lógica, encargó a Newman la escritura de su libro de texto. Nuestro autor tuvo así un temprano conocimiento de la lógica y poética de Aristóteles, y escribió una entrada en la Encyclopædia Metropolitana sobre dicho pensador. Este conocimiento y aprecio por el filósofo se notaría en su pensamiento y en sus escritos posteriores, por ejemplo, en su Idea of a University y en el Grammar of Assent.

    Oriel College era entonces el foco de una pretendida reforma educativa en Oxford. En 1826, el joven Newman, al aceptar el cargo de tutor, quiso realmente emprender una reforma volviendo a la idea primaria del tutor como un maestro tanto del intelecto como del carácter y la vida espiritual de sus alumnos, algo que sería su ideario años más tarde al fundar la Universidad Católica en Irlanda. En esta labor Newman involucró a dos amigos, Richard Hurrell Froude y Robert I. Wilberforce, y por un tiempo consiguió mejorar la formación de los alumnos asignados a ellos. Uno de sus mejores alumnos fue Frederic Rogers, después Lord, y entre sus alumnos también estuvieron los hermanos Mozley, que luego fueron sus cuñados. En este tiempo, en 1827 sufrió su segunda enfermedad «no dolorosa, pero sí fastidiosa», de la cual escribió: «Me arrancó por completo de mi incipiente liberalismo». Había sido nombrado examinador para los exámenes de licenciados en letras. Pero su orgullo y activismo le obligaron a suspender este cargo y a pensar de nuevo en la orientación religiosa de su vida.

    Después de una convalecencia, continuó la labor de reforma educativa de Oriel, yendo más allá de lo que Hawkins quería, y este, como cabeza del college, dejó de asignar alumnos a Newman, quien dejó su trabajo para hacer un largo viaje en el Mediterráneo con Froude –que padecía de una tuberculosis– y el padre de Froude. El viaje con su amigo puso a Newman en contacto directo con los mundos griego y romano, de los cuales había leído mucho, y en contacto indirecto con las Iglesias ortodoxas y católicas por medio de su visita a los templos. A bordo del barco escribió muchos poemas, principalmente sobre temas religiosos. Al regreso del viaje empezaría una nueva etapa de su vida, dedicándose por completo al culto, la enseñanza y la atención de los feligreses en la iglesia Saint Mary the Virgin, de la cual era el rector desde 1828. En total Newman permaneció once años, de 1822 a 1833, en Oriel College.

    El Movimiento de Oxford

    Durante el viaje por el Mediterráneo se fue gestando en la mente de Newman la imperiosa necesidad de una reforma de la Iglesia anglicana. En la última etapa de este recorrido, mientras viajaba por Sicilia, cayó gravemente enfermo, y estuvo a punto de morir a causa de una probable fiebre tifoidea. Fue esta la tercera enfermedad grave la que marcó el curso de su vida. En medio del momento más delicado entrevió la gravedad de su estado, pero presintió que Dios lo salvaría para realizar una misión. Pocas semanas después y en camino de regreso a Inglaterra en barco, redactó el famoso poema Lead Kindly Light, una oración a Dios en forma de versos. El joven fellow invoca la luz del Espíritu Santo y acepta tan solo ver un paso adelante. La misión entrevista por Newman se concretó a la semana de regresar a su tierra. Junto con varios amigos dieron comienzo al Movimiento de Oxford, un movimiento de reforma de la Iglesia anglicana que pretendía el retorno a la obediencia eclesial, a la fidelidad doctrinal y a la belleza y la piedad en el culto. Aunque John Keble, profesor de poesía en Oxford, y Edward B. Pusey, profesor de hebreo, eran algo mayores que Newman y tenían más renombre, Newman fue el líder del Movimiento durante doce años. El nuevo movimiento promovía sus ideales por medio de folletos, las publicaciones Tracts for the Times y las homilías de sus miembros, especialmente las de Newman en la iglesia universitaria, Saint Mary the Virgin. Muchos miembros del clero simpatizaban con las ideas de reforma, mientras otros se oponían por parecerles demasiado cercanas a la Iglesia católica

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