Tragedia y poder. Crónica de Edipo
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Tragedia y poder. Crónica de Edipo - Elisur Arteaga Nava
Índice de contenido
Portadilla
Legal
Presentación
Canto Α (I)
Canto Β (II)
Canto Γ (III)
Canto Δ (IV)
Canto Ε (V)
Canto Z (VI)
Canto Η (VII)
Canto Θ (VIII)
Canto Ι (IX)
Canto Κ (X)
Canto Λ (XI)
Canto Μ (XII)
Intermedio
Canto Ν (XIII)
Canto Ξ (XIV)
Canto Ο (XV)
Canto Π (XVI)
Canto Ρ (XVII)
Canto Σ (XVIII)
Canto Τ (XIX)
Canto Υ (XX)
Canto Φ (XXI)
Canto Χ (XXII)
Canto Ψ (XXIII)
Canto Ω (XXIV)
Postfacio aclaratorio
Lista de personajes, instituciones y lugares citados en esta obra
Tragedia y poder
Crónica de Edipo
Elisur Arteaga Nava
TRAGEDIA Y PODER: CRÓNICA DE EDIPO
Primera edición: septiembre, 2017
D.R. © 2017, Comunicación e Información, S.A. de C.V.
Fresas 13, Colonia Del Valle, delegación Benito Juárez,
C.P. 03100, México, D.F.
D. R. © Elisur Arteaga Nava
Edición: Tomás Domínguez Guzmán
Ilustración de portada: Jorge Espinosa Chacón
Diseño y formación: Juan Ricardo Robles de Haro
edicionesproceso@proceso.com.mx
Queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía, el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.
ISBN: 978-607-7876-51-9
Impreso en México / Printed in Mexico
... no se debe ofender a un príncipe
y luego fiarse de él...
Nicolás Maquiavelo, Descripción
de cómo procedió el duque Valentino
para matar a Vtitellozzo Vitelli,
Oliverotto de Fermo, al señor Pablo
y al duque de Gravina Orsini.
Canto Α (I)
Llegaron noticias de que mi marido Layo fue asesinado. También lo fue Polifontes, su palafrenero.
Todo es confuso. Se habla que unos bandidos lo asaltaron y le arrebataron sus bienes. Murió precisamente en el mismo momento en que yo estaba con mi amante en el lecho conyugal.
La noticia me provocó sentimientos contradictorios: de dolor, finalmente, era mi esposo. De alegría, porque alguien, que no era su hijo, nos había hecho justicia. De soberbia, al ver que ni aun la divinidad es veraz; su oráculo quedó frustrado. De satisfacción, por saber que fue vengado el sacrificio de mi hijo único. Y, finalmente, de lujuria: mi amante y yo seremos libres para vivir nuestro amor.
El hijo que tuve con Layo, si viviera, sería rubio y bien parecido. Cuando nació no me permitieron que lo viera. No recibió de mí ninguna muestra de amor. Temieron que al verlo habría impedido que me lo arrebataran. Para apresurar su muerte, mi marido perforó sus pies. Desde que mataron a su amante Crisipo, Layo estaba intratable. Lo odiaba.
Deseaba, y aún deseo, que el hijo que tuve con Layo esté vivo; lo anhelaba aun a riesgo de que matara a su padre y de que él y yo incurriéramos en incesto, tal como fue vaticinado. En mi interior, contra mi voluntad, ansiaba unirme a él en una orgía interminable. Lo llegué a aceptar como una posibilidad. Nunca he dejado de luchar para borrar de mi mente la idea recurrente del incesto. Confieso: en mi perversa mente lo deseaba y lo deseo.
Yocasta
Tenea
Me he propuesto dejar un testimonio de cómo veo las cosas. Pretendo asentar lo que, a mi juicio, pudiera ser lo más notable que me suceda o lo que estime digno de ser recordado.
Soy Edipo, nacido en Corinto, hijo único de Pólibo, soberano de Corinto, y de Peribea, su esposa. Los quiero entrañablemente. Estoy cierto de que soy correspondido. Para ponerme a salvo de los piratas y de las tentaciones que son propias de una gran urbe, como lo es Corinto, mis padres me han enviado a esta pequeña población que está a unos sesenta estadios al sur. No han escatimado recursos en educarme y formarme como príncipe que soy, a fin de que, llegado el momento, asuma con conocimiento la alta responsabilidad de gobernar nuestra ciudad. Han hecho que me acompañe Panides, hijo del éketo o ministro de mi padre, con órdenes de no separarse de mí.
Por las mañanas, mis maestros me instruyen. Por las tardes, con mis siervos, salgo de cacería a recorrer el territorio. Hoy, en nuestros caballos, ascendimos a una prominencia rocosa y arbolada conocida como Acro Corinto, de la que se observa todo el mundo: el monte Parnaso, los mares que rodean Corinto, los montes Taigeto; cubierto de nieve, el Aracneo y el Cilene; los dos puertos, Cencrias y Leques; los dos golfos, el Sarónico y el Corintio. Siempre me sorprende el paisaje. El mundo es grande.
En la cima existe una ciudadela armada; en ella brota una fuente que lleva por nombre Pirene, de aguas frías y cristalinas. Así, como surge, desaparece entre las rocas, para reaparecer en el centro de Corinto. A uno de mis siervos, el más viejo, le da por referirnos mitos.
–Pirene fue hija del río Asopo. Se unió a Posidón; tuvieron dos hijos: Leques y Cencrias. En alguna ocasión Ártemis, hallándose de caza, mató accidentalmente a Cencrias. Por tantas lágrimas que derramó, su madre se convirtió en la fuente que ahora ves.
Otro de mis siervos me refirió un mito más:
–El héroe Belerofonte encontró al caballo Pegaso precisamente en este lugar, cuando estaba bebiendo agua; se apoderó de él. Era un ejemplar único; por tener alas, era capaz de volar. Esto es absolutamente cierto. Si lo dudas, observa el cielo hoy en la noche y verás la constelación que lleva su nombre.
Mis siervos están llenando mi cabeza de fábulas y mitos. Estoy creyendo que todo lo relacionado con los Dioses es precisamente eso: fábula.
He interrogado insistentemente a Menetes respecto de lo que hizo con el hijo que tuve con Layo. Me ha repetido una y otra vez que lo arrojó al abismo. Si los oráculos son veraces, no había forma de que mi esposo eludiera su destino. Era inútil sacrificar a mi recién nacido. Estoy segura de que existían otras formas menos crueles para eludir la predicción. No me dejó más alternativa que exponerlo. Si viviera, mi hijo tendría en este momento dieciocho años de edad. Tengo la vana esperanza de que haya sobrevivido. En Tebas y sus alrededores busco a un joven que tenga esa edad. He preguntado al pastor de cómo era mi hijo.
–No me atreví a abrir la olla en la que iba depositado. Hubiera sido imposible deshacerme de él –me contestó.
Yocasta
Soy nieto de Anfitrión de Tirinto, que en algún momento fue soberano de Tebas. Mi abuelo fue padre putativo de Heracles. Aunque algunos consideran que tengo ciertos derechos a aspirar a ocupar el trono de la ciudad, dados los peligros que su titularidad y ejercicio traen aparejados, prefiero, en la oscuridad y anonimato, tener alguna influencia en quienes lo ejercen.
Alguien
Corinto
Mis padres me han pedido me acerque a Corinto para que me identifique con los usos de la ciudad. Aunque nací en ella, no la conozco. Me han sorprendido sus costumbres disolutas. Es considerada el prostíbulo del mundo. No hay relación sexual que no se practique. Las prostitutas más caras del mundo ejercen su profesión aquí.
Layo me tiene abandonada. En sus ausencias, que son muchas y prolongadas, me conseguí un amante. Hemos hecho el amor, incluso, en el lecho conyugal.
–Si eres muy hombre, hagamos el amor en el lecho conyugal. Lo reté.
–Layo, si nos sorprende, nos matará a los dos.
–Corro el riesgo. Como eres cobarde, buscaré alguien que se atreva a hacerlo.
Yocasta
Regresaré a Tebas a asumir el cargo de soberano que me corresponde. Anfión y Zeto han desaparecido. Raptaré y llevaré conmigo a Crisipo, hijo de Pélope. Me he enamorado perdidamente de él.
Layo
Nemea
Asistí a los Juegos Nemeos. Es la primera vez que abandono mi natal Corinto. Me acompañó Panides. Competí en la carrera de carros. Estuve a punto de ganar. Un caballo se accidentó; me dolió sacrificarlo. Nunca había visto tanta gente reunida. Me comentaron que es más la que asiste a los juegos que se celebran en Olimpia, en la Élide. Me hice el propósito de asistir a ellos tan pronto se lleven a cabo. Los Juegos Nemeos se celebran cada dos años; los instituyó un tebano de nombre Heracles en honor a una de sus hazañas: haber dado muerte a un temible león con características especiales que tenía su guarida en una cueva cercana a Tenea. Los que lo conocieron me refieren que era un gigantón fuerte, pero estúpido. Todo lo arreglaba a golpes. También, en su egolatría, instituyó los juegos de la Élide, conocidos como Olímpicos. Murió hace algunos años. Me dicen que lo envenenó su esposa.
En los Juegos Nemeos, entre la multitud, al ver a Crisipo, hijo de Pélope y de una mujer a la que, por su belleza, apodaban la ninfa, de nombre Axíoque, tuve la sensación de haberme enamorado. Me cautivó la belleza del muchacho. Todo pasó muy rápido. Un hombre mayor, que se encargaba de instruirle en el manejo de los carros, a la vista de todos, lo raptó para hacerlo su amante. Pélope, su padre, indignado, maldijo al raptor:
–Que un hijo tuyo te asesine y con dolor te haga bajar al Hades.
De haber tenido oportunidad, por la pasión que me provocó ese joven, yo me hubiera encargado de cumplir con la maldición. Panides sintió celos; me lo hizo saber.
Si llegara a regresar Layo y pretendiera el trono, me vería en graves dificultades. De éketo pasaría a ser cuñado del rey.
Creonte
Layo, el huésped de mi padre, me raptó y me hizo suyo. De hombre, me he convertido en mujer. Estoy confundido.
Crisipo
Corinto
–Supe del accidente de uno de tus caballos. ¿Qué te parecieron los juegos Nemeos? –me preguntó mi padre Pólibo.
–Me sorprendieron más de lo que esperaba. Nunca había visto tanta gente reunida. Me comentaron que los que se celebran en Élide son mejores.
–Sí lo son. De joven concursé y ahí trabé amistad con Heracles, su fundador.
–Para que haga funciones de mujer en la cama, un hombre mayor raptó a un joven; es hijo de Pélope; lo instruía en el manejo de carruajes.
–Esa sí es noticia.
La Diosa Hera, que vela por los matrimonios, no pasará por alto esa infracción tan grave a las buenas costumbres, como la que cometió el raptor.
Peribea, madre adoptiva de Edipo
Tiestes y yo odiamos a Crisipo, nuestro medio hermano. Tememos que, llegado el momento, nuestro padre Pélope lo prefiera a él para sucederlo en el poder soberano y que nosotros tengamos que salir desterrados. Nos hemos puesto de acuerdo para matarlo. Este es el momento oportuno y existe una buena razón para hacerlo: lo tiene en su poder Layo, quien lo raptó, cualquier cosa que le pase le será atribuible a él. Para el caso de que seamos descubiertos, será muy buena razón el hecho de que, a pesar de que Crisipo es hombre, se desempeña como mujer.
Atreo
Tenea
He pasado unos días de descanso en mi querida Tenea. Mis instructores insisten en llenar mi cabeza de mitos y fábulas.
Hace mucho tiempo soborné al adivino Tiresias y al oráculo de Delfos para que afirmaran que un hijo que tuviera con Yocasta acabaría conmigo y se casaría con ella. Ya no la soportaba. Casado con ella, sin tener que cumplirle en la cama, sigo siendo soberano de Tebas. Amo a mi Crisipo. Muchos lo deseaban. Su padre me maldijo. Me tiene sin cuidado.
Layo
Itsmía
Asistí a los Juegos Ítsmicos; lo hice como espectador. No estoy en posibilidad de competir, por ahora, en ninguna de las justas. Me prepararé.
Atreo y Tiestes, hijos de Pélope e Hipodamía, nos sorprendieron a Crisipo y a mí en la cama. Trataron de matarnos; hirieron a mi amado. Fui señalado como responsable. Frente a testigos, Crisipo, antes de morir, los culpó.
Layo
Acabamos con Crisipo, pero fuimos descubiertos. Nuestro padre Pélope no entendió nuestras razones. Nos maldijo y desterró. Nuestro destino es un odio eterno entre mi hermano Tiestes y yo.
Atreo
Cada día que pasa odio más a Layo. Por su egoísmo, me privó del único hijo que tuve. Como mujer, me resigné a compartirlo con otras. Es la costumbre. Pero no lo estoy para que tenga que hacerlo con otros hombres, lo que es una novedad en Tebas.
Yocasta
–Para evitar sospechas creo que debo casarme –le dije a Yocasta.
–Ni te atrevas –me contestó.
Alguien
Corinto
Mi padre Pólibo fue informado de que el territorio de Ática, de donde es soberano su amigo Teseo, está siendo invadido por un ejército de mujeres; las llaman Amazonas. Si ellas vencen a los atenienses, existe posibilidad de que la invasión se extienda a Corinto. Ha enviado un mensajero para que le anuncie el envío de tropas corintias en su auxilio e informe que yo las encabezaré. Se está alistando un ejército considerable; los artesanos no se dan abasto en preparar armas de bronce y demás enseres de guerra. Las mujeres preparan comida para una semana.
De las amazonas se cuentan muchas cosas asombrosas: que son guerreras terribles, hijas de Ares, habitan en el río Termodonte, que odian a los hombres, que únicamente los aceptan para tener hijos y que, después, como la mantis los matan; en el mejor de los casos, les quiebran las piernas o ciegan para dejarlos inválidos. También