Los dominios perdidos
Por Jorge Teillier
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Los dominios perdidos - Jorge Teillier
Primera edición,
FCE
Chile, 2023
Teillier, Jorge
Los dominios perdidos / Jorge Teillier ; selec. de Erwin Díaz ; present. de Vicente Undurraga ; pról. de Eduardo Llanos Melussa. – Santiago de Chile :
FCE
, 2023
214 p. ; 23 × 15 cm – (Colec. Poesía)
ISBN 978-956-289-310-7
ISBN digital: 978-956-289-328-2
1. Poesía chilena – Siglo xx 2. Literatura chilena – Siglo xx I. Díaz, Erwin, selec. II. Undurraga, Vicente, present. III. Llanos Melussa, Eduardo, pról. IV. Ser. V. t.
LC PQ8098.3Dewey Ch861 T753d
Distribución mundial para lengua española
© 2023, herederos de Jorge Teillier
D.R. © 2023, Fondo de Cultura Económica Chile S. A.
Av. Paseo Bulnes 152, Santiago, Chile
www.fondodeculturaeconomica.cl
Fondo de Cultura Económica
Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14110 Ciudad de México
www.fondodeculturaeconomica.com
Coordinación editorial: Fondo de Cultura Económica Chile S. A.
Diagramación: Macarena Rojas Líbano
Cuidado de la edición: Felipe Aburto
Las fotografías de portada fueron tomadas en 1987 por su amigo, el poeta, periodista y crítico de cine, Álvaro Inostroza Bidart, durante el rodaje del documental «Nostalgias del Far West». Para este proyecto, Teillier regresó a su Lautaro natal después de muchos años de ausencia.
Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio, sin la anuencia por escrito del titular de los derechos.
ISBN 978-956-289-310-7
ISBN digital 978-956-289-328-2
Diagramación digital: ebooks Patagonia
www.ebookspatagonia.com
info@ebookspatagonia.com
SUMARIO
Desistir el tiempo, de Vicente Undurraga
Jorge Teillier, poeta fronterizo, de Eduardo Llanos Melussa
I. PARA ÁNGELES Y GORRIONES
II. EL CIELO CAE CON LAS HOJAS
III. EL ÁRBOL DE LA MEMORIA
IV. POEMAS DEL PAÍS DE NUNCA JAMÁS
V. POEMAS SECRETOS
VI. CRÓNICA DEL FORASTERO
VII. MUERTES Y MARAVILLAS
VIII. PARA UN PUEBLO FANTASMA
IX. CARTAS PARA REINAS DE OTRAS PRIMAVERAS
X. EL MOLINO Y LA HIGUERA
XI. HOTEL NUBE
XII. EN EL MUDO CORAZÓN DEL BOSQUE
EPÍLOGO:
Sobre el mundo donde verdaderamente habito o la experiencia poética
Bibliografía
DESISTIR EL TIEMPO
V
ICENTE
U
NDURRAGA
Partió siendo el que siempre sería. A los veintiún años apareció Jorge Teillier con un libro que mostraba ya los contornos de toda su creencia poética y, al mismo tiempo, desde las primeras líneas del primer poema de ese primer libro, las zarpas de su desengaño, de su escepticismo.
Con esa doble tracción circularía durante cuarenta años esta escritura, dándole libre andadura a una nostalgia desacomplejada, gozosa incluso –su «lenguaje de raíces»–; la poesía de Teillier es, más allá de cualquier adjetivo o nomenclatura, una que halla consuelo y siente deseo por el pasado, por la tierra fresca y por no estar tanto en uno. Lo deja ver bien el poema «Alegría»: «Sabemos que nunca estaremos solos / mientras haya un puñado de tierra fresca».
Hay en Teillier un romanticismo «puesto en tensión», como ha escrito Andrea Kottow, que señala su arte poético como «una forma de obstinación frente a los movimientos del tiempo». Esa obstinación, maravillosa y personal, se traduce en todo aquello que se suele asociar al poeta: nostalgia resistente, lirismo (aunque sea un lirismo llano), retorno al niño que se fue, embriagada constatación de que la vida está en otra parte, demora en la amistad y en el alcohol, amor al paisaje, paisajes del amor, detención.
Como los trenes de sus poemas, Teillier es un poeta que larga y reiteradamente se detiene. Detiene su mirar en las junturas y los descalces, en los puentes donde el tiempo se junta y se esfuma, se dobla, arremolina y estira y en ese movimiento se iluminan o nublan encuentros, verdaderos diptongos vitales, uniones de días presentes y remotos, de momentos, sueños y deseos, de luces de años pasados y luces actuales y hasta futuras. Mejor lo ha expuesto Elvira Hernández al destacar cómo Teillier «hiciera de la poesía un lugar de conocimiento, partiendo por aquello que somos: una gran precariedad temporal», razón por la cual agradece ella a esta obra «que persigue una edad soñada para el ser humano… que necesita ir hacia atrás cuando el mundo va hacia adelante».
Es muy notable en estos poemas ese prodigio de la transportación al pasado; algo insondable parece haber en la materia y la melodía de sus versos (versos que son siempre unidades, en esto Teillier es como Nicanor Parra: cada verso es una frase) que resulta un vehículo privilegiado de viaje al pasado, pero no a un pasado colectivo, no a un periodo determinado, sino a los ayeres de cada quien.
En su segundo libro, El cielo cae con las hojas, hay un poema con el que se puede pensar toda su obra, que en un punto es siempre una poesía prístina, siendo indudable, por otra parte, todo lo que tiene de misteriosa o irreductible. El poema se llama «Twilight» –y es curioso que lo titulara en inglés, quizá la palabra «crepúsculo» le pareciera cursi, aunque con lo cursi en materia de títulos Teillier supo tener buenos tratos–:
Todavía yace bajo el manzano
el tílburi cansado de los abuelos.
¿Quién recogerá esas manzanas
donde aún brilla un sol de otra época?
El cerco se pudre.
La ortiga invade al jardín.
Alguien mira al tílburi
y apenas lo distingue
en la luz oscilante
entre la tarde y la noche.
Bodas y entierros.
Una tarde entera luchando contra el barro
cuando íbamos al pueblo recién fundado.
Un viaje de ebrios entre la susurrante penumbra
esquivando las ramas enloquecidas.
Viajamos y viajamos
aun sabiendo que todo no puede sino terminar
en una casa miserable desde donde se mira
esa luz obstinada en pelear contra la noche.
¿Quién recogerá las manzanas
donde aún puede vivir un sol de otra época?
La ortiga invade el jardín.
El día no alcanza a refugiarse en la casa.
Para huir de la oscuridad sólo hay un tílburi cansado
que no se cansa de luchar contra la noche.
Altiro entra la música con la palabra «tílburi». Esta antología, Los dominios perdidos, preparada por Erwin Díaz en 1992 mientras Teillier aún vivía, muestra ante todo a un poeta lírico en el sentido primero, musical del término. Y esa resonante y preciosa esdrújula, tílburi –«el tílburi cansado de los abuelos»–, señala una victoria o coche de dos asientos que es tirado por un caballo pero que en el poema está abandonado, es el pasado en el presente en forma de deterioro. Pero no siempre es así: «¿Quién recogerá esas manzanas / donde aún brilla un sol de otra época?», canta otro verso que indica la permanencia ahora brillante, en un objeto, de un sol de otro tiempo. Es decir, el pasado refulgiendo en el presente, encantándolo. Y luego, en la estrofa subsiguiente, se replica el verso con una variación que parece menor pero que quizás sea sustantiva: «¿Quién recogerá las manzanas / donde aún puede vivir un sol de otra época?». Es ahora una posibilidad: más que en el presente, es en un futuro donde se proyecta ese pasado («un sol de otra época»), que aún puede vivir… Es una especie de potencia lo que muestra el poema. Cuando le preguntaron hacia el final de su vida si aún creía en las utopías, Teillier dijo que ya sólo en las personales y que la suya era «vivir en el presente como si viviera en el pasado». En ese afán esta escritura se empeña y nos empaña de ese modo la mirada, nos conmueve.
Poeta de la travesía de las cosas y su memoria u olvido, de recuerdos y meditaciones, transparentemente lo es también, más allá de toda reducción, del campo y la lluviosa tierra natal que hasta con olores trae a la página una y otra vez. Eso se da en esta poesía de forma preciosa, no falta la dulzura. Pero las utopías son anhelos, imposibles, no realidades. Es quizás por esto que ante todo Teillier es un cantor de lo irreparable, de los trenes que ya no corren, de los pueblos sin prisa, de los dominios perdidos, y por ende también un poeta de la sospecha. No hay huida en su poesía, sólo conciencia y añoranza.
En las páginas de Los dominios perdidos se deja ver un llamativo o peculiar espejeo: tal como la idea de que en la niñez ya se conoció todo, esta misma poesía es plena ya en su primera etapa –poesía temprana que el poeta recogería en 1971 en la antología Muertes y maravillas–; de alguna manera en los comienzos ya está todo y volver a ello es una recuperación siempre anhelada. Más que hablar de la infancia, la poesía de Teillier está habitada por la niñez y es, ella misma, niña. Porque hay en ella un renacimiento constante de la mirada, como si sus palabras volvieran «niños los sentidos», para decirlo citando un verso de Gabriela Mistral.
Tras esa antología personal de 1971 Teillier entró en un silencio editorial que rompería sólo siete años después, ya en plena dictadura, con un libro significativamente titulado Para un pueblo fantasma –qué otra cosa era