Me Encontré Contigo y Te Escribí
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Los encuentros con el amor, la tristeza, el optimismo, la esperanza y la angustia, son algunos de los ingredientes para preparar un manjar poético de sensaciones vibrantes inmersas en cartas, bocetos, confesiones, epístolas, Rima Jotabé y poesía ecléctica; dedicada a diferentes circunstancias de la vida. Una prosa y versos que nacen en los pasillos profundos del alma.
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Me Encontré Contigo y Te Escribí - Melissa Díaz Campos
Carta I
Fue preciso…
El silencio nos ha tocado. Apenas parpadean las ilusiones, parecen todas muertas pues la cadena infinita de pretextos para el olvido se ha fortalecido. Entonces, la creatividad desciende hacia un abismo. A veces, se convierte el hombre en espera que no llega, se torna pan enmohecido en la boca del hambriento, se muta en gélida estatua de monotonía, se zambulle en el Amazonas para ahogar toda reminiscencia que enajena las ansias. Las espaldas se encuentran y se despiden sin gestos, ni palabras. Se apartan divergentes. Al mirar atrás, parece que la vida marchara en cámara lenta cuando se decidió guardar las sonrisas en algún bolsillo remendado con el hilo de nuestra apatía. Entonces, se escucha un suspiro que rompe el vidrio de la melancolía. Entonces, se despierta el alma y la vida, se despierta de la pesadilla. Se ponen los zapatos y trotan las letras en los espacios de tus caricias.
Entonces, me miras; me miras para conjugar el verbo que has inventado y que solo ambos conocemos. No sabemos de pretérito, imperfecto o subjuntivo, solo de este instante que se conjugará toda una vida en el recuerdo. Conocemos tan bien los malabares que hacen nuestros silencios y risas entre la multitud y orfandad. Sacamos de nuestros bolsillos tan bien confeccionados con el hilo de nuestra locura la magia
. A veces, las ilusiones parpadean más rápido que las palmeras del nocturno Bávaro. A veces, se es tan humano que se entrega toda la sangre, la voz, el alma y se renuncia con una huida o con una entrega. A veces, la espera tiene un rostro de gente que llega en el espacio y tiempo preciso para cambiar una historia. A veces, el pan enmohecido que le ha dado la vida al hambriento es el aliciente para vestirse de triunfo.
A veces, se necesita de monotonía para cansarnos de esas sucesiones, esparcirnos como sal en un plato que hace la diferencia apetecible a cualquiera, y encontrar un punto de reflexión que nos arranque de ese lugar y nos haga girar la vida. A veces, hay que ahogar los pulmones de los prejuicios en el Amazonas que no desembocará en el Atlántico, sino en algún océano de tu libertad. Entonces las espaldas ya no se bifurcan, sino que se convergen las miradas con el perfume de una sonrisa. Al mirar atrás, todo es perfecto y preciso, hasta el miedo más hondo, la lágrima más acerba, el tropiezo más grande, el grito más estridente y la huida no deseada, fueron precisos para volverte fuerte y hombre.
Una de las voces de tu conciencia
Carta II
A la figura pálida del supermercado…
Respiro. Se inaugura un nuevo día con la partida del fracaso. La envoltura de tus temores ha caído en mi sendero y te encuentro. La vida es una sucesión de arropados momentos con la prisa y la calma. La intersección: El equilibrio que colisiona entre la mueca de tus conjeturas y mi sigilo. Desvanecida en los intentos de olvido, llegó al supermercado de la aventura, caminó en los pasillos huérfanos de melancolía y llenó su cesto con semillas de girasol para mitigar la oscuridad del destino. Echó aceite de almendras para suavizar la piel de ilusiones laceradas por promesas mal dichas. Cruzó al pasillo de las despedidas para comprar pan de olvido y solo encontró metáforas envueltas en la barrera de una mirada misteriosa. Se ha topado con él, con la interrogante, con la historia que ansía descubrir, con el semblante del intelecto cuya anatomía porta el traje translúcido de su tristeza.
Camina, una mirada hasta su rostro y se detiene en su presencia. Corre la pregunta inconsciente sobre su memoria. Luego evaden la mirada por un segundo, tropiezan otra vez las interrogantes en los segundos huérfanos de reloj para hospedarse en nuestros silencios. Entonces tu tiempo se mezcla con el mío y se abandonan en lo ignoto de esta historia. No sé tu nombre, solo el misterio que se borda en tus ojos cuando me miras. Desconozco la dirección donde se postran tus reminiscencias, sin embargo, presiento dónde se alojan tus inquietudes. Diriges tu pupila en la esquina de tu ojo para mirarme y rápidamente la retornas al centro. Repites la mirada varias veces. Luego, yo busco un subterfugio parecido al techo del mercado para esquivar la inquietud que me presentas. A veces, el miedo es un grito que se convierte en el silencio más ensordecedor. Si hay romance y despierta una ilusión desconocida, no escuches a tus miedos, porque es mejor tener de cadáver a una mala experiencia que tener la experiencia hecha cadáver por evitar tropezarte con el error, pues son las equivocaciones y el reparo de ellas las que fortalecen a la sabiduría.
Después, él toma su maleta, y otra vez su pupila se postra en el ángulo almendrado de su rostro tratando de descifrarme. Luego los segundos nos abandonan y tus dubitativos pasos caminan lentamente hasta la puerta. Hoy los cajeros están de vacaciones y me llevaré estos abarrotes sin precio y sin factura. Hoy, el supermercado fue solo nuestro y también nuestras elucubraciones.
Cliente de metáforas
Carta III
A la silueta imposible…
Huida de la búsqueda que se ensimisma detrás de mi habitación. En ese refugio te encuentro y no te lastimo. Camino digiriendo versos cuando los obstáculos me repelen de tu presencia. Corro sobre las nubes de tus ausencias cuando el asfalto me duele y recojo mis dedos para hilvanar alguna metáfora con los colores de tu nombre. A veces, pesa, carcome y exhausta la vanidad de la vida. Somos fronteras distantes y encontradas. ¿Fue esa acaso la razón de la parálisis del tiempo en nuestros ojos? No hubo nada, ni antesala, ni despedida. Solo huida, fuego, agitación, paroxismo y remordimiento. También el remordimiento cosecha frutos que adelgazan el estómago de la parsimonia. El sendero que me lleva a ti se bifurca porque somos un hiato incluso en el diptongo del tiempo. Empacar los silencios en una boca que te bendice. Marcharse sin aviso. En el gesto de tu saludo, te