Son muchas las aproximaciones que se pueden elegir para hablar sobre los 200 años de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y México. Las que me vienen a la mente son tres circunstancias que, sobre todo en épocas recientes, entorpecen la posibilidad de superar los elementos de conflicto que están presentes en dichas relaciones.
Éstas se refieren a la pobreza institucional con la que se conducen las relaciones; las luchas políticas internas en Estados Unidos que paralizan los intentos de manejar de manera más racional y eficiente algunos de los problemas más sobresalientes de dicha relación, como es el de