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8 de agosto de 1828: Un día histórico como cualquiera
8 de agosto de 1828: Un día histórico como cualquiera
8 de agosto de 1828: Un día histórico como cualquiera
Libro electrónico149 páginas1 hora

8 de agosto de 1828: Un día histórico como cualquiera

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La instalación de la Convención Constitucional en el año 2021 —órgano elegido y convocado para la elaboración de una nueva carta fundamental— actualizó hechos del pasado que hasta entonces no habían sido objeto del interés social. Lo ocurrido en 1828, cuando por primera vez en Chile se eligió un Congreso Constituyente, se transformó en una referencia obligada por la expectativa que despertó en la ciudadanía la redacción de la nueva constitución. También es una oportunidad para ilustrar el potencial de la historia en la educación del pensamiento crítico. Este libro evidencia lo contingente que puede resultar el pasado. Lo hace a través de un inédito relato de lo cotidiano, que revela las estructuras que sustentan un orden social compuesto por elementos que perduran hasta nuestro tiempo, mientras otros, ya obsoletos, nos muestran la distancia de ese primer Chile constituyente. Un elocuente ejercicio historiográfico que confirma que la historia no se repite, pero también que siempre hay precedentes para contribuir a analizar la realidad, restando así dramatismo a la contemporaneidad y contribuyendo a su comprensión.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 jun 2022
ISBN9789569058578
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    8 de agosto de 1828 - Rafael Sagredo Baeza

    Presentación

    Los fragmentos que expondremos a continuación, conforman una historia inédita que ilustra el presente. Como adelantó un periódico de Valparaíso en su edición del 31 de diciembre de 1828, constituyen acontecimientos, experiencias, dignas de todo respeto para la posteridad y, creemos, válidas para nuestro desempeño como personas y, por qué no, también como ciudadanía.

    Entre otras razones, porque reflejan que aun en las coyunturas más desafiantes para una sociedad, esta continúa con su existencia y rutina, inconmovible a las adjetivaciones. También, porque representan una elocuente evidencia de que los hechos, actos y situaciones fundamentales que una comunidad experimenta, no siempre están asociados al acontecimiento inesperado o extraordinario que paraliza la cotidianeidad. Por último, porque muestran que la representación de la existencia como tragedia o drama, que transforma cualquier acto o palabra en un hecho épico y definitivo, instantáneamente histórico, además de dificultar comprender el pasado que llamamos historia, no facilita discernir sobre el futuro que inevitablemente llegará.

    Entrelazando lo cotidiano con lo institucional, apelamos al acontecimiento, en este caso un rito republicano, y lo aprovechamos para develar las tendencias que se prolongan en el tiempo, para identificar las bases sobre las que se sostiene nuestro orden político y social pues, como otros antes, creemos que el sencillo relato de lo corriente puede ser el indicador de una realidad perdurable y, a veces, maravillosamente, de una estructura, como certeramente lo advirtió el historiador Fernand Braudel según cita Georges Duby en su libro dedicado a El domingo de Bouvines. 24 de julio de 1214. El acontecimiento ratificado el 8 de agosto de 1828 refleja elocuentemente no solo una época y un proceso, además, dio lugar a numerosas reacciones dividiendo a la sociedad chilena, entonces y después, entre quienes ponderaron y los que denostaron la Constitución de 1828 y, a través de ella y las posiciones que motivó, una política y sus promotores. Pero también este hecho constituye un momento de la historia nacional que dejó un legado que perdura hasta nuestros días, tanto por su contenido como por las opiniones y corrientes políticas a las que dio origen.

    Un día, un mes, doce meses, una experiencia política y social representada en el viernes 8 de agosto de 1828. Una jornada que se prolongó por mucho más que 24 horas, nos acercará a la vida cotidiana en el país en un año como cualquier otro, que ha pasado a la historia por el significado que hoy le atribuimos a lo ocurrido entonces.

    Mil ochocientos veintiocho

    1828 fue un año bisiesto. El 8 de febrero nació Julio Verne y el 16 de abril murió Goya. Aquel año se desató la guerra ruso-turca, una de cuyas consecuencias fue la independencia de Grecia; en Inglaterra se derogaron las leyes que discriminaban a los católicos y otros disidentes religiosos, las Test Act, que limitaban sus derechos cívicos y su acceso a cargos públicos (fig. 2); entonces Portugal se debatía en una guerra civil entre absolutistas y liberales; mientras que en México, el general López de Santa Anna protagonizaba el motín de la Acordada y el congreso decretaba la expulsión de los españoles; en el sur, Perú —todavía resentido por la pérdida de un territorio que había formado parte del Virreinato— invadía Bolivia y, el miércoles 27 de agosto, Uruguay proclamaba su independencia.

    En 1828 también, el 18 de septiembre, en Berlín, Alexander von Humboldt pronunció su discurso de inauguración de la asamblea de la Sociedad de Naturalistas y Médicos Alemanes en la cual, y a propósito de los objetivos de la organización, habló de la patria común, el sentimiento de unidad de la nación alemana y los frutos que ofrecía la gloriosa historia patria, que para él se expresaban en los que llamó los más bellos frutos del humanismo, la ciencia y el arte. Aludiendo así a tópicos también fundamentales en los estados que se organizaban en América.

    Fig. 2 | Representación de la derogación de las leyes discriminatorias en Inglaterra, un hito más del avance de los derechos civiles en el siglo XIX.

    Enero

    En Chile, el año 1828 se inició para sus habitantes (entonces más de un millón de personas) sin que estuvieran consagrados sus derechos individuales, aquellos que posteriormente se asegurarían como imprescriptibles e inviolables. También comenzaba con la publicación del almanaque correspondiente a ese año, el decimonono de nuestra libertad política según se advertía en su portada (fig. 3). Una elocuente expresión del significado que se atribuía entonces al movimiento juntista de 1810, frase que había comenzado a incluirse en la edición de 1821. Tal vez siguiendo el Almanak patriótico de Buenos-Ayres para el año décimo de nuestra libertad (1819).

    Fig. 3 | Portada del almanaque. La publicación incluía información sobre los fenómenos naturales, festividades religiosas, fechas patrióticas y datos útiles para la vida cotidiana.

    Dedicado a las indulgencias, había sido preparado conforme a los preceptos de la corrección gregoriana año de 1582. Gracias a este la población, en particular la urbana que era solo el 20 por ciento del total, se enteraría de que no habría eclipse de luna aquel año y que los de sol no serían visibles, pero también de que habían transcurrido 7.027 años de la creación del mundo, 4.785 del diluvio universal, 2.581 de la fundación de Roma y 6 del pontificado de León XII. Junto a estos antecedentes, considerados relevantes en la época, el texto ofrecía informaciones más prácticas como los días y horas de las salidas de los correos hacia el sur, hasta Concepción; los dirigidos al norte, hasta Copiapó; hacia Buenos Aires y el de Valparaíso, el único que saldría todos los días, a las cinco de la tarde en verano y a las cuatro en invierno, y que también conduciría la correspondencia para Casablanca, Melipilla y Quillota. Datos que además de servir a quienes hacían uso del correo, muestran los límites del territorio en que se desenvolvía la vida nacional, así como los principales circuitos comerciales existentes (fig. 5).

    Por el almanaque, quienes se interesaran podrían informarse de las fiestas móviles del año, de las témporas (días de ayuno de la primera semana de cada estación) y de la época de velaciones matrimoniales. También, que el viernes 8 de agosto se celebraba a san Ciriaco y que el siguiente sábado 9 habría luna llena a la una y once minutos de la tarde, expresando así otra característica de la época: la estrecha convivencia entre la fe religiosa y la ciencia capaz de predecir los fenómenos celestes.

    Fig. 5 | Borrador del mapa de Chile que el naturalista Claudio Gay comenzó a delinear desde su arribó al país en 1828 (Archivo Histórico Nacional, Chile).

    Fig. 4 | Representación original de Claudio Gay que muestra los edificios públicos existentes en 1828 en la gran plaza de Santiago,

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