CATEDRAL DE SAN MATEO APÓSTOL, WASHINGTON D. C. UN DÍA DE 1952…
“Caía una fina llovizna cuando Jeane Dixon entraba en la catedral para hacer su meditación de la mañana. Durante varios días había estado experimentando una extraña sensación de vacío, una sensación que identificaba como premonición de una visión muy importante. Recuerda que echó unas monedas para cirios y que estaba a punto de postrarse ante una imagen de la Virgen María cuando, de repente, se le apareció la Casa Blanca iluminada. Casi inmediatamente, se formaron sobre la brillante imagen los números 1960 y, cuando intentó mirar, una nube oscura se desprendió de los números y se desparramó, como chocolate fundido sobre la Casa Blanca. Y ante el edificio había una figura humana que también quedó cubierta por la nube. El hombre, lo recuerda, era joven, alto, de ojos azules y de pelo castaño. Una voz interior le reveló que era demócrata, y que el presidente electo en 1960 encontraría una muerte violenta en el cumplimiento de su mandato. La visión desapareció tan pronto como había venido…”. Solamente unos años después, Jeane Dixon interpretaría aquella visión: el presidente John F. Kennedy (1917-1963) iba a morir asesinado…”.
LA NIÑA DE LA BOLA DE CRISTAL
(el apellido Dixon lo adoptaría al contraer matrimonio en 1939) nació en 1904 –aunque en un intento de quitarse años, ella afirmaba que había nacido “poco antes de que se firmara el armisticio de la Primera Guerra Mundial”, esto es, 1918– en Medford, una pequeña localidad de menos de dos mil habitantes del estado de Wisconsin; aunque su infancia transcurriría entre los estados de Missouri y California. Sus padres, y , que tuvieron diez hijos, eran inmigrantes oriundos de Alemania –probablemente procedentes de cuna aristocrática–, de ideas fuertemente tradicionalistas y que profesaban la