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Las Paginas Sueltas de Aida Figuereo
Las Paginas Sueltas de Aida Figuereo
Las Paginas Sueltas de Aida Figuereo
Libro electrónico159 páginas2 horas

Las Paginas Sueltas de Aida Figuereo

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Las Paginas Sueltas de Aida Figuereo es una linda historia de redencion donde podremos disfrutar de como cuando hay un poquito de fe y que con Dios de la mano todo es posible cuando se perdona y se aprende a caminar poco a poco hacia delante.  

IdiomaEspañol
EditorialTonny Roberts
Fecha de lanzamiento25 oct 2022
ISBN9798215392317
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    Las Paginas Sueltas de Aida Figuereo - Aida Figuereo

    Índice

    Nuevo comienzo

    Una amistad de incalculable valor

    Un lugar llamado hogar

    Descubriendo el mundo de la mano de Eude

    Con derecho a amar

    Dos jóvenes totalmente desconocidos

    La boda

    Persiguiendo una bocanada de aire

    Cumpliendo una promesa

    Buscando compañía

    Volando alto

    No puedo sonreír dentro de mí

    Entre oscuridad y luz

    Señales de Dios en mi camino

    Una avalancha de sucesos

    Empezando otra vez

    Cerrando una página con perdón

    Los tiempos han cambiado

    Un futuro lleno de posibilidades

    Reflexionando para una vida plena

    Para mi familia

    Para ti y todas las mujeres

    Hola amiga, 

    Si estás aquí, leyendo las páginas de este libro es porque estás pasando por una situación difícil al igual que yo la pasé. Espero que el conocer mi experiencia sea para ti una bocanada de aire fresco, porque, aunque el camino pueda ser difícil y sientas que no tienes salida, debo decirte que si la hay. Te lo aseguro. Puedes salir del torbellino que te ha tocado vivir. Puedo ayudarte a mejorar a través de mi propia historia.

    Y mira que lo hago con cariño y mucho respeto, pero de antemano te digo que puedes superar todos los obstáculos que la vida haya puesto frente a ti, pero para ello... tienes que amarte a ti misma. Ese es el punto de partida. Al buscar ayuda y creer en Dios te aseguro que la mayor parte estará resuelta, gran parte del camino lo tendrás caminado y al final, te darás cuenta que habrá validó la pena.

    En breve empiezo a contarte mi vida, pero primero debo aclararte que esta no es una historia de ficción y está muy lejos de serlo. Todo el contenido que estas páginas plasman es real, incluyendo los personajes. Eso sí, quiero decirte que ya ese pasado no me lastima, quizás no fue correcto, quizás había otro camino, pero fue el que me tocó vivir y desde mi perspectiva no tenía otra salida. Hoy los resultados recompensan lo vivido y soy feliz. Verdaderamente plena y feliz.

    Quiero agradecer a mi familia, amigos y muy en especial a mis hijos: Joe, Marielis, Juan Carlos y Elizabeth. Gracias por el amor que me tienen y en la confianza que han depositado en mí a cada paso dado.

    También gracias a todas las personas que de alguna forma estuvieron a mi lado y formaron parte de mi camino, ese que forjó la mujer que soy hoy deseosa de seguir cumpliendo sueños y deseos. Gracias.

    Gracias a ti también... porque las palabras de este libro te han encontrado y eso le da sentido a todo, ya que a través de mis palabras me complace poder ayudarte.

    Espero que mi historia te sirva de mucho y sea una guía para encontrar el futuro que siempre has soñado y más importante aún, para hallarte a ti misma.

    ............Inquebrantable............

    Levántate, para que tu sombra no te detenga camina hacia adelante sin voltear a mirar atrás. El camino es largo, pero paso a paso llegaras al final, y cuando hayas llegado, detente, mira a lo lejos de donde partiste, y date cuenta que tú sola recorriste el camino, que tu fuerza y voluntad son inquebrantables. Entonces, respira profundo y reconócete contigo misma, no esperes que alguien más lo haga por ti, porque solo tú y únicamente tú puedes ser el motor que mueve tu vida. Recuerda, que tú, mujer, eres producto de la creación divina del mejor arquitecto, estas dotada con órganos reproductivos para dar vida y un corazón para entregar amor a borbotones, entonces... vive, ama y déjate amar infinitamente 💕 

    Estoy aquí para contarte mi vida, de mis amores y mi familia. Como ha sido mi recorrido desde que nací hasta estar casada, divorciada y como logré emigrar a mi Puerto Rico querido, la tierra que me adoptó como a una hija.

    Sígueme entre estas palabras, léeme a través de mi voz y descubre que la mujer en ti, es la mujer en mí; que el camino que ya recorrí probablemente sea el que tú transitas ahora. Yo estoy aquí para mostrarte que, aunque te quedes sin aliento y no quieras ni dar un paso más... puedes hacerlo. Cuentas con la fuerza y cuentas con Dios. Él está contigo de la mano para que sepas que no estás sola y que te acompaña por siempre. Respira profundo y recuerda que ¡sí puedes! Nadie más que tú, puede cambiar la dirección de tu destino.

    1

    Nuevo comienzo

    Hace mucho tiempo, en una época muy distinta a esta; el mundo me recibió con los brazos abiertos. Me llamó Aida, pero fui apodada como Aidita. Nací en un campo de San Juan de la Maguana en la República Dominicana que existió desde los tiempos de la Colonia. Sus principales actividades económicas eran la ganadería y agricultura, de allí que mi papá se dedicara a la comercialización de arroz, ya que siendo aquella una fértil tierra bendecida con un excelente clima, los cultivos de cereal abundaban por la región.

    Mi padre no me conoció y yo, mucho menos a él. Antes de nacer, falleció. Por eso pienso que desde el primer instante que vi la luz y lancé mi grito al mundo, el destino venía llevándome por un camino curvo que más tarde... tendría que enderezar.

    Mi madre, doña María, era una mujer de campo: humilde, luchadora y muy trabajadora; que se las ingenió para salir del medio rural a la ciudad de San Cristóbal, llevando consigo seis hijos y un sobrino. Tal vez pareciera una decisión sin sentido, pero no fue así. Esa era una idea que mi papá sin ser consciente de ellos, sembró en su cabeza tiempo atrás.

    La venta de arroz lo llevó a conocer muchos lugares. En una ocasión se fue a la ciudad buscando extender su campo de acción y captar más clientes. Esa fue una gran idea, pero su viaje nos llevaría a nosotros más lejos de lo que él pudo haber imaginado. Jamás había pisado aquellas tierras y lo que observó le gustó mucho. Nada tenía que ver con el verdor de las plantas y árboles, el aire fresco, el trinar de los pájaros ni la tranquilidad del campo, pero el vibrante movimiento acelerado de una economía en desarrollo y su gente, le hicieron pensar que aquel lugar tan lejos de su realidad, podría ser un hogar para su familia. Entonces, cuando regresó a casa le comentó a mi mamá que si un día tenían que salir del campo sería a San Cristóbal. Tiempo después, cuando él falleció, ella recordó su comentario y se dijo: voy a criar a mis hijos en San Cristóbal. Si mi padre había deseado echar raíces en aquel lugar, mi mamá cumpliría su sueño. Además, ella no conocía nada del mundo. Jamás había salido del campo, así que pensó en que no existiría mejor lugar que el que él ya había seleccionado para criar a los niños y que se hicieran de un porvenir más allá de arar el campo y dedicare a la siembra o ganado.

    Para aquel momento, mi hermano mayor había salido a labrarse su propio camino, lejos de nosotros. Él pensaba que fuera del campo encontraría más oportunidades de crecimiento que quedándose ahí, así que se aventuró a recorrer mundo, por decirlo de alguna manera.

    Dado que no había más nadie con quien pudiera contar, a mi mamá le tocó llegar a la ciudad, sin conocer a nadie ni saber dónde pasaría la noche, pero a ella nada la detenía y pese al temor que pudiera sentir por llegar a un mundo desconocido, continuó hacia adelante sin mirar atrás ni sentir nostalgia por la única vida que había conocido hasta ese momento.

    Recuerdo que me contó cómo fue la llegada.

    Bajó del autobús llevándome a mí entre sus brazos, el resto de los niños tomados de las manos, uno al lado del otro como en una cadena humana y las pocas pertenencias que teníamos en unas bolsas improvisadas. Allí con los pies posados en la parada del autobús sin saber para dónde iba a coger, vio un árbol de almendra muy frondosos y pensó: ya tengo donde cobijarnos. Aquí no nos dará el sol. Entonces, sacó una manta de su equipaje y la tendió debajo del árbol. Cuidadosamente la extendió de lado a lado, buscando que todos pudiéramos caber en ella y estar lo más cómodos posible. Luego nos sentó a todos para descansar tras el largo viaje y el continuo traqueteo del autobús cuando pasaba cada bache o evadía algún obstáculo de tierra. Efectivamente ella tenía razón, las grandes hojas del árbol nos protegían del sol que inclemente se levantaba portentoso proclamando al firmamento su reino sobre todo el cielo.

    Mientras los niños reían entre ellos, jugando con la tierra y las hormigas que a su lado pasaban llevando consigo alimento hasta el hormiguero; mi mamá me amamantaba. Tan concentrada estaba en esa labor que le era tan natural, que no se percató de la presencia de un hombre que había contemplado toda la escena desde un punto algo alejado del árbol.

    Al darse cuenta que la veía fijamente, el hombre caminó hasta su encuentro y estando frente a ella, le preguntó:

    ―Buen día señora. ¿Espera a alguien? 

    Un poco sorprendida y con voz entrecortada dado el inesperado acercamiento, le respondió:

    ―No señor... No conozco a nadie. No soy de por aquí. ―Los ojos de aquel denotaban amabilidad y eso hizo que ella sintiera que podía confiar en él, así que continuó contándole un poco más de su historia. ―Vengo de un campo lejano allá en San Juan de la Maguana buscando un mejor porvenir para mis hijos.

    Sus palabras lo conmovieron. Le pareció impresionante que ella sola con sus hijos a cuestas y sin conocer a nadie, se aventurara a esta nueva tierra. Entonces, tras guardar silencio por unos segundos mientras pensaba, el hombre agregó: 

    ―Espéreme aquí. Déjeme ver qué puedo hacer por usted.

    Por supuesto, ella sintió extrañeza, pero ¿qué podía hacer? En ese instante, no tenía muchas opciones, a fin de cuentas, igual no sabía ni qué camino tomar o a dónde dirigir los pasos. Vagar sin rumbo hubiese sido un sinsentido y más aun con tantos niños que arrear, así que, haciendo caso a la solicitud del hombre, mi mamá decidió que esperaríamos debajo del árbol. Ella contemplaba el horizonte y el hilo de luz que se dejaba colar entre las ramas del árbol. Yo dormía entre sus brazos mientras me arrullaba al tiempo que mis hermanos y mi primo continuaban jugueteando entre risas. 

    Al cabo de un rato el hombre regresó con buenas noticias. Había encontrado un lugar para ella y sus hijos. Llena de emoción, empezó a

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