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La Fuerza del Amor
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Libro electrónico366 páginas4 horas

La Fuerza del Amor

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El Conde Rochester es un autor consagrado por sus novelas que desde hace décadas viene reuniendo un gran público. Autor de más de 60 novelas que han quedado inmortalizadas, como "La Venganza del Judío", "El Canciller de Hierro", "Romance de una Reina", "La Monja de los Casamientos", etc.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 jul 2023
ISBN9781088209653
La Fuerza del Amor

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    La Fuerza del Amor - Arandi Gomes Texeira

    Romance Mediúmnico

    LA FUERZA

    DEL AMOR

    Dictado por el Espíritu

    CONDE J. W. ROCHESTER

    Psicografía de

    ARANDI GOMES TEXEIRA

    Traducción al Español:      

    J.Thomas Saldias, MSc.      

    Trujillo, Perú, Febrero 2022

    Título Original en Portugués:
    A Força do Amor © 1998 Arandi Gomes Teixeira
    Traducido al Español de la 3ra Edición Revisada, Noviembre 2015

    Houston, Texas, USA      

    E– mail: contact@worldspiritistinstitute.org

    Sinopsis

    El Conde Rochester es un autor consagrado por sus novelas que desde hace décadas viene reuniendo un gran público. Autor de más de 60 novelas que han quedado inmortalizadas, como La Venganza del Judío, El Canciller de Hierro, Romance de una Reina, La Monja de los Casamientos, etc.

    Rochester nació en Inglaterra. A los 16 años ya estaba metido en las intrigas de la corte del rey Carlos II, de quien se convirtió en hombre de confianza. Después de disfrutar de pasiones desenfrenadas, agonizantes, inició su búsqueda de Dios. Desde el más allá, Rochester en espíritu comienza a dictar obras a principios del siglo XIX, sobre la inmortalidad del alma y la reencarnación, etc. y continúa hasta el día de hoy, a través de otros médiums, como la médium Arandi Gomes Teixeira.

    En este romance, pasiones, emboscadas y celos llenan de forma muy inteligente esta trama de J. W. Rochester. Llena de sorpresas, las vidas de los hermanos Conrad y Justine nunca volverán a ser las mismas después de ver a un hombre atropellado por un carruaje misterioso.

    Pablo, amante posesivo, es el amigo que ama a Leilah, que ama a Justine, que encuentra a la pobrecita Milagros.

    Historias no aisladas.

    Solo el tiempo revelará que todos forman parte de un grupo de espíritus que se reencuentran a través de la encarnación, como personajes vivos de una saga que difunde que ninguna acción, buena o mala, se olvida en la gran armonía que rige el universo.

    De la Médium

    Arandi Gomes Texeira es un espíritu encarnado consciente de que debe evolucionar, material y espiritualmente, para dignificar su propia existencia.

    En 1975 buscó una casa espírita por la necesidad de uno de sus hijos. Para ayudarlo, comenzó a estudiar intensamente las obras de Allan Kardec. En ellos encontró respuestas racionales a sus viejas preguntas. Luego del tratamiento espiritual de su hijo, se quedó en la casa espírita, con el propósito de asumir, intelectual y moralmente, los principios y postulados de la Doctrina Espírita.

    Su niñez y adolescencia estuvieron impregnadas de fenómenos; algunos físicos, aterradores e incluso agresivos. Aprendió, entonces, a vivir con ambos planos de la vida. Una vez en la Doctrina Espírita, decidió estudiar su mediumnidad, educarla y ejercitarla en el trabajo espírita.

    A fines de la década de 1970, un vecino casi que la obligó a leer un libro grande con cubiertas plateadas. Al comienzo lo rechazó, por falta de tiempo, pero ante su insistencia, lo hojeó por delicadeza. Una tarde, decidí comprobarlo. La obra era La venganza del judío. Cuenta que justo al principio de la lectura se sintió rara, emotiva, y empezó a enfadarse, inexplicablemente, con esto o aquello. Se detuvo un momento y se preguntó a sí misma: Arandi, ¿te has vuelto loca?. ¿Cómo podía hacer demandas así, si no conocía la obra, nunca había oído hablar de ella, ignorando incluso el nombre de su autor? Así que lo investigó y leyó: J.W, Conde Rochester. El impacto fue grande. ¡Qué extraña situación...! Comenta, Arandi, que en ese momento se le ocurrió una idea: desafiar al autor... Le pidió, con voz alta y clara: ¡Ven a mí! ¡Aparécete...! No tuve que invocarlo dos veces. Se materializó en medio de la habitación, sonriendo, vestido con la ropa de un noble inglés, mostrando una gran alegría. Así que nos estábamos mirando el uno al otro. Yo estaba llorando, mucho, y él estaba muy feliz. A partir de entonces, nunca nos separamos realmente.

    Siguieron otros fenómenos y empezaron a caminar juntos todas las noches durante su descanso corporal. Deambulamos, muchas veces, por diferentes espacios y esferas; hablamos mucho y me instruyó sobre las obras que debía estudiar. Con el tiempo, me dijo que escribiríamos libros. Así fue y así ha sido.

    Sobre su conexión con el Conde J.W. Rochester explica: Mi conexión con este espíritu es muy antigua. Caminamos uno al lado del otro durante mucho tiempo. Nos conocemos bastante bien y nos respetamos profundamente. Sí, hay muchos hechos e innumerables revelaciones de otras reencarnaciones, en los diferentes períodos que enfoca en sus libros.

    En cuanto al estilo de Rochester y la utilización de diversos médiums, Arandi indica que "de hecho, el estilo de Rochester es inconfundible. Muy apreciado, tiene un público muy ecléctico. En cuanto a otros médiums, depende del lector analizar, comparar las obras y sacar sus propias conclusiones.

    El trabajo de psicografía, casi siempre, emociona. Al final del trabajo, muchas lágrimas, agradecimiento al autor y la satisfacción de haber logrado, a pesar de los obstáculos, llevarlo a cabo. Nunca nos despedimos. Mientras hago las interminables revisiones y planes para las ediciones deseables, él está ahí, participando en todo, siempre."

    Las novelas mediúmnicas no impiden a los interesados en el Espiritismo, conocer la obra de Kardec, tanto así, que quien no estudia el Espiritismo pierde mucho en la comprensión de las novelas espíritas. Rochester siempre basa sus trabajos en la codificación de Allan Kardec (su amigo particular, desde la época del antiguo Egipto). Podemos, con justicia, considerarlo uno de los precursores del Espiritismo, cuando narra historias del mundo antiguo y explica fenómenos mediúmnicos, demostrando un conocimiento admirable del plano espiritual.

    Arandi no ve ningún inconveniente en las novelas mediúmnicas cuando se basan en principios y postulados espíritas. Cuando no lo sean, podrán ser novelas, pero jamás serán espíritas. Su ventaja radica en sus objetivos: entretener, hacer soñar, emocionar, sorprender, instruir, esclarecer y señalar rumbos, educando y transformando. Nuestro querido autor sabe, como nadie crear, tejer tramas y desarrollarlas, con maestría, en historias reales o no; no importa, porque, según él, la vida es más fantástica que la ficción.

    Finalmente, comparte que cuando trabaja en las novelas del queridísimo John Wilmot, Conde de Rochester, es la primera en beneficiarse de la luz que le brinda y de la incomparable oportunidad de trabajo y aprendizaje.¹

    Del Autor Espiritual

    John Wilmot Rochester nació en 1ro. o el 10 de abril de 1647 (no hay registro de la fecha exacta). Hijo de Henrique Wilmot y Anne (viuda de Sir Francis Henrique Lee), Rochester se parecía a su padre, en físico y temperamento, dominante y orgulloso. Henrique Wilmot había recibido el título de Conde debido a sus esfuerzos por recaudar dinero en Alemania para ayudar al Rey Carlos I a recuperar el trono después que se vio obligado a abandonar Inglaterra.

    Cuando murió su padre, Rochester tenía 11 años y heredó el título de Conde, poca herencia y honores.

    El joven J.W. Rochester creció en Ditchley entre borracheras, intrigas teatrales, amistades artificiales con poetas profesionales, lujuria, burdeles en Whetstone Park y la amistad del rey, a quien despreciaba.

    Tenía una vasta cultura, para la época: dominaba el latín y el griego, conocía los clásicos, el francés y el italiano, fue autor de poesía satírica, muy apreciada en su época.

    En 1661, a la edad de 14 años, abandonó Wadham College, Oxford, con el título de Master of Arts. Luego partió hacia el continente (Francia e Italia) y se convirtió en una figura interesante: alto, delgado, atractivo, inteligente, encantador, brillante, sutil, educado y modesto, características ideales para conquistar la sociedad frívola de su tiempo.

    Cuando aun no tenía 20 años, en enero de 1667, se casó con Elizabeth Mallet. Diez meses después, la bebida comienza a afectar su carácter. Tuvo cuatro hijos con Elizabeth y una hija, en 1677, con la actriz Elizabeth Barry.

    Viviendo las experiencias más diferentes, desde luchar contra la marina holandesa en alta mar hasta verse envuelto en crímenes de muerte, la vida de Rochester siguió caminos de locura, abusos sexuales, alcohólicos y charlatanería, en un período en el que actuó como médico.

    Cuando Rochester tenía 30 años, le escribe a un antiguo compañero de aventuras que estaba casi ciego, cojo y con pocas posibilidades de volver a ver Londres.

    En rápida recuperación, Rochester regresa a Londres. Poco después, en agonía, emprendió su última aventura: llamó al cura Gilbert Burnet y le dictó sus recuerdos. En sus últimas reflexiones, Rochester reconoció haber vivido una vida malvada, cuyo final le llegó lenta y dolorosamente a causa de las enfermedades venéreas que lo dominaban.

    Conde de Rochester murió el 26 de julio de 1680. En el estado de espíritu, Rochester recibió la misión de trabajar por la propagación del Espiritismo. Después de 200 años, a través de la médium Vera Kryzhanovskaia, El automatismo que la caracterizaba hacía que su mano trazara palabras con vertiginosa velocidad y total inconsciencia de ideas. Las narraciones que le fueron dictadas denotan un amplio conocimiento de la vida y costumbres ancestrales y aportan en sus detalles un sello tan local y una verdad histórica que al lector le cuesta no reconocer su autenticidad. Rochester demuestra dictar su producción histórico– literaria, testificando que la vida se despliega hasta el infinito en sus marcas indelebles de memoria espiritual, hacia la luz y el camino de Dios. Nos parece imposible que un historiador, por erudito que sea, pueda estudiar, simultáneamente y en profundidad, tiempos y medios tan diferentes como las civilizaciones asiria, egipcia, griega y romana; así como costumbres tan disímiles como las de la Francia de Luis XI a las del Renacimiento.

    El tema de la obra de Rochester comienza en el Egipto faraónico, pasa por la antigüedad grecorromana y la Edad Media y continúa hasta el siglo XIX. En sus novelas, la realidad navega en una corriente fantástica, en la que lo imaginario sobrepasa los límites de la verosimilitud, haciendo de los fenómenos naturales que la tradición oral se ha cuidado de perpetuar como sobrenaturales.

    El referencial de Rochester está lleno de contenido sobre costumbres, leyes, misterios ancestrales y hechos insondables de la Historia, bajo una capa novelística, donde los aspectos sociales y psicológicos pasan por el filtro sensible de su gran imaginación. La clasificación del género en Rochester se ve obstaculizada por su expansión en varias categorías: terror gótico con romance, sagas familiares, aventuras e incursiones en lo fantástico.

    El número de ediciones de las obras de Rochester, repartidas por innumerables países, es tan grande que no es posible tener una idea de su magnitud, sobre todo teniendo en cuenta que, según los investigadores, muchas de estas obras son desconocidas para el gran público.

    Varios amantes de las novelas de Rochester llevaron a cabo (y quizás lo hacen) búsquedas en bibliotecas de varios países, especialmente en Rusia, para localizar obras aun desconocidas. Esto se puede ver en los prefacios transcritos en varias obras. Muchas de estas obras están finalmente disponibles en Español gracias al World Spiritist Institute.

    Del Traductor

    Jesus Thomas Saldias, MSc, nació en Trujillo, Perú.

    Desde los años 80’s conoció la doctrina espírita gracias a su estadía en Brasil donde tuvo oportunidad de interactuar a través de médiums con el Dr. Napoleón Rodriguez Laureano, quien se convirtió en su mentor y guía espiritual.

    Posteriormente se mudó al Estado de Texas, en los Estados Unidos y se graduó en la carrera de Zootecnia en la Universidad de Texas A&M. Obtuvo también su Maestría en Ciencias de Fauna Silvestre siguiendo sus estudios de Doctorado en la misma universidad.

    Terminada su carrera académica, estableció la empresa Global Specialized Consultants LLC a través de la cual promovió el Uso Sostenible de Recursos Naturales a través de Latino América y luego fue partícipe de la formación del World Spiritist Institute, registrada en el Estado de Texas como una ONG sin fines de lucro con la finalidad de promover la divulgación de la doctrina espírita.

    Actualmente se encuentra trabajando desde Peru en la traducción de libros de varios médiums y espíritus del portugués al español, así como conduciendo el programa La Hora de los Espíritus.

    ÍNDICE

    I EL CASO DEL ASHRAM

    II LA OTRA CARA

    III EN SANTANDER

    IV EL REENCUENTRO

    V EL ADIÓS DE ANTENOR

    VI JULIANA

    VII LA VISITA

    VIII LA CHACRA DE LAS FLORES

    IX SOMBRAS

    X EL REGRESO

    XI PROVIDENCIA DIVINA

    XII EL TÍO PEPE

    XIII LA CELADA

    XIV UNA NUEVA AMISTAD

    XV PEDRO Y MARÍA

    XVI EL DESAFÍO

    XVII LA CONFRONTACIÓN

    XVIII CONSECUENCIAS

    XIX EN LA PRISION

    XX REVELACIONES

    XXI LA CARTA

    XXIII LA MEDIADORA

    XXIII REFLEXIONES

    XXIV RESPUESTAS

    XXVI LIBERTAD

    XXVI RECONCILIACIÓN

    XXVIII EXPLOSIONES

    XXVII INTERCAMBIO

    XXIX MILAGROS

    XXX EL NACER Y RENACER

    XXXII LIBRE ALBEDRÍO

    XXIII EN LAS ALCANTARILLAS

    XXIII NUEVA VIDA

    XXIV LA VERDAD

    XXXVI EL TESTAMENTO

    XXXVI PLANIFICACIÓN

    XXVIII RECUERDOS

    XXXVII EL GRAN DÍA

    XXXIX GRAND FINALE

    XL CONFESIÓN

    XLI INSTANTÁNEAS

    XLII ISIS Y NÉMESIS  NOTAS DEL AUTOR

    La marcha de los espíritus es progresiva, nunca retrógrada. Ascienden gradualmente en la jerarquía y no descienden del rango al que han ascendido. En sus diferentes existencias corporales, pueden descender como hombres, nunca como espíritus.

    "El Libro de los Espíritus."

    Allan Kardec

    QUERIDOS LECTORES

    ¡MUCHA PAZ!

    Aquí me encuentro una vez más. El mismo que una vez narró hechos asombrosos de la historia de todos los tiempos. El que tantas veces levantó el velo de Isis para hacer penitencia, revelando a los ojos del vulgo los misterios que encubría el polvo del tiempo.

    Con buena dosis de satisfacción y alegría – a pesar de la vergüenza que me visitó el alma –, me vi en muchas ocasiones; poderoso, honrado, con cetros y coronas, cubierto de oro y púrpura, sabiduría, magia y gloria...

    Haciendo uso del conocimiento infundido que traje, habiendo sido vergonzosamente exiliado de mi orbe de origen, sometí sin piedad a esta Tierra que me recibió. Extremadamente rebelde, hijo de la luz, prefiero innumerables veces las tinieblas...

    Y en este trágico contexto, arrastrado miles de criaturas, convirtiéndose por lo tanto responsable de ellos, los retrasos que provoqué sobre la evolución espiritual, y todavía estoy conmovido por profunda tristeza como consecuencia de comportamientos discordantes con la justicia divina.

    En este planeta, desde épocas primigenias, he recorrido el camino del poder. Con orgullo, vanidad y ambición, y junto a espíritus similares, participé en contextos deplorables, ilusionando o ilusionado, cayendo y provocando caídas, dominando o siendo dominado. Tejiendo una vasta red de intrigas para lograr los fines buscados, pasé por alto todo, hasta los afectos más queridos.

    Creando terribles estrategias, irrespetando y decidiendo los destinos de tantos, acumulé para mí las tantas penas que hoy cargo y de las cuales debo librarme, mediante el ejercicio de la humildad en el verdadero amor.

    Sin embargo, incluso hasta en el crujir de dientes, rebelde y desobediente, perdí ocasiones de redención, tramando nuevas y futuras pérdidas.

    Hoy, en esta bendita Tierra, somos la representación de una humanidad todavía pervertida y adúltera, con pocas circunstancias atenuantes y raras excepciones. Muchos de los grandes desastres aquí se debieron a nuestra ostentosa participación.

    ¡En la crucifixión del Cordero de Dios estamos todos comprometidos! ¡Nos sacrificamos por nosotros recordando sus palabras, grabadas en lo profundo de nuestras almas, el sublime llamado a que nos modificásemos desde el corazón, un compromiso firmado bajo su dulce mirar allí miles de años en el ámbito espiritual, donde nos estacionamos, pendientes del futuro que se desplegaría en el tiempo, en mundos que nos permitirían renacer para progresar sin cesar...!

    Él encontró en la cruz ignominiosa en nuestras manos insensibles, y una vez más nos comprometemos dolorosamente en nuestra obstinada insubordinación a nuestro Creador, ¡Señor absoluto de todo y de todos!

    Recalcitrantes, huimos nuevamente de la reparación necesaria, silenciándolo... En el espacio y el tiempo, sacrificamos misioneros y profetas, jóvenes y niños, en los diversos cultos de molocs o becerros de oro, en holocaustos telúricos que pesarían sobre nuestras cabezas, a cobrarnos dolorosos aciertos...

    La ignorancia y la pobreza eran esta manera, tejidas y entregadas obligatoriamente a los simples e ingenuos, que nunca supieron luchar por sus derechos por no tener acceso al poder y no utilizar los mismos recursos venales... Recreamos las artes que también deberían honrar nuestra egolatría. La Tierra entonces existía y producía según nuestras necesidades, la cuales se acumulaban cada vez más...

    No hace falta decir cuánto lamentamos este contexto grabado de forma indeleble en nuestra memoria. La conciencia de tantos errores nos llega en un doloroso camino, exigiendo radicales cambios con respecto a nosotros.

    Y en régimen de emergencia, decidí, con el permiso de los mensajeros bien que pacientemente velan por nosotros, intensificar mi progreso con fe y perseverancia. Y puedo decir que lo he conseguido, de tal manera que ya me ha sorprendido una nueva visión en un contexto sincero, sumiso a las leyes de Dios, lo que antes era solo teoría y poca intención, engañándome a mí mismo – ¡y quizás a ustedes!

    Lo que parecía humildad era más bien vanidad; lo que parecía confesión era el relato vano, incendiándome el orgullo.

    Y confieso que, si soy auténtico en estos momentos de libertad espiritual, en la otra cara de la moneda sigo identificando la vieja arrogancia, los viejos prejuicios y la obstinada vanidad. La rebeldía persistente y tantos otros pecadillos dan incluso pinceladas en nuestro carácter, que ya va mejorando, con las vivencias que dejará huellas.

    Recordando a San Agustín aconsejando que nos confesáramos unos a otros, hago estas declaraciones valientes y sinceras que hacerme entender por cuantos (aun) desean al Conde Rochester del siglo pasado, ignorando, confiados, los grados conquistados en ese intermedio que nos marcaron demasiado, porque vivimos dolores intensos...

    Con la sensibilidad más refinada, lo que antes nos satisfacía, ahora es razón para deprimirnos.

    Compañeros de jornadas evolutivas desde épocas que se pierden en la memoria, trabajamos hoy en día para la implantación en la Tierra del Consolador Prometido. Seguidores humildes y perseverantes – a pesar de los tropiezos – seguidores de la gloriosa falange del Espíritu de la Verdad, hacemos nuestra parte con el corazón exultante, agradecidos por la gloriosa oportunidad. Es una obra redentora, a la que estamos comprometidos desde hace mucho tiempo y, gracias a Dios, estamos comprometidos en ella.

    Agradezco a los amados amigos, encarnados o desencarnados, que nos impulsan en este camino redentor, continuamos cumpliendo nuestra tarea, tratando de conducir al Padre a quienes desviamos del camino, mientras somos igualmente rescatados por Su misericordia.

    J. W. ROCHESTER

    I EL CASO DEL ASHRAM

    BARCELONA, MAYO DE 1813.

    En una de esas mañanas soleadas de Barcelona, paseando por una de sus calles, podemos distinguir las figuras elegantemente vestidas del juez de los Prados, de 33 años, y su hermano Conrad de los Prados, de 18 años. Aunque tratan de ocultarlo, la tristeza es visible.

    Hace algunos meses, perdieron al padre muy querido, después de una enfermedad insidiosa, que también consumió gran parte de la fortuna acumulada con gran sacrificio, a pesar del título de nobleza.

    Justine, irresponsable, viene despilfarrando lo que quedó en las noches de juegos y de placer.

    En este momento ellos regresan de la plaza de toros, donde fueron a presenciar un entrenamiento por invitación de don Miguel, un torero amigo de Justine.

    Es él quien rompe el silencio:

    – Conrad, necesitamos mejorar nuestro estado de ánimo, ¿no crees? ¡A pesar de las diversiones de hace un momento, nos quedamos pesimistas y nuestra propuesta de relajamiento se hizo nula!

    – ¿Y cómo lo haremos? ¿Conoces algún recurso salvador?

    – ¡Olvidemos por un poco de nuestros problemas!

    – Yo no lo consigo, no puedo ni quiero, Justine.

    – ¿Y tú crees que yo lo consigo? ¡Solamente lo intento, hermano...!

    – Diviso tiempos difíciles, como sombras oscuras delante de nosotros.

    – ¡Ignóralas!

    – ¿De qué manera?

    – Creyendo en el futuro, Conrad. ¡Mira el sol radiante que nos baña, este cielo azul intenso que nos inspira! Siente el aire balsámico que, a ráfagas, penetra en nuestros pulmones. ¡La vida es una invitación a la felicidad!

    – Puedo ver eso, pero por el momento no estoy en posición de disfrutar de ella.

    – ¿Tú? ¿Hermoso como Apolo y sabio como él?

    – ¡Ere tú quien lo dice! Sin embargo, si eso fuese verdad, tú tendrías los mismos atributos y éstos no te han servido de nada.

    – Sin duda, valdrán la pena. ¡Espera!

    – ¿Tiene planes que desconozco, Justine?

    – No. Tengo esperanzas. Podemos, en primer lugar, intentar conseguir un buen préstamo, ¿estás de acuerdo?

    – Por supuesto, pero... ¿con quién?

    – ¡Con el señor de Marsilhac, por supuesto!

    – ¡Qué tontería, Justine!

    – ¿Por qué?

    – ¿Realmente crees que él es la respuesta? Ni siquiera nos recibirá, yo lo conozco bien.

    – ¿No te cae bien, Conrad?

    – No es eso. Él era amigo de nuestro padre y por eso dirigió sus negocios durante tantos años, pero se distancia deliberadamente de nosotros. ¿No ves que nos desprecia?

    – Sí, pero tenemos que someternos ante la situación vigente.

    – En eso estoy totalmente de acuerdo; pero hablas de una manera y actúas de otra manera.

    – Conrad, siento como que me estás responsabilizando de todo, ¿verdad?

    – Sabes que no. Eres el mejor hermano que cualquiera podría desear, aunque...

    – Sin embargo, soy ligero y derrochador, ¿no es así?

    – Así es, perdóname, tú mismo lo reconoces.

    – Voy a cambiar, ya lo verás. Tengo proyectos que exigen comportamientos diferentes a los que con razón condenas.

    – Oh, Justine, ya que me dijiste eso tantas otras veces y permaneces siempre en la misma.

    – Lo sé, pero no es fácil cambiar...

    – Basta que lo quieras.

    – ¡Cuando uno es un pozo de virtudes como tú! No es mi caso. La vida me fascina y ofrece el vino embriagador de los placeres. ¡Mi alma es libre, vuela sin ataduras en el aire de las ilusiones!

    – ¡Tú mismo reconoces que vives en la ilusión! ¡Donde dije vida, di mundo; libertad, esclavitud y por último donde dijiste vino, di veneno!

    – Cielos, Conrad, cuánta amargura; ¡así me asustas!

    – Eres tú quien me asusta con tanta irresponsabilidad.

    – No es irresponsabilidad, Conrad. ¡Es la alegría de vivir!

    – Pues viviendo de esa manera, ciertamente morirás temprano; o por el arma de un marido engañado o por envejecimiento prematuro.

    – ¡Conrad, qué humor! Mejor hubiese venido solo.

    – ¡Perdóname, pero estamos al borde de un abismo!

    – ¡Encontraremos una solución!

    – ¿Con el préstamo poco probable el señor de Marsilhac?

    – ¿Y de quién más?

    – Lo sabes muy bien: de nuestro querido tío Pepe.

    – No quiero nada de él.

    – Pero, ¿para qué? ¡Solo él puede ayudarnos! Es muy rico y solo tiene a Nívea como heredera. ¡Nos quiere bien y nos ayudará!

    Él te quiere bien a ti, no a mí.

    – Por qué te rebelas contra él si esta puede ser a nuestra única esperanza?

    – ¡Debido a que no nos estimamos!

    – Al regañarte, él tuvo una buena intención.

    – Sin embargo, no admito reproches, ni siquiera de su parte.

    – ¿Y de la mía, hermano?

    – Eres diferente. No somos solo hermanos; nos queremos mucho y, como tu hermano mayor, siempre que puedo intento protegerte de todas las formas.

    – Pero este orgullo tuyo nos daña y nos arrojará irremediablemente a la bancarrota.

    Incómodo, Justine advierte:

    – Si se aceptas su ayuda, nos separaremos. ¡Decídete por uno de los dos!

    – Ante este ultimátum, ¿qué hacer? Te pido

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