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¿Por qué no te pegas un tiro?
¿Por qué no te pegas un tiro?
¿Por qué no te pegas un tiro?
Libro electrónico535 páginas7 horas

¿Por qué no te pegas un tiro?

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QUIEN ESCRIBE, SE BUSCA; Y, EN ALGÚN MOMENTO, SE ENCUENTRA, PARA VIVIR DE VERDAD.
Comprendí, después de un complejo recorrido, que mi fortaleza se había convertido en mi más grande debilidad y potencial amenaza luego de descubrir que toda mi vida tuve metas claras con un objetivo desenfocado. En un punto visualicé la oportunidad de renacer con verdadero sentido y propósito; ordenando mis pensamientos y sentimientos, concentrado en lo importante de la vida. Como consecuencia, mi ansiedad empezó a bajar gracias a que mi inquieto espíritu va aprendiendo a cumplir su misión:
DEJARME AMAR POR DIOS.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento25 nov 2022
ISBN9788411444408
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    ¿Por qué no te pegas un tiro? - Mohamed Boraei Álvarez

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    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Mohamed Boraei Álvarez

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz

    Diseño de portada: Rubén García

    Supervisión de corrección: Ana Castañeda

    Fotografía: Francisco Santander

    ISBN: 978-84-1144-440-8

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    Letrame Editorial no tiene por qué estar de acuerdo con las opiniones del autor o con el texto de la publicación, recordando siempre que la obra que tiene en sus manos puede ser una novela de ficción o un ensayo en el que el autor haga valoraciones personales y subjetivas.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    .

    A mis amados padres:

    Martha Antonieta Álvarez Herrera, mi ángel y mentora, y

    Mohamed Boraei Ahmed Boraei, mi modelo de hombre íntegro y ejemplar.

    Finalmente, este libro te lo dedico a ti, ya verás por qué.

    .

    «Las personas más felices, encuentran su naturaleza y alinean su vida a ella».

    ray dailo

    Prefacio

    Siempre tenemos una gran historia que contar. La magia está en descubrir cuándo y cómo contarla.

    Antes de dar inicio al contenido de este libro, quiero compartir una hipótesis que me ha acompañado en toda su escritura. Vivimos como si fuésemos inmortales y como si todo fuese a durar para siempre, descuidando lo importante que para muchos será sobrevivir, para otros solo vivir y para unos cuantos será tener una vida con intención y propósito, una vida plena.

    Así, llega un punto que nos cuestionamos nuestra existencia, sea consciente o inconscientemente, en vida o en su lecho de muerte. En mi caso fue a raíz de que sentí vivir en medio de mucha confusión, con satisfacciones fugaces así como insatisfacciones debido a ambiciones extremas, exigencias y más exigencias; donde un día, en profunda frustración, dejé todo y me pregunté ¿por qué? Por qué tenía tanta sed de logro, por qué quería más y más. Por qué nada me saciaba, muchas preguntas ya eran mis propias respuestas.

    Viene a mi mente la controversial frase: «El fin justifica los medios», habitualmente atribuida a Maquiavelo. Mi determinación estaba dedicada a conquistar lo que me proponía, por tanto me perdía todo el proceso y solo me importaba el marcador, mas no el juego ni el recorrido, en sus múltiples paisajes. A causa de varios sucesos, concienticé lo equivocado que estaba puesto que podía caer en errores tan graves como falta de autenticidad e identidad, toxicidad, infidelidad en todo contexto, o el dopaje en presentaciones deportivas; incurrí en todas a excepción de la última, y muchas más que bien puedo no conocerlas, sin embargo, ataqué a mi persona y por resultado, estaba boicoteándome mi vida.

    De a poco, comprendía que algo no estaba bien y empecé a escribir sin mayor intención que irme conociendo y tratando de tocar mis fibras más profundas, completamente transparente hacia mí mismo. Un recorrido muy largo, con muchos obstáculos, curvas, subidas y bajadas, así como rectas donde descansaba al ver el horizonte, no obstante, te puedo decir que ahora que lo voy viviendo, en mi proceso, siento que puedo aprovechar muchas cosas que antes pasaban desapercibidas, porque simplemente logré sentir una fuente de inspiración y entusiasmo, aquello que muchos llaman: Amor.

    Ahí es cuando decido emprender una interesante aventura en la que busco plasmar un poco de mi vida, donde mi subconsciente tiene mucho protagonismo en cómo relato mis historias. Rescato experiencias que son parte de mi desarrollo y, sobre todo, de este libro que representa, para mí, a un fiel compañero y confidente amigo. Cada historia contada, cada revisión o momento que me daba para escribir, resultó ser una terapia para sanar y, si cabe el término en un punto: renacer. Un ejercicio muy complejo y demandante que consistía en tratar de recordar sucesos que marcaron mi vida, aquellos que me formaron y me convirtieron en quien soy, cronológicamente desde temprana edad hasta mi actualidad, sin pensarlos mucho. Tan solo tomé un papel y lápiz, escribí mis edades con el primer recuerdo que me venía a la mente y al corazón en su respectivo año, tanto consciente como inconscientemente me iban formando en un Ser con virtudes y defectos, unos más grandes que otros. Sustraía aprendizajes al recordarme en eventos en los que fui capaz de seguir adelante cuando tenía recursos como cuando no, así como redibujar mis equivocaciones para enmendar en mi presente toda falta pasada y tratar de minimizar cualquier arrepentimiento en mi futuro incierto, floreciendo emociones de gratitud por todo lo vivido.

    De seguro muchas veces has escuchado decir: «tengo tantas historias como para escribir un libro». Es así como decidí hacerlo. Me apoyé en grandes referentes de mi vida, coleccionando anécdotas de todo tipo que arman mi testimonio en este texto.

    No he podido evitar ser redundante en mis anotaciones, me disculpo, sin embargo, la vida también es eso, las repeticiones son, en ocasiones, parte de todo proceso y que habrá lectores que en ellas encontrarán sentido a un mensaje que estoy proponiendo con el que quiero ir un poco más allá del modelo tradicional del sistema. Si bien es cierto, es principal resolver nuestras necesidades básicas, siento y pienso que con un despertar de conciencia en todo estrato y nivel social se puede aprovechar mucho más cualquier evento del común vivir para lograr aquella deseada sensación de felicidad que para muchos está en tener lo que desean, así como hay quienes la encuentran en vivir en paz, como también hay un grupo que la consigue por medio del servicio en un proceso de trascendencia y legado, para otros será sonreír todos los días, o lograr comprender y vivir enfocados en lo importante de la vida que lo van descubriendo conscientemente en un amanecer constante, habrá algunos que la logren en vivir el amor en cada acontecimiento, o un mix de todas. La vida, a cada uno, le va enseñando lo que es vivir feliz, así como habrá quienes simplemente: sobreviven.

    En lo que llevo de recorrido, concluyo algo que hoy es la base de todo para mí: el amor, más allá del romanticismo, iré desarrollando un concepto personal. De igual forma sacarás tus propias apreciaciones y definiciones. Considerando lo expuesto, este libro está dirigido a toda persona, sin importar su creencia, contexto, realidad o circunstancia, siendo una compañía en su proceso de autodescubrimiento.

    Finalmente, alguna vez me pregunté: ¿Cuál es la razón de la existencia del hombre? Entre tanto en la creación, cada ser, vivo o inerte, tiene un propósito natural que justifica su razón de ser, pienso que nada es casual. Como ejemplo, las abejas, hacen miel como principal ocupación. Luego de mucho meditar, concluí que el hombre fue creado con la finalidad de contar historias. Si no estamos contando historias es porque nos ocupamos preparando historias para luego contarlas. Por ello, he decidido contarte mi historia, con la que lograremos conectarnos, ya verás cómo.

    Momento cero de la verdad

    Más que enfocarse en tener claras todas las respuestas, es trascendental tener bien planteadas las preguntas esenciales de la vida.

    La vida se va dando por periodos y en etapas. Es difícil llegar a un estado en el que se te haya revelado toda la información que beneficie y te franquee el vector, como si se tratase del desciframiento automático de un extenso y complejo código entre números, letras y signos. Pienso y siento que todo es un despertar permanente, como el de cada mañana. Constantemente recibes mensajes que van tomando mayor protagonismo en el consciente y tantos más en el subconsciente. La diferencia está en el instante que decides tomar la decisión para hacerlos parte de tu presente y den rumbo a un prometedor futuro.

    Es así como hace años comencé un gran viaje, acompañado de escritura, plenamente empírica debido a que no estudié para ser escritor, sin embargo, se me da de forma natural, sabiendo que puede ser del agrado o no del lector, como en todo, a pesar de ello, principalmente escribo para mí, para encontrarme en un proceso sincero en el que me voy desvistiendo quien soy, entre mis intereses, ambiciones, anhelos, necesidades, conceptos, creencias, deseos, complejos, gustos, sabores, miedos, secretos, valores, virtudes, defectos, temores, amores y demás matices de mi propia existencia.

    Sin pensarlo ni forzarlo, todo aquel escrito se convirtió en un libro que es El Arte de Amarte, en el que a punto de salir a la publicación, luego de procesos de edición, maquetación y diseño, me empiezan a contactar de radios y televisoras a que cuente mi proceso, esto gracias a toda una expectativa que se estaba desarrollando y consolidando en redes sociales. Los medios siempre te dan un esquema de preguntas para prepararlas y fluidamente responderlas «al aire», ahí es cuando me topo con una que decía: ¿Qué te llevó a escribir tu libro?, al encontrarme elaborando mi respuesta, escribiendo y escribiendo, y como tal bastó aquel impulso para darme suficiente inspiración para abrazarme, sentirme más profundo, en el cosquilleo del alma, y responder el origen de todo: ¿Por qué no me pego un tiro? Solo sabía que mi respuesta a los medios y a todo quien me lo preguntara, debía ser honesta, nada más sentía en mí.

    Fue como decidí cancelar la publicación del libro que estaba listo y anticiparlo con este, dando un cierre completo a mi trabajo que siempre sentía que algo faltaba. A pesar de la buena crítica que ya había recibido en la edición del texto, decidí reestructurarlo con este último destello de mi alma, viva.

    Recuerdo, cuando ya terminado El Arte de Amarte, me preguntaron: ¿Cuál es tu siguiente libro? A lo que de inmediato respondí: no sé, solo estoy viviendo este y todo su proceso. Ahora fíjate, me encuentro publicando primero lo que, ahora, estás leyendo. Alguna vez leí de Woody Allen, una frase que cada vez me hace más sentido y la aplaudo: «Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes».

    De una manera mágica, me empezó a florecer un sembrío que llevaba tiempo regando, entre notas que salen del alma, muchas lindas y otras amargas, pero auténticas y sinceras, porque es toda una fortuna admirarte y apreciar belleza también en el caos, debido que en el orden todo tiende a ser más fácil.

    Pues sí, aquella pregunta va más allá del hecho figurado de sacar un revolver y apretar el gatillo, también va aplicada a perder mi vida en comportamientos que directamente me arruine como introducirme en un mundo de descontrol, placer desmedido, oscuridad, terrenos pantanosos y propios superegos que me hagan creer que yo puedo lograrlo todo, perdiendo sensibilidad del límite y sus consecuencias.

    Por algún motivo, esta interrogante la tuve siempre presente, desde que conquisté mi primer gran logro que se demostraría en toda una carrera de estudio y dedicación antes de llegar a mi mayoría de edad y que la conocerás en su debido momento; tomó mucha más fuerza este preciso instante que me decidí por consolidar, así, mi historia. No obstante, aquel tiro ya había sido disparado y la bala venía lentamente a mi cráneo, en silencio, siguiendo mi calor con el objetivo de impactarme.

    El sonido de aquel disparo tardó mucho en llegar, empezando con un eco muy lejano que de un momento a otro lo escuché rotundamente. Desde el inicio de mi proceso de «autodescubrimiento», a pesar de tener personas a mi lado, la soledad me abrazaba muy fuerte, un sentimiento entre tristeza, incertidumbre y nostalgia que no me permitía hacerme buena compañía, mucho caos en mi interior. Solo sabía que debía sostenerme y continuar, conmigo. Empecé a relatar mis recuerdos sobre un papel, con el ánimo de acompañarme y recordar mi vida, tomar aliento y seguir caminando a ver cómo podía encontrar esa ayuda que tanto necesitaba, en una sociedad que más se enfoca en disfraces y libretos, que en actores. Por ello prefiero ser honesto y darle mayor protagonismo a la sinceridad que a cualquier accesorio, con sentimientos genuinos, palabras sencillas, directas y amables, con entusiasmo por compartir y vibrar junto a verdaderas conexiones.

    En este punto te invitaré a conocer mi viaje, muy intenso, con mucha pasión y decisión. Recorreré mi historia, con toda la valentía de descubrirme en mis hechos y alcances, sin vergüenza, puesto que si la llego a tener es porque pensaría en ti y dejaría de sentirme propiamente a mí, inconscientemente. Como si me fuera a bañar puesto mi ropa habitual; justamente ahí encontré la magia de todo: desnudarme.

    Para este extenso ejercicio, no usaré ningún manual de vida ni instructivo, solo tomaré mis recuerdos y experiencias, tratando de verme desde afuera, para adentro, sin ninguna óptica profesional como psicología, filosofía o cualquier otra debido a que no lo soy, será una gimnasia lo más empírica posible. En ti estará si te resuena mi proceso para que vayas visualizando formas, entre muchas posibles, de también conocerte si ves importante para ti.

    Quiero saber quién soy. Seguramente, cuando acabes de leer este libro, seguiré complementando quién y qué más «he sido», porque a medida que vivo seguiré descubriendo más de mí. Por tanto, me iré presentando, no solo desde mi cara bonita, sino desde la fea también. Con la mayor transparencia que yo mismo me permita. Por ahora, tan solo soy la reflexión de mis historias, mis hechos, mis errores y mis virtudes.

    Dicho esto, ten cuidado en seguir leyendo este libro debido que habrá temas que te incomodarán e incluso podrían llegar a molestarte, en ocasiones no entenderás cómo los abordo, sin embargo, eso hablará de un tema a resolver más en ti que en mí. El ser y parecer no va conmigo cuando de máscaras se trata, hay veces que más parecemos que lo que verdaderamente somos, pura hipocresía. En este paseo,posiblemente también te irás conociendo, ya verás cómo te vas revelando.

    La vida es un partido de múltiples jugadas, de prueba y error. Tan solo hay que jugarla sin temor a ganar, perder, aprender o equivocarse viviendo con amor, lo que nos permite estar en paz logrando la tan ansiada felicidad.

    Antes de dar inicio a contarte mi aventura, creo necesario partir con un contexto breve de ¿quién soy? lo que para muchos puede llegar a ser aburrido hablar de uno mismo, para mí, no, todo depende de la intención que motiva la acción. Este ejercicio de descubrirme y conocerme siento me va a permitir encontrar mi libertad y comprender si mismo me amo o cuándo dejé de hacerlo si es el caso, así entender sobre qué es esto del amor propio, paz, felicidad, éxito, vida, armonía, balance, estabilidad, misericordia, tantas y tantas palabras que se dicen así no más, sin mayor reflexión de lo que para cada uno representa.

    Entrando en materia, iniciaré por mi nombre: soy Mohamed Soliman Boraei Álvarez. Como a la mayoría, el nombre me lo pusieron mis papás; ventajosamente me encanta, pero si no me hubiese gustado, no tendría más remedio que cambiármelo, sin duda. Llegué a este mundo un diecinueve de agosto de 1984, gracias al amor de una hermosa ecuatoriana católica y un egipcio musulmán —sí, ya sé, de ahí viene tan exótico nombre, no creas que en Ecuador estamos llenos de Mohamed y peor de mi apellido—. Mi padre muy concentrado en una formación en valores y honor, tan íntegros como él. Mi madre muy orientada a la cultura y academia de excelencia y exigencia. De hecho, desde la escuela, mi mamá ya tenía en mente a qué universidad yo debía ir. Ahora tengo treinta y seis años del año 2020. En gustos, me atraen los sabores fuertes y diferentes, desde el ají hasta el aroma tenue de una manzana verde. El café es una maravillosa creación, por su especial compañía.

    El quien soy es una respuesta muy difícil debido que a diario nos presentamos a nuevas realidades donde también existen accidentes, y no me refiero con este término a acontecimientos necesariamente dañinos, sino a momentos que de alguna forma nos obligan a un cambio para una evolución y crecimiento en el aspecto de nuestra vida que lo necesite. En la relación con nosotros mismos, convive un permanente aprendizaje consciente de quienes somos, en medio de un subconsciente clave, siempre activo y latente, quizá más importante que el consciente como tal. Vivir con naturalidad y espontaneidad nos permite florecer nuestro inconsciente, disfrutando de todos los paisajes de la vida porque el mismo hecho de tratar de llevar todo al consciente demanda tanto esfuerzo y energía que termina agotándonos. Por ello mi determinación de quien soy en naturaleza propia, va con relación a quien veo mantengo mi esencia desde mis más remotos recuerdos hasta la actualidad, y a medida que siga relatando mi historia, me iré presentando acorde a la influencia del momento de la vivencia y su escritura como así mi revisión final para ser publicada. Mi autobiografía es un proceso muy duro y complejo conmigo mismo por ser algo que quiero trascienda en función del despertar sincero de más personas, quienes irán descubriendo aquello que para cada uno es importante.

    Muchos dicen que la vida no está en la meta, sino en el camino; para mí la vida está en el SER lo que vine a HACER, en un viaje de mucho aprendizaje y mejoramiento continuo, valorando toda acción así sume o reste, con este ánimo te contaré historias, narradas cronológicamente y seleccionadas desde mis primaveras, es decir, las primeras veces que me sucedió algo fuerte que recuerdo y que me forjó en lo que me he convertido, porque cada día sigue apareciendo algo nuevo. Te aseguro que muchas de los «cuentos» los vivirás como tuyos, te recordarán vivencias, en diferentes escenarios que los míos. Cada periodo lo he dividido según sentí que se formó o fortaleció en mí y consolidó mi persona.

    Solo en ti está la facultad de evaluar tu saber y tu sentir. Nadie podrá valorarte adecuadamente sin vivir tu sacrificio.

    Con el ánimo de avanzar y sin saber por dónde mismo empezar, solo imaginé que debía ser fácil, sin mucha cabeza, más bien debía ser puro corazón, por ello me visualicé en periodos de siete años, este número lo escogí porque me gusta y lo veo muy presente en mi vida, sin ninguna connotación esotérica, supersticiosa ni tampoco de numerología o relacionadas, que por cierto, todo puede estar conectado o no, realmente no me quita el sueño, para mí lo elemental es qué tanto me voy entrenando para visualizar las oportunidades que se me presentan a diario y aprovecharlas con el objetivo de mejorar mi estado presente, en cualquier actividad que esté haciendo y así compartirla en beneficio de mi entorno y comunidad. Eso sí, ventajosamente no soy supersticioso. Por cierto, también me gusta la letra «A» que la tengo tan presente, seguramente porque habla de comienzos, tanto como de finales.

    En las páginas que siguen emprendo un proceso de mucha introspección. Analizo pedazos de mi vida tomando como referencia experiencias que me marcaron y definieron, por ello al narrarlas hago testimonio a hechos del pasado en mi presente, debido a la fase reflexiva que llevó en mí, así como la determinación de quien soy, más allá de quien fui en un continuo despertar de conciencia que trataré de transmitirlo en mi relato. Tomando en cuenta que la frontera que separa la realidad de la ficción en cualquier escritura autobiográfica es muy frágil, ya que un relato siempre supone la reconstrucción subjetiva de los hechos vividos a través de la verbalización de la memoria. No obstante, a todo texto autobiográfico se le asigna un valor de verdad. Con esto, dejaré sobre papel mi testimonio de una vida todavía en etapa joven que, espero, siga desarrollándose en muchas otras historias que serán narradas en un futuro.

    Necesitaba una explicación a muchas cosas que rondaban mi cabeza, buscando sentido a la vida, donde parto por tratar de conocerme de verdad, sabiendo que algo en mí no estaba bien y quería descubrirlo.

    «¿De qué te sirve ganar el mundo, si al final pierdes tu alma?».

    ignacio de loyola

    Capítulo 1

    Edad: 0 a 7 años

    El origen

    Temores y Complejos

    —Elemento: agua—

    En esta inocente etapa que describo hasta los siete, navego en medio de todos aquellos primeros sucesos que quedaron grabados en mi subconsciente, donde se consolidaron y salieron a flote mis complejos y temores, que pienso todos los tenemos, de todos los colores y variedades por decirlo de alguna manera. En mi caso, muchos de ellos con relación a lo que a futuro serían piedras angulares en mi vida y que ha sido todo un desafío convivir con ellos. De igual forma se forjaron sucesos que me hicieron fuerte, a través de enseñanzas de mis padres y, uno particular, de mi abuelo Boraei, revelado en un sueño, sin haberlo conocido.

    Toda persona responde diferente ante algún incidente que podría superar cualquier lógico comportamiento. Hay quienes reaccionan de manera agresiva, otros se bloquean y hay quienes deciden huir. En esta primera etapa de mi vida, presentaba una tendencia a bloquearme. No hacía nada y simplemente me quedaba anonadado por el accidente o incidente, sin saber qué hacer. Retenía tanta energía que en ocasiones era ira que luego me daba más ira por no haber desahogado o verbalizado lo que tenía dentro. Era una esponja que absorbía todo sin hacer nada por el acontecimiento o sentimiento, algo tan dañino para mí que enquistaba mucho malestar e inconformismo, lo que ocasionaba ciertos traumas que tenía que aprender a sobrellevarlos y convivir con ellos mientras iba descubriendo el camino.

    Reflexionando sobre estas iniciales historias, he logrado una conclusión muy personal. En etapa temprana aparecen los temores que dependiendo de cuan conscientes estemos, podremos aprovecharlos en nuestro beneficio, esto debido a que toda persona, sea quien sea, en sus primeros años, es vulnerable a todo evento exterior, porque recién está gateando por su inocente vida. Asimismo, al final de esta primera etapa, aparecen los primeros deseos que, si se los aborda con una adecuada guía, podrían desarrollarse en importantes avances para el individuo como en su entorno, que no puede ser tan solo fuente de placer y tentación que producirán frustración y deterioro. Todas estas sensaciones, sentimientos y conocimiento se van alojando en nuestro subconsciente, anidándose en un universo interior tanto para bienestar como malestar propio, todo dependerá de los distintos eventos que irán apareciendo y reviviendo emociones según nuestra experiencia, realidad y naturaleza.

    Mi elemento dominante en estos primeros años fue el agua, debido a que es el origen y razón de todo lo que vendrá.

    3 años de edad

    La comida está lista

    —Papis, la comida está lista

    Recuerdo haberlo dicho como si fuese ayer. Era apenas una criatura de poco más de tres añitos, siempre acompañado de Marilyn, mi hermana menor, y estábamos listos para hacer nuestra primera hazaña de vida, no imaginarás cuál… Si te cuento que preparamos el almuerzo, ¿me creerías? Pues sí, efectivamente lo hicimos.

    Mis padres tenían un supermercado en Quito, bella ciudad considerada Luz de América y Patrimonio de la Humanidad por toda la historia que deja sentir su aire, calles, edificaciones y gente. Dentro de todo lo que es ser un bebé que recién se siente libre con sus primeros pasos, decido la genial idea de hacer la comida juntamente con mi «asistente», y es así como voy a la refrigeradora y tomo cebollas, tomates, zanahorias, arroz; agarro un cuchillo y vamos al baño del local. Empiezo a romper esas verduras como puedo, ya un poco cansado le pido a Marilyn que coloque el arroz de a poco en el inodoro y con un movimiento característico mío —que hasta ahora tengo— meneo el agua, las verduras y el arroz dentro de la taza del baño con el típico cepillo de limpieza. Todo lo hago con natural amor, pensando en ayudar a mis papás que trabajan duro como siempre lo han hecho.

    Ahí es cuando de un solo grito digo:

    —A comeeer.

    Mi asistente va corriendo a ver a mis padres. Marilyn siempre fue más despierta que yo; a pesar de ser un poco menor, no solo caminaba, sino corría y casi se sabía el abecedario al año de nacida, era una locura…

    Bueno, retomo la escena. Mis padres llegan al baño y ven tremendo banquete. Nos miran con detenimiento y nos dicen:

    — ¡Qué bien, gracias, hijos!

    Nos piden que atendamos el negocio mientras ellos comen. Se encierran en el baño y después de un tiempo breve salen con cara de habérselo comido todo. De inmediato entro al baño, veo el retrete y tengo mi primer «wooow»: les gustó la primera creación de mi vida: mi sopa.

    Ese momento quedó guardado en mí y, como ves, hasta ahora lo recuerdo. Brevemente te comento que mi papá, Mohamed Boraei Ahmed Boraei, cuarenta años mayor que yo. Mi madre era trece años menor que mi viejito y todo aquel que la conocía decía que era un ángel y en realidad lo era. Con esto tuve la oportunidad de vivir y aprender de dos culturas completamente diferentes, pero unidas por el amor; es así como, con el paso del tiempo, entendí lo que mis padres hicieron en aquel entonces en el baño. No se lo comieron todo… lo limpiaron y nos hicieron saber que la comida estuvo rica. Todo esto, con la finalidad de no arruinar nuestra ilusión de crear cosas, vivir momentos, porque sabían que, si nos castigaban por tremenda obra, lograrían tan solo frustración en nosotros y los veríamos como a unos feos padres a quienes no les gustó nuestra comida.

    Es interesante cómo dos culturas se mimetizan y entienden. Mi mamá adoptó el islam como religión. Recuerdo una historia que mi padre nos contó para que aprendiéramos sobre el amor a Dios, más allá de la guía de las religiones. La historia trataba de un forastero que navegaba su canoa y llega a una playa, donde vivía un campesino, quien lo ve llegar exhausto y de inmediato lo acoge con agua, comida y abrigo. Lo invita a que se quede el tiempo que necesite para reponer sus energías y es así como se queda una noche más. Al momento de almorzar, el campesino pide a su huésped que lo acompañe a dar un agradecimiento por la comida y, antes de ingerir el primer bocado, empieza a agradecer a la vaca por la leche, a las gallinas por los huevos, a la tierra por los vegetales, en fin… agradece por todo. Conmovido por esta escena, el forastero, en la siguiente comida, le dice que le puede enseñar a rezar como Dios manda y empieza la clase: pide, en primer lugar, quedarse una semana entera para enseñar bien el rezo y todo el ritual, y el campesino acepta. Llega el día de la despedida y el campesino le envía una vianda de comida para tan largo viaje; después de un efusivo abrazo, ve cómo la canoa se aleja por el horizonte. Entre tanta nostalgia se olvida por completo el rezo y empieza a gritar al forastero para que se lo recuerde; grita y grita sin éxito alguno y, en su desesperación de haberlo olvidado todo, empieza a correr tras la canoa; corre y corre sin parar hasta que el viajero logra escucharlo y, sorprendido, le dice:

    — ¿Qué quieres, campesino?

    Este responde:

    —Por favor, quédate una semana más, olvidé cómo se reza.

    El forastero afirma:

    —Regrésate con calma y reza como gustes, con la nobleza de tu corazón. ¿Acaso no te has fijado que estás caminando sobre el agua? Tu deseo de rezar, según mis enseñanzas, han logrado que hagas algo imposible. Dios está en tu corazón.

    Así es como fuimos educados los Boraei Álvarez desde siempre, dejando de lado si creemos o no en la carrera sobre el agua de aquel campesino. Personalmente, si me dices que hace dos noches viste unos extraterrestres en el patio de tu casa, o que sentiste que te desdoblabas y levitabas, te creo y te creeré siempre; somos tan pequeños en el universo que podría suceder de todo. En consecuencia, no saco nada discutiendo este punto contigo; si te creo ganamos ambos. Fue de tal modo que nos formamos creyendo en Dios más allá de la práctica ortodoxa de una religión, con fe en Dios como Ser Supremo y teniendo claro que el camino para llegar a Él es por medio de vivir con amor en nuestro corazón, sin ningún tipo de intermediario.

    En realidad, Oriente y Occidente tienen particularidades propias, ninguna mejor que la otra, pero llevan magia que se refleja en el común vivir. Recuerdo otra enseñanza de vida: mi papá y mi mamá viajaban en su camioneta, llovía y llovía en la oscuridad de la noche y estaban estresados en medio de su «paseo». Repentinamente escuchan un tremendo estallido, mi papá pisa el freno de inmediato y se dan cuenta de que se había estrellado una roca en el parabrisas provocando una explosión. Inmediatamente mi padre agradece a Dios por el hecho y mi madre salta con un grito, aún más estruendoso que la explosión del parabrisas:

    — ¡Mohamed…! ¿Cómo es que usted le agradece a Dios por lo que nos pasa?, ¿no se da cuenta de que estamos en medio de la nada, en plena tormenta y usted le agradece a Dios…?

    Mi padre respira profundo, aún nervioso por el accidente, y le dice:

    —Mamita, yo agradeci la Dios porque estamos vivos. Usted no sabi qué pudo haber pasado más adelanti, Dios puso la piedra para nosotros paramos y no mueri más adelante.

    Por cierto, si lees todo «raro» no es por error de imprenta, es porque así habla mi padre: nunca se le dio por hablar bien el español a pesar de que tiene un vocabulario que a veces nos sorprende a todos; mi viejito dice que su carisma está en cómo habla y es cierto, para qué lo voy a negar.

    Mi madre, Martha Antonieta Álvarez Herrera, se enamoró de su estilo de vida y «se hizo» musulmana, no sé si tuvo alternativa para serte sincero, hoy pienso que fue más por simplicidad. Al fin y al cabo, la magia de la vida está en eso, ¿verdad? Ir descubriendo nuestro camino, aquel que nos llene de paz.

    4 años de edad

    ¡Pileta, allá voy!

    Siempre que pasaba por la enorme pileta de una avenida principal de Quito, deseaba bajarme y estar ahí, tocando las esculturas de personajes de nuestra historia como Rumiñahui, Atahualpa y Eugenio Espejo. Eran al menos unas quince piedras esculpidas con las cabezas de estos ilustres hombres que, obviamente, a mis cuatro años no tenía idea de quiénes eran; simplemente me encantaba ver el agua y cómo saltaba sobre la pileta.

    Es así como un día acompaño a mi padre a comprar una sandía a un local que quedaba a unos pasos de nuestro supermercado. Feliz en el paseo, con Marilyn vemos las sandías y nos decidimos por una. Evidentemente, quien debía llevar tremenda fruta era el más grande y es así como me suelto de mi padre y le digo que voy donde mi madre, a nuestro negocio. Yo caminaba y caminaba, escuchaba los autos pitar sin dejarme cruzar en paz la avenida… qué ruido tan ensordecedor. Seguro ya sabes adónde fui a parar… pues sí, en mi mente solo había un pensamiento: ¡pileta, allá voy!

    Me asomo a tocar el agua, dudoso si meterme o no; recuerdo el fuerte calor que hacía y el agua estaba fría para mi gusto. En plena indecisión, veo cómo se me acercan unos policías y me empiezan a seguir; corro, me escabullo entre sus piernas y después de tenerlos tonteando, me llevan «preso». Me suben al patrullero y, para mi suerte, justo estaba una mujer; la recuerdo como si fuera ayer: llevaba un buzo amarillo de cuello alto y tenía esposas en sus manos. Me deshago en llanto, pensando que me iba a la cárcel, y ahora que me acuerdo no sé si me da risa o ternura; creo que ambas. La señora me consolaba diciéndome que todo iba a estar bien, que me llevarían donde mis papás y qué sé yo qué más. Yo, envuelto en llanto. De repente frena el auto de la policía y se lanza mi padre a tomarme, me abraza fuertemente, me besa y me lleva al local. Me saca los zapatos y me da un palazo en la planta de los pies —que al parecer me corrigió el pie plano— y me dijo:

    — ¡Nunca más sali del casa!

    Cayó desmayado, mi pobre padre. Me repuse de inmediato después del palazo para seguir jugando con mi hermana, preparados para un viaje a una nueva aventura.

    Cambiábamos de ciudad, estábamos a vísperas de mudarnos a Esmeraldas, mi Tierra Verde, lugar que años más tarde me daría uno de mis más grandes regalos de vida —ya conocerás a qué me refiero—.

    Aquella vez me salí con la mía, pero a costa de haber desesperado a mis padres al no encontrarme; obviamente me contaron que empezaron a golpear desquiciadamente todas las puertas de los vecinos para que me buscaran, gritando y llorando:

    — ¡Llama la policía!, ¡llama la policía!

    El árabe estaba loco, se le perdió el suquito —como les dicen en Ecuador a los niños que tienen el cabello rubio—. Ahora que lo pienso, qué cambio hasta la actualidad: mi cabello es castaño y los churos de la infancia se me esfumaron. Pero bueno; una gran enseñanza de vida de todas formas, de parte y parte.

    5 años de edad

    La reinita es una linda

    Ya instalados en Atacames, Ecuador, cantón con una playa de hermosos atardeceres y un pueblo de mágico encanto, mis padres aceptaron una invitación para elegir a la Reina de Atacames. Con tan solo cuatro años, mi hermana sale elegida representante del kínder para participar en tan magno evento. Yo era su caballero; lo recuerdo y me dan risa esos papelones, desfilando en carro alegórico por todo el pueblo, en medio de serpentinas, pitos y decorados, cogidos de la mano deseando ganar algo que ni siquiera entendíamos qué era. Muchas veces los hijos somos víctimas de los deseos de los padres, de sus ganas de demostrar que somos mejores que el resto o qué sé yo qué se les cruzará por la cabeza. En gran parte ahora los entiendo: un hijo es un tesoro para un padre, en todo el sentido de la palabra. Alguna vez hice un cálculo de cuánto termina costando un hijo hasta que se independice y viva por sus propios medios; resulta ser fortuna, ni se diga dos o tres hijos. Quienes ya tienen la dicha de ser padres, pues ya han conquistado tremendo tesoro, y quienes aún no lo somos digamos que sabemos vivir sin esas riquezas.

    Volviendo al concurso: ganamos. Imposible no hacerlo con tan bello caballero que acompañaba a la candidata, toda una figura —estoy bromeando—. En realidad, todo el mérito lo tiene Marilyn: carisma para ganarse a su público en los balcones, vestido hecho para la ocasión —rosa con encajes que aparentaban rosas—, maquillaje que tan solo resaltaba su naturalidad. Esto último no lo recuerdo tal cual, no te lo creas, pero lo he visto en los álbumes de fotos familiares.

    Un hombre plenamente feliz, aun sin riqueza alguna, siente que lo tiene todo.

    Este fue tan solo el comienzo de lo que sería por algunos años una de mis más grandes preocupaciones, el cuidar de mi hermana, puesto que la reinita es una linda.

    5 años de edad

    ¿Por dónde le entra el agua al coco?

    Siempre fui muy explorador y aventurero. En cierta forma, son dos habilidades que nunca dejé de cultivar. Por ello, en mi colección de recuerdos no puede faltar que te cuente la primera vez que tomé un machete queriendo abrir un coco.

    Mi casa de Atacames era pequeña,

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