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Tosco clandestino
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Libro electrónico98 páginas1 hora

Tosco clandestino

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Una novela sobre la última etapa de la vida de Agustín Tosco, el dirigente sindical combativo más respetado de la historia argentina, pero no siempre tan conocido en su humanidad. Tosco tuvo que refugiarse en la vida clandestina a mediados de la década de 1970, cercado por las amenazas de la Alianza Anticomunista Argentina que preparaban el Terrorismo de Estado. En esas circunstancias empezó a cursar una enfermedad para la cual prácticamente no pudo recibir tratamiento. Con esta ficción bien documentada, Roberto Avalle –cordobés como el "Gringo"– reconstruye en primera persona sus compañías, lecturas, convicciones, preguntas y pensamientos durante ese crudo invierno.-
IdiomaEspañol
EditorialSAGA Egmont
Fecha de lanzamiento16 may 2022
ISBN9788726903270

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    Tosco clandestino - Roberto C. Avalle

    Tosco clandestino

    Copyright © 2019, 2022 Roberto C. Avalle and SAGA Egmont

    All rights reserved

    ISBN: 9788726903270

    1st ebook edition

    Format: EPUB 3.0

    No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

    www.sagaegmont.com

    Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

    A Juli, Joaquín y Trini.

    A mis padres.

    Y tu alma no ha temblado, y tu corazón no ha precipitado sus latidos, y tu juicio no ha vacilado una sola vez, ni en el seno de la conflagración, ni en presencia de tus jueces.

    Almafuerte

    El 7 de septiembre de 1966, en ocasión de una protesta contra el gobierno de facto del general Onganía, es baleado por la policía el obrero y estudiante Santiago Pampillón, quien muere días después en el Hospital de Urgencias de Córdoba.

    Este hecho es el punto de partida y desencadenante de una serie de levantamientos populares que, ininterrumpidamente, se extienden por todo el territorio del país y consumen casi una década de la historia argentina.

    La autoproclamada Revolución Argentina de Onganía, y los métodos empleados para sostenerla, provocan el repudio de la mayoría de la población, lo cual acelera los tiempos y precipita las acciones. Políticas económicas de corte conservador y la represión constante a las voces disonantes, generan una resistencia cada vez mayor al régimen, lo cual se refleja en las posiciones radicalizadas que adoptan algunos gremios. Las protestas, cada vez más frecuentes, son calladas de inmediato, utilizándose cualquier medio a tal fin, incluso el asesinato.

    Estas luchas se gestan y tienen su epicentro en la ciudad de Córdoba, y encuentran en Agustín Tosco a su más decidido referente, quien encabeza la resistencia al régimen y a los sectores reaccionarios que lo apoyaban. La CGT, principal organización obrera del país, adopta como política el diálogo y la composición con el gobierno militar.

    En este marco, las cada vez más virulentas muestras de disconformidad son reprimidas también con un rigor cada vez mayor. Las detenciones de estudiantes y obreros se vuelven corrientes. El encarcelamiento de opositores y las muertes de manifestantes se suceden sin pausa.

    En el mes de mayo de 1969, las profundas diferencias entre la CGT nacional y su delegación de Córdoba se vuelven inocultables. Una serie de hechos represivos ocurridos en Corrientes y Rosario, obligan a la central nacional a plegarse a un paro general promovido por las delegaciones del interior, en especial por la de Córdoba. Se producen fuertes disputas respecto del día y el alcance de la medida, y en franca desobediencia a lo ordenado por la CGT nacional, en una acción rebelde y rupturista, la delegación Córdoba resuelve un paro general por treinta y seis horas con movilización activa, a partir del 29 de mayo. En esta disputa la acción de Tosco es determinante. Ese día estalla el Cordobazo.

    Casi no pudo dormir. La ansiedad lo mantuvo en una vigilia aguda y permanente. Antes de las seis de la mañana saltó de la cama y se encerró en la cocina. Prendió la hornalla y puso agua a calentar. Mientras, se asomó por la ventana y vio en el pequeño patio la total oscuridad de la madrugada otoñal. De un bolso de lona sacó el plano y lo desplegó sobre la mesa. Apagó la hornalla. Cargó el mate, y sacudiéndolo separó el polvillo de la yerba; el aroma le recordó sus años de juventud en la pensión. Tomó el primero y lo disfrutó. Encendió un cigarrillo y comenzó a repasar los círculos y las líneas que había trazado en el plano el día anterior.

    El primer círculo encerraba la intersección de General Paz y Humberto Primo, y desde ese punto bajaba una línea con dirección sur hasta La Rioja. Ahí había dibujado otro. Se desplazó hacia el oeste, en línea recta, y trazó otro más en la esquina de Chubut y Santa Rosa. Estimó que en ese punto, en un par de horas a lo sumo, comenzarían a reunirse los estudiantes del barrio Clínicas y Alberdi. A ese último lo unió con el primero, con una línea que hizo correr en sentido inverso y que atravesaba La Cañada. Desde allí trazó una perpendicular hasta Vélez Sarsfield y 27 de abril. Tomo otro mate y pitó el cigarrillo con impaciencia. Volcado completamente sobre el plano, con la punta de la lapicera corrió en línea recta hacia el sur y remarcó el círculo en el que había escrito IKA. Elpidio Torres ya debe estar allá—pensó. Desde ahí trazó una línea con dirección norte, hasta la intersección de Vélez Sarsfield y boulevard San Juan. Son unos nueve kilómetros —se dijo por enésima vez. Calculó mentalmente el tiempo que demorarían en avanzar los que bajarían desde el sur, desde Santa Isabel. Veinte minutos, no mucho más—pensó.

    Sobre Vélez Sarsfield, entre las calles 27 de abril y Caseros, confluyeron todas las líneas que nacían de los círculos, y en ese punto trazó una cruz. Miró el plano y siguiendo los trazos con el dedo sesgado, repasó una y mil veces los círculos, las rayas y la cruz.

    Por largo rato siguió repasando los hipotéticos itinerarios. Mates y cigarrillos se sucedieron uno tras otro. También hizo varias anotaciones en una pequeña libreta que sacaba y volvía a guardar con nerviosismo en el bolsillo de la camisa. Estaba excitado, con el pulso acelerado.

    Una hora después golpearon la puerta de su casa de barrio Los Naranjos.

    Observó por la mirilla y reconoció a los dos delegados de la UTA. Los hizo pasar de inmediato, y estos le informaron que el paro ya había comenzado, que no había ni un solo colectivo en la calle. Ante la sorpresa de los visitantes, Tosco, transfigurado y a los gritos les espetó: ¡Diganmé cómo carajo van a llegar los de Santa Isabel hasta el centro! Los delegados, aterrados, guardaron silencio.

    Inmediatamente se puso una campera y salió a toda velocidad de la casa.

    Al llegar al sindicato eran pocos los que ya estaban reunidos, pero había movimientos no habituales que hacían presumir lo que acontecería unas horas después. La cita era para las nueve y media de la mañana y aún no eran las ocho.

    Quiso llamar por teléfono a Santa Isabel; no pudo. No se preguntó si era un problema técnico o si se trataba de sabotaje. Inmediatamente, despachó a un empleado del sindicato con un breve mensaje manuscrito: La UTA adelantó el paro, pese a lo acordado. Vengan como puedan. Tosco.

    Los estudiantes se fueron congregando a la hora establecida. En la marcha, al atravesar el barrio Clínicas y Alberdi, y de acuerdo a lo previsto, muchos se les fueron uniendo y así se hicieron miles por ese lado. Y pese

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