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Principios cristianos para la práctica del asesoramiento psicológico y la psicoterapia: Un enfoque neuropsicoespiritual
Principios cristianos para la práctica del asesoramiento psicológico y la psicoterapia: Un enfoque neuropsicoespiritual
Principios cristianos para la práctica del asesoramiento psicológico y la psicoterapia: Un enfoque neuropsicoespiritual
Libro electrónico1138 páginas12 horas

Principios cristianos para la práctica del asesoramiento psicológico y la psicoterapia: Un enfoque neuropsicoespiritual

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Todo abordaje psicoterapéutico descansa sobre presunciones filosóficas acerca de la naturaleza del ser humano. Las teorías contemporáneas derivan primariamente de la filosofía budista, la filosofía humanista y las perspectivas evolucionistas, en las que no existe Dios ni hay espacio para la fe.
Este libro explora las riquezas que se encuentran en las Sagradas Escrituras e identifica dimensiones de la naturaleza humana que, al ser entendidas desde una cosmovisión cristiana, iluminan la tarea del psicoterapeuta. Estas dimensiones se convierten en la estructura que organiza los resultados científicos de la psicología y la neurociencia, al mismo tiempo que permanece atenta a la espiritualidad del paciente. Un abordaje neuropsicoespiritual toma a la persona en su totalidad, considerando los estratos psicológicos, neurobiológicos y espirituales de la experiencia humana que son relevantes para la práctica clínica.
En este libro, el terapeuta aprenderá a descubrir las dimensiones humanas descriptas en la Biblia y podrá aplicarlas en su trabajo a través del caso de Joe, un sacerdote que padece de una adicción sexual. Joe se convertirá en el guía que ilustrará cómo los principios cristianos pueden servir como un mapa que conducirá a vivir una vida plena.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento26 ene 2023
ISBN9789877650914
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    Principios cristianos para la práctica del asesoramiento psicológico y la psicoterapia - Carlos Fayard

    Principios_cristianos_tapa_INTERIOR.jpg

    Principios cristianos para la práctica del asesoramiento psicológico

    y la psicoterapia

    Un enfoque neuropsicoespiritual

    Carlos Fayard

    Margarita A. Biaggi de Wainz (traductora)

    Autor: Carlos Fayard

    Traducción: Margarita A. Biaggi de Wainz

    Título original de la obra: Christian Principles for the Practice of Counseling and Psychotherapy:

    A Neuro-Psycho-Spiritual Approach

    Título de la obra en español: Principios cristianos para la práctica del asesoramiento psicológico

    y la psicoterapia: un enfoque neuropsicoespiritual

    Dirección editorial: Rafael Paredes, Editorial Universidad Adventista del Plata

    Corrección editorial: Viviana Marsollier, Editorial Universidad Adventista del Plata

    Diseño de tapa y diagramación: Giannina Osorio

    © Editorial Universidad Adventista del Plata (2022)

    MMXXII - 50

    Carlos A. Fayard

    Principios cristianos para la práctica del asesoramiento psicológico y la psicoterapia : un enfoque neuro-psico-espiritual / Carlos A. Fayard. - 1a ed. - Libertador San Martín : Universidad Adventista del Plata, 2023.

    Libro digital, EPUB

    Archivo Digital: descarga y online

    Traducción de: Margarita A. Biaggi de Wainz.

    ISBN 978-987-765-091-4

    1. Psicología. 2. Psicología Clínica. 3. Psicoterapia. I. Biaggi de Wainz, Margarita A., trad. II. Título.

    CDD 286.7

    Editorial Universidad Adventista del Plata

    25 de Mayo 99, Libertador San Martín,

    E3103XAC Entre Ríos, Argentina

    Teléfono: 54 343 4918000, int. 82 1231

    Dirección de correo electrónico: editorial@uap.edu.ar

    Sitio web: www.uap.edu.ar/editorial-uap/

    La Editorial Universidad Adventista del Plata es miembro de la Red de Editoriales de Universidades Privadas

    Índice

    Abreviaturas generales

    Símbolos de libros de la Biblia

    Introducción a un enfoque neuropsicoespiritual de la psicoterapia y del asesoramiento psicológico

    El impacto de las presuposiciones filosóficas en la práctica clínica: teorías acerca de la naturaleza humana en el asesoramiento psicológico y la psicoterapia

    Breve reseña de los modelos cristianos existentes de asesoramiento psicológico, psicoterapia y espiritualidad en diálogo

    con una cosmovisión bíblica

    La evaluación de la religión y la espiritualidad

    en la práctica clínica

    Un enfoque neuropsicosocioespiritual

    de la religión y la experiencia espiritual:

    la espiritualidad como un componente inseparable y medular del ser

    El amor como organizador de la experiencia psicológica. Parte I: el amor de Dios

    en el asesoramiento psicológico

    y la psicoterapia

    El amor como un organizador de la experiencia psicológica. Parte II: motivación relacional intrínseca en el asesoramiento

    psicológico y la psicoterapia

    El amor como un organizador

    de la experiencia psicológica

    Parte III: amor a sí mismo

    Asesoramiento psicológico y psicoterapia encarnada: un abordaje de la persona

    completa en una cosmovisión bíblica

    Valores e imago Dei: cuestiones morales

    en el asesoramiento psicológico

    y la psicoterapia

    Amor desordenado: el conflicto moral

    y el lado oscuro de la naturaleza humana

    en el asesoramiento psicológico

    y la psicoterapia

    El papel de la voluntad en el asesoramiento psicológico y la psicoterapia: la agencia

    y el poder de la temperancia (autorregulación)

    Consciencia del tiempo: la importancia

    del tiempo presente, la esperanza

    y el descanso para la salud

    emocional

    Aplicaciones clínicas de las enseñanzas

    sobre el sábado, la resurrección

    y la segunda venida de Cristo

    Diseñados para reflejar la gloria de Dios:

    la transformación en el asesoramiento psicológico y la psicoterapia

    Conclusión

    Referencias

    Abreviaturas generales

    ACT Terapia de aceptación y compromiso (Action and Commitment Therapy)

    ADN Ácido desoxirrobonucleico

    DHH Dios habla hoy

    fMRI Resonancia magnética funcional (Functional Magnetic Resonance Imaging)

    GABA Ácido gamma-aminobutírico (Gamma Amynobutiric Acid)

    LBLA La Biblia de las Américas

    NBLA Nueva Biblia de las Américas

    NMDA Receptores N-metil-D-aspartato

    PDT La Palabra de Dios para todos

    RVC Reina-Valera contemporánea

    RVR Reina-Valera revisada

    TCC Terapia cognitivo-conductual

    TEC Terapia electroconvulsiva

    TEPT Trastorno de estrés postraumático

    VIH Virus de inmunodeficiencia humana

    Símbolos de libros de la Biblia

    Antiguo Testamento

    Gn Génesis

    Ex Éxodo

    Lv Levítico

    Nm Números

    Dt Deuteronomio

    Jue Jueces

    1 Sam 1 Samuel

    2 Sam 2 Samuel

    1 Re 1 Reyes

    2 Cro 2 Crónicas

    Neh Nehemías

    Job Job

    Sal Salmos

    Prov Proverbios

    Ecl Eclesiastés

    Cant Cantares

    Is Isaías

    Jr Jeremías

    Lam Lamentaciones

    Ez Ezequiel

    Os Oseas

    Am Amós

    Jon Jonás

    Miq Miqueas

    Zac Zacarías

    Mal Malaquías

    Nuevo Testamento

    Mt Mateo

    Mc Marcos

    Lc Lucas

    Jn Juan

    Hch Hechos

    Rom Romanos

    1 Co 1 Corintios

    2 Co 2 Corintios

    Ga Gálatas

    Ef Efesios

    Flp Filipenses

    Col Colosenses

    1 Tes 1 Tesalonicenses

    2 Tes 2 Tesalonicenses

    1 Tim 1 Timoteo

    Tt Tito

    Hb Hebreos

    St Santiago

    1 Pe 1 Pedro

    2 Pe 2 Pedro

    1 Jn 1 Juan

    Ap Apocalipsis

    1

    Introducción a un enfoque neuropsicoespiritual de la psicoterapia y del asesoramiento psicológico

    Porque en él vivimos, nos movemos y somos.

    Hechos 17,28

    Tal vez resulte irónico que un libro que conecta las áreas de asesoramiento psicológico y psicoterapia, neurociencia y religión comience haciendo referencia a Sigmund Freud, el fundador del psicoanálisis. Freud fue un neurocientífico entrenado, un médico especializado en neurología, interesado en trabajar con pacientes que presentaban síntomas inexplicables y difíciles de tratar. Como fruto de su trabajo, desarrolló teorías amplias acerca de la etiología de estos trastornos y creó el psicoanálisis como un método para tratarlos. Aunque se lo conoce mejor por su estudio de la psicopatología, Freud también profundizó en los ámbitos de la psicología evolutiva, la antropología cultural, la neurociencia y la psicología de la religión. Un ejemplo es su ambicioso Project for a Scientific Psychology (Proyecto para una Psicología Científica, 1895), en el cual postulaba una neuropsicología que podía servir de base para el trabajo del psicoanalista.

    Freud tuvo un profundo interés en el tema de la religión y lo manifestó en los diversos libros y artículos que escribió sobre el asunto (1913, 1927, 1930, 1933). Se apoyaba en teorías de antropología cultural para interpretar la religión desde la óptica del psicoanálisis. Aunque esas teorías fueron duramente cuestionadas en ese tiempo, durante muchos años se mantuvo como una fuerza formidable para enmarcar el debate entre la fe y la psicoterapia.

    De alguna manera, los términos del debate iniciado por Freud no han cambiado sustancialmente. La psicoterapia y la religión siguen experimentando un grado de tensión, principalmente porque cada una adhiere a cosmovisiones muy diferentes: la cosmovisión del naturalismo y la cosmovisión de la fe, respectivamente (Entwistle, 2010).

    En la época actual, cuando la neurociencia ha permeado los fundamentos de la mayoría de las áreas de la psicología, se han realizado esfuerzos creativos y de gran alcance para articular modelos de asesoramiento psicológico y psicoterapia que ratifican una cosmovisión cristiana (p. ej., ver Coe y Hall, 2010; Johnson, 2007; McMinn y Campbell, 2007). Pero el terreno aún no ha visto una integración sistemática de los procesos neurobiológicos involucrados que puedan servir de base firme para estos abordajes. Parece que hay una escasez en el desarrollo de teorías integradoras interdisciplinarias que conecten estos tres amplios campos, aun cuando mindfulness (atención plena), que muchos describen como una intervención espiritual que se aplica ampliamente en el área del asesoramiento psicológico y la psicoterapia, sea el foco de la investigación (Holzel, Lazar, Gard, Schuman-Olivier, Vago y Ott, 2011).

    Este libro procura establecer una conexión trifecta entre los campos del asesoramiento psicológico y la psicoterapia, la espiritualidad cristiana clínicamente relevante y las creencias religiosas, y las contribuciones de la neurociencia y las ciencias conductuales según estén organizadas por ideas provenientes de la antropología bíblica. Considero que el trabajo del consejero psicológico puede ser guiado significativamente por la Biblia, específicamente por las dimensiones de la naturaleza humana que se encuentran en la Escritura que son pertinentes a la tarea del facultativo. En este libro,

    presento la antropología bíblica como el andamiaje que enmarca y organiza las dimensiones de la experiencia humana encontradas en la práctica de la psicoterapia, para que ilumine así aspectos fundamentales del encuentro clínico.

    Además, al estar firmemente ancladas en una cosmovisión cristiana, estas páginas ratificarán que la curación emocional proviene de la gracia infinita de Dios, quien está profundamente interesado en que vivamos una vida abundante (Jn 10,10) y que la Biblia, como la Palabra revelada de Dios,

    contiene los principios fundamentales para entender la naturaleza humana. Estas ideas generales serán ilustradas a lo largo del libro con el caso clínico de un paciente anterior ya fallecido. Toda la información demográfica y una cantidad sustancial de detalles del caso fueron alterados u omitidos para proteger su privacidad.

    Conozca a Joe: el fracaso de un matrimonio espiritual

    Conocí a Joe un martes de tarde, justo después del almuerzo. Llegó vestido con su atuendo de clérigo y, al sentarse y ocupar la mayor parte del sofá con su presencia corpulenta, me miró directo a los ojos y me advirtió que había estado allí, hecho eso con el recorrido de la terapia. Con una leve mezcla de sarcasmo y desdén explicó que no debería engañarme creyendo que esto sería diferente de los intentos fallidos de los terapeutas anteriores.

    Mi reacción inicial también fue una mezcla de una ligera irritación y competitividad. Me dije a mí mismo: Otros pueden haber fallado, pero creo que puedo hacer mejor que eso. Joe pasó a describir mi dilema como terapeuta: Mi obispo me ha derivado a usted. Parece que todo el mundo lo conoce en la oficina y piensa muy bien de usted, pero no quiero que se comunique con él ni con nadie más. En otras palabras, Joe me estaba diciendo: No quiero estar aquí, aunque debo hacerlo. Su reputación está en juego, y ni siquiera piense en solicitar su liberación para hacerme responsable. Rápida y hábilmente, Joe me arrinconó psicológicamente y posicionó la relación terapéutica en un curso sin esperanza, si bien sutilmente polémico. Después de reconocerle explícitamente la naturaleza de la situación, comenzó a describir su dilema.

    La historia de Joe

    Joe era un hombre blanco, soltero, de sesenta y pocos años, que había sido un miembro ordenado del clero durante aproximadamente la mitad de su vida. Antes de la ordenación, la mayor parte de su vida había estado dedicada a servir en la iglesia. Desde el nombre elegido por su madre hasta la educación en escuelas parroquiales y su servicio como monaguillo, la vida de Joe estaba inmersa en la iglesia. Joe vino a verme después de estar seis meses en un centro de tratamiento residencial que se dedicaba a atender a miembros del clero con una variedad de problemas de adicción y salud mental.

    El resumen escrito de su tratamiento describía un cuadro un tanto sombrío e

    insinuaba que Joe no había hecho prácticamente ningún progreso desde su admisión, que no estaba motivado y que había evitado con éxito comprometerse en la terapia. Después de un exhaustivo trabajo de diagnóstico, se lo consideró libre de ansiedad, depresión o síntomas psicóticos. Había rasgos de trastorno de personalidad mixta con componentes predominantemente pasivo-agresivos y narcisistas. La vida de autoindulgencia de Joe había dado como resultado una serie de problemas médicos, especialmente VIH y las consecuencias a largo plazo del abuso de alcohol sobre su hígado.

    Desde la primera semana de su ordenación, Joe había estado sexualmente activo a pesar del voto de celibato. En los años previos a su admisión al centro residencial, Joe había aumentado la frecuencia de sus contactos sexuales, que se habían convertido en sexo anónimo en casas de baños y librerías para adultos. Ningún rostro, ningún nombre, simplemente sexo. En una ocasión,

    Joe fue reconocido por uno de sus feligreses y la noticia llegó a su obispo, quien confrontó a Joe con la necesidad de iniciar un proceso de rehabilitación, que subsecuentemente llevó al tratamiento residencial. Este patrón de conducta sexual impulsiva con varones adultos se había convertido en el foco principal de su tratamiento, que requería psicoterapia individual y grupal, medicación antidepresiva, participación en un programa de doce pasos para el tratamiento de dependencias y dirección espiritual. Recibió aproximadamente seis meses de tratamiento residencial intensivo.

    Joe había estado en psicoterapia antes, había asistido a grupos del programa de los doce pasos y había participado en dirección espiritual antes. Nuestro primer encuentro, y el informe de quienes habían trabajado con él en el centro residencial donde pasó la mayor parte de un año, dejó un sentimiento un tanto pesimista. La única razón por la cual Joe había dejado de beber alcohol compulsivamente era porque había desarrollado serias complicaciones médicas. Anteriormente, Joe había participado en cualquier forma de tratamiento sencillamente porque lo habían mandado. Había descendido en una espiral de autodestrucción que lo había dejado con graves problemas médicos, una sensación de desilusión de su vocación espiritual y una amplia dosis de cinismo acerca de lo que cualquier terapia pudiera hacer por él. Como sacerdote, había estado en un matrimonio espiritual que había fallado casi desde el primer día.

    Como lo señalé anteriormente, la historia de Joe servirá como un ejemplo clínico para ilustrar los temas importantes que se discuten a lo largo de este libro. Me referiré ahora a una visión general de esos temas relevantes.

    La neurociencia, la psicología y la espiritualidad

    en el asesoramiento psicológico

    y la psicoterapia

    La última década ha sido testigo de una explosión de investigaciones y aplicaciones altamente productivas en los campos del asesoramiento psicológico y la psicoterapia, las neurociencias cognitivas y afectivas, y el campo de la religión y la espiritualidad. Se han escrito volúmenes significativos y exhaustivos que conectan algunas de estas áreas de conocimiento entre sí, o su aplicación a la salud mental (p. ej., Cozzolino, 2002; Ecker, Ticic y Hulley, 2012; Grawe, 2006; McNamara, 2006; Panksepp y Bevin, 2012; Pargament, 2007, 2013), pero no los tres ámbitos juntos.

    La práctica del asesoramiento psicológico y la psicoterapia se ha convertido cada vez más en un emprendimiento multidisciplinario, no solo porque muchas profesiones las reclaman como parte integral de su identidad, sino más bien porque los facultativos son entrenados para entender las experiencias subjetivas e interpersonales, la actividad cerebral, los determinantes sociales del comportamiento, y a ser sensibles a los diferentes componentes de la diversidad humana, incluyendo la religión y la espiritualidad. Un repaso exhaustivo de todas estas teorías e investigaciones está fuera del alcance de este libro. En cambio, compartiré solo un vistazo de dónde se encuentran las profesiones que practican el asesoramiento psicológico y la psicoterapia en cuanto a la preocupación central de este libro, que son las consideraciones neurobiológicas, psicológicas y espirituales en la práctica clínica.

    La neurociencia, el asesoramiento psicológico

    y la psicoterapia

    Pocos avances en el asesoramiento psicológico y la psicoterapia han sido tan dramáticos como el surgimiento de la neurociencia. Como lo expresó recientemente un presentador en una reunión internacional de terapeutas, no existe prácticamente ninguna teoría respetable en este momento,

    que no busque encuadrarse en términos neurocientíficos. Con esto en mente, es posible resumir el estado del campo organizándolo en dos áreas: primero, la documentación de los cambios en la actividad cerebral como resultado de intervenciones terapéuticas y, segundo, la utilización del conocimiento basado en el cerebro para guiar las intervenciones. La neurociencia de las condiciones psiquiátricas está conduciendo ahora a cambios potencialmente importantes en la clasificación y el diagnóstico de trastornos mentales (Insel, 2013) y en algunos casos, su tratamiento (van der Kolk, 2014).

    Al establecer una base de neurociencia para el asesoramiento psicológico, la investigación reciente corrobora que los enfoques psicoterapéuticos influyen en los mecanismos neuronales. Por ejemplo, estudios de imágenes cerebrales han mostrado que la terapia cognitivo-conductual (TCC), la de

    -sensibilización y el reprocesamiento por movimientos oculares (EMDR, acrónimo, en inglés, de eye-movement desensitization and reprocessing),

    la terapia interpersonal, la rehabilitación cognitiva, las intervenciones mindfulness y la psicoterapia psicodinámica, todas producen cambios neuronales como resultado de intervenciones de éxito (Barsaglini, Sartori, Benetti, Petterson-Yeo y Mechelli, 2014). Con frecuencia, estos cambios son comparables a los que se logran mediante el uso de medicación, aunque la mejoría por la psicoterapia se observa en zonas distintas del cerebro a las obtenidas por medio de productos farmacéuticos (Abbas, Nowoweiski, Tarzwell y Beutel, 2014; Roffman, Marci, Glick, Dougherty y Rauch, 2005; Zeidan, Martucci, Kraft, McHaffie y Coghill, 2014).

    Todavía no se ha estudiado debidamente el impacto sobre el cerebro de las intervenciones psicoterapéuticas específicas (excepto la meditación

    mindfulness), pero la evidencia hasta ahora sugiere la posibilidad del amanecer de una era de planteamientos transteóricos en el asesoramiento psicológico y la psicoterapia dado el potencial poder explicativo de los procesos neurobiológicos (Melchert, 2016). Por ejemplo, la alianza terapéutica es un proceso fundamental en el asesoramiento psicológico y la psicoterapia con los mecanismos neuronales correspondientes descritos por Daniel Siegel (2012), Allan Schore (2014) y Steven Porges (Geller y Porges, 2014). También ha recibido una atención importante la modificación de los recuerdos negativos (Ecker, Ticic y Hulley, 2012; Shapiro, 2013) y el papel de la conciencia corporal en el tratamiento del trauma (van der Kolk, 2014). Aunque los mecanismos sugeridos pueden ser correctos, los autores sacan inferencias de las investigaciones en los campos de la neurociencia cognitiva y afectiva que aguardan una verificación empírica apropiada. Por lo tanto, se necesita más trabajo en la búsqueda por establecer un fundamento neurocientífico realmente sólido para el asesoramiento psicológico y la psicoterapia.

    Para el consejero psicológico cristiano, estos avances son importantes, pero pueden presentar potencialmente algunos desafíos, ya que la neurociencia tiende a depender en gran medida de suposiciones filosóficas contrarias a su fe. La neurobiología se apoya en ideas naturalistas acerca de la realidad, excluyendo la noción de Dios o de seres sobrenaturales, y pone énfasis en procesos y adaptaciones evolutivas para explicar las conductas. Por tanto, al integrar los avances en la neurociencia con un marco cristiano, es necesario examinar las cosmovisiones que subyacen bajo estos enfoques, como también identificar las intervenciones que se derivan de este entendimiento.

    La psicología en el asesoramiento psicológico

    y la psicoterapia

    Los procesos psicológicos entendidos ampliamente han sido la base para el asesoramiento psicológico y la psicoterapia durante por lo menos cien años. En las últimas décadas, el campo se ha trasladado de una posición puramente especulativa más estrechamente alineada con la filosofía, a una posición más empírica con énfasis en documentar la eficacia de las intervenciones e identificar los mecanismos que contribuyen al cambio. Hasta cierto punto, su identidad científica se sigue definiendo como lo indica el hecho de que se están publicando numerosas estrategias de asesoramiento psicológico y psicoterapia, y las suposiciones acerca de las causas de la disfunción, como también los procesos que contribuyen al cambio y la curación difieren considerablemente.

    Aunque existe bastante desacuerdo sobre muchos de los ingredientes activos en el asesoramiento psicológico y la psicoterapia, un componente que casi universalmente es considerado esencial para el éxito terapéutico es la centralidad de la alianza terapéutica. Más allá de eso, todavía hay un debate importante acerca de qué abordaje puede ser utilizado en forma fiable para qué afección. Por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud ha señalado a la TCC como poseedora de evidencias sustanciales para el tratamiento de los efectos del trauma, pero el psiquiatra Bessel van der Kolk (2014) aduce enérgicamente en contra de esta constatación por varias razones. Uno de los argumentos de van der Kolk que me pareció muy convincente se refleja en el estudio de neuroimagen de una pareja que sufrió un accidente automovilístico y experimentó un trauma significativo. El cerebro de uno mostraba la activación exagerada que se encuentra a menudo en el trastorno de estrés postraumático (TEPT) y el otro mostraba la baja activación asociada a los estados disociativos. Aun cuando ambos individuos pueden calificar para un diagnóstico de TEPT, ¿deberían ambos recibir la TCC? Las técnicas psicodinámicas, en cambio, pondrían de relieve el papel de los procesos inconscientes, la terapia sensomotriz señalaría al rol de la experiencia corporal, mientras que la terapia de acción y compromiso (ACT, del inglés, Action and Commitment Therapy) destacaría la materialización del sentido derivado del accidente.

    Por años, los investigadores encontraron que las intervenciones que compiten no han probado ser sustancialmente superiores cuando se las compara unas con otras en ensayos clínicos (Luborsky, Rosenthal, Diguer, Andrusyna, Berman, Levitt, Seligman y Krause, 2006), lo que da como resultado un cuestionamiento de la necesidad de teorías clínicas (Miller, Hubble, Chow y Seidel, 2013).

    En todo caso, sea que los clínicos¹ adhieran a orientaciones teóricas específicas o fundamenten su destreza en prácticas basadas en la evidencia, todos los terapeutas son guiados por una serie de presuposiciones (a menudo) implícitas acerca de la naturaleza humana. El profesional cristiano, que cree que Dios creó la humanidad y estableció principios acerca de la naturaleza humana como se revelan en las Escrituras, también puede ser guiado en su trabajo clínico, pero por una antropología bíblica. Además, el clínico cristiano también puede beneficiarse del trabajo de pioneros tales como Everett Worthington y otros (p. ej., Worthington, Johnson, Hoo y Aten, 2013) que han conducido estudios para establecer la evidencia empírica de la eficacia de intervenciones cristianas, pero todavía pueden no tener muy clara la función orientadora de las presuposiciones sobre la naturaleza humana que se encuentran en estas intervenciones. Por ejemplo, ¿cuáles son las consecuencias de usar mindfulness como una técnica derivada del budismo o las intervenciones psicodinámicas que interpretan a Dios como un derivado de las relaciones formadas durante los años de desarrollo? Tales ejemplos abundan a través de prácticamente cada escuela de asesoramiento psicológico y psicoterapia, y cada una de ellas está orientada por ideas sobre la naturaleza humana. Las presuposiciones sobre la naturaleza humana importan porque dan la pauta en cuanto a los fines y las intervenciones terapéuticas. Uno de los objetivos de este libro es hacer explícitas las suposiciones en cuanto a la naturaleza humana tal como se encuentran en las Escrituras y discutir sus aplicaciones clínicas.

    La espiritualidad en el asesoramiento psicológico

    y la psicoterapia

    Uno de los cambios culturales más sorprendentes que he observado en mi tiempo en el campo del asesoramiento psicológico y la psicoterapia ha sido la bienvenida parcial de la espiritualidad al campo. El uso de la palabra espiritual parece tan ubicuo como la palabra cerebro en la literatura profesional. Aunque los especialistas en salud mental tienden a ser significativamente menos espirituales o religiosos que la población en general (Hathaway, 2016), es ahora más probable encontrarse con artículos y libros sobre el tema que en épocas pasadas. La práctica budista del mindfulness halló la manera de permear la cultura en general y la práctica de los profesionales de salud mental en particular. Al escribir estas notas, recibí un correo electrónico de la American Psychological Association Division for the Psychology of Religion and Spirituality (División de la Asociación Americana de Psicología para la Psicología de la Religión y la Espiritualidad) con un enlace para una discusión sobre el tema: ¿debería usarse mindfulness independientemente de sus premisas espirituales?, y si fuera así, ¿cuáles serían las cuestiones éticas afectadas? Probablemente, el budismo apele a los clínicos porque contiene principios de vida y técnicas para mejorar el malestar emocional, y muy posiblemente, porque no hay un Dios a quien enfrentarse.

    Los cristianos parecen haber abrazado en buena medida el asesoramiento psicológico y la psicoterapia en varias formas. El encuentro internacional de la American Association of Christian Counselors (Asociación Americana de Consejeros Cristianos) que se reúne cada dos años compite con la cantidad de asistentes atraídos por la Evolution of Psychotherapy Conference (Congreso de la Evolución de la Psicoterapia) que se reúne cada cinco años. Explícitamente, los programas cristianos en psicología clínica se pueden encontrar en todo el planeta y más que nada en los Estados Unidos, pero así como los clínicos tienen dificultad para ponerse de acuerdo sobre las ideas fundamentales de su profesión, sus contrapartes cristianos aún no han desarrollado un acuerdo significativo sobre lo mismo. Mientras que algunos adoptan plenamente las versiones seculares del asesoramiento psicológico y la psicoterapia, otros tratan de desarrollar una perspectiva singular.

    Aunque la mayoría de los clínicos cristianos aceptarían que Dios se encuentra activo y presente en la vida del cliente y del terapeuta por igual, algunos se sienten más cómodos al abordar explícitamente estos factores, mientras que otros valoran formas más implícitas de conectar la fe y la práctica.

    Al explorar más a fondo el enlace del cristianismo y la psicoterapia, en el capítulo 2 se abordarán con mayores detalles los supuestos filosóficos que hacen que la iniciativa cristiana sea distinta de sus homólogos seculares, y se centrará especialmente en el impacto clínico que deriva de las presuposiciones acerca de la naturaleza humana. El capítulo 3 hará una reseña de las diversas formas en las cuales los cristianos se dedican al asesoramiento psicológico y la psicoterapia.

    La base filosófica del asesoramiento psicológico

    y la psicoterapia

    La ciencia del asesoramiento psicológico y la psicoterapia depende de las presuposiciones filosóficas acerca de la naturaleza de la realidad (metafísica), la naturaleza del conocimiento (epistemología), qué significa ser humano (antropología filosófica), la naturaleza de la moralidad (ética en sentido amplio), la causa y el sentido del sufrimiento y cómo se supera el sufrimiento. Más específicamente, la ciencia tiende a hacer hincapié en una metafísica naturalista con la implicación práctica de que en ella no hay lugar para Dios, los seres espirituales o la vida eterna. El mundo científico está ahora prácticamente de acuerdo en relación con el origen de la vida y de los seres humanos, ya que ha abrazado la teoría evolucionista. El campo del asesoramiento psicológico y la psicoterapia no es la excepción. Es común ahora escuchar la explicación de una disfunción psicológica como el desequilibrio entre las demandas actuales de adaptación y las conductas controladas por los vestigios de las adaptaciones evolutivas del Pleistoceno.

    La psicología en general y las teorías clínicas en particular se apoyan en presunciones acerca de la esencia o lo que significa ser humano. Por ejemplo, las teorías psicoanalíticas han subrayado el poder de las fuerzas biológicas en conflicto con la cultura, mientras que las psicologías humanistas postulan que los seres humanos tienen una disposición para el bien, desvirtuada por eventos negativos y una cultura opresiva. Los enfoques cognitivos afirman que los humanos son esencialmente seres pensantes cuyo sufrimiento es el resultado de una comprensión defectuosa. Por el contrario, los abordajes centrados en la emoción creen que se entiende más profundamente a los seres humanos cuando sus sentimientos encuentran una expresión natural. Las teorías sistémicas y relacionales sienten que las psicologías de una persona pierden de vista el bosque por los árboles. Lo que importa, afirman, es que los humanos viven en relaciones y no se los puede entender separados de ellas. Las terapias de aceptación y compromiso incorporan las creencias budistas acerca de la naturaleza del sufrimiento —es decir, la fusión con ideas u objetos destructivos— y promueven un desapego moderado para resolver los problemas.

    Aunque los planteamientos clínicos aseguran tener una perspectiva objetiva, libre de prejuicios, sobre el tema, se pronuncian implícita (y a veces explícitamente) sobre lo que se considera moralmente aceptable en términos espirituales. En cambio, las teorías clínicas frecuentemente utilizan el lenguaje de enfermedad y salud para referirse a estos asuntos. Por ejemplo, generalmente se juzga a la abnegación, la obediencia a Dios, la comprensión formal de los límites sexuales, y cosas por el estilo, como nocivos.

    Finalmente, las ideas en cuanto al sufrimiento y la curación provienen de las premisas acerca de la naturaleza de la realidad (metafísica), cómo se adquiere y valida el conocimiento (epistemología), lo que se considera aceptable (ética) y lo que hace que los seres humanos prosperen o fracasen (antropología filosófica). El capítulo 2 examinará más detalladamente estas premisas.

    Pasaré ahora a abogar por la importancia de ser conscientes de estas premisas.

    El valor de una buena teoría clínica

    basada en un fundamento firme

    Kurt Lewin, fundador de la psicología gestáltica, ofreció una frase un tanto enigmática: No existe nada más práctico que una buena teoría.

    Una buena teoría clínica le proporciona al consejero un mapa de ruta para llegar al destino deseado. Hay muchas maneras de llegar a New York desde California, pero algunos caminos pueden ser costosos, otros pueden llevar más tiempo, y otros conllevan el riesgo de que el conductor se pierda. Si el mapa es antiguo o tiene errores, las posibilidades de llegar a New York pueden estar seriamente comprometidas. Una buena teoría clínica descansa sobre una serie de ideas filosóficas organizadas bajo una perspectiva global o cosmovisión. Una cosmovisión es como el mapa para el viaje a New York.

    Su exactitud es de la mayor importancia.

    El consejo dado por un experimentado sabueso a un colega más joven puede ser bueno para el clínico también: Una vez que asuma el comienzo equivocado, no sólo dará la respuesta equivocada, sino que formulará la pregunta equivocada (citado por Entwistle, 2010, de un cuento corto por A. K. Chesterton). Un comienzo equivocado para la teoría clínica es tener una serie incompleta de premisas acerca de la naturaleza humana (antropología filosófica), de la naturaleza de la realidad (la causa del sufrimiento y el proceso de curación) y de la metodología para determinar si es correcta (epistemología). En cualquier teoría clínica están incorporadas presunciones acerca de la naturaleza humana, los valores y la moralidad, y hasta lo que constituye la realidad (p. ej., La creencia en Dios, ¿es real o una ilusión?), todas las cuales dirigirán el proceso de asesoramiento psicológico y psicoterapia.

    ¿Qué constituiría una buena teoría en el asesoramiento psicológico y la psicoterapia para el profesional cristiano? Considero que una comprensión de la realidad basada en la Biblia que acoge favorablemente la presencia

    activa de Dios y que formula ideas acerca de la naturaleza humana de una manera cercana al nivel experiencial de la práctica clínica puede proporcionar una base sólida. Una descripción bíblica de la naturaleza humana (antropología bíblica) puede servir como patrón o andamiaje que proporcione parámetros significativos para la comprensión de la salud emocional y las formas a través de las cuales puede ser remediado el dolor emocional. Las dimensiones de la antropología bíblica que se analizarán en los capítulos siguientes organizan los datos neurobiológicos, psicológicos y sociales alrededor de conceptos que pueden ser acumulados fructíferamente por el clínico cristiano en su trabajo. Este patrón o andamiaje se convierte en un amplio mapa de ruta para entender la experiencia humana, el dolor emocional y los procesos que pueden contribuir a la curación.

    Pasaré ahora a los fundamentos filosóficos del asesoramiento psicológico y la psicoterapia.

    La antropología filosófica como marco

    de referencia clínico implícito

    En todos los abordajes terapéuticos, incluyendo los cristianos, hay diferentes cosmovisiones, diferentes enfoques de la ciencia psicológica, y distintas ideas acerca de cómo ayudar a la gente (Johnson, Worthington, Hook y Aten, 2013, p. 300). Ahora están emergiendo trabajos empíricos que confirman que las presuposiciones de la cosmovisión, particularmente lo que los profesionales creen acerca de la religión y la espiritualidad, tienen un impacto directo sobre la práctica de los clínicos (Peteet, Rodríguez, Herschkopf, McCarthy, Betts, Romo y Murphy, 2016).

    Vayamos al caso de Joe para ilustrar este punto.

    De regreso a Joe: el impacto de las presuposiciones filosóficas (cosmovisión) en el consultorio

    Muchos clínicos verían el caso de Joe como adicción sexual y por lo tanto propiciarían una filosofía de los doce pasos. El enfoque de doce pasos originalmente se basó en ideas y principios cristianos (Mee-Lee y Anderson, 2011). Combina sabiamente los principios espirituales, los procesos grupales, el asesoramiento entre pares y un currículo experiencial para manejar la enfermedad crónica de la adicción. Parte de la genialidad del enfoque de los doce pasos es su ambigüedad acerca de las nociones de enfermedad y responsabilidad personal, que en la mayoría de los otros contextos se vería como oximorónica (Dunnington, 2011). Actualmente, el proceso de doce pasos usa un lenguaje acerca de la espiritualidad que promueve la inclusión. A los participantes se los anima a entregarse a un poder superior, como sea que los participantes lo conciban. Dado que muchos clínicos no apoyan una espiritualidad teísta, encuentran cómodo que su paciente imagine al poder superior como la energía, por ejemplo. Una de las consecuencias prácticas de una cosmovisión bíblica es que un poder superior considerado como energía es incapaz de amar al paciente, otorgarle serenidad, perdón o siquiera un marco moral de referencia. Es más: un enfoque tal opera a partir de la suposición metafísica de que la realidad excluye a un Dios personal.

    Otros clínicos pueden considerar que los problemas de Joe están asociados con sus creencias básicas equivocadas acerca de sí mismo, el mundo y su futuro, y así, proponer un enfoque de la TCC. Realmente, Joe tenía numerosas distorsiones cognitivas, pero en cuanto a la adicción, no había distorsión. Sabía exactamente lo que hacía y cómo lo llevaba a cabo, pero no le importaba mucho cambiar al respecto. Aunque el clínico cristiano puede obtener muchos beneficios de la terapia cognitivo-conductual (por un análisis, ver Tan, 2010), para pensar cristianamente en el caso de Joe uno debería enfrentar las cogniciones de Joe con la moralidad y los valores cristianos y su percepción de Dios. Pensar cristianamente proporcionaría un andamiaje listo para las ideas extraídas de una TCC, sin tener que estar atado por algunos de sus presupuestos fundamentales acerca de la realidad y el proceso de cambio psicológico. En otras palabras, los aspectos técnicos de la TCC, por ejemplo, guardar un registro de pensamientos para rastrear y corregir las distorsiones cognitivas, pueden ser de ayuda para el clínico cristiano que, además de

    las cogniciones exactas, pondrá énfasis en la importancia de ser perdonado.

    Otros profesionales podrían considerar las vicisitudes de los años del desarrollo de Joe y las dinámicas de la familia de origen, llevándolos a pensar en Joe de forma psicodinámica o sistémica. Los clínicos psicodinámicos se centrarían en los patrones relacionales tempranos recreados en las transacciones sexuales sin nombre y sin rostro y ver su conducta sexual impulsiva como intentos frustrados de experimentar cercanía emocional. Extender esa perspectiva a consideraciones sistémicas llevaría al clínico a determinar qué roles familiares se asumieron desde temprano y continúan actuando como narrativas tácitas que dictan la conducta actual. Por el contrario, pensar cristianamente le permitirá al clínico entender el papel organizador de sentirse amado en la psicología de Joe, y el poder motivador inherente de las dinámicas relacionales. El clínico cristiano no dejaría afuera a Dios como la fuente y el dador del amor ni dejaría de ver que, para Joe, su relación con Dios era tan real y primordial como las relaciones que había tenido con su propia familia de origen.

    Algunos clínicos cristianos pueden de hecho ver el comportamiento de Joe como representando una clara violación de las expectativas morales y espirituales. Joe ciertamente habría estado de acuerdo con su perspectiva, pero no la habría encontrado lo suficientemente persuasiva como para hacer los cambios necesarios. Pensar cristianamente le permite al clínico tener una noción amplia de la antropología bíblica que le sirva de modelo para organizar diversas facetas de la experiencia humana sin sentirse constreñido a centrarse solamente en ideas y prácticas religiosas, incorporando de ese modo sin problemas valores y perspectivas morales en un contexto de gracia.

    Como se puede deducir del párrafo anterior, un psicoterapeuta o consejero psicológico procederá sobre la base de presupuestos fundamentales acerca de lo que contribuye al florecimiento humano, cuáles son las motivaciones y los procesos humanos básicos involucrados, y cómo se puede ayudar en el descarrilamiento de la experiencia humana, aun cuando todo pueda comenzar en el mismo lugar (la actuación sexual de Joe). Estoy de acuerdo con quienes afirman que el esfuerzo clínico estará enmarcado por la cosmovisión del terapeuta (p. ej. Hodge, 2013; Slife, 2013). Eso significa en términos reales y fundamentales que el enfoque terapéutico, cristiano o no, será determinado

    y dirigido por una antropología filosófica (es decir, una serie de premisas acerca de lo que significa ser humano) que dará respuesta a preguntas acerca de la naturaleza del problema y proporcionará una guía para la intervención.

    En otras palabras, ¿son los problemas de Joe principalmente de naturaleza espiritual, en esencia biológicos, el resultado de experiencias ambientales y de su niñez, o una combinación de todas las anteriores?

    Por otra parte, el terapeuta también operará a partir de presuposiciones acerca de lo que se estima que es real o no, es decir, se estará trabajando con metafísica no operativa aún y nociones de la realidad última en acción.

    Por ejemplo, ¿es real Dios? De ser así, ¿qué clase de Dios es? ¿Se involucraría Dios en el proceso terapéutico? ¿Cuán relevante es Dios para entender la vida y la experiencia de Joe? Creer e invocar a Dios, ¿produce una diferencia en la manera en que trabaja el terapeuta? Si es así, ¿cómo?

    El consejero psicológico o terapeuta actuará a partir de una presunción acerca de hasta qué punto Joe es responsable de su conducta. ¿Está enfermo o es un adicto? En cualquiera de los casos, ¿tiene la capacidad disminuida? Si su conducta se considera pecaminosa, ¿cómo puede uno intervenir en una expectativa terapéutica de consideración positiva y una empatía libre de prejuicios? El consejero psicológico operará desde un conjunto de valores dado y un marco moral de referencia, sea que lo reconozca explícitamente o no. Dicho de otra manera, habrá presunciones acerca de la conducta moral y lo que constituye la moralidad o las consideraciones ético-filosóficas. Estas presunciones posiblemente guiarán la selección de intervenciones usadas para Joe (ver Browning, 2007, para una excelente discusión sobre el tema de los valores incorporados en la teoría clínica).

    Si un consejero psicológico adopta una cosmovisión cristiana, ¿qué significa pensar cristianamente en un contexto clínico? ¿Trabajará este terapeuta de un modo radicalmente diferente de la manera en que lo haría un colega secular? ¿Guardaría su fe para sí mismo tanto como fuera posible como para no imponer sus valores al cliente? ¿Debería el consejero psicológico contentarse con mezclar y adaptar los enfoques basados en evidencias con unas gotas de agua bendita en la forma de referencias bíblicas?

    Pensar cristianamente en el consultorio

    Pensar cristianamente en el consultorio significa que uno puede tomar una perspectiva transteórica porque el pegamento teórico, el mapa de ruta clínico, proviene de las nociones básicas de lo que significa ser humano desde una perspectiva bíblica. Es decir, la organización y los principios rectores emergen de una cosmovisión bíblica acerca de la condición humana. En este libro, los hallazgos de la neurociencia y el amplio campo de la psicología están organizados por las presunciones básicas de una cosmovisión bíblica que, a su vez, informa una posición y una técnica psicoterapéutica. El resultado puede o no ser similar a los utilizados por las diversas escuelas de asesoramiento psicológico y psicoterapia. El objetivo no es desarrollar un enfoque fundamentalmente alternativo o tomar la posición de un apologista, sino organizar el conocimiento que surge de las fuentes psicológicas, sociales, neurocientíficas y filosóficas alrededor de los puntos nodales ofrecidos por una perspectiva bíblica de la experiencia humana.

    Para el profesional cristiano, los supuestos básicos de la cosmovisión probablemente se apoyarán en la creencia de que toda curación proviene de Dios y de que la Deidad está profundamente dedicada e involucrada en la actividad de producir la curación. El trabajo del terapeuta, entonces, es encontrar maneras útiles de articular lo que Dios ha revelado en su Palabra en cada encuentro clínico, y ser un humilde siervo guiado por su Espíritu (Appleby y Ohlschlager, 2013).

    Creo que las siguientes dimensiones en una antropología filosófica están fundamentadas en la Biblia (antropología bíblica) y pueden ser de ayuda para el consejero psicológico y psicoterapeuta.

    Las personas son un todo: cuerpo, mente, espíritu, y no se ven a sí mismas como compartimentos separados.

    La experiencia humana es básicamente relacional y organizada por amor: amor a Dios, amor al prójimo y amor a uno mismo. Hemos sido creados con una motivación intrínseca para relacionarnos con otros y con Dios.

    La espiritualidad se halla en todos los seres humanos, no importa si profesan abiertamente una religión o pertenecen a una tradición espiritual o no.

    Fuimos creados a imagen de Dios y funcionamos de manera óptima cuando estamos atentos a los imperativos morales que nos protegen unos de otros y de nuestras tendencias negativas.

    El pecado ha impregnado toda la experiencia humana. Nuestros corazones y nuestras mentes no están libres de la tentación ni de la tendencia a conducirnos de maneras destructivas.

    Al reflejar la imagen de Dios, los humanos están dotados con la capacidad de elegir y de fortalecer su fibra moral y psicológica en direcciones saludables.

    Aunque creados para la eternidad, los seres humanos tienen que hacer frente a la muerte misma y a todos sus recordatorios: enfermedad, discapacidad, envejecimiento y pérdidas de todo tipo. La experiencia subjetiva del tiempo está siempre presente en el fondo; es parte de cómo vivimos. El Señor nos ha dado creencias y prácticas que nos ayudan a conectarnos con la eternidad, tener vislumbres del tiempo ilimitado, y la esperanza de que puede ser nuestra experiencia también.

    Los seres humanos fueron creados para reflejar la gloria de Dios. Mientras esperamos la restauración completa que llegará con su reino, aspiramos a algo más que afrontar la vida en forma saludable o tener una experiencia menos miserable. Por la gracia de Dios, buscamos la renovación de nuestra mente y la transformación de nuestro ser. Alentados por sus promesas, confiamos en que su curación llevará a un corazón transformado.

    Al dirigir la atención de vuelta a Joe, ofreceré una visión general para explicar cómo estas dimensiones de la antropología bíblica pueden ser la base para las formas en que un clínico puede entender su dilema.

    Pensar en Joe cristianamente

    Creo que la Biblia enseña que los seres humanos no pueden dividirse en compartimentos, por consiguiente, lo que Joe hace con su cuerpo no puede divorciarse de sus pensamientos, de sus sentimientos o de su espiritualidad. Su adicción involucra su cuerpo desde la experiencia subjetiva de la codicia a la experiencia objetiva de su actuación impulsiva que entonces traiciona su fe y lo deja atrapado psicológicamente. La Biblia también enseña que los humanos son seres espirituales. Los humanos no poseen una espiritualidad ni eligen ser espirituales. La espiritualidad es una condición ineludible del ser humano. Joe adoraba el contacto sexual. Su mente, su energía y sus recursos estaban dedicados esencialmente a obtener su siguiente dosis sexual.

    Estaba dispuesto a arriesgarlo todo por su causa. Jesús enseñó que donde estuviere nuestro tesoro, allí estaría nuestro corazón (Mt 6,21), y el de Joe

    estaba en este impulso compulsivo por encuentros sexuales anónimos. Lo que Joe había llegado a amar organizaba su experiencia psicológica: le impidió experimentar el amor de Dios, lo aisló seriamente del amor al prójimo y destruyó cualquier perspectiva de amor por sí mismo entendido correctamente.

    La adicción de Joe era más que una enfermedad. Su adicción también apuntaba a la lucha humana con el pecado en su vida, el papel de la voluntad y las cuestiones morales que están inseparablemente presentes a cada paso de la experiencia humana. La Biblia además articula los valores y los indicadores morales que ponen en funcionamiento lo que es óptimo para la vida humana y las consecuencias psicológicas cuando estos son ignorados. Joe sabía lo que era correcto, saludable y acorde con sus valores y su identidad, sin embargo, se sentía obligado a actuar frecuentemente en su propio detrimento.

    Las luchas de Joe también reflejaban una falta de conciencia existencial. Las Escrituras nos recuerdan que no estamos destinados a este mundo.

    Los humanos fuimos creados para la eternidad, pero mientras tanto, debemos enfrentarnos a nuestra propia mortalidad manteniendo al mismo tiempo un sentido de esperanza acerca del futuro. Debemos continuar día tras día, mientras gustamos el sabor de nuestro destino final. Fuimos creados con una consciencia del tiempo, y la forma en la cual vivimos y experimentamos el tiempo enmarca gran parte de nuestras vidas. ¿Vivimos con el temor de enfermarnos y morir? ¿Vivimos estancados en el pasado o constantemente preocupados por el futuro? ¿Vivimos, como Joe, constantemente devorados por el presente? ¿Qué si Joe hubiera tenido un sentido más claro acerca

    de que la muerte no es el fin de todo? ¿Qué si hubiera tenido una manera de atisbar el reino eterno por venir? ¿Podría eso haber hecho una diferencia?

    La jornada de Joe no hubiera estado completa si solo hubiera podido manejar su adicción, o si solo hubiera desarrollado mejores estrategias de superación. Joe no hubiera alcanzado un sentimiento de plenitud si solo hubiera desarrollado una perspectiva acerca de la dinámica que contribuía a sus tendencias autodestructivas. Joe no hubiera sanado si solo hubiera tenido más cogniciones de adaptación o hubiera abordado las configuraciones de la familia de origen. Aunque tal vez proporcionaran cierto valor,

    estas estrategias nunca hubieran dado como resultado una curación y una transformación completa.

    Joe sanó cuando supo que era amado por Dios y aceptado por su comunidad. Se curó cuando pudo confrontar la bancarrota moral de su situación y, sin embargo, ver que la gracia estaba disponible para él en abundancia. Joe se sintió completo cuando sus estímulos espirituales lo satisficieron más plenamente que las ansias de su cuerpo. Al final, Joe se enfrentó a su propia muerte con la confianza de que nada podía separarlo del amor de Cristo (Rom 8,38).

    La Biblia proporciona el fundamento para entender correctamente la naturaleza humana e ilumina acerca de la manera en que la presencia sanadora de Dios está sintonizada para lograr nuestra curación. Pero la Biblia no es un manual de tratamientos para trastornos emocionales específicos. En la Biblia podemos encontrar los verdaderos principios de la psicología, pero no su descripción detallada. La Biblia no ignora la importancia de la mente, pero no explica claramente los mecanismos neurobiológicos asociados con sus enseñanzas. Las Escrituras guían al consejero psicológico a la consideración de dimensiones transteóricas enmarcadas de una manera que es profundamente relevante, dado que dependen de la intención del Creador de cada ser humano y, por lo tanto, pueden ser reconocidas fácilmente y con provecho en el diálogo clínico. El fundamento y la estructura de una casa son esenciales, pero no la convierten en una morada habitable. Los hallazgos neurobiológicos y psicológicos sirven como los bloques de las paredes constituidos por una antropología bíblica.

    El consejero psicológico y psicoterapeuta cristiano pueden beneficiarse con las ideas bíblicas, pero la así llamada casa clínica solo se convierte en cristiana cuando Dios vive en ella.

    Incluir a Dios en la psicoterapia. Más allá

    de la congruencia cultural

    Dios, como creador de la humanidad, proporciona perspectivas únicas de lo que significa ser humano, y nos ayuda de ese modo a identificar dimensiones de la naturaleza humana que tienen importancia para la salud psicológica. Las Escrituras también enseñan que Dios permanece comprometido y presente en el ámbito humano, por lo tanto, cualquier actividad humana debe ser considerada en el contexto de esta interacción.

    Permítanme darles un ejemplo. Mi paciente era una mujer de treinta y tantos años que presentaba síntomas de TEPT que podían vincularse claramente con abuso sexual en su niñez. En ese momento, pensé que sería de ayuda utilizar algunas de las técnicas básicas descritas en la terapia dialéctico-conductual de Marsha Linehan (1993) para ofrecerle alivio de sus síntomas.

    Siguiendo fielmente las indicaciones que aparecían en el manual del paciente, le pedí que reflexionara en la imagen de sí misma como una flor de loto que llegaba suavemente al suelo. Mi paciente obedeció, pero se notaba que repetía los movimientos sin que se viera ninguna disminución en su nivel de ansiedad.

    Durante la siguiente cita, me dijo que se había sentido más segura cuando se imaginó a sí misma abrazando a Jesús en la cruz, en lugar de la flor de loto. Al conversar, dijo que encontró esta imagen mucho más significativa que la imagen de la flor de loto colgante ya que era más compatible con sus propias creencias cristianas. En este caso, una definición neutral de la espiritualidad y sus aplicaciones clínicas asociadas carecían de significado para la paciente, pero cuando la técnica se adaptó de un modo espiritualmente congruente, fue de mucha ayuda. Fue solo cuando conectó la imagen del Cristo sufriente a una cruz firmemente plantada en el suelo que ella finalmente sintió el poder que la liberaba de sus síntomas. Lo que la ayudó no fue solo el hecho de que había podido elaborar un símbolo culturalmente congruente. Su conexión con Cristo era real. Cuando durante su experiencia temprana de abuso todo se había desmoronado, aferrarse al Señor fue la única fuente de estabilidad y fortaleza que le quedó. Su experiencia iba más allá de la congruencia cultural.

    Un terapeuta ético permanecerá atento a lo que cree el paciente y respetará su cosmovisión. Las tendencias sociales actuales hacen probable que los clínicos sirvan a pacientes que no incluirían a Dios en el consultorio.

    El profesional cristiano todavía puede ser guiado por las dimensiones de una antropología bíblica reconociendo que las creencias del paciente no impiden la misericordia y la curación divinas. El Señor derrama sus bendiciones sobre todos (ver Mt 5,45). ¿Cómo puede entonces el clínico cristiano permanecer ético, fundamentado bíblicamente y capaz de relacionarse con su paciente?

    Aquí puede ser útil el enfoque de Kenneth Pargament. Él considera que lo sagrado es un componente esencial en la psicoterapia, a veces expresado en términos no religiosos (Pargament, Lomax, McGhee y Fang, 2014).

    Desde una perspectiva secular, lo sagrado es todo lo que está separado y merece veneración y respeto, según lo define un individuo o un grupo.

    Este concepto puede facilitar la conexión a los parámetros culturales importantes para el paciente y disminuir la tentación del terapeuta a traer su propia definición a la sesión, ayudándolo así a permanecer ético. También puede ayudar a captar el perfil de las experiencias espirituales que pueden no ser tan claramente definidas por el paciente; de ese modo, puede estar espiritualmente en sintonía. A veces, el lenguaje puede tener un poder evocador que excede su intención semiótica. Una agitación que el paciente siente como resonante psicológicamente puede apuntar hacia algo más, algo arraigado en la experiencia emocional, que señala en una dirección más profunda, aunque imprecisa.

    A estos tipos de experiencias las llamo temas integradores, ya que tienen un impacto evocador (ver Appelbaum, 2000) sobre el diálogo terapéutico, que repercute en niveles de experiencia psicológicos como también espirituales. Puede ser que el paciente no entienda esta agitación como algo que es sagrado y, sin embargo, lo reconozca como tal si se lo señala con tacto.

    La fundamentación bíblica está dada por el anclaje conceptual en las dimensiones de la naturaleza humana, las cuales no necesitan una referencia explícita a sus fuentes para ser relevantes.

    Incluir a Dios en la psicoterapia puede tener un impacto clínico significativo, como se ilustró anteriormente. Existe apoyo incipiente para el hecho de que creer en Dios produce una diferencia en el resultado del tratamiento psiquiátrico, como lo muestra un estudio con 159 pacientes en un hospital de día. Los creyentes tenían una mejor respuesta al tratamiento y mayores disminuciones en la depresión y los niveles de autolesión después de controles de variables demográficas y clínicas (Rosmarin, Bigda-Peyton, Kertz, Smith, Rauch y Bjorgvinsson, 2013). Pero también es una declaración epistemológica que tiene consecuencias importantes para la manera en la cual se conciben y practican la psicoterapia y el asesoramiento psicológico.

    El consejero psicológico cristiano puede preguntarse qué clase de Dios se invita al consultorio cuando debe seguir las inclinaciones religiosas del paciente. El antropólogo cultural de religión Ilkka Phyysianen (2009), él mismo un no creyente, afirma:

    … las creencias acerca de almas, espíritus, fantasmas, dioses y demonios pueden encontrarse en todas partes y parecen formar un patrón recurrente dentro y a través de culturas, independientemente de lo que los filósofos y teólogos [y yo agregaría psicoterapeutas] consideran importante. (p. 9)

    Naturalmente, la importancia y el significado de la religión y la espiritualidad para los individuos difieren enormemente. En virtud de la prominencia de la religión y la espiritualidad en la mayor parte de la población del mundo, corresponde a los clínicos familiarizarse con las maneras en las cuales lo sagrado impacta psicológicamente en la psiquis humana para bien o para mal. Varios libros han abordado recientemente el tema de la religión y la espiritualidad en la psicoterapia. Por ejemplo, Tan (1996) sugirió una forma combinada explícita e implícita de trabajar como un cristiano en psicoterapia en la cual el terapeuta continuamente funciona dentro de un marco de referencia espiritual implícito, mientras introduce lenguaje y prácticas religiosas claras cuando sea apropiado. Por lo tanto, el psicoterapeuta y consejero psicológico debe permanecer centrado en las narrativas que son pertinentes al caso y a la vida del paciente.

    Al formular un enfoque neuropsicoespiritual del asesoramiento psicológico y la psicoterapia, la antropología bíblica que se promueve no ve la espiritualidad humana como un mero epifenómeno del cerebro, sino que afirma que la actividad cerebral es inseparable de la experiencia religiosa y, como una de las más asombrosas creaciones de Dios, su comprensión puede ampliar e informar la práctica clínica. Sin embargo, la clase de Dios en quien se cree puede hacer una diferencia notable.

    Investigaciones recientes han documentado el papel protector de la religión y la espiritualidad para quienes corren riesgo a causa de un trastorno depresivo mayor, pero encuentran que su fe es personalmente significativa. Mientras que las imágenes cerebrales muestran un adelgazamiento de las áreas corticales críticas en los hijos de individuos diagnosticados con depresión mayor, las mismas regiones cerebrales son más espesas (más complejidad y conectividad) para quienes abrazan una religión personal (Miller, Bansal, Wickramaratne, Hao, Tenke, Weissman y Peterson, 2014). ¿Podría ser que si los terapeutas cristianos pudieran ayudar a sus pacientes a desarrollar un camino espiritual más profundo los resultados mostraran diferencias importantes en el funcionamiento del cerebro? ¿Podría el consejero psicológico, además, ser capaz de identificar las prácticas espirituales y religiosas que pudieran estar asociadas con una salud cerebral negativa? (Cresentini, Aglioti, Fabbro y Urgesi, C., 2014; Owen, Hayward, Koenig, Steffens y Payne, 2011).

    Tal vez, un ejemplo clínico puede ilustrar mejor este punto. Hace unos cuantos años me reuní varias veces con una mujer blanca de unos cincuenta años que había crecido en mi propia tradición de fe adventista del séptimo día, pero que con el tiempo se había convertido en una wiccan activa.

    Cuando la conocí, ella estaba gravemente enferma, con depresión severa continua, frecuentes ideas suicidas y múltiples hospitalizaciones. La anteúltima vez que nos reunimos, ella se encontraba muy agitada y activamente suicida, lo que llevó a una admisión prolongada seguida por un tratamiento de terapia electroconvulsiva (TEC). En esta reunión, ella me contó que había conducido una sesión de espiritismo con un grupo de jóvenes wiccans en una cabaña en la montaña. Durante la sesión, su madre se apareció como un ser espiritual. Su madre se había suicidado frente a ella cuando tenía como diez años, lo cual contribuyó en gran medida a una historia de enfermedad mental crónica. Esta experiencia destruyó por completo los escasos avances logrados hasta este punto y dio como resultado una larga admisión con procedimientos de TEC. La última vez que la vi, se encontraba muy sedada por su medicación y no reconoció quién era. Bajo esas condiciones, la psicoterapia individual no tenía sentido y la derivé a un hospital de día para un trabajo más intensivo.

    Según mi entender, este caso representa un límite a la visión ecuménica de Pargament acerca de lo sagrado. El dios que llegó a la vida de esta paciente no era el Dador de vida y la Fuente de la misericordia. Su experiencia espiritual no podía considerarse saludable, ni siquiera usando parámetros no religiosos (ver Griffith y Griffith, 2003). Si hubiera tenido la oportunidad de continuar trabajando con esta paciente, hubiera tratado de despertar los ecos que pueden señalar a la plenitud del amor, los atributos invisibles de Dios (Rom 1,20), reflexionando sobre el significado y a veces la capacidad destructora de su práctica religiosa (wicca).

    Finalmente, incluir a Dios en el consultorio se expresa a través de sus siervos los consejeros psicológicos y terapeutas que pueden encarnar su gracia en su porte y a través de la oración intercesora que pueden ofrecer silenciosamente antes, durante y después de una sesión.

    Esquema general del libro

    Después de reseñar con más detalles la importancia de una antropología bíblica clara para la práctica del asesoramiento psicológico y la psicoterapia en el capítulo 2, en el capítulo 3 resumiré el trabajo excelente hecho por colegas psicoterapeutas y consejeros psicológicos que conectan la fe a su trabajo clínico. También describiré, en el capítulo 4, las formas en que se pueden incluir la religión y la espiritualidad en el proceso de evaluación clínica y, finalmente, en los capítulos restantes, describiré diez dimensiones de la antropología bíblica que sostengo que pueden ser relevantes para la práctica clínica. Cada uno de estos últimos capítulos constará de tres secciones básicas.

    La primera sección proporcionará una visión general desde una perspectiva de la antropología bíblica usada para dar detalles de los significados que surgen de cada dimensión.

    La segunda sección de cada capítulo explorará teorías relevantes y resultados de investigaciones de la neurobiología, particularmente la neurociencia afectiva, cognitiva y social, la psicología evolutiva y social, con inclusión ocasional de la psicología de la personalidad y la teoría clínica que ha dirigido a los consejeros psicológicos y psicoterapeutas durante los últimos cien años. También destacaré resultados relevantes de las investigaciones en la psicología de la religión en lo que concierne al tema en cuestión. La tercera y última sección analizará aplicaciones clínicas que incluyen un resumen de una comprensión neuropsicoespiritual y su aplicación al proceso terapéutico de Joe.

    Las diez dimensiones de la naturaleza humana que analizaremos incluyen las que se detallan a continuación.

    La espiritualidad como un componente esencial (e inseparable) del ser (cap. 5). La espiritualidad es más que una narrativa cultural o una elección de si uno decide o no tener creencias religiosas. Está presente, de algún modo, en todo lo que adoramos, amamos o creemos. Por tanto, es inevitablemente parte de la naturaleza humana, sin importar cómo se define la espiritualidad.

    El amor como un organizador de la experiencia psicológica. El acto creativo de Dios es el resultado de su naturaleza: Dios es amor (1 Jn 4,8), y su amor se ha revelado en el orden creado, incluyendo la experiencia humana. Los humanos fueron creados para relacionarse con Dios (cap. 6) y unos con otros (cap. 7). Siguiendo el mandamiento de amar primero a Dios y al prójimo, el amor a sí mismo también merece una consideración seria (cap. 8). Clínicamente, entender la dinámica del amor es esclarecedor para el proceso terapéutico y es crucial para la curación facilitar su desarrollo en la vida del cliente.

    El cuerpo en el asesoramiento psicológico y la psicoterapia: un enfoque de la persona completa en una cosmovisión bíblica (cap. 9). Tradicionalmente, el cuerpo ha ocupado un lugar silencioso a la mesa tanto de la religión como del tratamiento de la salud mental. La Biblia enseña que los humanos son seres encarnados, por tanto, el cuerpo siempre es relevante para la vida y la salud emocional.

    Los valores y la imago Dei: cuestiones morales en el asesoramiento psicológico y la psicoterapia (cap. 10). Avances recientes en la psicología moral y en la neurociencia moral sugieren que los humanos tienen una tendencia innata a desarrollar impresiones y juicios morales. Los valores son inevitables a cada paso del proceso terapéutico. Una cosmovisión cristiana sostiene que el funcionamiento óptimo se logra cuando los valores fundamentales y los valores límite congruentes con el diseño de Dios son incorporados en nuestras vidas. La comprensión clara de los valores que protegen la integridad psicológica y los valores que contribuyen a la vida abundante (Jn 10,10) guía los elementos que se pueden afirmar o cuestionar en el proceso terapéutico.

    Amor desordenado: el conflicto moral y el lado oscuro de la naturaleza humana en el asesoramiento psicológico y la psicoterapia (cap. 11). Como consejeros psicológicos y psicoterapeutas, estamos acostumbrados a ver a los pacientes enfrentar el conflicto. Con razón nos preocupamos por nuestros pacientes cuando no lo hacen o de algún modo no muestran que se hacen responsables internamente de por lo menos su impacto emocional. Quizás como resultado de una cosmovisión humanista implícita, estamos entrenados para ayudar a exteriorizar la responsabilidad por el conflicto y de hecho hemos rechazado las antropologías más oscuras, como la de Freud (Nicholi, 2003). Una cosmovisión cristiana no pierde de vista la compasión, pero es consciente de que las fuerzas destructoras son parte del repertorio humano. El pecado y sus innumerables formas de presentarse se reconocen como tales, sin ignorar los matices que llevan esta noción a

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