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La leyenda del Bosque sin nombre
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Libro electrónico283 páginas4 horas

La leyenda del Bosque sin nombre

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Animales de distintas especies conviven en armonía en el Bosque sin nombre. Esta es la historia de su origen. Insectos, aves, mamíferos..., todos llegaron al Bosque huyendo del hambre, las guerras, la servidumbre y la injusticia. Después de escapar a través de un paraje desolado y peligroso, encontraron un lugar que había sobrevivido a la Gran Devastación, un bosque donde podían vivir todos en paz. Allí fueron llegando un ciervo, una garrapata, un cuervo, ratones, una oca, una avispa y un cangrejo. No había ni jefes ni clanes ni líderes, sino que la convivencia se fundamentaba en el respeto mutuo y la igualdad.Pedro Riera recibió el Premio CCEI en 2008 por esta novela de fantasía infantil donde explora una sociedad utópica que le sirve de vehículo para destacar la importancia de los valores humanos que hacen del mundo un lugar mejor. Esta es una lectura preciosa y educativa dirigida a los más jóvenes.-
IdiomaEspañol
EditorialSAGA Egmont
Fecha de lanzamiento12 jul 2023
ISBN9788728515099
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    La leyenda del Bosque sin nombre - Pedro Riera

    La leyenda del Bosque sin nombre

    Copyright © 2023 Pedro Riera and SAGA Egmont

    All rights reserved

    ISBN: 9788728515099

    1st ebook edition

    Format: EPUB 3.0

    No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

    www.sagaegmont.com

    Saga is a subsidiary of Egmont. Egmont is Denmark’s largest media company and fully owned by the Egmont Foundation, which donates almost 13,4 million euros annually to children in difficult circumstances.

    Para Mar, Laura, Blanca y Violeta

    Algunas noches de luna llena, en las que reina una magia especial en los bosques, puede ocurrir que un ciervo anciano se ponga a contar la Leyenda del Bosque sin Nombre. Cuando eso sucede, los demás animales se apresuran a reunirse a su alrededor. Los zorros salen de sus madrigueras, las abejas abandonan el panal, los búhos ocupan las ramas cercanas al narrador. Todos escuchan en respetuoso silencio y fascinados, especialmente los más pequeños. Muy pronto, en todo el bosque sólo se oye la voz del viejo ciervo, contando la historia de un grupo de animales que eran diferentes a lo demás y por ese motivo fueron perseguidos. Todos tuvieron que huir. Y todos encontraron refugio en el mismo bosque.

    La Leyenda del Bosque sin Nombre se remonta a la época de la Gran Catástrofe. Nadie sabe exactamente qué ocurrió. Por aquellos tiempos se decía que la tierra se abrió de repente y empezó a escupir fuego, que las montañas se hundieron, que los ríos se secaron y que los bosques ardieron. Lo único que se sabe a ciencia cierta es que enormes extensiones de terreno quedaron arrasadas y que durante mucho tiempo nadie se atrevió a aventurarse por aquella zona desolada. Los osos más temerarios y los jabalíes más intrépidos huían despavoridos ante el olor a muerte que desprendía aquel lugar maldito. Ni siquiera las águilas reales se atrevían a sobrevolarlo. Todavía hoy la sola mención de la Gran Catástrofe sigue causando horror.

    Según la leyenda, fue precisamente en medio de aquel territorio devastado que milagrosamente sobrevivió intacto un pequeño bosque: el Bosque sin Nombre.

    HOMERO, EL CIERVO FILÓSOFO

    Homero, el ciervo filósofo, fue desde el día de su nacimiento un ciervo enfermizo. Era bastante habitual que alguna dolencia le obligara a guardar reposo durante largas semana y no le permitiera jugar con sus amigos. Sin embargo, y a pesar de su delicada salud, tuvo una niñez muy feliz. Sus padres le adoraban y él era un cervatillo alegre y sensible que caía simpático a todo el mundo. Seguramente se habría convertido en un joven dichoso de no ser porque un suceso terrible alteró bruscamente su vida. Una tarde de primavera en que sus padres salieron a pasear solos por el bosque, un gran lobo negro los atacó y los mató a ambos.

    Homero quedó al cuidado de su clan, el Clan del Norte. Y aunque todos le trataban con mucho cariño, durante meses apenas habló con nadie. Estaba demasiado abatido. Luego, con el paso del tiempo, se fue recuperando de la profunda pena que sentía, pero ya nunca volvió a ser el cervatillo alegre de su primera infancia. El sufrimiento, además, agravó sus problemas de salud y no pudo llevar la misma vida que los demás ciervos de su edad. Mientras sus compañeros se dedicaban a hacer ejercicio y a competir entre ellos, él permanecía en el campamento con los adultos. Homero se convirtió en un joven silencioso y educado, nunca interrumpía a nadie cuando hablaba y siempre escuchaba atentamente. Los patriarcas le tomaron mucho afecto y acabaron por discutir los asuntos del grupo aunque él estuviera delante. Así fue como Homero llegó a conocer las tradiciones y las leyes de su clan.

    El bosque donde vivían estaba dividido en cuatro grandes zonas, que dominaban cuatro diferentes clanes de ciervos: el Clan del Norte, al que pertenecía Homero; el Clan del Sur; el Clan del Este y el Clan del Oeste.

    Los cuatro clanes se habían enfrentado en tres sangrientas guerras a lo largo de su historia. Y aunque seguían siendo enemigos, hacía ya muchos años que mantenían una paz más o menos estable entre ellos. Todos respetaban el territorio de los otros y no se producían agresiones. Sólo los jóvenes de uno y otro clan se citaban a veces en algún prado para pelear entre ellos. Pero esos altercados se consideraban normales. Como decían los patriarcas: la juventud necesitaba un poco de acción. De todas formas, en las peleas nadie resultaba herido de gravedad.

    En general se podía decir que la vida era bastante apacible. El único problema serio eran los lobos. Cada tanto, aparecía uno y devoraba a alguno de los ciervos. Entonces, los jóvenes guerreros organizaban una batida y lo expulsaban del territorio. Durante un tiempo volvían a dormir todos tranquilos.

    Pero siempre, a los pocos meses, aparecía un nuevo lobo.

    Hacía algunos días, un lobo rondaba el territorio del Clan del Norte. Ya había matado a dos miembros del grupo, así que se convocó una reunión pública del consejo de ancianos. Uno a uno, los siete patriarcas y el jefe del clan fueron dando su opinión. Todos estaban de acuerdo en que había que hacer una nueva batida y le encargaron a Zoltan que la organizara. Zoltan era un ciervo valiente y fuerte, que nadie dudaba sería el nuevo jefe del clan. Ya se iba a dar por concluida la reunión, cuando Homero se adelantó y pidió permiso para hablar. Todos se quedaron atónitos. Hasta ese día, nunca nadie se había atrevido a interrumpir el consejo de ancianos.

    Zoltan, furioso, le gritó a Homero:

    - ¿Cómo osas dirigirte al consejo de ancianos? ¿No sabes que con tu comportamiento nos insultas a todos?

    - Lo que tengo que decir es importante- replicó Homero.

    - No seas insolente. Vuelve a tu sitio con las hembras, que es donde le corresponde a un ciervo débil y enfermizo como tú. Deja que seamos los guerreros los que resolvamos este problema.

    - Aplicar la fuerza sin inteligencia no servirá de nada.

    Todos estaban muy sorprendidos de oír a Homero, un ciervo en general taciturno y tímido, hablar con esa seguridad al arrogante Zoltan.

    - Dejémosle hablar- intervino uno de los patriarcas-. Homero es educado y discreto. Si ahora es osado, tendrá sus motivos.

    Homero dio las gracias al anciano y habló:

    - Zoltan, tú has dirigido las últimas batidas contra los lobos. Responde a mi pregunta, por favor. ¿De qué color era el último lobo que expulsaste de nuestro territorio?

    - Gris, ¿por qué?

    - ¿Y el anterior?

    - Gris.

    - ¿Y el otro?

    - También gris. ¿A qué vienen esas preguntas? ¿Has interrumpido el consejo de ancianos para jugar a las adivinanzas? ¿Qué importa el color del lobo?

    - Importa. Y mucho. Los lobos grises son poco comunes. Sin embargo los últimos tres que nos han atacado son grises. ¿No te parece extraño?

    - Bah... Es sólo casualidad.

    - No lo creo. Yo nunca he ido de batida, porque como bien has dicho soy un ciervo débil y enfermizo. Pero os he visto partir muchas veces. Normalmente, antes de conseguir expulsar a un lobo, tenéis que entablar una lucha feroz con él. Muchos de vosotros conserváis cicatrices de esas refriegas. Pero en las últimas tres batidas, ninguno de vosotros resultó herido porque el lobo huyó apenas os vio llegar.

    - Eran lobos cobardes.

    - No, no eran lobos cobardes.

    - ¿Qué quieres decir?

    - Que no hay tres lobos. Es siempre el mismo que vuelve. Y no es cobarde. Es listo. Muy listo.

    - ¡¿Estás loco…?! Eso es absurdo.

    - Pensadlo bien. El lobo ataca en nuestro territorio. Cada vez consigue matar a dos o tres ciervos antes de que organicemos una batida y lo expulsemos. Pero, ¿adónde va el lobo? ¿Adónde huye…? Muy sencillo. Se desplaza al territorio del Clan del Este. Allí mata a otros ciervos, hasta que le echan. Entonces, va a los territorios del Clan del Sur. Luego a los del Oeste. Por último vuelve a estar aquí. Siempre es el mismo lobo que va dando vueltas.

    - Eso es sólo una suposición.

    - Es algo más que una suposición. Desde que aparece el lobo, tardamos más o menos quince días en echarle. Es lógico suponer que a los demás clanes les lleve el mismo tiempo librarse de él. Si fuera así, el lobo estaría de vuelta en nuestro territorio cada mes y medio. Y ése es exactamente el tiempo que ha pasado entre cada uno de los tres lobos grises que han aparecido por aquí. Además, mi teoría explicaría por qué el lobo huye nada más veros. No lo hace porque os tenga miedo, huye porque no necesita luchar. Si se enfrentara a vosotros podría resultar herido. En cambio, si se desplaza a los territorios del Clan del Este, puede cazar un par de ciervos antes de que se organice una batida contra él.

    El razonamiento de Homero dejó a todo el clan boquiabierto. Nadie sospechaba que aquel ciervo taciturno fuera tan inteligente. Sólo Valentina, una cierva tímida, lo creía desde hacía mucho tiempo, y ahora le contemplaba llena de admiración.

    - Lo que yo creo- siguió Homero-, es que con una batida no solucionaremos el problema. Dentro de un mes y medio el lobo estará de nuevo en nuestro territorio. Y seguirá matando. Hay que actuar de otra forma.

    - ¿Qué solución propones?- le preguntó el jefe del clan.

    - Lo primero es confirmar mi teoría. Hay que ir al Clan del Este y preguntarles si cada mes y medio aparece un lobo gris por su territorio. Si es así, sólo hay una solución. Los cuatro clanes nos tenemos que unir para acabar con ese lobo.

    La propuesta de Homero causó murmullos de desaprobación.

    - ¡Eso es imposible!- protestó uno de los patriarcas.

    - ¿Por qué es imposible?

    - Porque los demás clanes son enemigos nuestros.

    - ¿Y por qué lo son?

    - Lo sabes muy bien, Homero. Nos hemos enfrentado con ellos en tres largas guerras. Nos has oído hablar de ello infinidad de veces.

    - Sí, os he oído hablar muchas veces de las guerras que nuestros antepasados libraron contra los otros clanes. Siempre os he escuchado atentamente. Conozco los detalles de cada una de las victorias y de las derrotas, las grandes batallas a campo abierto, las emboscadas, los actos de heroísmo y las traiciones. Pero ni una vez os he oído mencionar el motivo por el que empezaron esas guerras. Eso es lo que os pregunto ahora. ¿Por qué las iniciamos?

    Los siete patriarcas y el jefe del clan se quedaron en silencio, sin saber que responder. Era evidente que desconocían el motivo.

    - Y si lo hemos olvidado- siguió Homero-, ¿no creéis que ha llegado el momento de hacer una paz real entre los clanes?

    Alrededor de Homero volvía a reinar un gran silencio.

    - Tus palabras son muy sabias- dijo el jefe del clan-, las más sabias que hemos oído en mucho tiempo. Nada podemos objetar contra tus razonamientos. Pero sigue habiendo un problema para el que no veo solución. ¿Quién convencerá a los demás clanes para que dejemos de ser enemigos? Todos hemos luchado contra ellos en algún momento. Ninguno de nosotros conseguirá entrar en su territorio sin que le ataquen.

    - También, he pensado en eso- respondió Homero-. Iré yo. Yo he estado siempre demasiado débil para participar en las peleas que organizan los jóvenes guerreros. Nadie me guarda rencor. Además, mi aspecto frágil me protegerá. ¿Quién podría pensar que un ciervo tan endeble tiene intenciones hostiles? Dadme una oportunidad. Sólo necesitaré dos semanas para visitar a los tres clanes. Si fracaso o si no vuelvo, haced la batida contra el lobo gris.

    El consejo de ancianos decidió por unanimidad darle una oportunidad a Homero. Al día siguiente, Zoltan y otros jóvenes guerreros le escoltaron hasta los confines donde empezaban los territorios del Clan del Este. A partir de allí, prosiguió él solo. No tardaron mucho en capturarle y en conducirle frente al consejo de ancianos. Al principio se burlaron de él, pero cuando empezó a hablar, todos se quedaron atónitos. En efecto, un lobo gris les atacaba cada mes y medio y después huía sin luchar. Los patriarcas del Clan del Este no tardaron en admirar la inteligencia del joven ciervo. Comprendieron que no tenían más remedio que luchar junto a sus antiguos enemigos si querían acabar con aquel astuto lobo gris. Homero convenció también a los jefes de los otros dos clanes y estuvo de vuelta en su campamento antes de que se cumplieran las dos semanas que tenía de plazo.

    Cuatro días más tarde se convocó una reunión de representantes de los cuatro clanes para organizar el ejército que lucharía contra el lobo. Los participantes se miraban con desconfianza y hubo una gran discusión para decidir quién estaría al mando de las tropas conjuntas. Parecía que nunca se iban a poner de acuerdo, cuando Homero pidió la palabra.

    - Nadie dirigirá las tropas- dijo-. Habrá cuatro ejércitos que lucharán uno al lado de otro, pero sin jefe.

    - Si no hay coordinación entre nosotros- le gritó Zoltan, indignado-, el lobo escapará.

    - Escapará si intentáramos cazarlo en campo abierto. Pero no escapará si le tendemos una emboscada. El lobo lleva ya mucho tiempo usando el mismo truco y sabe que funciona. Tenemos que hacerle creer que nos ha vuelto a engañar. El paso más sencillo para trasladarse de aquí a los territorios del Este es el desfiladero. Tú, Zoltan, organizarás la batida como siempre, para que el lobo no sospeche, y lo empujarás hacia el desfiladero. Los otros tres ejércitos esperarán al otro lado. El lobo no tendrá escapatoria.

    Otra vez el razonamiento de Homero se impuso por su lógica.

    El plan funcionó a la perfección. El lobo gris huyó por el desfiladero, confiando en su astucia. Pero cuando se encontró a más de doscientos ciervos cortándole el paso, su terror fue tal que ni siquiera intentó defenderse. Le dieron una paliza brutal. El lobo quedó tendido en el suelo, inconsciente y gravemente herido. Zoltan se acercó a él y se dispuso a atravesarle el cuello con sus afilados cuernos.

    - Por todo el daño que nos has hecho- sentenció-, yo decido que debes morir.

    - No lo mates- gritó Homero.

    - ¿Por qué no voy a hacerlo? Él ha devorado a muchos de nuestros amigos. No podemos tener piedad de una bestia así.

    - No te estoy pidiendo que tengas piedad de él. Lo que te pido es que le dejes ir. Si sale con vida de aquí, contará a todos que existe un bosque en que los ciervos se han organizado para combatir a los lobos. Te garantizo que ningún otro lobo se atreverá a acercarse por aquí en muchos años.

    Zoltan se dio cuenta de que Homero tenía razón de nuevo. Pero odiaba obedecerle. Era la tercera vez que le llevaba la contraria en público y se sentía humillado. Así que decidió matar al lobo de todas maneras, y lo habría hecho si otros ciervos no se lo hubieran impedido a tiempo.

    Esa noche se organizó una gran fiesta para celebrar la victoria que habían conseguido los cuatro clanes en su primer combate conjunto. Todos se divirtieron. Muchos de los que habían participado en la batida se habían sentido a gusto luchando al lado de sus antiguos enemigos. Ya a nadie le parecía absurdo que los cuatro clanes se unieran bajo la dirección de un ciervo inteligente y justo. Esa noche Valentina y Homero hablaron entre ellos por primera vez. Hasta entonces, la timidez les había impedido acercarse el uno al otro, pero desde siempre se habían gustado. Y una vez empezaron a hablar, parecía que ya nada les podría separar.

    En la fiesta sólo hubo un gran ausente.

    Zoltan estaba tan furioso que, mientras los demás se divertían, estuvo meditando en el bosque. Llevaba toda la vida preparándose para ser el jefe de su clan, y sólo si los cuatro clanes seguían enfrentados llegaría a ocupar ese puesto. Él era un guerrero, necesitaba que el peligro de guerra fuera real. Pero ahora, por culpa de ese ciervo escuchimizado, muchos creían que la paz era posible. Sin embargo, la situación no era tan grave. Homero era el único que podía unir a los cuatro clanes. Si los otros ciervos dejaban de confiar en él, dejarían también de creer en la posibilidad de vivir juntos. Zoltan llegó a la conclusión de que tenía que desprestigiar a Homero.

    Los días siguientes, Zoltan estuvo ultimando un plan. Había tenido una idea brillante y muy sencilla. Iba a acusar a Homero de haberle robado su provisión de frambuesas. El robo era un delito muy grave entre los ciervos y normalmente se castigaba al ladrón con la expulsión del clan. Algunos de los más fieles seguidores de Zoltan estaban dispuestos a testificar en falso que habían sorprendido a Homero mientras cometía el delito.

    Así Homero fue acusado injustamente de robo.

    Se organizó un juicio público en su contra. La conmoción en el clan fue tal que todos los miembros asistieron al proceso. Cinco testigos declararon uno tras otro haber sorprendido a Homero mientras se comía las frambuesas de Zoltan. El juez ya iba a dictar sentencia, cuando Zoltan pidió hablar.

    - Sé que para todos nosotros este juicio es muy doloroso- dijo-. Homero acaba de salvarnos del lobo gris. A ninguno nos gusta verle acusado de un delito tan grave, y no queremos que sea expulsado del clan. A mí mismo me ha costado mucho denunciar el robo, pero me he sentido obligado a hacerlo por el respeto que le tengo a las leyes y a las tradiciones del clan. Sin embargo, creo que hay momentos para mostrarse magnánimo. Estoy dispuesto a perdonarle si me pide públicamente perdón por el robo.

    El discurso de Zoltan era muy astuto. Zoltan no deseaba que echaran a Homero del clan, sólo pretendía deshonrarle. Ningún ciervo que reconociera públicamente haber cometido un robo podría convertirse en jefe y mucho menos unir a los cuatro clanes. Además, Zoltan sabía que al mostrarse clemente con Homero, su popularidad dentro del clan aumentaría.

    - La propuesta de Zoltan es muy generosa- dijo el patriarca que dirigía el juicio-. ¿Qué respondes, Homero? ¿Estás dispuesto a pedir perdón por el robo?

    - No. Nunca pediré perdón por un delito que no he cometido.

    - Piénsatelo- insistió el patriarca-. Cinco testigos te acusan y Zoltan te está ofreciendo una solución que nos contentaría a todos. Nadie quiere expulsarte del clan.

    - ¡Jamás pediré perdón!

    Se alzaron algunas voces entre el público, rogándole que se disculpara. Pero Homero se mantuvo firme.

    - En ese caso- dijo el patriarca-, no nos dejas otra opción que condenarte a tres meses de exilio. Es el castigo mínimo marcado por nuestra ley.

    - No acepto la condena.

    - ¡Cómo te atreves!- gritó el juez-. ¡No puedes rechazarla!

    - Sí que puedo. Por la ley militar de vuestros abuelos.

    El juez le miró sorprendido.

    - Ésa es una ley vieja. Se hizo para los tiempos de guerra. Nadie la ha usado en años.

    - Nunca hemos firmado la paz con los demás clanes. Formalmente seguimos en guerra con ellos. Por lo tanto la ley está vigente.

    Homero se volvió entonces hacia Zoltan y dijo en tono solemne:

    - Zoltan, afirmo que la acusación es falsa y te reto a un duelo.

    - ¡Esto es ridículo!- protestó el juez-. ¡¿Qué posibilidades tienes tú contra Zoltan?!

    - Ninguna- respondió Homero-. Pero es la única forma que me queda para defender mi inocencia. Y pienso usarla. Yo no soy un ladrón.

    - Está bien- dijo el juez-, tú lo has querido. Zoltan, ¿aceptas el reto?

    - Sí, acepto- respondió Zoltan.

    - Homero te ha retado. A ti te toca elegir el tipo de prueba en el que os enfrentaréis. Tienes un día para pensártelo.

    Esa noche, la mayoría de los miembros del clan estuvieron muy inquietos y pocos consiguieron conciliar el sueño. Muchos empezaban a sospechar que el robo no se había producido y que, en efecto, no era más que un montaje para desacreditar a Homero. Valentina estaba muy triste. Los patriarcas parecían preocupados. No sabían cómo acabaría aquel asunto, pero no les gustaba la dirección que había tomado. Zoltan estuvo toda la noche dando vueltas por el bosque. El plan no había salido según sus cálculos. ¿Qué haría ahora? Homero era demasiado débil. Si luchaba contra él, parecería un abusón, y no le convenía dar esa imagen si se quería convertir en jefe del clan. Le haría impopular. Así que había que descartar la lucha. Tenía que buscar algo diferente. Una prueba que Homero no pudiera realizar y le obligara a retirarse. ¿Pero cuál? Cuando ya estaba a punto de amanecer, encontró la solución. Volvió al campamento y durmió un rato.

    Por la tarde se reunió de nuevo todo el clan para escuchar la decisión que había tomado Zoltan.

    - ¿Has decidido la prueba?- le preguntó el juez.

    - Sí- dijo Zoltan-. La prueba será saltar de un lado al otro del desfiladero por arriba. De una cornisa a la del frente.

    Todos se quedaron helados. En la parte más estrecha, el desfiladero medía cuatro metros de ancho. Zoltan era capaz de saltar esa distancia. Homero, no. Y la caída era de más de cincuenta metros. Si Homero intentaba saltar, se mataría. El juez con gran disgusto tuvo que aceptar la prueba que imponía Zoltan y estipuló que se celebraría en una semana.

    Los días se sucedieron rápidos.

    Mientras Zoltan se entrenaba para dar el gran salto, Homero permanecía tumbado al sol, muy relajado. Los demás miembros del clan, al verle tan tranquilo, pensaban que el inteligente ciervo había encontrado una solución para superar la prueba sin correr riesgos. Deseaban con todo su corazón que así fuera. Los únicos que estaban preocupados eran los patriarcas y Valentina. Los patriarcas sabían que Homero era un ciervo excepcional y que era imposible prever sus actos. Valentina temía que le pudiera suceder algo malo y fue la única que intentó convencerle de que no hiciera locuras. Homero la tranquilizó, pero no le dijo cuáles eran sus intenciones.

    Por fin llegó el día del duelo.

    La noticia se había propagado por todo el territorio. Más de quinientos ciervos de diferentes clanes acudieron a

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