“Siempre he dicho que es el demonio quienme teme a mí; siempre he dicho: cuando me ve, le entra pánico… El demonio nunca me ha atacado, y no me da ningún miedo”. Son algunas de las muchas declaraciones que, como titulares sensacionalistas, han reclamado la atención de la prensa sobre el Padre Gabriele Amorth (1925-2016), quien ejerciera como exorcista oficial del Vaticano durante treinta años.
Recientemente, y después de que la productora Screen Gems (perteneciente a Columbia Pictures) adquiriera los derechos de los libros Narraciones de un Exorcista (1990) y Un exorcista: más historias (2002), la biografía del célebre exorcista será exhibida a través de la gran pantalla. Dirigida por el todavía no demasiado conocido australiano Julius Avery –antes se había barajado el nombre del español Ángel Gómez Hernán dez–, El Exorcista del Papa (2023) tiene como protagonista a Russel Crowe (1964), quien interpreta al más carismático exorcista Gabriele Amorth. El film rescata para el gran público uno de los temores más atávicos: la posibilidad de ser poseído por el mismísimo demonio.
COMBATIENDO CONTRA LOS DEMONIOS NAZIS
Gabriel Pietro Amorth, más conocido simplemente como Padre Amorth, nació en el seno de una familia tan religiosa como acomodada, de fuertes convicciones católicas, de Módena, ciudad del norte de Italia, el 1 de mayo de 1925, fecha que él no considera casualidad, al tratarse del primer día del mes dedicado a la Virgen. Uno de sus primos, Antonio Amorth (1908-1986) fue un destacado jurista –cuya biografía merece incluso una reseña en la Wikipedia italiana–, que formaría parte del llamado Club de los profesores, un grupo de intelectuales católicos contra el fascismo.
Tanto Gabriele como sus cuatro hermanos, todos varones, fueron educados en la iglesia de San Pedrotravés de Azione Cattolica Romana (Acción Católica), asociación de apostolado laico fundada en 1867 por universitarios cristianos en Bolonia, cuyo lema es “Oración, Acción, Sacrificio”. Durante la adolescencia, Amorth desarrolló una presencia muy activa en Acción Católica, ejerciendo como catequista desde antes de cumplir los catorce años. Fue a esa edad cuando empiece a desarrollar su vocación religiosa, influido por un amigo y compañero de estudios de su edad que se ordenó como sacerdote.