Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Historias conectadas de América del Norte
Historias conectadas de América del Norte
Historias conectadas de América del Norte
Libro electrónico299 páginas4 horas

Historias conectadas de América del Norte

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Durante los últimos años, las conexiones norteamericanas, trascendentales para la economía y las personas del subcontinente, se han cuestionado y renegociado a petición de Estados Unidos. Historias conectadas de América del Norte ofrece una reflexión sobre los lazos históricos que unen a los tres socios, más allá de las relaciones comerciales.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento28 feb 2022
Historias conectadas de América del Norte
Autor

Catherine Vézina

Catherine Vézina es doctora en Historia por la Université Laval, profesora-investigadora titular de la División de Historia del CIDE y miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Ganó el Premio Genaro Estrada 2013 a la mejor tesis de doctorado. Es autora del libro Diplomacia migratoria: Una historia transnacional del Programa Bracero (2017), de varios artículos sobre este tema, y coautora de Migración y ciudadanía: Construyendo nacionales en América del Norte( 2016) y de L´Amérique du Nord: Una histoire des solidarités (2020). Se interesa en las políticas migratorias y en la historia de la migración mexicana hacia América del Norte. Maurice Demers es doctor en Historia por York University y profesor del Departamento de Historia de la Université de Aherbrooke. Sus investigaciones versan sobra las relacionaes Quebec-América Latina en el siglo XX. Es autor Connected Struggles: Catholics, Nationalists, and Transnational Relations Between Mexico and Quebec, 1917 -1945 (2014), y codirector de Le Tiers-Monde postcolonial: Espoirs et désenchantements (2014) y de L´Amérique du Nord; Une histoire des solidarités (2020). Su proyecto de investigación actual se enfoca en los misionarios católicos de la provincia de Quebec y su labor en América Latina.

Relacionado con Historias conectadas de América del Norte

Libros electrónicos relacionados

Historia para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Historias conectadas de América del Norte

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Historias conectadas de América del Norte - Catherine Vézina

    Índice

    Introducción,

    Catherine Vézina y Maurice Demers

    I. De promiscuidades norteamericanas: Métis, mestizo, miscegenated,

    Mauricio Tenorio Trillo

    II. Yes Virginia, there is a North America: Nación y estructuras de gobierno en América del Norte, 1848-1867,

    Erika Pani

    III. Historia de las infraestructuras del transporte en América del Norte,

    Michael K. Bess

    IV. La evolución de las políticas migratorias en América del Norte de 1990 al siglo xxi: ¿Oportunidad u obstáculo para una mayor movilidad en la región?,

    Nuty Cárdenas Alaminos

    V. Gobernanza climática multiescala en América del Norte:

    Tres modos de integración regional,

    Marcela López-Vallejo

    VI. La paulatina vinculación de las empresas mineras canadienses a la economía mexicana,

    María Teresa Gutiérrez Haces

    Epílogo: América del Norte, ¿una región histórica?,

    Catherine Vézina

    Introducción

    Catherine Vézina* y Maurice Demers

    **

    ¿Existe la región de América del Norte? ¿Desde cuándo existe esa región? Para estas preguntas existen muchas respuestas y varían en función del contexto y del estado de las relaciones bi o trilaterales entre los países que conforman este espacio geopolítico. Recientemente, las conexiones norteamericanas, trascendentales para la economía y las personas del subcontinente, han sido cuestionadas por políticos y sometidas al examen de varios actores de los tres países que conforman la región. Las recientes negociaciones que se sostuvieron entre los tres socios comerciales desde la primavera de 2017 y hasta finales de 2018 llevaron a cuestionarse si América del Norte iba a sobrevivir como bloque regional y si las relaciones trilaterales aguantarían los caprichos de un presidente poco favorable al libre comercio. A final de cuentas, cuando observamos la cantidad de estudios sobre la América del Norte del Tratado de Libre Comercio de América del Norte ( tlcan ), podríamos pensar que todo el contenido y la sustancia de la dinámica regional se debe a este acto de creación. América del Norte estaría, por lo tanto, en pañales. Una región todavía no muy madura que se sostiene con las muletas de un tratado de comercio, un ménage à trois en el cual México o Canadá son los dos amantes de Estados Unidos.

    Durante estos tiempos en los cuales se cuestionan la validez y el sentido de la integración de América del Norte, vale la pena detenerse para reflexionar sobre los lazos históricos que unen a los tres socios más allá de las relaciones comerciales. La existencia de relaciones culturales y económicas, desde comienzos del siglo xx, y los efectos de la vecindad ineludible con un vecino como Estados Unidos han participado en la conformación de una región histórica que tiene orígenes que anteceden la firma del tlcan.

    Los canadienses, tanto francófonos como angloparlantes, han tardado en reconocer esta América como la región a la cual pertenecen, pues preferían imaginarse en relación íntima con las dos patrias madres de Europa. Sin embargo, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, la pertenencia a Norteamérica parece estar profundamente anclada en el aprendizaje de los canadienses y de los estadounidenses, a tal punto que muchos no recuerden en qué momento se les enseñó que formaban parte de este subcontinente; es una realidad intrínseca de su ser. La nordicité estacional, rememora a diario a una gran parte de los canadienses que su realidad se finca en la parte boreal de América,¹ mientras la realidad de la guerra empujó al país a colaborar estrechamente con Estados Unidos. En la época anterior al Tratado de Libre Comercio de América del Norte, en las escuelas primarias de la provincia de Quebec, los niños aprendían que vivían en un continente llamado América, que fue descubierto en 1492 por Cristóbal Colón. También les enseñaban que su hogar es parte del subcontinente norteamericano, junto con Estados Unidos. A partir de la década de 1980, escucharían que un tercer país, México, es también parte de este ensamble tectónico. Algunos niños estadounidenses de la década de 1980 estaban por su parte muy conscientes de su identidad norteamericana. Sin embargo, México no es el primer país en el cual muchos piensan cuando se refieren a América del Norte. En ambos casos, gran parte de la gente consultada dice que desde la escuela primaria saben que Estados Unidos es el país central de América del Norte.

    En cuanto a México, muchos de los que cursaron la primaria en la década de 1970 y principios de la de 1980 dicen que en la escuela primaria les enseñaban que su país era parte de América, y más probablemente de América Latina.² El hecho de que México sea un país donde se habla principalmente español tuvo un efecto tremendo sobre la idea de pertenencia al espacio latinoamericano. Pocos niños de esa época aprendían que vivían en el subcontinente norteamericano. México era orgullosamente parte de América, pero Estados Unidos era Norteamérica. Como nos señaló un colega en una discusión sobre este tema, para él, durante la infancia, Canadá era un lugar muy bonito donde se hacían los juegos olímpicos de invierno, nada más. Otros recuerdan que aprendieron en la preparatoria que México era parte de América del Norte. Algunos de los que cursaron la primaria en la segunda mitad de la década de 1980 y en la de 1990 quizá recuerdan más bien que les enseñaron que México era parte de América del Norte, probablemente una consecuencia de la evolución de la noción de pertenencia regional de México según el nuevo pensamiento económico de la época.

    Mientras que antes de la década de 1980 y la firma del tlcan en 1993 no era evidente qué países formaban parte del espacio norteamericano, existe hoy la conciencia de formar parte de un mismo subcontinente. ¿Esto implica una gran solidaridad o una concepción igualitaria de los socios? No necesariamente. En este proceso de regionalización, o continentalización, no se puede ignorar el peso del gigante estadounidense y la influencia que tiene en la definición de la región. Sin embargo, la conformación de América del Norte no se debe únicamente a una voluntad imperialista por parte de Estados Unidos, y las relaciones históricas que se han establecido presentan facetas humanas y diversas. Esta historia compartida, o conectada, entre los tres países de América del Norte es tímida; en pocos libros o artículos se deja entrever. Muchos historiadores y científicos sociales se han interesado en la relación tensa entre México y Estados Unidos y en el vivre ensemble canado-estadounidense.³ Los estudios sobre el trío norteamericano se han enfocado sobre todo en los años posteriores a 1994 y en pocas ocasiones se cuenta la historia de los procesos comunes y de las tensiones compartidas que forman parte de la dinámica de esta región (Lucatello, 2019; Contreras et al., 2020).

    Pocos libros se han interesado en el carácter histórico de las relaciones norteamericanas. Por ejemplo, armar un temario comprensivo de la historia de América del Norte para estudiantes universitarios resulta una tarea muy difícil, sobre todo para los profesores que desean mantener una buena proporción de textos en español. Resulta todavía más difícil elaborar un temario acerca de la historia norteamericana con textos que traten aspectos que no sean la cuestión de la inversión extranjera o las relaciones comerciales en la región. Otra dificultad que se suma es el carácter bilateral de muchos artículos o libros que pretenden estudiar América del Norte; varios de estos consideran la historia de Canadá y Estados Unidos como la historia de América del Norte (Thompson y Randall, 1994). Otras obras consideran casi exclusivamente el territorio estadounidense en sus análisis de la historia norteamericana. Algunos ejemplos de esto son los volúmenes que se interesan en la historia cultural regional de América del Norte, pero que se limitan casi de manera exclusiva a explicar el origen de las características identitarias y culturales de las regiones de Estados Unidos.⁴ Esta manera de observar la región permite revisitar la historia nacional de cada país norteamericano, pero tiende a obviar las dinámicas e identidades más complejas que existen en los países periféricos (Canadá y México). El estudio de Roberto Zepeda Martínez, Dinámicas subnacionales en América del Norte (2019), busca desentrañar los procesos de integración regional que parten de las entidades federativas y de las provincias. Propone una reflexión sobre la importancia de esta paradiplomacia —algo que no es ajeno a las preocupaciones de los autores del presente libro— para las relaciones internacionales de estos países, pero no pone mucho énfasis en los contactos que no están regidos por los gobiernos estatales o federales de la región.

    Los dos libros que establecen las mejores bases para una comprensión de las dinámicas compartidas de América del Norte son los de Michael M. Brescia y John C. Super y el de Robert A. Pastor. North America: An Introduction constituye, como su título indica, una buena introducción a la historia y la geografía, los sistemas políticos, la diplomacia, los grupos étnicos, la inmigración, el comercio, los componentes religiosos y culturales de los tres países de América del Norte (Brescia y Super, 2009). Sin embargo, la mayor parte de estos temas se tratan de manera comparada (o compartimentada) y no permite abundar en una reflexión sobre la región. El libro de Pastor (2011), por su parte, ofrece precisamente un análisis sobre los componentes y las dinámicas que hacen de América del Norte una región. Su examen de la integración reciente de la región desde el tlcan es de los más ricos que podemos encontrar en un solo libro y de los más completos, ya que toca varios temas no solo comerciales, sino también culturales y de valores compartidos. El segundo capítulo, The Genetic Code of North America, es un recuento histórico del poblamiento, la colonización, los procesos de independencia y consolidación nacional de América del Norte. El proceso de regionalización, no obstante, se explica brevemente; se enfoca sobre todo en el acercamiento económico y comercial de los tres países de la región y no toma mucho en cuenta las conexiones históricas y multifacéticas norteamericanas.

    En los últimos años, algunos temas de la historia norteamericana han sido objeto de libros de excelente calidad. Por el carácter intrínsecamente transnacional de los migrantes y los flujos migratorios, la migración es un tema privilegiado de la historia transnacional de América del Norte.⁵ Existe una producción diversificada sobre los retos de la migración en la época del libre comercio, pero son pocos los estudios que integran a las tres naciones en un mismo relato. Los estudios geográficos y biológicos sobre América del Norte constituyen otro campo en el cual la región se estudia de manera conjunta; existe una pléyade de libros y artículos que se han interesado en las características geográficas del subcontinente: clima, fauna y flora (Bally y Palmer, 1989; Scott, 1986; Whitney, 1994). Estos libros de historia natural ofrecen buenas bases para entender las estructuras físicas del continente y su ecología, e incluso nos permiten apreciar que estos ecosistemas funcionan de manera relacionada y compartida; sin embargo, no se interesan mucho en las interactuaciones humanas, las redes culturales ni en los aspectos sociales y políticos de la integración del subcontinente. La cuestión de la identidad norteamericana ha sido el centro de algunas reflexiones que analizan el concepto de la americanidad o la norteamericanidad.⁶ Sin embargo, para América del Norte, no existe un estudio similar al de Mauricio Tenorio (2017) sobre el concepto de América Latina; la región no parece plantearse históricamente en los mismos términos.

    En cuanto a la historia económica, el libro de María Teresa Gutiérrez Haces (2015) es imprescindible para el estudio histórico de las relaciones comerciales entre los tres países. Documenta de manera muy atenta la evolución de la dinámica norteamericana y plantea una visión original de la región basada en los conceptos de centro (Estados Unidos) y periferia (Canadá y México); la atención del libro se destina casi por entero a la historia económica de América del Norte. El presente libro intenta precisamente insertarse y ampliar este horizonte histórico a otros aspectos de la relación norteamericana.

    En este volumen, cada capítulo contribuye a responder la pregunta, ¿cuáles son los puntos de (des)encuentro y de conexión de la región norteamericana? Esta obra, de carácter histórico, analiza las influencias, los intercambios y las relaciones que han existido históricamente entre los tres países que conforman la región y se interesa también en los procesos más recientes de integración, pero siempre con una preocupación por entender los orígenes de las dinámicas norteamericanas. La obra se divide en seis capítulos y una reflexión final. Los tres primeros capítulos tienen un enfoque propiamente histórico y basan su análisis en fuentes primarias que permiten observar las influencias norteamericanas en distintas épocas. Los tres capítulos siguientes adoptan una metodología más afín a la ciencia política y las relaciones internacionales para explorar la integración regional desde distintos ámbitos, pero siempre con una preocupación por los antecedentes históricos de dichas relaciones.

    Esta América del Norte no compartió los mismos referentes culturales o morales, y la comparación histórica, así como la historia conectada (o cruzada) entre los países que conforman la región sirven también para entender algunas realidades actuales del mundo norteamericano. En su texto, Mauricio Tenorio propone una nueva interpretación de las diferencias en las concepciones del mestizaje, miscegenation y métissage, que trata de reintegrar las particularidades de la historia identitaria de Estados Unidos en la trama histórica de Norteamérica. Este texto permite apreciar una historia transnacional de las mentalidades o, más bien, de las promiscuidades. El tema tratado se acerca al análisis que Gary B. Nash hizo del mestizaje; sin embargo, el enfoque propuesto por Tenorio echa una luz nueva sobre la historia de las relaciones interétnicas, una historia que se ha nutrido de las concepciones de promiscuidad de cada sociedad norteamericana. Cuestiona el excepcionalismo estadounidense a través del lenguaje utilizado para hablar de miscegenation, una promiscuidad denunciada, callada y reprobada, pero que existe —no solo en las zonas hispánicas o francófonas de América del Norte, sino también en los estados de la república americana—. Tenorio sugiere que estas realidades, si no estaban interconectadas, fueron interpretadas y moldeadas a la luz de las experiencias de la región norteamericana considerada ampliamente:

    desde el siglo

    xvii

    , y sobre todo en el siglo racial por excelencia, el

    xix

    , el orden legal y social que hacía posible la miscegenation, informaba e influía en el orden legal y social que establecía el mestizaje. Y al revés. En pocas palabras, la miscegenation en el siglo

    xvii

    o

    xix

    o

    xx

    , en Nueva Inglaterra o en Arizona, no hubiera sido lo que fue sin el ejemplo tangible y bien conocido de la promiscuidad latina. Y el mestizaje a fines del siglo

    xix

    o en la década de 1920 no hubiera sido un concepto tan revolucionario y sonoro a no ser por el orden racial que se reconstituyó en el sur estadounidense a partir del fin de Radical Reconstruction […] En suma, para fines del siglo

    xix

    , el término miscegenation de alguna manera quería decir no mestizo, quería decir que Estados Unidos no era, como México, mixed-blooded people, no era como la nación métis de Canadá.

    La historia conectada que nos cuenta Mauricio Tenorio en el primer capítulo permite apreciar que América del Norte, tanto en su época colonial como independiente, se nutrió de los contactos con las sociedades vecinas. A través de una historia transnacional, es posible percibir que las naciones norteamericanas estuvieron interesadas e influidas por los acontecimientos que marcaban el desarrollo económico y político de sus vecinos.

    Esto queda también demostrado en el texto que nos ofrece Erika Pani sobre las décadas más importantes para la construcción y consolidación nacional de los tres países de América del Norte: los años que empiezan con una guerra entre México y Estados Unidos, que reconfigura el mapa territorial y político de la región, y termina con la creación de un dominio británico, ente político que llevaría tranquilamente a la completa independencia de Canadá. En este capítulo, Pani se pregunta si los paralelismos y concurrencias de estos procesos, cruciales en la conformación de los Estados-nación de la América del Norte continental, ¿nos permiten hablar también de una historia norteamericana? Los profundos cambios políticos ocurridos en esta época apuntan también a una historia estrechamente conectada, influida por las conexiones imperiales y la historia atlántica, pero con raíces sin duda norteamericanas. Pani demuestra que los líderes políticos en México, Estados Unidos y las provincias británicas de América del Norte estaban bien informados de los acontecimientos que sacudían a sus vecinos hemisféricos, lo cual repercutió en ciertas decisiones que resultaron cruciales para la consolidación de los países norteamericanos. Relaciona la historia política del México de mediados del siglo xix con la historia política de Canadá en la misma época y explica cómo los sucesos bélicos y los debates políticos en México afectaron la decisión de conformar un dominio británico al norte del continente.

    Esta historia de conexiones entre líderes políticos continúa en el capítulo siguiente, que analiza las conexiones físicas que se concretan con el desarrollo de una red de transporte y un sistema de movilidad norteamericano desde el siglo

    xx

    y hasta la época contemporánea. Michael K. Bess señala también cómo América del Norte pasó de una integración territorial que trataba de facilitar el tránsito entre los tres países a una región que trató de controlar de manera más selectiva y más organizada los movimientos de población entre las fronteras, sobre todo entre México y Estados Unidos. Bess demuestra así la importancia de conectar el territorio norteamericano y las dinámicas locales que han impulsado esta integración territorial.

    El capítulo de Bess dialoga también con la historia que nos cuenta Nuty Cárdenas Alaminos, ya que ambos se interesan en el freno a la movilidad de personas que se creó a finales del siglo

    xx

    . Lo original e interesante de estas dos propuestas es que muestran cómo la lógica de cierre y militarización de las fronteras en América del Norte se hizo, hasta cierto punto, de manera concertada y sincrónica. Podemos, por lo tanto, ver cómo se esboza un perímetro de transporte y migratorio norteamericano en los siglos

    xx

    y

    xxi

    . En el capítulo de Cárdenas Alaminos se precisan estas dinámicas compartidas que han fomentado una integración creciente, pero acotada, como bien lo menciona la autora. Su argumento principal es que hubo una convergencia hacia un mayor control de las fronteras y también respecto al fomento de la movilidad temporal de personas en la región. En los tres países norteamericanos, la mayor apertura a los trabajadores migratorios se combina, en esencia, con una preocupación creciente por la protección de las fronteras que conforman el perímetro norteamericano. Lo que propone Cárdenas es una historia comparada de las políticas de la región que permite entender la pluralidad de intereses que determinan las políticas migratorias adoptadas por cada país.

    Las historias que se cuentan en este libro no solo se interesan en las interacciones entre gobiernos y las influencias recíprocas; también quiere documentar la historia de la integración norteamericana a través de iniciativas que reconfiguran el espacio y la movilidad en la región. La integración de América del Norte no siempre pasa por instancias gubernamentales centrales ni por agencias de los gobiernos nacionales. Este aspecto queda claro en el capítulo de Marcela López-Vallejo, quien explica que existen ciertas limitaciones a las iniciativas de integración climática propuestas por los gobiernos federales de América del Norte; el juego político y los intereses electorales dañan el potencial y la continuidad de las iniciativas que se desarrollan en este ámbito. Señala que las iniciativas propuestas por actores no gubernamentales, por la sociedad civil o por niveles de gobierno municipal y estatal pueden tener éxito para llevar a cabo proyectos de gobernanza climática que van más allá de las fronteras nacionales. Al observar los experimentos pasados, el futuro de la gobernanza climática norteamericana parecería entonces estar en las relaciones entre grupos de la sociedad civil. Este aspecto aparece también en la conformación de la red de transporte norteamericana para principios del siglo

    xx

    . Michael K. Bess nos recuerda que las primeras grandes carreteras panamericanas (o norteamericanas) fueron el fruto de comités locales de ciudadanos que se aseguraban de implementar su parte del proyecto y pasarle el trabajo al comité siguiente en la ruta de construcción. Bess señala, sin embargo, que estas iniciativas eran frágiles por la limitada capacidad de estos comités para generar los fondos necesarios para la realización de la infraestructura; así, a partir de la década de 1930 las alianzas panamericanas y la participación de los gobiernos centrales resultaron fundamentales para llevar a cabo la integración de los países norteamericanos.

    En relaciones de vecindad, las tensiones entre los países no pueden pasar desapercibidas. En el texto de María Teresa Gutiérrez Haces se puede observar que las tensiones que suelen surgir en la relación económica entre los socios norteamericanos llevan también a negociar soluciones normativas exigidas por las sociedades civiles de la región. El caso de la industria minera canadiense es quizá el ejemplo más claro. La autora empieza por recordarnos que la extracción y comercio de las materias primas en la región tiene una larga historia que participó en la integración de las economías de América del Norte. Esta historia antecede al

    tlcan

    , pero está claro que este tratado favoreció una intensificación de las relaciones también en este sector, con los desacuerdos y problemas que implica. Esta historia está profundamente enraizada en la apertura económica de México y en las normas que los tres socios adoptaron en respuesta a los desafíos que conlleva la actividad extractiva. Como señalan otros textos de este libro, las relaciones entre vecinos implican también desacuerdos, pero, como se puede observar en este último capítulo, estos no han sofocado la colaboración entre los socios norteamericanos.

    El punto focal del libro Historias conectadas de América del Norte es la historia conectada de los tres países que conforman

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1