María contra el mal: La mujer que nos ayuda en la lucha contra el diablo
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María contra el mal - Gabriele Amorth
Prólogo
El P. Gabriel Amorth (1925-2016) ha sido el exorcista más famoso del mundo. Su notoriedad internacional viene sobre todo de sus libros, publicados en muchos idiomas, y de muchas entrevistas grabadas y luego difundidas por Internet. Como él mismo declaró, con todo esto no pretendía ser famoso, sino divulgar el conocimiento acerca de los exorcismos, o sea, de las oraciones que el sacerdote, autorizado por el obispo, pronuncia sobre todo frente a las personas poseídas o vejadas, para liberarlas de la influencia del diablo.
La entrevista se realizó entre el 11 y el 13 de mayo de 2016; fue, lamentablemente, la última escrita. Después de un tiempo ingresado en el hospital Gemelli de Roma, moría el 16 de septiembre de 2016, dejando un vacío y mucha tristeza en los corazones de hombres y mujeres de todo el mundo. Gracias a los medios de comunicación, la noticia de su muerte se difundió rápidamente. Puedo dar testimonio de parte de los polacos, a los cuales nos hicieron llegar la noticia de su muerte los medios de difusión nacionales y católicos. Yo estaba profundamente sorprendido por la espontánea reacción de las numerosas personas que, tras haberse enterado del fallecimiento, han lamentado su muerte y han rezado por el eterno descanso del P. Gabriel Amorth.
Luego me he preguntado: ¿por qué, tras la noticia de su muerte, el P. Amorth ha sido recordado con tanto afecto y sentimiento de tristeza por tantas personas que él no conocía? Es más, la mayoría de las personas que rezaron por él no lo han visto nunca, ni lo han conocido directamente. Alguien podría objetar que muchas de ellas leyeron sus libros.
Sin duda. Aun así, en la historia humana ha habido muchos famosos escritores y teólogos que, no obstante haber leído sus libros, incluso bonitos e interesantes, no han sido recordados después de su muerte con tanto sentimiento y pesar.
Pienso, pues, que el secreto de su notoriedad internacional y del afecto de la gente no reside en que haya escrito libros, sino en lo que era en realidad el P. Amorth para la gente en todo el mundo.
Por ejemplo, yo le conocí en persona y puedo decir que era ante todo un Sacerdote, con «ese mayúscula». Sacerdote de Cristo, consciente de su dignidad y responsabilidad frente a Dios y a las almas que confiaban en él. Creo que el amor a Dios y a las almas constituía el secreto de su actividad. Por esto las personas que necesitaban de un exorcismo llegaban a Roma procedentes de todo el mundo con la gran convicción de que les ayudaría o por lo menos les consolaría.
De hecho, en cuanto a su actividad sacerdotal, la actividad a la que se había dedicado con todas sus fuerzas era peculiar porque se refería a la acción extraordinaria del diablo. Esta acción extraordinaria del diablo afectaba a la vejación, la obsesión, la infestación y la posesión demoníacas.
El P. Amorth, en cuanto exorcista, trataba de ayudar sobre todo a las personas vejadas o poseídas. Hay que destacar también que muchas veces, para lograr la plena liberación de una persona vejada o poseída, el P. Amorth tenía que alargar los exorcismos durante meses o años.
Por esto solo Dios sabe a cuántas personas haya podido ayudar el P. Amorth durante sus treinta años de servicio como exorcista. Efectivamente todas esas victorias sobre el diablo las tuvo que pagar el P. Amorth en persona con el sufrimiento y con la humilde oración, especialmente rezando cotidianamente el Rosario. De hecho, el P. Amorth consideraba que rezar el Rosario era la oración más eficaz, después de la Santa Misa, en la lucha contra el diablo. Por esto, cuando oímos hablar de la devoción del P. Amorth a la Virgen, no nos debería extrañar. Él, desde niño, rezó a la Virgen, sobre todo desgranando junto a su familia la corona del santo Rosario. Él mismo contó en esta entrevista un episodio que le sucedió personalmente cuando, durante la guerra, mientras huía, le dispararon ciento veinte veces y él salió ileso porque, mientras escapaba, rogaba a la Virgen: «¡Madre querida, ahora sí veré tu fuerza, si me salvas!». Y cuando, en el día de su agonía, el superior general, P. Valdir de Castro SSP, que fue al hospital Gemelli de Roma para darle el último saludo, al final, mientras rezaba un Avemaría, los aparatos que le mantenían con vida al P. Amorth registraron una fuerte sacudida.
Por este motivo, en esta tercera entrevista, el P. Amorth aparece como mariólogo, mariólogo y exorcista. No todo el mundo sabe que antes de ser exorcista, el P. Amorth escribió varios libros sobre la Virgen María, en total seis. Y que durante muchos años fue director de una revista mariana editada por los paulinos de Roma, titulada Madre di Dio.
Las preguntas y respuestas constituyen una síntesis de su mariología. Son también su testamento espiritual ya que esta entrevista se realizó cuatro meses antes de su muerte. Mientras realizaba esta entrevista al P. Amorth no imaginaba que el día 13 de mayo de 2016 sería nuestro último encuentro. Casi un adiós. Entonces, cuando nos estábamos despidiendo, yo tenía ya en la mente algún proyecto más. Por eso escribo estas palabras muy conmovido, porque sé que el Señor me ha concedido una gracia especial, la de poder dar a conocer al P. Amorth, casi a final de su existencia terrenal, no solo como famoso exorcista sino también como mariólogo de primer orden.
Los temas tratados en esta entrevista están pensados para celebrar el centenario de la aparición de la Virgen en Fátima y están relacionados con el papel de María en defensa de los hombres frente a los ataques del demonio. Por esto, el P. Amorth presenta la figura de la Virgen en una síntesis mariológica muy madura y muy completa. Creo que muchos lectores, como yo mismo, se quedarán gratamente sorprendidos leyendo sus respuestas, tan profundas y actuales, sobre todo viniendo de un hombre de casi 92 años. Pensándolo bien, podría decirse que la sabiduría del P. Amorth no era solo fruto de su inteligencia y conocimiento teológico, sobre todo de la mariología, sino que le llegaba del verdadero manantial de la sabiduría, del Espíritu Santo.
Su sabiduría era también el resultado de su filiar devoción a la Virgen, a la que él dedicó todo lo que ha escrito y publicado. Creo que esta vez también la Virgen lo ha inspirado a la hora de responder en esta última entrevista.
Aprovecho la ocasión para expresar mi vivo agradecimiento al P. Ulysses Navarro SSP, que grabó esta entrevista.
P. Sławomir Sznurkowski SSP
Introducción
P. Amorth, usted es conocido en todo el mundo como exorcista; sin embargo, pocos saben que, antes de ser exorcista, también ha sido mariólogo. Basta recordar que durante muchos años fue el director de una revista mariana, publicada por los paulinos, titulada Madre di Dio, o que ha escrito seis libros sobre la Virgen. Podemos nombrar algunos como, por ejemplo, María, un sí a Dios, El Evangelio de María, traducidos también a otros idiomas. También ha publicado varios artículos sobre la Virgen, en los que ha escrito sobre las apariciones de la Virgen en Fátima y en Međugorje. Pero seguro que hay muchos más hechos que nosotros no conocemos acerca de su dedicación para dar a conocer, amar, imitar y rezar a la Virgen. ¿Nos podría revelar algo acerca de su compromiso mariológico?
Sí, sin duda. Yo también estoy muy vinculado, especialmente después de los últimos estudios marianos que he hecho, a algo que sucedió y que voy a contar enseguida porque lo considero fundamental: María a los pies de la cruz. Cuando Jesús dice aquella frase: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Y luego dice a Juan: «Ahí tienes a tu madre». Es importante este episodio porque ahora también se discute sobre la traducción y yo lo traduje de la manera que me parece más significativa. Por ejemplo, la traducción del obispado italiano, la traducción oficial de la Biblia italiana es: «Desde aquel momento el discípulo la acogió de su casa». Nosotros, estudiantes de universidad, la única universidad que hay en el mundo de mariología, el Marianum, nos reíamos de esta traducción. Algunos preguntaban: ¿decidnos cuál es la dirección de la casa de san Juan y también su código postal? Claro, Juan era apóstol. Iba como los demás a predicar. No tuvo nunca una casa propia después de dejar la casa donde nació. Vivía del mar de Galilea. Pero nunca tuvo una casa. En griego dice εἰς τὰ ἴδια, esto es, «la acogió». Incluso Juan Pablo II se fijó en esta frase. Y él también nos ofreció una buena traducción. Yo creo haber dado una traducción más completa: «La acogió en su vida», o sea, en su vida de creyente, en su vida del cristiano, de seguidor de Cristo. A mi parecer es la traducción más completa, porque nos dice que para ser cristianos es necesario el Bautismo, es necesaria la Eucaristía, aquí se dice también que para ser cristianos es necesaria María. Por eso considero que es una traducción más completa: María es necesaria. ¿De qué modo? Tocaremos este argumento en otro momento, pero creo que es fundamental la consagración a María. El cristiano tiene que ser un consagrado a María. Todos tenemos presente aquel santo Papa que tuvo el valor de presentarse al mundo totus tuus, Juan Pablo II. Totus tuus, ejemplo de gran santo y gran Papa que todos recordamos.
Totus tuus. Un cristiano debe ser totus tuus, y en mis libros, en mis seis libros sobre la Virgen, he insistido mucho en la consagración a María. Se trata de dejarnos llevar por ella, de dejarnos guiar por ella, por sus ejemplos. María vivió completamente para Jesús y el cristiano debe vivir para Jesús. Jesús es la razón de mi vida, sí, la razón de mi vida. Vivo para él. Vivió en esta tierra con la esperanza de vivir junto a él, con él por toda la eternidad. Este es el itinerario del cristiano, de todo cristiano.
Cristiano es el que cree que Jesús, hijo de Dios, y Dios él mismo, vino a salvarnos, pues con su Pasión, muerte y Resurrección consiguió la resurrección de la carne, ha logrado el acuerdo, la reconciliación con el Padre. San Pablo insiste mucho en la reconciliación porque se había dado una ruptura por el pecado original. Se había producido el cierre del paraíso; entonces se trataba del paraíso terrestre. No se nos olvide que el hombre había sido creado inmortal, pero con el pecado entró la muerte y se cerró el paraíso. Se produjo, por así decirlo, un corte con Dios. Dios nos reconcilió con el Padre; luego con su sangre nos lavó y nos lava de los pecados. Nos mantiene en su gracia con aquel amor misericordioso por el cual, aunque nosotros pequemos, él nos acompaña hasta nuestro último aliento esperando nuestra conversión, y nos otorga la gracia.
Recordemos el ejemplo del buen ladrón del que solemos decir que siempre fue un ladrón y robó también el paraíso. El buen ladrón hizo un acto de fe muy fuerte porque, no lo olvidemos, creer en Jesús Dios cuando obraba milagros era muy fácil; sin embargo, creer en Jesús Dios cuando es un pobre desamparado, crucificado junto a ti, que contigo espera una terrible muerte, justo en aquel momento creer lo que él es y decirle: «Acuérdate de mí cuando estés en tu Reino», ¡vaya!, es un acto de fe muy intenso. Y claro, es el acto que le ha conseguido enseguida la misericordia total de Dios: «Hoy estarás conmigo en el paraíso».
Jesús no ha esperado a reconocer este acto de fe, para luego premiarlo. Así es, el cristiano vive con Jesús, en Jesús. Antes que él, con Jesús y en Jesús, vivió María santísima. Y es ella la que nos enseña a vivir con Jesús; nos enseña a vivir como consagrados a Jesús. Y nosotros nos consagramos a María para consagrarnos más fielmente a Jesús.
El gran apóstol y teólogo de la consagración sin duda, san Luis Griñón de Montfort, enseña la fórmula breve: «Yo soy todo tuyo y todo lo que poseo te lo ofrezco, amable Jesús mío, por medio de María tu santísima Madre».
Es una consagración hecha a María para ser enteramente consagrados a Jesús; por medio de María se llega a Jesús, así como Jesús nos vino por medio de María. No hay duda.
Yo diría que como primer planteamiento tal vez puedan bastar estas palabras, luego, si acaso, volveremos sobre el tema si se presenta la ocasión.
Como usted sabe por propia experiencia, los cristianos aprendemos a amar a María en nuestra casa, de nuestros familiares. Usted, como todos nosotros, ¿escuchó hablar de María a su madre y su padre?
En efecto, estará bien recorrer mi itinerario de devoción mariana, pues considero que no será un trabajo en vano porque hay aspectos que pueden ser de utilidad para todos; comencé desde niño, cuando empecé a hablar empecé también a rezar a la Virgen: «¡Oh María madre mía!, ¡oh María madre mía!».
Una gran influencia en mi niñez, cuando todavía no sabía leer, ya tenían en mí las imágenes, las estampitas. Oh, todavía me acuerdo: ¡cómo me encariñé con María mediante las estampitas marianas!, y les daba besos. Fíjese, los niños son muy sensibles a las imágenes, a las estampitas y a las primeras devociones. ¡Y está claro que los niños son sensibles! A esto hay que añadir también el hecho de haber nacido en una familia en la que éramos cinco hermanos varones, yo era el más pequeño, un poco el preferido de mamá, si así lo podemos calificar, pero con dos padres cristianos muy sólidos. Desde que tengo uso de razón y recuerdo, a mi madre, cuando era muy pequeño, la acompañaba a hacer la compra por la mañana y la primera visita siempre era a la iglesia: misa y comunión. Mi padre murió pronto, cuando yo tenía 14 años; era abogado. Era el que dirigía siempre el Rosario. Fue un directivo de la Acción Católica muy entregado a su familia, un ferviente cristiano. También influyó el ejemplo de mis padres: recuerdo también el comentario que hacíamos los hermanos cuando veíamos a papá y a mamá rezar juntos. Esto es importante que lo sepan los padres. Nosotros aprendimos a rezar desde niños, a asistir a la misa apenas podíamos caminar, enseguida nos llevaban también a la misa del domingo, aunque no la entendiéramos bien, pero íbamos. Y viendo a mi padre y a mi madre orando, recuerdo que aprendimos que la oración no era cosa solo de niños, también para los adultos era importante.
Muchas veces en Italia, lamentablemente, y creo que ocurre lo mismo en otros lugares, se encuentran familias en las que la mamá enseña a rezar y el marido le deja hacer, pero el marido vive prácticamente como si fuera ateo, y a veces el niño, al llegar a cierta edad... me he encontrado muchas veces ejemplos como este. La mamá se da cuenta de que el niño, el domingo ya no va a misa:
—¿Por qué no vas a misa?
—Porque ahora soy mayor: papá no va, yo tampoco voy.
El ejemplo de los dos progenitores es fundamental, el de ambos. Ambos deben contribuir a la formación de los hijos, tanto en la humana como en la cristiana, que son inescindibles.