Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

De Eva a Cristina: Una crónica novelada: 1945-2021
De Eva a Cristina: Una crónica novelada: 1945-2021
De Eva a Cristina: Una crónica novelada: 1945-2021
Libro electrónico177 páginas2 horas

De Eva a Cristina: Una crónica novelada: 1945-2021

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

El relator de esta historia ha sido testigo presencial de hechos ocurridos en Argentina durante los últimos setenta y seis años. Los mismos involucran a dos personas que, en distintos momentos, han ocupado u ocupan un lugar central en la vida política del país. Se habla de una "crónica novelada" en la que aparecen hechos históricos y licencias literarias. Se deja al criterio del lector decidir entre ambas alternativas en cada situación.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 feb 2022
ISBN9789878724737
De Eva a Cristina: Una crónica novelada: 1945-2021

Relacionado con De Eva a Cristina

Libros electrónicos relacionados

Historia para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para De Eva a Cristina

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    De Eva a Cristina - Mario Parisi

    1

    El mensaje me llegó por correo, en sobre cerrado, sin otra identificación que mi nombre y dirección. La nota en su interior, en papel con membrete de la institución, era breve: Se le ruega presentarse en la Mesa de Entradas del Honorable Senado de la Nación el 20 de noviembre próximo a las 15hs. Solicite ser anunciado a la secretaría privada de la señora senadora nacional, Cristina Fernández de Kirchner

    Cuando recibí este mensaje yo ya era un hombre grande. Mi niñez y adolescencia habían sido profundamente marcadas por la primera etapa del peronismo y más particularmente por la personalidad y vida de Eva Perón. Partícipe de hechos que no había digerido, sentía la necesidad de vaciar el absceso. Pero… ¿Por qué mecanismo? La confesión frente a un sacerdote no entraba ni en mis creencias ni en mis convicciones. No creo tener ningún pecado a confesar. ¿Hablar con un amigo? Lo hice. Él se comprometió a describir mi experiencia en un libro. Hasta ese momento no lo había hecho y no estaba claro que parte de mi historia se reflejaría en el texto y cuanto sería parte de su imaginación.

    Cristina Fernández aparecía como una figura interesante dentro del nuevo peronismo. Sabía que ella y su esposo estuvieron cerca del movimiento montonero en sus épocas de estudiantes, mientras cursaban la carrera de abogacía en La Plata. Luego se refugiaron en Rio Gallegos de donde era originaria la familia de Néstor Kirchner. Allí desarrollaron sus carreras en los planos profesional y político. Cristina ocupaba una banca en el Senado. Resultó electa en octubre de 2001, con De la Rúa todavía presidente. ¿Por qué pensé que ella podría ser una interlocutora válida para escuchar mi historia? No sabía gran cosa de ella, salvo lo ya dicho. Quizás presentí que su destino la aproximaría a la figura de Eva.

    Al recibir la citación, tardé un buen rato en reponerme de mi asombro. La intención había sido hacer llegar mi carta a Cristina, entregándola en mesa de entradas del Senado. El gesto fue como lanzar al mar un mensaje encerrado en una botella y no esperaba una respuesta. Febrilmente releí lo que yo había escrito:

    Buenos Aires, 1 de octubre de 2002

    Señora Senadora Cristina Fernández de Kirchner, S/D.

    Nacido en 1939, viví en mi infancia y adolescencia el ascenso y caída de Perón. Luego fue el largo periodo del exilio del general, su retorno y la posterior tragedia que marca la vida de nuestro país. La vida y sus circunstancias me llevaron a ser testigo presencial de muchos de esos hechos, especialmente los que involucraron a Eva Perón. Pienso que conocerlos puede serle útil o al menos de interés. Respetuosamente

    Néstor Rizzo

    PS Adjunto fotocopia de afiliación a la Unión Obrera Metalúrgica, número 66. 300, a nombre de José Rizzo, con fecha 10 de mayo de 1948.

    Corría el año 2002. El deterioro económico severo, iniciado a fines de los años noventa y que hizo crisis a principios del nuevo siglo, llevó al estallido social generalizado en la noche del 19 de diciembre de 2001. La tragedia cobró la vida de 39 personas, manifestantes y no manifestantes. De la Rúa renunció y dejó la Casa Rosada en helicóptero. La situación política era ahora realmente muy volátil. Eduardo Duhalde ejercía la presidencia, electo por el Congreso. Su gobierno derogó la Ley de Convertibilidad y pesificó la economía. Roberto Lavagna asumió la dirección del ministerio del área.

    Estábamos en junio y yo leía el diario en el bar La Cátedra, en Junín y Paraguay. El mozo me sirvió, sin que fuera necesario hacerle un pedido, un café en taza apenas cortado y dos medialunas de grasa. Su comentario fue lapidario.

    —La cosa está jodida. Aquí aguantaron hasta ahora, pero hablan de vender o cerrar. Tengo miedo por mi trabajo…

    La situación política se había tensado nuevamente hasta un máximo y le comenté lo que acababa de leer.

    —¿Vio lo que pasó ayer? Reprimieron a un grupo piquetero en la estación Avellaneda del Roca. La bonaerense mató a dos manifestantes.

    —Mire, yo no leo los diarios. Apenas tengo tiempo de ver la televisión. Ahora los piqueteros…

    Cerré el diario y me sumergí en el café y las medialunas.

    Duhalde, ante el impacto generado por los asesinatos de Kosteki y Santillán, anticipó seis meses el llamado a elecciones presidenciales, fijándolo en marzo de 2003. Casi en simultaneo Néstor Kirchner, en ese momento gobernador de la provincia de Santa Cruz, anunció haber transferido fondos provinciales por 500 millones de dólares, primero depositados en un banco de Nueva York y luego girados a un banco en Suiza. Su objetivo habría sido protegerlos frente a la pesificación. Se decía que Cristina había avalado la decisión.

    A lo largo del año las huellas de la crisis en las calles de Buenos Aires eran profundas. Los feriados bancarios y cambiarios se sucedieron. La brutal caída de la actividad económica golpeó con fuerza y la instalación de una olla popular frente al Hotel Savoy, en avenida Callao, fue un botón de muestra de lo profundo de la crisis. En abril se celebró en Argentina el Congreso Mundial de Biofísica, del que mi amigo Mario había sido uno de los organizadores. Muchos congresistas fueron instalados en ese hotel. Sorprendidos, los invitados fotografiaban a los manifestantes frente a la entrada. El clima paradójicamente era no violento, casi amable.

    En septiembre la situación se había calmado en parte y la población trataba de salir del obsesivo tema de la crisis económica. Para colmo la Argentina fue eliminada en cuartos de final en el mundial de futbol de Corea–Japón y para la Copa América 2012 la AFA decidió no concurrir ante una ola de atentados terroristas del narcotráfico en Colombia…

    Mientras caminaba por Riobamba para dirigirme hacía el edificio del Congreso, especulaba sobre el contenido de la entrevista que tenía por delante. Tras las experiencias de mi infancia, la historia y el destino de Eva habían atravesado mi juventud y continuaban vigentes en este momento. Era casi seguro que me recibiría un asesor o asesora que, si la cosa marchaba bien, me derivaría a alguno de los colaboradores de Cristina.

    Ingresé al Congreso por Hipólito Irigoyen. Me Presenté en Mesa de Entradas donde me orientaron hacia el despacho de la señora senadora. Una mujer que supuse era colaboradora de Cristina leyó la citación.

    —Pase por favor. En unos instantes será recibido.

    Quedé descolocado pero no tuve tiempo de pensar o reflexionar. La oficina mostraba un primer espacio más bien pequeño, probablemente el lugar de trabajo para su secretaria. Más atrás vi la puerta que supuse daría acceso al despacho personal. Mi guía golpeó levemente, abrió sin intervalo y me hizo pasar, anunciándome al mismo tiempo…

    —El señor Rizzo, estaba citado.

    Cristina vestía traje sastre oscuro y una blusa blanca. El pelo largo, negro con reflejos cobrizos, enmarcaba su rostro. Sobre la frente caían una serie de pequeñas mechas. Sus ojos oscuros eran cubiertos por el aleteo circunstancial de parpados bordeados por densas pestañas. Me miró fugazmente. Luego volvió su interés hacia el expediente que tenía ante ella. Era la primera vez que la veía personalmente y en ese momento no imaginé que sería el inicio de una serie de reuniones que, con altibajos temporales, tendría con ella.

    Al enfrentarme a una mujer mis reacciones no se si son banales u originales. Dejando de lado los casos triviales en que mi atención no se centra en el contacto humano, están aquellos en que siento que interacciono con alguien del sexo opuesto. En esa situación veo en la mujer una de dos actitudes posibles. Una de ellas es la que se manifiesta en una actitud sensual, casi sexual, que involucra la totalidad del cuerpo. En la otra la interacción se centra en el rostro y sobre todo en la mirada. El resto pasa a un segundo nivel. Este último fue el caso en mi aproximación a Cristina.

    Está sentada tras su escritorio y sin preámbulos dice:

    —Su forma de acercarse a nosotros es por lo menos original. Dos preguntas: ¿Quién es o era José Rizzo? Y otra ¿Usted quién es?

    Tragué saliva y sin reflexionar demasiado intenté responder.

    —La respuesta es complicada. José Rizzo era mi padre. En lo que hace a mi persona fui criado en un hogar de clase obrera, insólitamente antiperonista para la época. Viví un acercamiento inesperado a Eva y a Juan Perón, lo que marcó fuertemente el resto de mi vida. Soy médico, pero eso ahora no viene al caso.

    Vi que había atraído su atención. Levantó la cabeza y su mirada cruzó la mía esbozando una sonrisa.

    —Me interesa lo de su acercamiento a Eva y a Perón. ¿Me puede explicar en qué consistió?

    —Una aclaración previa. Debo decirle que existe la intención de publicar parte de esta historia, en forma novelada. Lo planea hacer un amigo, a quien yo describí mi experiencia. Aquí le entrego un fragmento del manuscrito escrito por él. Le pido que lo lea.

    Tomó las hojas que le acercaba, se colocó un par de anteojos y leyó.

    * * *

    En 1945 yo tenía seis años. Fueron días agitados y solo años después pude reconstruir, al menos en parte, el diálogo que presencié en ese mes de octubre. Mi padre entró en casa mostrándose agitado y con el rostro congestionado. Se dirigió hacia mi madre que lo miraba sorprendida y asustada, con una interrogación en la mirada.

    —La fábrica está parada. Se improvisó una asamblea y muchos salieron para Plaza de Mayo. Parece que a Perón lo tienen en Martín García y se quiere exigir su liberación. Cuando lo renunciaron nombraron en la Secretaria a un tal Solanet pero su discurso no convenció a nadie. El clima está revuelto y no se en que va a terminar todo esto… Dicen que hace cinco días hubo tiros en Plaza San Martín con heridos y hasta un muerto. Un médico parece ser. Poné la radio, a ver si dicen algo…Yo regreso a la fábrica.

    —No te metás en líos, volvé pronto…

    —Se corre el rumor de que Eva Duarte va a pasar otra vez. Los de la interna cuentan que hace tres días vino a hablar con ellos. El que la trajo fue su hermano Juan.

    —¡Evita Duarte! ¡Si no es más que una actriz de radioteatro!

    —No te creas. Parece que tiene polenta. Ya lo demostró en lo de San Juan. Ahora se está moviendo mucho, especialmente en la zona de Avellaneda. La verdad es que todo esto no lo entiendo del todo. Perón es un milico. ¿Se puede esperar algo bueno de ellos? Dicen además que es medio fascista. Justo cuando el Eje se vino abajo…

    Mi madre regreso a su cocina, preocupada y cabizbaja. Lejos estaba de imaginar el proceso que se desencadenaba en nuestro país. Menos aún el rol que esa mujer iba a jugar en el futuro de su hijo de casi seis años. Yo la miraba con sorpresa tras escuchar el diálogo entre ella y mi padre.

    * * *

    Cuatro años después las vacaciones se acercaban. Las esperaba con una extraña mezcla de alegría y tristeza. Por un lado estaba el verano, las fiestas de fin de año, la pileta del club. Por el otro el aburrimiento de los largos días en casa esperando las cinco de la tarde, hora a la que mi madre me autorizaba a salir a la calle… Nosotros no tomábamos vacaciones, ni yo ni los otros chicos del barrio. ¿Ir a Mar del Plata, a Córdoba? Eso era cosa de ricos… Por eso la calle era el centro de todas nuestras distracciones. Pero mi madre desconfiaba de la calle, sentimiento compartido por las otras madres del barrio. La calle era el comienzo del vicio. ¡Y no digamos nada del bar! La entrada a los bares estaba prohibida a los menores de dieciocho años. Por otra parte ninguna mujer, respetable a no, entraba sola en un bar. Aun acompañadas, solo tenían acceso al sector reservado para familias, separado por una mampara de madera y vidrio despulido del resto de la sala. Nos pasábamos horas en la puerta de El Descanso, mirando a través de las vidrieras a los grandes que jugaban al billar. Entrar al bar y jugar al billar significaba la autorización de compartir el mundo de los hombres, que se presentaba ante nosotros como algo prohibido, atrayente y perverso. Vivíamos en esa época en una sociedad terriblemente represiva. ¿El sexo? Oficialmente, no existía. Las chicas y los chicos íbamos por supuesto a escuelas separadas y para mí ellas representaban un misterio y una fuente de envidia y de miedo. Mis padres se pretendían evolucionados y de izquierda. Yo no recibía ninguna formación religiosa y sabía desde hacía mucho tiempo que los chicos se formaban en el vientre materno, pero de allí a ir más lejos en las explicaciones… Ya lo sabrás cuando seas grande… Las fuentes de información yo las encontraba en la calle, en los grandes. Me acuerdo muy bien el día que uno de ellos, Ricardo, nos contó su primera relación sexual con una prostituta. Los chicos escuchábamos fascinados. Según su versión todo había marchado muy bien, pero yo quedé chocado por su descripción del sexo de la mujer adulta, que nunca habíamos visto.

    —La mina era muy peluda y tenía como una ciruelita de carne arriba de la concha…

    ¡Cuántas fantasías, cuanto miedo, cuanta envidia! Siempre uno tenía que mostrar que estaba bien al corriente de las

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1