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Un camino de esperanza: Las aventuras de Los Chiquipanda, #1
Un camino de esperanza: Las aventuras de Los Chiquipanda, #1
Un camino de esperanza: Las aventuras de Los Chiquipanda, #1
Libro electrónico116 páginas1 hora

Un camino de esperanza: Las aventuras de Los Chiquipanda, #1

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Un camino de esperanza cuenta las aventuras de Pablín, un pequeño oso panda, en el que bien podría verse reflejado cualquiera de los niños de hoy con afán de construir un mundo mejor.

Después de un terrible terremoto en el que la Naturaleza decide cerrar las puertas de su corazón, Pablín es el elegido para llevar un mensaje de paz y solidaridad a quienes habitan el bosque y así conseguir que las puertas vuelvan a abrirse y siga fluyendo la vida.

En el camino no faltarán quienes se sumen a su causa; pero no le será fácil llegar a su destino; males endémicos se convierten en personajes casi palpables. La envidia y el egoísmo se hacen presentes a cada paso y, apoyados en la trampa, el engaño y la discordia, consiguen llevar al protagonista hasta los mayores peligros.

 Los personajes se suceden de manera vertiginosa: hombres que construyen, hombres que destruyen, depredadores, seres con ganas de vivir... Todos ellos hacen de este cuento una odisea épica.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento2 abr 2023
ISBN9798215849958
Un camino de esperanza: Las aventuras de Los Chiquipanda, #1
Autor

Alberto Martín

Alberto Martín, nacido en Madrid en 1960. En 1984 crea la compañía teatral Los Chiquipanda, con la que ha realizado varias giras por los teatros de diferentes países de Latinoamérica y España. Es autor y productor de dos comedias musicales de Los Chiquipanda: Los últimos cazadores y La función va a empezar. También ha producido la banda sonora de sus comedias musicales infantiles. Ha escrito una treintena de guiones novelados para radio, protagonizados por Los Chiquipanda y emitidos en diferentes emisoras de radio de Venezuela, además de unos 70 guiones novelados para una serie de TV infantil. Es autor del cuento Un camino de esperanza, en el que se narran las aventuras vividas por Pablín —el benjamín de Los Chiquipanda— en su camino hasta llegar al corazón de la naturaleza. Siendo este cuento el origen de una serie que se irá publicando sucesivamente.

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    Un camino de esperanza - Alberto Martín

    A los que viven de sueños;

    locos maravillosos

    que conocen las alturas

    El terremoto, los magos, el elegido

    El viento soplaba enfurecido arrasando todo lo que encontraba a su paso; parecía estar peleado con el mundo y querer borrar las huellas de la historia. Mientras, la Naturaleza se disponía a alumbrar cuanta vida la Tierra pudiese acoger. En un instante, angustiada, contempló el planeta con todos sus hijos, y pudo ver cómo se autodestruían llevados por la envidia y el egoísmo. Entonces lloró desconsoladamente y se lamentó:

    —¿Más vida?... ¿Para qué alumbrar más vida si la que hay se destruye?

    Cerró las puertas de su corazón; el eco de los portazos, en forma de terremoto, llegó hasta el último rincón de la Tierra. Era el principio del fin.

    Ante el desastre que se avecinaba, se convocó la comisión de magos. Todos acudimos prestos y desconcertados. Era la mayor concentración de magos que jamás nadie hubiera imaginado. Bajo nuestros pies podíamos sentir el rugido de aquel gigantesco iceberg sobre el que nos reuníamos, que, partido en dos, se desplazaba lentamente a la deriva. Boranol, padre de todos los magos, nos mostró el mundo a través de su bola de cristal; un mundo en ruinas, resquebrajado, invadido por la desolación, poblado por seres con ganas de vivir, con un futuro incierto y a los que teníamos que devolver la esperanza. Había que derrotar a la Envidia y al Egoísmo y abrir de nuevo las puertas del corazón de la Naturaleza para que no acabase la vida.

    —Pero nosotros solo somos magos —advirtió Boranol—, pertenecemos al mundo de la fantasía y los sueños, y fuera de ahí todo nos está prohibido.

    Así que recurrimos a la fantasía y, buscando aliados, a través de la bola de cristal fuimos a encontrarnos con Los Chiquipanda, una familia de osos panda. Desde el primer momento, todos estuvimos de acuerdo en que uno de sus miembros tendría que ser elegido para llevar a cabo la misión de recorrer un camino, a veces tortuoso, a veces placentero, hasta llegar al corazón de la Naturaleza y conseguir que de nuevo se volvieran a abrir sus puertas.

    Los Chiquipanda y yo éramos viejos conocidos, por lo que no hicieron falta muchas más explicaciones. Era a mí a quien correspondía guiar al elegido y contaros esta historia. Antes de partir, Boranol me recordó:

    —Brancil, no rompas las reglas, recuerda que formas parte de la fantasía y los sueños. No eres tú quien ha de solucionarlo, solo puedes ayudar. Y, con esas últimas palabras grabadas en mi mente, partí rumbo a esta aventura.

    Pablín es un osito panda feliz, de mirada vivaracha y desparpajo al hablar; no hay juego que no conozca ni travesura que no cometa. Vive rodeado de amigos en un mundo de ilusión.

    La mañana del terremoto se encontraba en la escuela, cuando de repente los pupitres temblaron y los cristales de las ventanas se rompieron, cayendo al suelo en pedacitos minúsculos. La madera del techo crujió y las paredes se agrietaron como si mostraran heridas. Entonces Pablín, al igual que sus compañeros, tuvo miedo. Era la primera vez que vivía un terremoto y no entendía qué estaba pasando. El profesor Miau, un viejo gato asustado, no daba con la forma de explicar con claridad a sus alumnos lo sucedido y decidió que cada cual regresase a su aldea, cueva o madriguera...

    Pablín regresaba a su aldea desconcertado, por los caminos de siempre, cuando cayó en la cuenta de que algo, más allá de un simple temblor de tierra, estaba sucediendo; los pájaros no cantaban, las ardillas no saltaban por las ramas de los árboles, los conejos no salían al camino a saludarle y las mariposas no se posaban en su hocico. Preocupado, al llegar a su aldea fue directamente a la cabaña de Mister Panda, el oso más anciano y sabio, y se sorprendió al vernos a todos reunidos.

    —¡Pablín! —exclamó Mister Panda aliviado—. Al fin estás en casa.

    —Nos tenías muy preocupados —intervino Tolón, el oso más grande y fuerte—. Estaba a punto de salir a buscarte.

    —No puedo explicarlo, porque no lo entiendo —comenzó Pablín, afligido—. Esta mañana sentí cómo el suelo se movía bajo mis patas y llegó hasta mí, envuelto en el viento, un lamento tan angustioso que me llenó de tristeza.

    —Es difícil de explicar, aunque fácil de entender —respondí—. La Madre Naturaleza ha cerrado las puertas de su corazón. El eco de los portazos se ha tornado en terremoto y el viento lleva el mensaje de la tristeza que la invade. Los culpables son la Envidia y el Egoísmo.

    —¿Cuál es la solución? —preguntó Nila, quien hasta ese momento no conocía mayor inconveniente que encontrar su guitarra desafinada.

    —Tiene difícil solución —respondí.

    Pablín, en un alarde de ingenuidad y con afán de resolver todo a golpe de varita, se apresuró.

    —Brancil, para ti no hay nada difícil, con tu magia puedes derrotar a la Envidia y al Egoísmo.

    ¡Pobre Pablín! Al decir esas palabras no podía ni imaginar lo que más adelante le esperaba. Vi sus ojos encendidos por las ganas de vivir y le acaricié entre las orejas. Era consciente de que le costaría aceptar mi respuesta, como a los demás ositos, pero no podía evitarlo.

    —No, esta vez mi magia no puede solucionar nada.

    —¡No te entiendo! —exclamó Pipo, oso pasional, cuyo ímpetu le impedía aceptar que algo resulte imposible.

    Aunque por momentos las palabras se me atragantaban, seguí adelante.

    —Lo que ocurre os compete a quienes habitáis la Tierra y sois vosotros quienes tenéis que solucionarlo. Yo pertenezco a otro mundo, no puedo decidir por vosotros. Mi magia, en esta situación, solamente puede ayudar.

    —¿Qué podemos hacer? —preguntó la osita Fifí, abrazando a una muñeca de trapo sobre su pecho como si pretendiera mantenerla a salvo de cualquier peligro.

    —Uno de vosotros tiene que llevar a cabo una difícil misión —continué— en la que el peligro aparecerá a cada paso del camino. Hay que recorrer los bosques y visitar las aldeas para explicar a todos sus habitantes el motivo del terremoto, pedirles que siembren la semilla del amor y, una vez conseguido, llegar hasta el corazón de la Naturaleza para que vuelva a abrir sus puertas y deje brotar el torrente de la vida.

    —¡Iré yo! —se ofreció Tolón.

    Con pesar tuve que negárselo:

    —No, joven Tolón. Los peligros son grandes. Es verdad que eres fuerte, pero te dejarías llevar por la fuerza y la antepondrías a la cautela. Tú no llegarías muy lejos.

    —Brancil, yo lo conseguiré —dijo Pipo dejando escapar un volcán de emoción.

    —Pipo, tú eres poesía y pasión, te embelesas con las estrellas y les cantas a los vientos. Serías fácil de engañar por quienes alimentan la discordia, se disfrazarían de musas y cambiarían tu camino.

    El viejo Mister Panda se levantó de su mecedora, me miró fijamente y empezó a hablar con el sosiego que le caracteriza:

    —He vivido tantas lunas que ya no llevo la cuenta, he sudado tantos soles que ya el sol no me calienta, y vi alumbrar a Natura las más bellas de las flores. Iré hasta ese corazón y llamaré a

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