Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Poesía y memoria
Poesía y memoria
Poesía y memoria
Libro electrónico119 páginas1 hora

Poesía y memoria

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Este libro trata sobre la presencia de la memoria en ocho poetas latinoamericanos del siglo XX. Escrita con un lenguaje intenso que no decae nunca y mantiene al lector expectante, Poesía y memoria recrea los instantes privilegiados en que la memoria se convierte en un vehículo de acceso a los rincones donde confluyen el recuerdo y la escritura, par
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento17 ago 2023
ISBN9786074172713
Poesía y memoria
Autor

Patricia Villegas Aguilar

Patricia Villegas Aguilar nació en México, D.F. Estudió filosofía y letras modernas. Es profesora en la Universidad Iberoamericana donde enseña poesía mexicana y crítica literaria. Forma parte del Sistema Nacional de Investigadores. Entre sus libros se encuentra: El hombre: dinamismos fundamentales (1996), Silencio y poesía (2000), El otro lado del fragmento (2002), De alma enamorada (2004) y Poesía y filosofía (2007).

Relacionado con Poesía y memoria

Libros electrónicos relacionados

Crítica literaria para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Poesía y memoria

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Poesía y memoria - Patricia Villegas Aguilar

    INTRODUCCIÓN

    MEMORIA, PALABRA pasiva y activa, pasada y profética, es palabra comprometida. Integrada de sucesiones temporales (presente, pasado y futuro), casi ninguna de las nociones útiles para señalarla se ajusta completamente a su significado. En realidad, no es posible dar una definición absoluta de memoria: su desarrollo es una sucesión de tiempos, voces que avanzan, otras que retrasan. Así, no es extraño que una serie de pensadores y artistas reflexionen hoy por eso llamado memoria, un ejercicio que se compromete con la escritura; mas no lo hace sin antes darse plenamente a ese mismo espíritu comprometido con la palabra. Porque se trata de resignificar las palabras, de reconstruir, a partir del desarraigo, una vivencia de otredad, del pensamiento, de la lengua, de la experiencia, del amor, en suma del rescate de la palabra, resignificación del lenguaje que a la vez mantenga la fuerza de la memoria y la escritura.

    La memoria, escribe Jacques Derrida, constituye cualquier huella (trace) como siendo siempre huella del otro.[1] Por la misma razón, el interés de estos ensayos se centra en lo que sería el ejercicio de la comprensión del otro a partir de este vigilante ejercicio de la memoria experimentado también como memoria alegórica: el vestigio del ser representado en el poema, los rostros ausentes, la voz, las reminiscencias de ese pasado que la muerte, el olvido o el amor magnifican. La memoria alegórica donde habita la huella, el trazo, ese permiso del otro para hablar por ser el portador de la huella, es lo que dirige a los poetas a la escritura.

    El ejercicio de la poesía, conjugado con la memoria, es a su manera un ejercicio de pensar y de hablar. De traducir la palabra en lenguaje y ejercitarla de otra manera; de la misma en que se ejerce la recuperación de un ideal: una negativa al olvido, a la vivencia del amor, a la resurrección del muerto. Lo que nos dan los poetas es un lenguaje, que se hace y que, al hacerse, crea una realidad y modela un espíritu. La memoria es una imagen, es decir, una afección del alma,[2] que hay que llevar a la escritura y una de sus formas es la que se encarga de hacer los registros de la memoria y la poesía.

    De ahí que este libro donde se reúnen ocho ensayos haga encuentro con algunos poetas como Enriqueta Ochoa, Octavio Paz, Jaime Sabines, Concepción Urquiza, Adélia Prado, Raúl Renán, Delmira Agustini y Ernesto Cardenal. Situados en la periferia del pasado, los poetas hacen hablar a la memoria desde experiencias privilegiadas donde el pasado deviene en epifanía, luz, himno. Y actualizan la nostalgia, anhelada y sufrida a la vez, de algo que existió, y por ese algo que fuimos y seremos para siempre. Rehacer esa memoria será regresar al comienzo: encarnar la memoria comprometida, íntimamente transformada a través de la poesía.

    Quiero expresar mi agradecimiento a la Universidad Iberoamericana por el tiempo y los espacios otorgados para la elaboración de este libro. Especialmente a José Arnulfo Herrera, acompañante en el diálogo fantástico con los pensadores y poetas que condensan estas reflexiones.

    Notas

    [1] Jacques DERRIDA, Memorias para Paul de Man. Barcelona: Gedisa, 1989, p. 42.

    [2] AGUSTÍN, San, Confesiones. México: Porrúa, 1986, p. 260.

    Memoria y alegoría. Retorno de Electra de Enriqueta Ochoa

    ENRIQUETA OCHOA nos propone objetos verbales, imágenes, que combinadas de forma inusitada, construyen una textura literaria la cual conduce al asombrado lector a una de las poesías más desgarradoras y personales escritas en México. Estos objetos verbales son únicos, por ser símbolos catectizadores de la experiencia de la poeta y componentes del arquetipo poético del sentimiento amoroso. Para Ochoa, sus vivencias más íntimas tienden a transfigurarse en la metáfora, y pueden argumentar y dar cuerpo a su poesía.

    En el poemario Retorno de Electra[3] el más intensamente personal de Enriquetahay una transposición de experiencias vividas hondamente transmutadas en una introspección que la lleva a interrogantes sin respuesta, sobre el sentido de la muerte y de la vida. Para Enriqueta, detrás de cada poema existe un hueco, que es memoria, el cual sólo es posible llenar cuando pone en movimiento la hondura interior, la suya propia, donde radica realmente la materia reflejante de su poesía.

    La poesía amorosa de Enriqueta Ochoa es auténtica en un doble sentido; no sólo dice lo que ella siente y sabe del amor sino que, al mismo tiempo, lo que calla, porque la poesía no es una confesión sobre lo vivido, sino sobre la imposibilidad de las palabras. La poesía de Enriqueta nace de su vida, a condición de comprender que la palabra vida abarque no sólo lo real sino lo imaginario, lo pensado y lo soñado. Su obra se coloca en el centro de ese problema universal que es el ser humano, se caracteriza por develar la huella de lo que somos.

    Enriqueta Ochoa ha dicho que la poesía es el hallazgo de lo insólito en lo cotidiano. También un oficio y un misterio.[4] Sólo que ese hallazgo, codificado por la poeta y por los artificios de la creación, está basado en un saber vivo, en una experimentación. Para Enriqueta el acto de creación no es un ejercicio literario, porque como afirma Paz, el poeta no tiene biografía, la biografía es su obra.[5] Y es que para Ochoa la vivencia es la poesía. Es lo experimentado por la poeta a lo largo de una vida, en soledad, que crea el estilo, la mujer y la poesía. Los poemas de Retorno de Electra expresan la fuerza de su pasado, de su entorno familiar, de su sangre. Son poemas que responden a experiencias reales, en el sentido de autenticidad tal como hemos señalado antes: son imágenes vitales pertenecientes a esa estirpe de escritores donde creación y poesía son uno solo, porque en esta última se da voz al alma. El carácter imaginario de sus poemas es patente: en todos ellos están las urgencias de un dios, los himnos de un ciego, el amante –que es un ausente o un muerto– que dibujan estos templos que somos. Versos de amor y de soledad, como dice Enriqueta del hambre de ser. En este reino de imágenes viven, junto con la poeta, esos reductos que habitan muchas veces en la conciencia silenciosa, en la subjetividad y en la soledad de lo vivido: ¿A quién puede dolerle esta angustia / que me adarda los párpados? / ¿A quién mi soledad labrada con múltiples equívocos?[6]

    Merleau-Ponty asegura que percibir no es experimentar una multitud de impresiones que conllevarían unos recuerdos capaces de completarlas; es ver cómo surge de una constelación de datos un sentido inmanente sin el cual no es posible hacer invocación alguna de los recuerdos.[7] Para Enriqueta recordar es penetrar el horizonte del pasado y hacer que las experiencias sintetizadas sean revividas en su situación temporal; se trata de un movimiento de la memoria, como rememoración; aunque ésta resulte, a veces, fracturada y sin guía: ¿A quién le importa saber que fue infructuoso / este viaje de mi vida a la tierra, / porque quebré mi lámpara sin andar los caminos?.[8]

    Unión entre la vivencia de la poeta y lo que el recuerdo quiere trascender. El beneficio de sus versos está en poner en claro sus recuerdos como significaciones de permanencia en el tiempo, reflejo de un sentimiento hondo y fluido hecho de ansiedad, deseo, melancolía; pero también de una mente lúcida, atenta e irónica en construcción de la propia vida:

    Porque se me rasgó el amor

    en las púas siniestras del destiempo;

    porque me desollaron vivas

    la dignidad y la esperanza;

    porque me despegaron al varón que me diera

    por mitad su costilla,

    por eso me consumo, atravesada a cuchillo,

    bajo el filo tenaz de la memoria.[9]

    Por otro lado, el tema del poema Retorno de Electra –el cual da nombre al poemario que nos ocupa– es la ausencia, enlazada al amor, que no es feliz. Enriqueta nos muestra que la identidad lírica puede ocurrir por convención del lenguaje, como identidad de la poeta. Sabemos que la historia deviene en autobiografía, y ella no hace más que construirla en unión del yo lírico que la informa. La correlación entre poesía y vida parece tan estrecha que nos deja el efecto de que es en la poesía donde Enriqueta conserva su identidad. Esto puede ocurrir porque la persona, entendida aquí como el yo lírico, no es una persona distinta de sus experiencias, sino que comparte lírico-vivencialmente el poema. Así, el poema construye la identidad de la poeta y actúa como reconstructor de la memoria de Enriqueta. A través de él pone en claro sus recuerdos, los cuales son memoria narrada. Sin embargo, la perplejidad que causa la poeta al lector no es suficiente para zanjar, en el plano de la ficción, lo que en el plano de la realidad constituye una amputación. Ella ha vivido experiencias de amor muy dolorosas, la muerte de su madre,

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1